sábado, 31 de julio de 2010

El sagrado alimento


Ilustración de Raquel Alzate para la novela gráfica Cruz del Sur (2004)

Comer es un acto básico, esencial para la vida, que merece toda nuestra atención. Es un hecho que la sociedad moderna nos ha alejado, en cierto modo, de la conciencia de los ciclos y pautas naturales, pero algo que también sucede con frecuencia, y no depende tanto de la sociedad o de la época en la que vivimos, es el alejamiento respecto a nuestro propio cuerpo, que conlleva severas dificultades a la hora de desarrollar una comunicación con el mismo.

No sólo hemos perdido la noción instintiva de aquello que nos conviene o no comer, sino que hemos acallado las percepciones físicas que biológicamente nos guiaban a la hora de tomar esta decisión. Es increíble, en este aspecto, que se otorgue mayor autoridad y se escuchen antes los consejos de revistas no especializadas o magazines televisivos que las indicaciones de nuestro propio organismo.

A menudo engullimos, comemos rápido y cualquier cosa, sin importarnos el hecho de que lo que lleguemos a hacer dependerá en gran medida del combustible que demos a nuestro cuerpo, esa una máquina maravillosa capaz de funcionar bastante bien a pesar de que nos empeñemos en sabotearla. No se trata de cantidad, sino de calidad, tanto en los alimentos como en nuestra disposición a la hora de consumirlos y asimilarlos.

Con suerte, es posible que conservemos algún recuerdo de nuestra infancia, cuando no conocíamos la prisa y el mundo parecía más brillante. Es posible que recordemos un momento en nuestra vida en el que abrir la primera sandía del verano era una ocasión especial en la que el tiempo se detenía y nuestros sentidos se extasiaban. Entonces era posible captar no sólo el sabor del fruto, sino aspirar su aroma y disfrutar de su textura y experimentar plenamente el momento, con toda nuestra conciencia puesta en él.

Para recuperar o cambiar nuestra relación con la comida, el sagrado alimento (y sus implicaciones extra físicas), será necesario empezar a prestar atención a las señales emitidas por nuestro cuerpo. Empezaremos por encontrar un momento para comer tranquilos y libres de distracciones, con el fin de poder concentrarnos en las sensaciones que la comida transmite a nuestros sentidos. El olor, la textura, y obviamente el sabor del alimento... Todos esos regalos que la naturaleza añade a los elementos químicos necesarios para nuestra supervivencia, que enriquecen nuestra vida y que han convertido el acto de cocinar en un verdadero arte.

Una vez hayamos comido, prestemos atención también a las señales de nuestro cuerpo, que nos indicará como está yendo el proceso digestivo. Nuestro cuerpo, a través de diferentes sensaciones y manifestaciones físicas, tratará de comunicarse con nosotros para decirnos si la cantidad de alimento fue justa, excesiva o insuficiente, si los alimentos que le proporcionamos le resultaron fáciles de digerir o no, si necesita más líquido o más sal, o incluso si comimos demasiado rápido o demasiado nerviosos.

El proceso digestivo es en muchos aspectos la clave de nuestra salud y bienestar físicos, influyendo también en nuestros estados anímico y mental. Si aprendemos a escuchar a nuestro cuerpo y a darle lo que necesita podemos evitar, paliar e incluso curar muchos de los males que comúnmente nos aquejan, y experimentar sorprendentes cambios en nuestra vida (física, anímica y mental) no incorporando o imponiendo nuevos elementos y reglas procedentes de una autoridad externa, sino recuperando las capacidades y sabiduría que se hayan en nosotros mismos, ocultas por esa densa capa de polvo acumulado a lo largo de generaciones, a la que podemos llamar ignorancia.

La bendición de la mesa puede parecer una costumbre arcaica, sin embargo, constituye un invaluable ejercicio de toma de conciencia. Demos las gracias, a los dioses o a la naturaleza misma por el alimento que recibimos, sin el cuál no podríamos vivir. Y convirtamos esto en un punto de reflexión acerca de cómo nuestro ser en todos sus aspectos físico, mental, emocional y espiritual, se relaciona con su entorno, cómo cada uno de esos aspectos toma del mundo y lo que le regresa, con el fin de limpiar y perfeccionar estas relaciones.

Entendamos que el alimento no surge por generación espontánea, sino que tras cada bocado hay un largo recorrido, una semilla que germinó, creció y nos entregó su fruto, un animal que nació, creció y fue sacrificado para satisfacer las necesidades de nuestra propia vida. Una tierra que un día fue salvaje, tal vez una selva o un frondoso bosque, que fueron talados para crear áreas de cultivo, con el trabajo de muchos hombres y mujeres - y en ocasiones, aún hoy, niños y niñas- que sembraron, cuidaron, criaron, alimentaron, recolectaron, etc. para que el plato que tenemos ante nuestros ojos pudiera llegar a nuestra mesa con tanta facilidad.

Demos las gracias y valoremos nuestra comida, y luego pensemos que podemos hacer por regresar a la Tierra, a los hombres y mujeres, niños y niñas, a los animales y las plantas, domésticos o salvajes, aunque sea una pequeña parte de cuanto nos han dado...

