Para el público general la magia aún es en ocasionales algo ligado a las mancias o sistemas de adivinación, en toda su extensión y variedad. Aún bajo la máscara social de racionalismo (pseudoracionalismo, en la mayoría de ocasiones) persiste un fondo oscuro, una creencia enraizada acerca de que nuestro destino está escrito, a la que no en pocas ocasiones acuden a escondidas a buscar consuelo o advertencia.
Sin embargo, para el practicante de Magia esta creencia no es algo lícito. El mago, el brujo, debe saber que el peso de cada palabra escrita en el libro de su destino cae bajo su responsabilidad. En consecuencia, las mancias deberían resultarle inútiles... Si no fuera porque fungen como un espejo en el que poder contemplar de frente aquello que tal vez las restricciones a las que aún se ve sometida su conciencia no le permiten formular de un modo directo.
Cualquier oráculo, desde los juegos que inventamos de niños hasta el Tarot, permite la exposición de nuestros deseos y temores más profundos, disfrazándolos con el velo de la objetividad, liberándononos por unos segundos de la responsabilidad sobre los mismos: "No lo digo yo, lo dicen las cartas".
Podemos decir, por lo tanto, que las diferentes mancias, cumplen la función de un teatro o escenario aparentemente ajeno, que nos proporciona el desapego necesario para proyectar aquello que ya llevamos dentro, bien se trate de datos que ya poseemos pero nuestra mente consciente ignora o es incapaz de relacionar, o bien elementos que debido a nuestros propios condicionamientos tenemos dificultades para asumir.
Resumiendo la cuestión, sea cuál sea el sistema adivinatorio que escojamos, siempre nos dirá aquello que ya sabemos, aquello que más deseamos o, por el contrario, más tememos escuchar. Por ende, si confiamos a otra persona la lectura de las cartas o la interpretación de cualquier otro oráculo, es necesario tener presente que sus propias ideas, emociones o creencias acerca de la situación o de nuestra persona van a impregnar, voluntaria o involuntariamente, los resultados de nuestra consulta.
Esto puede ser conveniente en aquellas ocasiones en las que el especialista consultado tiene experiencia en la materia y ética en su proceder, de modo que contribuye a aclarar nuestras propias ideas. Sin embargo, en la mayoría de situaciones puede resultar un problema añadido, cuando sustituimos nuestros condicionamientos por los de otra persona - a los que damos el valor de autoridad, y con los que va a ser más difícil trabajar- , o incluso terminamos por aceptar ambas cargas. Sobra decir que en más de una ocasión, al igual que sucede en el mundo de la traducción, el intérprete adquiere un enorme poder sobre aquellos que solicitan sus servicios, pudiendo alterar significativamente el mensaje original por uno acorde a su conveniencia.
Salvo aquellos casos en los que el consultado es un auténtico desastre, las información que los oráculos es válida, y las "predicciones" se cumplen.
Lo primero se debe en gran parte a que nuestro subconsciente, o inconsciente, alberga mucha más información acerca de nosotros mismos y nuestro entorno de la que solemos considerar, de modo que si encontramos la manera de entrar en este gran almacén de información (y obiamente las mancias son una de esas puertas) podemos encontrar prácticamente cualquier cosa que necesitemos.
Lo segundo, a su vez, está vinculado al modo en cómo nuestras creencias y pensamientos configuran nuestra experiencia de la realidad. Al consultar un oráculo desde la creencia en un destino predeterminado, al aceptar de antemano el decreto, aseguramos la realización de nuestros deseos, o nos condenamos a la experiencia de nuestros temores. Cuando la predicción es considerada la lectura de un destino escrito, o la voz de una autoridad externa e inapelable, adquiere carácter de decreto. Sin importar con cuántas opciones contáramos antes de escucharla, todas van a fundirse, de repente, a confluir en esta sentencia que, al exteriorizarse imbuida de esta autoridad, se ha convertido en una vía más consistente hacia la manifestación o la materialización.
Si decidimos consultar los oráculos a través de un intérprete, es conveniente asegurarse de que será la persona indicada y, en la medida posible, adquirir la formación y la práctica necesaria para ser intérpretes de nuestras consultas, así como progresiva confianza en nuestras propias capacidades, con el fin de evitar influencias ajenas no deseadas o incluso perjudiciales.
En la mayoría de ocasiones bastará con cultivar la sinceridad con uno mismo, e ir perdiendo el miedo a nuestras propios deseos, temores, ideas y emociones, mismos que en gran medida se encargan de modelar o incluso crear nuestras experiencias vitales, porque para un mago nada está escrito.. y aún lo escrito puede ser mejorado, rectificado, o incluso borrado.
Las mancias pueden ayudarnos en este proceso, pues precisamente de estos deseos, temores ideas y emociones es lo primero que nos ayudarán a ver. Sin embargo, en la medida que consigamos limpiar de estos obstáculos los canales que nos enlazan a esa prodigiosa fuente de información que es esa parte de nosotros que sabe más de lo que nuestra conciancia alcanza a manejar, llegará un momento en que el proceso comunicativo devendrá sencillo, claro, directo y prácticamente automático, sin necesidad de instrumentos auxiliares.
Sin embargo, para el practicante de Magia esta creencia no es algo lícito. El mago, el brujo, debe saber que el peso de cada palabra escrita en el libro de su destino cae bajo su responsabilidad. En consecuencia, las mancias deberían resultarle inútiles... Si no fuera porque fungen como un espejo en el que poder contemplar de frente aquello que tal vez las restricciones a las que aún se ve sometida su conciencia no le permiten formular de un modo directo.
