Los umbrales del cambio aparecen en nuestras vidas en el momento en el que estamos preparados para cruzarlos, se abren en los tiempos más oscuros, y también en los más claros. Pero al cruzar el umbral siempre es necesario dejar atrás lo que hasta el momento fue nuestra vida, y tener el valor de adentrarnos en un nuevo mundo que aunque estaba en este mismo que creíamos conocer tan bien, y aceptar que lo que sabíamos hasta el momento puede no servir ya, y que deberemos aprender y adaptarnos nuevamente... Sólo para volver a cruzar un nuevo umbral más adelante.
En nuestra vida cotidiana, puede parecer muy difícil después de un largo tiempo de padecer situaciones de conflicto, lucha y esfuerzo en general, que llegue el momento de, simplemente, dejar atrás lo vivido. Pero lo mismo sucede en el caso de haber vivido una época de plenitud, en la que todo funcionaba a la perfección, que sencillamente llega a su fin.
Cuando hemos adquirido y sostenido unas dinámicas -tanto positivas como negativas- de acción y pensamiento es habitual sentir cierta confusión si súbitamente se desvanecen o quedan en calidad de fantasmas porque ya no hay nada real que las pueda justificar. En este momento crítico, corremos el riesgo de quedarnos atrapados en una maraña de pensamientos del tipo ¿Entonces, lo que viví, lo que me esforcé, lo que padecí, lo que sentí, lo que hice, no tiene ningún valor? ¿Sólo fue una pérdida de tiempo?
Pasar página siempre puede hacerse difícil cuando nos desfasamos y en vez de atender a las necesidades del presente seguimos dando más valor o más "peso" al pasado. El pasado es pasado, y no importa si nos referimos a algo que sucedió hace unos años o unas semanas: No va a regresar, y no se puede arreglar ni mejorar en ningún punto. Podemos aprender de él, pero asumirlo como una carga y permitir que determine nuestro presente y nuestro futuro es una trampa de la mente que nos aleja de la persona que efectivamente somos, en el presente que constituye la única realidad en la que podemos incidir.
Sin importa lo que nos sucediera en el pasado, bueno o malo, es seguro que en el presente nuestra vida no ha llegado a su fin y, por lo tanto, todavía queda mucho trabajo por hacer. El proceso de tomar conciencia de esta situación y responsabilizarnos de ella puede disfrutarse o padecerse, dependiendo de cómo lo queramos ver, pues al fin y al cabo se trata de una cuestión de percepción personal.
Es posible que durante mucho tiempo hayamos llevado una pesada carga, o nos hayamos atado de modo tan excesivo que prive a nuestro ser de la libertad de movimiento que precisa, y que en un determinado momento la carga o las ataduras se desprendan de un modo natural, incluso sin aviso previo. En ese momento, deberíamos sentir alivio y alegría , pero sin embargo, incluso cuando nuestra carga era muy desagradable, su ausencia genera un vacío que nos angustia y que es necesario llenar.
Este "llenado" puede hacerse bien de modo consciente, eligiendo voluntariamente entre las nuevas - y, tal vez, hasta el momento desconocidas o inimaginables- opciones que se nos presentan, o bien de modo inconsciente, cuando por inercia viejos pensamientos ya obsoletos se extienden recuperando terreno e invadiendo estas áreas liberadas de nuestra vida, ahogando las posibilidades recién nacidas y nuestra propia mejora.
Es frecuente experimentar un cierto miedo; Contemplamos múltiples posibilidades y cualquier cosa puede suceder, pero ante la elección y la novedad es posible que nuestra mente tienda a resucitar fantasmas o viejas dinámicas de las que más valdría deshacerse por completo. Pensamos, a menudo, cosas como "más vale malo conocido que bueno por conocer", negándonos a nosotros mismos, negándonos incluso toda suerte de posibilidades que anhelábamos como un sueño, pero que cuando nos encontramos un paso de su realización llegan a aterrorizarnos.
Es necesario vencer este miedo, elegir , planear, y actuar, en lugar de mirar hacia atrás o preguntarse sobre el pasado, porque esto último es simplemente una especie de excusa inventada por nuestro miedo para no estar conscientes en este presente que asusta un poco, en esta nueva vida a la que llegamos cuando se rompieron los límites ilusorios en los que permanecíamos confinados hasta el momento, esa vida que tal vez nos cuesta creer que merecemos, o que nos hace sentir un poco extraños en nuestra propia piel.
Es como si una mañana descubriéramos que tenemos alas, y en lugar de ir corriendo a intentar aprender cómo usarlas, prefiriéramos no intentarlo por miedo a lo que "pudiera pasar", y nos negáramos a la posibilidad de volar, sólo porque nunca antes lo hicimos.
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