Inevitablemente deberemos seguir comiendo a lo largo de nuestras vidas, pero esta toma de conciencia puede contribuir a que nos replanteemos cuál es el ciclo en el que estamos, el modo en cómo nos vinculamos al resto de seres vivientes y a la misma tierra, el precio que otros pagan por el consumo que realizamos ya no de alimentos, sino de otros muchos productos que definitivamente no son esenciales para nuestra supervivencia.

jueves, 29 de julio de 2010

A pesar de todo, la verdad




Malgré Tout (1898?), Jesús Contreras

Malgré Tout (A pesar de todo) es el título de la escultura que Jesús Contreras expuso en la Exposición Universal de París en el año 1900, y por la que le fueron concedidos los más altos honores. En aquel momento, Contreras acababa de sufrir la amputación de un brazo, y el poeta Amado Nervo le dedicó unos versos en los que ensalzaba a Malgré Tout como una "figura esculpida con una mano y que representa una enorme suma de trabajo (...) símbolo conmovedor de su orgullosa manquera".

Lo que el escultor en realidad hizo fue modelar la imagen en arcilla y encargar posteriormente la imagen en mármol a algún taller especializado. Si bien el primer error de Nervo pudo ser no distinguir entre las técnicas de modelar y cincelar, más grave es el hecho de que muy posiblemente la misma escultura ya hubiera sido expuesta, aún sin el título que más tarde se le otorgaría, en una exposición de 1898; Es decir, dos años antes de que Contreras perdiera su brazo.

Sin embargo, los versos de Nervo crearon una leyenda acerca del artista marcado por la desgracias que, en un esfuerzo titánico, logra vencer la adversidad y concluir una obra magnífica, leyenda de la que otros autores y el público general se hicieron eco, porque en palabras de Eduardo Báez Macías; "el ya viejo siglo XIX necesitaba de esas imágenes trágicas-heroicas gestadas en el romanticismo tardío".

Dicho de otro modo, el mito, nacido tal vez de la casualidad o el error, fue alimentado y sostenido, porque era una historia que se quería escuchar. Tan es así que un un siglo más tarde yo misma recibí el relato de labios de una amiga al pasar ante la reproducción de la escultura que se encuentra en la Alameda Central del DF.

Al parecer, la historia acerca de Contreras y Malgré Tout fue toda una sensación en la época, con los riesgos que esto comporta, pues añade Báez: "Se asoció el infortunio de Contreras con la sordera de Beethoven, la ceguera de Homero y la manquedad de Cervantes, y el mismo presidente Díaz, torpemente, le concedió el título de “Inválido del Arte” que el artista sensatamente declinó".

Probablemente el título de "Malgré tout" se asoció con el artista y sus circunstancias personales, lo que resulta paradójico cuando descubrimos a que Contreras pudo referirse con él a la alegoría de la Verdad, tal como era representada por los antiguos emblemistas: una mujer que lucha contra la mentira y el engaño a pesar de sus ataduras.

Por ejemplo, en el grabado "La Falsa Opinión que arruina al mundo", de Hendrick Goltzius, (1558-1617) se presenta Falsa Opinión, la falacia, conduciendo al mundo hacia un barranco mientras que al fondo de la escena la Justicia se niega a intervenir (la figura se ve al fondo de la imagen, con sus atributos abandonados en el suelo). A un lado se encuentra la Verdad encadenada sobre una roca, son sus manos y pies sujetos con grilletes de hierro, tal como la mujer de la estatua de Contreras.

La Falsa Opinión que arruina el mundo, gravado de Hendrick Goltzius

Hace muchos años escuché una cita en la radio de un autor cuyo nombre desgraciadamente no recuerdo y no he podido localizar, pero que decía algo así como: La poesía nos concede aquello que la realidad histórica nos niega. La historia de Malgré Tout es un ejemplo literal de tal afirmación, sin embargo la misma situación se repite una y mil veces, tanto al volver la vista hacia el pasado (reciente o remoto), como en nuestro propio presente.

Hay muchas historias que quieren ser oídas, muchos modelos en los que, de modo consciente o -más a menudo- inconscientemente, las personas tratan con insistencia de clasificar o hacer encajar las realidades que los rodean, tal como si se hubiera trazado un curso para encaminar los pensamientos de un modo común. Si pretendemos empezar a ver las cosas tal como son será necesario aprender a esquivar esta trampa y acercarnos sin temor a su realidad, que puede defraudarnos en la misma medida en que puede superar nuestras expectativas.

Sin embargo es preciso comprender que la leyenda, el mito, la historia inventada, creada y recreada mil veces, a pesar de no poder decir nada real del objeto al que se refiere es muy elocuente y certera si pensamos en la referencia hacia el mundo en el que vivimos y las mentalidades que lo habitan. Contiene en sí misma otra cara de la verdad, que también es necesario, por nuestro propio bien, conocer.


Fuente de referencia:

Báez Macías, Eduardo: Historia de la Escuela Nacional de Bellas Artes (1781-1910), UNAM, México, 2009. p.215-216

lunes, 26 de julio de 2010

Serenidad y paciencia


Hay momentos, en los que sin duda puede ser útil recordar estas imágenes...



sábado, 24 de julio de 2010

Los frutos sabrosos


Tapiz representando a Pomona (1900 aprox.), por Burne-Jones & Henry Dearle

Els fruits saborosos (los frutos sabrosos) es un libro de 18 poemas de Josep Carner, publicado por primera vez en el año 1906. Situando al lector en un ambiente bucólico, el autor evoca diferentes etapas y experiencias de la vida humana, enlazándolas con las características de diferentes frutos.
Dado el rico vocabulario y las formas complejas empledas por Carner, siento que cualquier traducción comporta una pérdida significtiva respecto al original, sin embargo, con la única intención de dar a conocer la obra, siguen a continuación traducciones libres de algunos poemas que ilustran el viaje de la infancia a la vejez.



