jueves, 18 de diciembre de 2008

Solsticio de invierno

Desde la terraza contemplo las luces de la ciudad. Recuerdo por unos instantes un cuento en el que una sirena japonesa, sentada solitaria sobre una roca, se dejaba fascinar por el resplandor del puerto iluminado... Dos días más y serán seis los meses que llevo lejos de ese mar que nunca pensé que llegaría a extrañar.

Han pasado rápidos, tanto, que de no ser por lo intenso de lo vivido, me vería tentada a escribir que escaparon de mis manos. Pero no; en lugar de eso se han derramado sobre mi piel, cabalgado por mis venas, arremolinado en mis pupilas, evaporado en mis labios... dejando esa sutil pero permanente marca de su paso.

Hay un momento en el que sabes que no hay vuelta atrás; y otro en el que comprendes que - aún así, o tal vez precisamente por eso - siempre hay un refugio en el que tu ser respira sereno, sin percibir distancias entre aquello que es y aquello o aquellos a los que ama; "un lugar que no es un lugar".

Es preciso descender sin miedo a la cueva del invierno, acomodándose a esa oscuridad primigenia que acalla la agitación y el ruido. Llamar a la quietud para poder vernos - tal como somos-, en el negro espejo de las aguas subterráneas; entregarnos al silencio para no estorbar el lento florecer de esos sueños que envuelven y nutren la semilla de nuestra creación... Conservar la confianza en la promesa de que el nuevo sol resurgirá de la noche más larga, y podremos volver a jugar bajo su generosa calidez.

Pero no aún, no aún...

Y, con todo, hay todo un mundo aquí, bajo tierra, una miríada de universos, el mundo que llegó, para desintegrarse, el mundo nuevo que espera nacer; algunas cosas se pudren y deshacen para empujar hacia arriba aquellas que han de saludar a la primavera que vendrá. Nada se pierde. Unas viven dentro de otras.

No hay prisa.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Receta para hacerse invisible

En una ocasión, durante la adolescencia, escribí un cuento - horrible, por cierto - en el que un hombre era olvidado por el resto de sus congéneres hasta el punto en que su existencia se evaporaba como el rocío en la mañana, sin ruido, sin dejar un rastro. Supongo que trataba de ser una metáfora de una situación de soledad, pero más de una década después, comprendo que la historia tenía más de realidad de la que cabría esperar, sólo que el enfoque no era el adecuado...

Cada uno, independientemente del punto de partida, es lo que hace con su vida, el producto de sus decisiones y actos; la suma de los frutos de su mente, sus emociones, y sus manos. Por otro lado, y en parte por el hecho de que con esos frutos se construye la realidad de nuestro entorno, existen multiplicidad de escenarios habitables, dentro de este mismo mundo, el que encontramos nada más abrir los ojos en la mañana, al despertar, sin necesidad de estar especialmente inspirados.

Cuando llevamos cierto tiempo en un camino -no importa cuál- aprendemos a manejar una serie de principios y herramientas, que se convierten en un modo de expresión tan natural y espontáneo como el lenguaje materno. De manera que esa realidad particular, que vivimos a diario, no nos parece nada extraño; hasta que nos damos cuenta de que otros ni idea tienen de este idioma, y de lo difícil que resulta de repente traducir demasiadas cosas; de que se pierde tanto en el traslado que el resultado final no vale el esfuerzo.

Un camino real nos llevará a través de diferentes mundos, por los que deberemos saber movernos; pero no podemos esperar que los residentes de esas villas y ciudades que visitamos de paso, puedan compartir con nosotros aquello que les es por completo ajeno... Teniendo en cuenta que cada cuál sólo ve lo que su rango de conciencia le permite percibir, es terriblemente fácil hacerse invisible. Nadie podrá ver en nosotros lo que no se encuentre en él mismo.