Cualquier oráculo, desde los juegos que inventamos de niños hasta el Tarot, permite la exposición de nuestros deseos y temores más profundos, disfrazándolos con el velo de la objetividad, liberándononos por unos segundos de la responsabilidad sobre los mismos: "No lo digo yo, lo dicen las cartas".
Podemos decir, por lo tanto, que las diferentes mancias, cumplen la función de un teatro o escenario aparentemente ajeno, que nos proporciona el desapego necesario para proyectar aquello que ya llevamos dentro, bien se trate de datos que ya poseemos pero nuestra mente consciente ignora o es incapaz de relacionar, o bien elementos que debido a nuestros propios condicionamientos tenemos dificultades para asumir.
Resumiendo la cuestión, sea cuál sea el sistema adivinatorio que escojamos, siempre nos dirá aquello que ya sabemos, aquello que más deseamos o, por el contrario, más tememos escuchar. Por ende, si confiamos a otra persona la lectura de las cartas o la interpretación de cualquier otro oráculo, es necesario tener presente que sus propias ideas, emociones o creencias acerca de la situación o de nuestra persona van a impregnar, voluntaria o involuntariamente, los resultados de nuestra consulta.
Esto puede ser conveniente en aquellas ocasiones en las que el especialista consultado tiene experiencia en la materia y ética en su proceder, de modo que contribuye a aclarar nuestras propias ideas. Sin embargo, en la mayoría de situaciones puede resultar un problema añadido, cuando sustituimos nuestros condicionamientos por los de otra persona - a los que damos el valor de autoridad, y con los que va a ser más difícil trabajar- , o incluso terminamos por aceptar ambas cargas. Sobra decir que en más de una ocasión, al igual que sucede en el mundo de la traducción, el intérprete adquiere un enorme poder sobre aquellos que solicitan sus servicios, pudiendo alterar significativamente el mensaje original por uno acorde a su conveniencia.
Salvo aquellos casos en los que el consultado es un auténtico desastre, las información que los oráculos es válida, y las "predicciones" se cumplen.
Lo primero se debe en gran parte a que nuestro subconsciente, o inconsciente, alberga mucha más información acerca de nosotros mismos y nuestro entorno de la que solemos considerar, de modo que si encontramos la manera de entrar en este gran almacén de información (y obiamente las mancias son una de esas puertas) podemos encontrar prácticamente cualquier cosa que necesitemos.
Lo segundo, a su vez, está vinculado al modo en cómo nuestras creencias y pensamientos configuran nuestra experiencia de la realidad. Al consultar un oráculo desde la creencia en un destino predeterminado, al aceptar de antemano el decreto, aseguramos la realización de nuestros deseos, o nos condenamos a la experiencia de nuestros temores. Cuando la predicción es considerada la lectura de un destino escrito, o la voz de una autoridad externa e inapelable, adquiere carácter de decreto. Sin importar con cuántas opciones contáramos antes de escucharla, todas van a fundirse, de repente, a confluir en esta sentencia que, al exteriorizarse imbuida de esta autoridad, se ha convertido en una vía más consistente hacia la manifestación o la materialización.
Si decidimos consultar los oráculos a través de un intérprete, es conveniente asegurarse de que será la persona indicada y, en la medida posible, adquirir la formación y la práctica necesaria para ser intérpretes de nuestras consultas, así como progresiva confianza en nuestras propias capacidades, con el fin de evitar influencias ajenas no deseadas o incluso perjudiciales.
En la mayoría de ocasiones bastará con cultivar la sinceridad con uno mismo, e ir perdiendo el miedo a nuestras propios deseos, temores, ideas y emociones, mismos que en gran medida se encargan de modelar o incluso crear nuestras experiencias vitales, porque para un mago nada está escrito.. y aún lo escrito puede ser mejorado, rectificado, o incluso borrado.
Las mancias pueden ayudarnos en este proceso, pues precisamente de estos deseos, temores ideas y emociones es lo primero que nos ayudarán a ver. Sin embargo, en la medida que consigamos limpiar de estos obstáculos los canales que nos enlazan a esa prodigiosa fuente de información que es esa parte de nosotros que sabe más de lo que nuestra conciancia alcanza a manejar, llegará un momento en que el proceso comunicativo devendrá sencillo, claro, directo y prácticamente automático, sin necesidad de instrumentos auxiliares.
2 comentarios:
¿Has oído hablar de la profecía autocumplida? Es un fenómeno psicológico muy conocido. Quizá debería escribir sobre él, aunque mucho de lo que implica ya lo has dicho tú aquí.
Siempre he pensado que las mancias podrían ser una buena herramienta para un contacto más o menos inicial con un paciente de terapia, al menos tan eficaz como otros sistemas de simbología más moderna (como ciertas pruebas proyectivas). Permiten que la persona se abra de una forma diferente. Lástima que por su propio carácter de "directividad" o "destino" no puedan usarse sin riesgo.
Un saludo. :)
La verdad es que no, ojalá puedas escribir acerca del tema porque me encanta como explicas esas cosas.
Sobre el carácter de "directividad", hace muchos años leí una entrevista a Jodorowsky, y una de las cosas que comentaba era que cuando uno asumía una predicción como algo inevitable, lo mejor era hacer cualquier representación o acto simbólico para que la profecía en cuestión efectivamente se cumpliera, sin hacer demasiado daño, para que la persona pudiera liberarse de la carga.
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