Como las Fresas

La abuela come fresas de antes de San Juan;
para que sean más frescas, las quiere regogidas por un niño.
Por eso la nieta menor, que es Pandara,
sabeís, la que se encanta ante la claridad
y va creciendo tranquila y en admiración y a veces,
cierra los ojos, levanta al cielo la cara,
ella, que aún no dice palabras bien armadas
y las mezcla en una música de los sentidos,
recoge ahora las fresas agachada,
la punta de los dedos teñida de rosa.
Cada mañana la sientan, protegida del viento,
en el lecho de las fresas.
Y mira como el airecillo agita sombras ligeras,
y el cuerpecillo decanta antes que el pensamiento.
Le place la correhuela y aquel herbaje tan fino,
y cree que el cielo se acaba tras el jardín.
En vano la fresa cubría su don;
al sacar las fresas del refugio sombrío,
Pandara se ruboriza, trabaja, se extasía:
si ha encontrado más de una, levanta los ojos y ríe.
Pandara siempre ha visto el cielo sereno;
ignora la tempestad y el grito de las brujas.
Es fe y es vida de ella la luz que todo lo envuelve.
El mundo, en maravillas y juegos ajetreado,
es pequeño y rojo y fresco como las fresas.



Aglae y las naranjas


Aglae, bajo un bello naranjo detenida,
de lejos oye a las hermanas como pájaros al viento.
Ya no va a encontrarlas por la hierba y el rocío,
su cara pálida a causa un gran desfallecimiento .

Ella danzaba y reía recién casada con Drias,
altiva entre el ruido, gozosa de la luz.
Y ya del huerto se esconde por las desiertas vías
y aún se hace más blanca, perdida entre el perfume.

Y llega a las naranjas, las recoge y se las lleva;
la sed, con sólo mirarlas, hace brillar sus ojos.
Muerde un fruto y entorna los ojos como una muerta
y con ambas manos afloja el peso del cabello.

Y Aglae, ya recuperada, se mece en la esperanza;
con un suspiro muy tierno levanta el pecho caído;
si pudiera besar el niño que ya se acerca,
latido tan cercano y tan desconocido.

Ve la piadosa naranja que fue bella,
y yace abandonada del riego cerca del espejo.
La suerte de la esposa se transparenta en ella:
volverse exprimida y fatigada por la frescor del hijo.



Eglé y la sandía

Llegan las comadres. Riendo, haciendo de tripas corazón,
se pasan una sandía que es la más grande del huerto;
sus maridos están en la villa, y han merendado juntas,
y juegan a atraparse sobre los trigos deshechos;
hacen algazara, saltan, empiezan cancioncillas;
va rodando la sandía y aplasta los pies distraídos.
El atardecer desangrado hace temblar la hierbecilla.
Una comadre esgrime el fuerte cuchillo.
Dice que es Eglé, la mujer de ese hombre tan pequeño,
que asusta a las cuñadas y supera a su marido.
-¡A mí! -dicen las amigas, gritando a la vez.
Y, rebasándolas a todas, Eglé responde irada:
-¡No sea de nadie la primera rebanada!
A tí, la luna roja, la lanzo en sacrificio,
ahora que con innumerables estrellas por seguicio,
roja como la sandía, sonríes a cada quien:
rueda de amor que encantas caseríos, caminos y matorrales,
si nos ves alborotadas devuélvenos a la razón.
No nos haga el amor dóciles, estaríamos locas;
si no nos menguaran, bien lacra o bien carcoma.
Es cosa fatua el vivir cuando alguien no se arremanga para ordeñar
o apacentar o batallar con el barro:
y bien si los maridos se enojan y los hijos dan trabajo,
nos es necesario el hombre de la casa y nos son necesarios los pícaros.
Tu pues, tu que con tu mirada compasiva
ves que los niños se duermen y que el esposo llega del campo,
y nos iluminas el gozo de la cena
y alegras la botella puesta a refrescar,
mañana, cuando al amanecer te volvamos a ver aún,
preguntanos, chafardera, con tu menguada cara,
si, encerradas en la oscuridad, nos revolvió en la cama
el llanto de los niños o los besos del marido.



La manzana escogida

Alidé se ha hecho vieja y Lamon es viejito,
y, más pequeños y blancos, permanecen siempre juntos.
Ahora que están en la cama, los besa el solecillo.
Llora Alidé; Lamon quiere consolarla y llora.

-Oh pequeña Alidé, ¿ Porqué lloras tanto?
-Oh Lamon, porque me sé tan vieja y tan encorvada
y siempre me siento,y envidio a las nueras trabajando,
y cuando vienen a mí los nietos me encuentran tan helada.

Y no te sabría apacentar como en el tiempo florido
ni fundir la nostalgia de los días que se escapan,
y tu quieres que te abrigue y los brazos me tiemblan
y me hablas de unas cosas donde me ha caído el olvido.

Lamon hace un gran suspiro y le dice:
-Oh mi vida, mis pies son torpes
y siento que se me va la luz,
y te tengo cerca de mí como la manzana escogida
que se vuelve amarilla y vieja y aún emana perfume.

A nuestro alrededor nadie es dulce con la vejez:
el frío nos da temor, la negra noche horror,
gritan los hijos, las nueras nos hablan con aspereza.
¿Qué importa ir cayendo, si nos llevamos el amor?