(Así que no importa cuán firmes sean nuestros principios, nuestros valores, la lealtad a aquello que respetamos... no podemos confiarnos a aquellos que no confían en nosotros, porque serán los que darán el primer disparo, ese que casi nunca estamos preparados para recibir, aunque sepamos de antemano que no nos pueda dañar realmente).

Por lo mismo, por más que nos enamoremos de un lugarcito, no podemos quedarnos en él demasiado tiempo sin renunciar a lo más valioso que en nosotros hay. Resulta un precio demasiado alto, con el que adquirimos el derecho a nuestra propia desgracia.

Por eso hay un momento en el que dejamos de discutir, sabiendo que resulta inútil tratar de hacernos comprender. Un momento en el que nos damos cuenta de que algo está mal, y en lugar de pedir o dar explicaciones, en lugar de estancarnos en la dualidad de ser vencedor o vencido, comprendemos que el viento ha cambiado.

Que ha llegado el momento de partir, de volver al camino que es, en realidad, ese hogar donde siempre algo o alguien nos da una bienvenida franca y sin reproches, proporcionándonos un ungüento para sanar las heridas y aquello que precisamos para saciar ese hambre o esa sed que nos torturaban por dentro, sin que en nuestro embotamiento general, nos dieramos cuenta. Ese algo o alguien nos da un baño, nos acuna en un abrazo, y sentimos que al fin podemos descansar, que algo ha sido reparado, que volvemos a ser nosotros, completos. Que la mañana que siga a esta noche oscura y dulce, será nítida y luminosa, y nos sonreíra esa fortuna que nuestra sangre clamaba, como un derecho inalienable.

Si pudiera reescribir esa historia de la adolescencia, lo que se desvanecería sin ruido y sin dejar rastro en la vida del hombre olvidado no sería esa existencia particular, sino el apego a su propio dolor, a sus propias limitaciones. Dejaría el miedo para abrazar su destino, una vida de intensidad insospechable, en un mundo tan brillante como un universo que permaneció virgen como un secreto en las entrañas de la tierra. Dejaría de ser visible para unos; empezaría a serlo para otros, los que sí importan, aquellos con quienes poder compartir su innegable existencia.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Luna de Noviembre

Camino por las calles mientras el cielo se oscurece, el aire huele a otoño, y entre las ramas semidesnudas de los árboles contemplo una luna prácticamente completa, brillando con inusual intensidad a través de un delicado velo de niebla.

Pocas veces la luna consigue captar mi atención de ese modo, transportándome... y sin saber porqué, recuerdo la silueta de los montes de mi tierra, en las tardes frías; el modo en cómo la oscuridad conquistaba lentamente el bosque, mientras dentro del hogar se encendían los leños de la chimenea. Viene a mi mente la imagen señorial del ciervo... Sus aterciopeladas astas, el brillo de los oscuros ojos; el pelo castaño rojizo, marcando la forma de los músculos bajo la piel, la calidez de sus entrañas , de la sangre que bombean rítmicos latidos, mientras su hocico toma del aire de la noche y retorna vaho. Solitario va dejando sus huellas sobre la tierra húmeda, como las dejará sobre el manto de nieve cuando permanezca como vigía mientras otras criaturas se retiran al sueño del invierno.

Hay momentos en los que la belleza nos hiere como el amor, momentos en los que quisiéramos que el tiempo se congelara, que ese abrazo tan íntimo durara por siempre, pero a la vez también que el movimiento, el baile que lo propicia, no se detuviera nunca...
Repentinamente, en el corazón de la ciudad, nos sentimos solos, rodeados de lejanos horizontes, y echamos de menos alguien con quien compartir esa visión terrible de tan hermosa, ese sueño que no es sueño, que se lleva de la mano a nuestro espíritu internándolo en otro orden de realidades, dejando a nuestra común percepción derrotada, y al borde del temblor nuestro cuerpo.