Los higos matinales

Neera, aquella viuda benigna y sensata,
baja lenamente la escalera del jardín;
cantan pájaros, la fuente gorgojea enamorada,
las hojas parlotean y alegran el camino.

-En vida de Caropos, ¡ Siempre corriendo noche y día !
Venia, tras de mí, desde el fondo de escondrijos;
con rojas miradas de amor me acometía,
y me zarandeaba como el viento a las ramitas.

Pero ya vivo tranquila, no debo atormentarme;
se llena mi cintura, no esclava de ningún brazo;
el fino mentón que él siempre manoseaba,
ahora ya cria papada por el placer de reposar.

Cada día vengo al jardín de buena mañana
cerca de la fuente, con higos de los de cuello de dama.
Y me besa el aire, sin ninguna agitación ni llama,
y ahora tomo un higo, ahora un sorbito.

martes, 20 de julio de 2010

Cruzar el umbral


At the door (sin fecha), Paul Delvaux.


Los umbrales del cambio aparecen en nuestras vidas en el momento en el que estamos preparados para cruzarlos, se abren en los tiempos más oscuros, y también en los más claros. Pero al cruzar el umbral siempre es necesario dejar atrás lo que hasta el momento fue nuestra vida, y tener el valor de adentrarnos en un nuevo mundo que aunque estaba en este mismo que creíamos conocer tan bien, y aceptar que lo que sabíamos hasta el momento puede no servir ya, y que deberemos aprender y adaptarnos nuevamente... Sólo para volver a cruzar un nuevo umbral más adelante.

En nuestra vida cotidiana, puede parecer muy difícil después de un largo tiempo de padecer situaciones de conflicto, lucha y esfuerzo en general, que llegue el momento de, simplemente, dejar atrás lo vivido. Pero lo mismo sucede en el caso de haber vivido una época de plenitud, en la que todo funcionaba a la perfección, que sencillamente llega a su fin.
Cuando hemos adquirido y sostenido unas dinámicas -tanto positivas como negativas- de acción y pensamiento es habitual sentir cierta confusión si súbitamente se desvanecen o quedan en calidad de fantasmas porque ya no hay nada real que las pueda justificar. En este momento crítico, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en una maraña de pensamientos del tipo ¿Entonces, lo que viví, lo que me esforcé, lo que padecí, lo que sentí, lo que hice, no tiene ningún valor? ¿Sólo fue una pérdida de tiempo?

Pasar página siempre puede hacerse difícil cuando nos desfasamos y en vez de atender a las necesidades del presente seguimos dando más valor o más "peso" al pasado. El pasado es pasado, y no importa si nos referimos a algo que sucedió hace unos años o unas semanas: No va a regresar, y no se puede arreglar ni mejorar en ningún punto. Podemos aprender de él, pero asumirlo como una carga y permitir que determine nuestro presente y nuestro futuro es una trampa de la mente que nos aleja de la persona que efectivamente somos, en el presente que constituye la única realidad en la que podemos incidir.

Sin importa lo que nos sucediera en el pasado, bueno o malo, es seguro que en el presente nuestra vida no ha llegado a su fin y, por lo tanto, todavía queda mucho trabajo por hacer. El proceso de tomar conciencia de esta situación y responsabilizarnos de ella puede disfrutarse o padecerse, dependiendo de cómo lo queramos ver, pues al fin y al cabo se trata de una cuestión de percepción personal.

Es posible que durante mucho tiempo hayamos llevado una pesada carga, o nos hayamos atado de modo tan excesivo que prive a nuestro ser de la libertad de movimiento que precisa, y que en un determinado momento la carga o las ataduras se desprendan de un modo natural, incluso sin aviso previo. En ese momento, deberíamos sentir alivio y alegría , pero sin embargo, incluso cuando nuestra carga era muy desagradable, su ausencia genera un vacío que nos angustia y que es necesario llenar.
Este "llenado" puede hacerse bien de modo consciente, eligiendo voluntariamente entre las nuevas - y, tal vez, hasta el momento desconocidas o inimaginables- opciones que se nos presentan, o bien de modo inconsciente, cuando por inercia viejos pensamientos ya obsoletos se extienden recuperando terreno e invadiendo estas áreas liberadas de nuestra vida, ahogando las posibilidades recién nacidas y nuestra propia mejora.

Es frecuente experimentar un cierto miedo; Contemplamos múltiples posibilidades y cualquier cosa puede suceder, pero ante la elección y la novedad es posible que nuestra mente tienda a resucitar fantasmas o viejas dinámicas de las que más valdría deshacerse por completo. Pensamos, a menudo, cosas como "más vale malo conocido que bueno por conocer", negándonos a nosotros mismos, negándonos incluso toda suerte de posibilidades que anhelábamos como un sueño, pero que cuando nos encontramos un paso de su realización llegan a aterrorizarnos.

Es necesario vencer este miedo, elegir , planear, y actuar, en lugar de mirar hacia atrás o preguntarse sobre el pasado, porque esto último es simplemente una especie de excusa inventada por nuestro miedo para no estar conscientes en este presente que asusta un poco, en esta nueva vida a la que llegamos cuando se rompieron los límites ilusorios en los que permanecíamos confinados hasta el momento, esa vida que tal vez nos cuesta creer que merecemos, o que nos hace sentir un poco extraños en nuestra propia piel.
Es como si una mañana descubriéramos que tenemos alas, y en lugar de ir corriendo a intentar aprender cómo usarlas, prefiriéramos no intentarlo por miedo a lo que "pudiera pasar", y nos negáramos a la posibilidad de volar, sólo porque nunca antes lo hicimos.


Exvotos

La palabra exvoto proviene del latín ex voto, "por voto". Con ella se designa a una gran variedad de ofrendas materiales realizadas a una potencia en agradecimiento por los bienes o milagros concedidos. Están vinculados a menudo con lugares sagrados y centros de peregrinación, donde a menudo se exponen públicamente como testimonio del poder de la fuerza venerada, ya sea ésta un numen, una divinidad, o un santo, dado que el origen de la práctica se remonta a épocas prehistóricas, manteniéndose vigente, cuanto menos en esencia, en la actualidad.

En "El poder de las imágenes: estudios sobre la historia y la teoría de la respuesta"(1), David Freedberg señala que desde el siglo VI la práctica de los exvotos fue criticada por sus orígenes paganos o bien por ser considerada una forma de superchería.

En el año 533 el Sínodo de Orleans impuso restricciones a todas las ofrendas realizadas con la esperanza de sanar o en agradecimiento por ello. Y poco después, hacia 587, el Concilio de Auxerre dejó claro al menos uno de los orígenes de esta costumbre cuando prohibió las expresiones de agradecimiento en fuentes y árboles sagrados o consagrados, para luego pasar a proscribir la manufactura de exvotos de madera. A cambió, recomendó que se hicieran vigilias en las iglesias y se entregaran donativos a los pobres. Más tarde, se sabe que San Eligio (m.661) ordenó talar los "árboles sagrados" y quemar "dondequiera que se hallasen" las figuras de pies hechas en madera "que se colocaban en los cruces de caminos". Además prohibió enérgicamente que se realizaran tales objetos.

David Freedberg, El poder de las imágenes. Estudios sobre la historia y la teoría de la respuesta, Madrid, Cátedra, 1992. p. 170


Los exvotos, además de una valiosa fuente documental para la historia de las mentalidades, y de las clases populares, son una manifestación clara de lo que lo que las personas de todas las épocas han hecho a pesar de las directrices que desde los centros de poder se ha pretendido imponer. La práctica de las ofrendas votivas implicaría también una relación directa, sin necesidad de intermediario alguno, entre la persona que realiza la ofrenda y la potencia que la recibe.

Obviamente las prohibiciones nunca sirvieron de mucho, y aún recuerdo cuando de niña se me ocurrió asomarme a la ventanita de una capilla del s.XVII que había sobrevivido en la ciudad. La única iluminación que recibía era la proporcionada por algunos cirios que flameaban en su interior, lo cual sólo hacía más tétrica la visión de las paredes de piedra tapizadas de brazos, piernas, cabezas, torsos y otras partes del cuerpo humano realizadas en cera, madera, metal o incluso plástico.

Sin embargo, aunque las partes del cuerpo humano sean una de las formas más usuales de los exvotos, lo cierto es que pueden adoptar una cantidad casi infinita de expresiones. A las figurillas hechas en cera o metal, se añaden posteriormente pinturas, y a medida que nos aproximamos a la actualidad también fotografías, collages y objetos de toda índole, desde material ortopédico (que gracias al milagro ya no se va a necesitar) hasta vestidos de novia, pasando por bicicletas.

La tradición de los exvotos pintados está muy arraigada en México. El "retablito" es una imagen de la escena del milagro, hecha o encargada por el receptor del mismo o sus allegados, a la que se añade una explicación escrita. En muchas ocasiones las imágenes y los textos llaman la atención por su inocencia, o por lo increíble de los relatos, y los favores agradecidos van desde auténticos "milagros" (personas que salvaron la vida o su integridad física en condiciones prácticamente imposibles como enfermedades graves, agresiones o intentos de ejecución), hasta situaciones que pueden parecer prosaicas (como la obtención de un crédito), faltas de ética (como que no se descubriera una infidelidad) o realmente divertidas ( como librarse de la persecución de unos extraterrestres).

Son varias las recopilaciones que se han hecho al respecto, actualmente en el Museo de las Intervenciones se expone bajo el título de "Los relatos pintados: la otra historia, exvotos mexicanos" una pequeña colección de exvotos populares que datan desde 1651 hasta la actualidad. Pero en el blog "La gracia de dar las gracias" (del que proviene la imagen de abajo), Selma Prieto ilustra cada uno de sus posts con un retablito, dejando patente la infinita variedad de imágenes que el género engloba.





miércoles, 14 de julio de 2010

Mediterranées, por Agnès Vinas


Ilustración de Pierre Rosseau, para la novela Afrodita, de Louÿs


Recientemente descubrí una página en la red francesa que lleva por título Mediterranées y está a cargo de la profesora Agnès Vinas, en la que se encuentra abundante material sobre la Antigüedad y la Edad Media.

Se acaba de publicar en Ouróboros la traducción de un fragmento publicado en esta página del Dictionnaire des Antiquités grecques et romaines de Daremberg et Saglio (1877), correspondiente a Afrodita, en el cual se hace una revisión a profundidad de los aspectos de esta diosa, tan célebre como desconocida.
Pero Mediterranées cuenta además con una interesante sección dedicada a obras literarias de inspiración antigua, en la que se pueden localizar estas obras en distintas ediciones, incluyendo las ilustraciones incluidas en ellas.