Un instante dorado, que pasa y nos deja una sensación extraña, que realmente no corresponde a las categorías de agradable o desagradable, porque queda algo más allá. Se siente uno muy pequeño y efímero, pero al mismo tiempo capaz de expandirse a la medida de ese otro universo de límites insondables que se ha abierto bajo la luz lunar como los pétalos de una rarísima flor.

Como por arte de magia, muchas, muchísimas cosas se liberan de la carga de importancia o urgencia que nuestra agobiada mente les concedía, menos pesadas, se alejan por las calles como las hojas que el viento arremolina, y no necesitamos siquiera despedirnos, mientras sentimos que volvemos a respirar después de haber - sin ningún motivo discernible- aguantado la respiración demasiado tiempo.


martes, 4 de noviembre de 2008

Samhain

Después de un verano dolido por la ausencia del sol, un incipiente otoño cargado de aromas de primavera, alborotado por las sacudidas del cambio, dejando escapar las energías mientras corriendo a contracorriente se busca un lugar propio en un nuevo terriorio... Hasta despertar un día más, y encontrarme de nuevo dando la bienvenida a ese aire helado que besa mi rostro, mientras deja caer una lluvia de hojas doradas sobre las calles de piedra, el contraste entre el gris del suelo bajo mis pies y el azul radiante de un cielo despejado.

Sentir que lo echaba de menos, que aquí llega, ofreciéndome su mano, una vez más, para alejarme del mundo y dirigirme de nuevo por los caminos que nos son propios... Reencontrar esa mirada severa al cabo del camino, esa grave, imaginada voz, que recorre el laberinto de nuestro ser, buscando el centro.

Saber que la Magia no es más que conocer las mareas para aprovechar su fuerza y ahorrar la nuestra; sólo para que cuando sea necesario remontarlas no nos falte. Como niños que juegan, advertidos una y otra vez por sus mayores de que van a caerse y hacerse daño... Y obviamente caen, y sí duele, tal vez incluso lloran... pero pasa, y necesitan de esa experiencia para saber lo que se siente por ellos mismos; lo que no necesitan son regaños o castigos, repetiran su error hasta que aprendan la lección, o bien hasta que sus torpes intentos den, al fin, un fruto que compense todas las caídas que dejarán atrás.

A veces el precio por saber es elevado, como la imprudencia de brincar entre las rocas se paga con golpes y arañazos en la piel... de uno depende saber cuándo vale la pena y cuándo no. Escogimos una vida de alas desplegadas, maniobrando en el viento, volando raso, desafiando las corrientes... Una vida de fuego, dónde cada instante se consume entero, en una experiencia completa...y consume también, a su vez, el camino a su paso; sin posibilidad regreso o arrepentimiento.

Y transitamos por un mundo común, en el que las cosas más nimias se convierten maravillas que llaman nuestra atención, al menos por un tiempo. Como la sirenita de Andersen, como las hadas de los cuentos, nos preguntamos cómo será la vida en ese otro mundo, aparentemente sencillo, en el que parece que todo se permite... y pecamos por exceso de confianza. Hasta que nos abruman reglas y códigos que no entendemos, hasta que nos vemos enredados en redes o heridos por trampas como un animal salvaje que es apresado bien para ser escarnecido, bien para ser explotado. Pero sobrevivimos, con algo más de conocimiento.

Sólo nuestros iguales los que pueden oír nuestro llamado, los que acuden a sanar nuestras heridas y ayudarnos a levantar, y recordarnos el camino a ese hogar que no precisa de más techo que el cielo, ni más fuego que el que arde en nuestro interior; donde las reglas son duras, pero también los valores son recios, y las palabras no se pronuncian en vano. Un mundo que es un secreto sólo porque a la mayoría no interesa.
Nuestros hermanos no nos fallan, aparecen siempre que no nos rindamos, sin importar el tiempo o la distancia que nos separe, siempre que seamos íntegros. Pero si reencontramos entonces el hogar añorado, es sólo para volver al camino...