Una de estas obras es la Afrodita de Pierre Louÿs (1896), cuyo prefacio se publicó hace ya un tiempo en Perro Aullador, implícita en el post de "Educación Sexual" y que volví a recordar al escribir "Prescindir del Juicio" , llevándome a escoger la pintura de Batoni Hercules at the Crossroads para ilustrar el texto.

La Afrodita de Louÿs es mucho más que una novela erótica, y ya desde la primera vez que la leí me pareció una ventana abierta a un mundo tan ajeno al nuestro como fue la antigüedad, una ventana por la que no sólo entraban fechas y datos, sino una auténtica evocación de sensaciones (olores, sabores, tactos, espacios...), revividas en nuestra imaginación a través de la magia de la palabra, en su sentido más profundo. En tales condiciones, los prejuicios de la actualidad quedaban temporalmente suspendidos, pues Louÿs supo como adentrar al lector en otra realidad, un mundo paralelo cuyas reglas parecían tan estables como las que regentan cada aspecto de nuestra cotidianidad.

Teniendo en cuenta que las Canciones de Bilitis (1894) de Louÿs, también disponibles en diferentes ediciones en Mediterranées, pasaron por algún tiempo como contemporáneas de Safo - el autor las publicó como si se trataran de una traducción-, podemos imaginar que ese mundo al que Louÿs nos invita a adentrarnos no debe ser tan distante a la realidad de la época en la que enmarca su obra.

lunes, 12 de julio de 2010

Actualización Mancias


Gracias a Paco, pude localizar el ejemplo de Jodorowsky para liberarse de las profecías o predicciones al que me refería ayer en los comentarios del artículo sobre Mancias.

Fuente: Clubcultura.com

"Una persona no creyente va a EEUU y le leen el Tarot: 'Alguien cerca tuyo va a morir y te va a costar mucho dinero'. Esta persona obsesionada acude a mí y dice ¿qué hago? Cuando hay una predicción no te puedes liberar de ella, tienes que realizarla. El inconsciente acepta la metáfora.
Le digo: Vamos a realizar tu predicción. Cierra tu ventana, echa insecticida, una mosca va a morir. 'Alguien cerca tuyo muere'. Ahora toma un billete de 20 euros y le pones seis ceros, tienes veinte millones, envuelve la mosca en el y entiérralo, así la predicción queda realizada y tú te liberas de ella".

domingo, 11 de julio de 2010

Prescindir del juicio


Hercules at the Crossroads (1742), Pompeo Batoni

En todo inicio existe una tendencia a la radicalidad. En parte este es el motivo por el que por ejemplo, durante nuestra niñez, cuando identificamos algo como bueno nos parezca imposible que al mismo tiempo pueda ser malo, o de que en nuestra adolescencia pretendamos que todo deba encajar en estrictas categorías. Sin embargo, tarde o temprano un destello de conciencia se encargará de demostrarnos que la realidad es algo más compleja de lo que solíamos creer y es muy posible que incluso antes de llegar a adultos todos nos hayamos arrepentido en una o más ocasiones de algo que decidimos a raíz de un juicio precipitado.
Si permanecemos en la línea radical, la experiencia puede llevarnos al extremo contrario, aquel en el que nos negamos a tomar partido, hacer una elección o tomar una decisión debido al miedo de equivocarnos, de cometer otro error de juicio lo que a su vez nos lleva a una parálisis de actuación.

Muchas tradiciones apelan a la idea de que no es necesario juzgar, y es posible que todo error de juicio provenga de que el juicio, en sí, constituya un error de percepción. Entendemos que juzgar es señalar una opción como correcta y condenar su opuesta: Juzgamos algo como correcto, luego, todo lo demás no lo es, no puede serlo. A través del juicio reducimos la amplia gama de opciones que cualquier situación conlleva a un contraste entre dos opuestos, lo que a su vez empobrece terriblemente nuestra percepción de la realidad, pero también nuestra capacidad de movernos de un modo efectivo en ella.

Está claro que a lo largo de nuestras vidas no podremos mantener eternamente todas las posibilidades potenciales, y será preciso, para llegar a realizar alguna de ellas, elegir entre dos o más opciones, cada una de las cuales conllevará la apertura de unas puertas y el cierre de otras. Sin embargo, nuestras decisiones serán más acertadas cuanto más aprendamos a prescindir de esta necesidad de condenar las opciones descartadas, pues cuando elegimos a través del juicio es muy probable que nuestra supuesta elección no provenga sino de una respuesta automática a un condicionamiento previo. Esto implica que nuestro juicio pueda no ser tan nuestro como creíamos, sino que incluso pueda no tener nada de racional.

Juzgar puede parecer una necesidad imperiosa para mantener un cierto orden en "nuestro" mundo, y dado que nos ayuda a dar un sentido al cúmulo de percepciones que llegan a nosotros rara vez nos planteamos que el mundo pueda estar en perfecto orden tal como es. Rara vez nos planteamos que existan otras opciones de las que alcanzamos a distinguir, y aún más raramente aceptamos que otras opciones, al margen de la que elegimos, sean igualmente válidas o correctas. De este modo levantamos, piedra sobre piedra, los muros que habrán de apresarnos de perseverar en la actitud del juicio.

Queremos estar seguros de que tomamos la mejor elección posible, incluso cuando asumimos que podemos estar equivocados, y esto desemboca más tarde en otros errores adicionales como las ilusiones del fracaso o del triunfo. Sabemos que la vida da muchas vueltas, sabemos que todo cambia y que el futuro, nuestro propio futuro, es un misterio que se descubrirá a su debido tiempo, ni un segundo antes... pero aún así insistimos en imaginar que existe para nosotros la posibilidad de un camino único, trazado con anticipación.

Un verso de Martí i Pol que responde esta incógnita en pocas palabras: "Todos los caminos son buenos para caminar". No importa si avanzamos rápido o lento, si tropezamos con un obstáculo o lo superamos, si encontramos un atajo o nos perdemos en un desvío: Es el acto de caminar lo que construye el camino, y es el individuo el que le da la característica de único.

A medida que avanzamos, y maduramos, nos liberamos progresivamente de la necesidad de identificarnos con posicionamientos y categorías preestablecidos, demasiado rígidos o estáticos, y nuestro mundo se hace rico en complejidades y matices. En la medida que aprendemos a conciliar los aspectos aparentemente contradictorios de la vida que nos salen al encuentro, sustituimos la necesidad de juicio por las capacidades de deliberación y discernimiento.
Aprendemos a considerar serenamente las posibilidades u opciones que se nos plantean, teniendo en cuenta todos aquellos elementos que al menos por ahora escapan a nuestra visión, y en función de la información disponible, apelamos a nuestra voluntad profunda y hacemos una elección, que será la que mejor se ajuste a lo que somos en ese momento. Y en lugar de pasar tres días sin dormir barajando el resto de posibilidades que dejamos atrás, o reiterando la condena a todas las opciones descartadas para terminar de convencernos de que la elegida es la "buena", seguimos tranquilamente nuestro camino. Realmente podríamos haber tomado otro, pero en el fondo no tiene mayor importancia, pues incluso si erramos nuestra dirección volveremos a recuperarla sin problemas mientras conservemos la intención correcta.

Tomemos la opción que tomemos, siempre habrá argumentos a favor y en contra de ella, tanto en nuestro entorno como en nuestro interior. Iniciar o entrar en interminables debates para tratar de defenderla, de justificarla, de sobreponerla a otras o de convencer a otros requerirá de un de valioso tiempo que deberíamos plantearnos si merece la pena invertir en tales propósitos. Lo que es, no requiere que nadie le de permiso para ser; podemos relajarnos. Podemos dejar de atacar , porque no va a servir, y podemos dejar de defendernos, porque es innecesario.

Cada persona en este mundo toma sus decisiones, más o menos conscientes, pero suyas al fin y al cabo. Muchas veces ignoramos los motivos que la llevan a ello. Que estemos de acuerdo o en desacuerdo no va a cambiar las cosas allá afuera, sin embargo, tanto la voluntad de comprensión como el respeto al misterio que no está en nuestra mano desvelar, puede ayudar a transformarnos a nosotros mismos desde el interior.
Cuando nos liberamos de la necesidad de juzgar crecen nuestra visión y nuestra comprensión profunda acerca del mundo y de nosotros mismos, obligándonos a crecer con ellas para poder contenerlas. Es posible entonces comprender una decisión, actitud o acción ajena (o propia, localizada en el pasado), sin tener por ello que estar de acuerdo o compartirla. Y es posible que no las entendamos en absoluto, y sin embargo este factor no desate la confusión en nuestro interior.

miércoles, 7 de julio de 2010

Mancias, otra mirada


Woman in a cave (1936), Paul Delvaux

Para el público general la magia aún es en ocasionales algo ligado a las mancias o sistemas de adivinación, en toda su extensión y variedad. Aún bajo la máscara social de racionalismo (pseudoracionalismo, en la mayoría de ocasiones) persiste un fondo oscuro, una creencia enraizada acerca de que nuestro destino está escrito, a la que no en pocas ocasiones acuden a escondidas a buscar consuelo o advertencia.

Sin embargo, para el practicante de Magia esta creencia no es algo lícito. El mago, el brujo, debe saber que el peso de cada palabra escrita en el libro de su destino cae bajo su responsabilidad. En consecuencia, las mancias deberían resultarle inútiles... Si no fuera porque fungen como un espejo en el que poder contemplar de frente aquello que tal vez las restricciones a las que aún se ve sometida su conciencia no le permiten formular de un modo directo.

Cualquier oráculo, desde los juegos que inventamos de niños hasta el Tarot, permite la exposición de nuestros deseos y temores más profundos, disfrazándolos con el velo de la objetividad, liberándononos por unos segundos de la responsabilidad sobre los mismos: "No lo digo yo, lo dicen las cartas".
Podemos decir, por lo tanto, que las diferentes mancias, cumplen la función de un teatro o escenario aparentemente ajeno, que nos proporciona el desapego necesario para proyectar aquello que ya llevamos dentro, bien se trate de datos que ya poseemos pero nuestra mente consciente ignora o es incapaz de relacionar, o bien elementos que debido a nuestros propios condicionamientos tenemos dificultades para asumir.

Resumiendo la cuestión, sea cuál sea el sistema adivinatorio que escojamos, siempre nos dirá aquello que ya sabemos, aquello que más deseamos o, por el contrario, más tememos escuchar. Por ende, si confiamos a otra persona la lectura de las cartas o la interpretación de cualquier otro oráculo, es necesario tener presente que sus propias ideas, emociones o creencias acerca de la situación o de nuestra persona van a impregnar, voluntaria o involuntariamente, los resultados de nuestra consulta.
Esto puede ser conveniente en aquellas ocasiones en las que el especialista consultado tiene experiencia en la materia y ética en su proceder, de modo que contribuye a aclarar nuestras propias ideas. Sin embargo, en la mayoría de situaciones puede resultar un problema añadido, cuando sustituimos nuestros condicionamientos por los de otra persona - a los que damos el valor de autoridad, y con los que va a ser más difícil trabajar- , o incluso terminamos por aceptar ambas cargas. Sobra decir que en más de una ocasión, al igual que sucede en el mundo de la traducción, el intérprete adquiere un enorme poder sobre aquellos que solicitan sus servicios, pudiendo alterar significativamente el mensaje original por uno acorde a su conveniencia.

Salvo aquellos casos en los que el consultado es un auténtico desastre, las información que los oráculos es válida, y las "predicciones" se cumplen.
Lo primero se debe en gran parte a que nuestro subconsciente, o inconsciente, alberga mucha más información acerca de nosotros mismos y nuestro entorno de la que solemos considerar, de modo que si encontramos la manera de entrar en este gran almacén de información (y obiamente las mancias son una de esas puertas) podemos encontrar prácticamente cualquier cosa que necesitemos.
Lo segundo, a su vez, está vinculado al modo en cómo nuestras creencias y pensamientos configuran nuestra experiencia de la realidad. Al consultar un oráculo desde la creencia en un destino predeterminado, al aceptar de antemano el decreto, aseguramos la realización de nuestros deseos, o nos condenamos a la experiencia de nuestros temores. Cuando la predicción es considerada la lectura de un destino escrito, o la voz de una autoridad externa e inapelable, adquiere carácter de decreto. Sin importar con cuántas opciones contáramos antes de escucharla, todas van a fundirse, de repente, a confluir en esta sentencia que, al exteriorizarse imbuida de esta autoridad, se ha convertido en una vía más consistente hacia la manifestación o la materialización.

Si decidimos consultar los oráculos a través de un intérprete, es conveniente asegurarse de que será la persona indicada y, en la medida posible, adquirir la formación y la práctica necesaria para ser intérpretes de nuestras consultas, así como progresiva confianza en nuestras propias capacidades, con el fin de evitar influencias ajenas no deseadas o incluso perjudiciales.
En la mayoría de ocasiones bastará con cultivar la sinceridad con uno mismo, e ir perdiendo el miedo a nuestras propios deseos, temores, ideas y emociones, mismos que en gran medida se encargan de modelar o incluso crear nuestras experiencias vitales, porque para un mago nada está escrito.. y aún lo escrito puede ser mejorado, rectificado, o incluso borrado.

Las mancias pueden ayudarnos en este proceso, pues precisamente de estos deseos, temores ideas y emociones es lo primero que nos ayudarán a ver. Sin embargo, en la medida que consigamos limpiar de estos obstáculos los canales que nos enlazan a esa prodigiosa fuente de información que es esa parte de nosotros que sabe más de lo que nuestra conciancia alcanza a manejar, llegará un momento en que el proceso comunicativo devendrá sencillo, claro, directo y prácticamente automático, sin necesidad de instrumentos auxiliares.

jueves, 1 de julio de 2010

Técnicas Prosaicas


A lo largo de nuestro desarrollo como practicantes de magia de vez en cuando descubrimos por casualidad algunas cosas (explicaciones, actividades...) que nos funcionan y proveen resultados efectivos, llegando a adoptarlas como prácticas o ejercicios personales. Sin embargo, debido precisamente a este carácter informal o inusual, el hecho de tratar de comunicar nuestra experiencia a otros puede resultar complicado al enfrentarse con la posibilidad de que nuestra nueva técnica parezca "poco seria" o incluso "ridícula".

El practicante debe estar dispuesto a probar nuevas prácticas, métodos y sistemas en el ententido que siempre pueden mejorar aquellos que ya conoce y emplea, además de la posibilidad de abrir nuevas áreas de comprensión acerca del funcionamiento de la magia y , sobretodo, de sí mismo. Uno no practica para generar opiniones en otros y, de hecho, debería reusarse a que estas opiniones pudieran tener otra función que la de completar o mejor la práctica en sí.
Un mago, o brujo, debería ser consciente de la gama de posibilidades que se halla a su disposición, y tener como objetivo la mejora y el aprendizaje constante, en lugar de dejarse llevar, desviandosedel objetivo, a esos engañosos momentos en los que se espera que una autoridad externa quiera venir a avalar cada uno de nuestros pasos, o en los que caemos en el engaño de creer que no queda nada nuevo por descubrir, que todo ha sido dicho o hecho.

Nuevamente, no se trata de lanzarse a la experimentación de un modo temerario, sólo por "ver qué pasa", sino de aprender a reconocer entre lo que nos funciona, por estúpido que pueda parecer, y lo que no funciona, por muy respaldado que esté.
Se trata también de confiar en la experiencia, de ser sinceros con nosotros mismos a la hora de evaluar nuestros resultados, de comprender que hay múltiples vías para llegar a un objetivo y que no hay que espantarse si llega ese momento en el que podemos asegurar que algo funciona pero no sabemos exactamente porqué o cómo lo hace.
En última instancia, se trata de mantenerse frescos, receptivos, de no caer en posiciones prejuiciosas que no hacen otra cosa que obstaculizar un camino que podría ser mucho más sencillo si pudiéramos liberarnos de esa carga, ni en actitudes defensivas (debo caer bien, debo cuidar lo que digo... para que me consideren Z o no me consideren Y ) que no son otra cosa que la otra cara de la moneda de una actitud personal ofensiva contra nosotros mismos.