Han muerto ya todos los niños de ilusión
Nacidos de los juegos débiles de primavera
(…)
pero todos los sentimientos firmes arden,
como el rosal campestre, como el roble en la colina,
murmurando cálidos en la nieve y el viento del norte
sobre doradas madureces y extinciones
(…)
Mejor, al evaporarse el recuerdo del goce,
Que me seas leal y sigas cerca,
¡que ningún sol tenga que alumbrar
nuestro amor cálido en días tranquilos!
Escucha, los recios vientos del cielo silban
Su himno supremo a parejas leales
Sonreímos cuando la tierra duda y tiembla;
El refugio de nuestra felicidad resiste a las embestidas.

“Primavera de Otoño”, Flora y Pomona y otros poemas.
Eric A. Karlfeldt

miércoles, 29 de octubre de 2008

Corrección Samhain - Perro Aullador (web)

Quería agradecer a B-Witched, que me avisó que el enlace al artículo de Samhain en la web de Perro Aullador estaba apuntando a otro. Ya está corregido.

Y leerlo, cuatro años después de haberlo escrito, fue uno de aquellos momentos en los que de un golpe recuerdas lo que ya sabías, y tratabas neciamente de evitar admitir. Mientras, nos acercamos a esas sombras,que de lejos parecen enemigas, pero se descubren cómplices al envolvernos en su manto.

“ All our times have come
Here but now they’re gone
Seasons don’t fear the reaper
Nor do the wind, the sun or the rain
We can be like they are
Come on, baby
Don’t fear the reaper
Baby, take my hand
Don’t fear the reaper
We’ll be able to fly (…)”

(Don't Fear) The Reaper, Blue Oÿster Cult

PD: Por cierto la canción es un poco suicida, pero sigue siendo excelente. Curiosos, seguir el enlace :)

lunes, 20 de octubre de 2008

Domesticación

Las normas crean espacios de orden en el caos, son construcciones que según se vea “estropean” la naturaleza, como cuando es necesario talar un bosque y quemar rastrojos para sembrar un campo; pero también puede entenderse que canalizan con un fin esas mismas fuerzas. Pero es necesario saber que es lo que se quiere construir, que frutos se quieren obtener, para trabajar en consecuencia.

En las últimas semanas, me ha tocado vivir en el mundo cotidiano situaciones muy absurdas respecto a normas, y también trampas. Se presentan unas normas para formar parte de una comunidad, la mitad de los integrantes no las respetan, y otra mitad las sigue. Sin embargo, los regaños se los llevan estos últimos. Los primeros se salvan creando a su alrededor un acolchadito abrigo de apariencias, los segundos son acusados en falso para justificar el regaño. Parece que se pusieran de acuerdo para unir dos de las cosas que más me desquician...

Cuando alguien rompe las reglas, no hay reglas; pero a veces es absurdo permitir que lo lleven a uno a la batalla, y lo único que me parece tener lógica en un lugar en el que prevalecen las apariencias y en vez de recurrir a la norma se recurre a la mentira, es salirse de allí. Todo se puede comprender, y se ven las buenas intenciones, pero el intento de construcción resulta fallido: nada humano puede construirse sobre la base de unos principios aleatorios.

Me hizo recordar otra cosa, relacionada a la domesticación.

A menudo pienso en esos perros o caballos salvajes, cuya domesticación reportaría beneficios extra por sus capacidades, sin necesidad de dañar al animal. Y es triste pensar que, a menudo, son manos demasiado inexpertas, cabezas demasiado estúpidas como para pensar en algo más que ese beneficio, entendido como mera explotación, las que colocan mal las bridas, de modo que cuanta más fuerza hace el caballo, o cuanto más se obstina el perro en la carrera del trineo, más dolor le provoca. La competición es la vida de los perros de tiro – al menos en las novelas de Jack London-, así que, aunque duela, ellos tiraran. El caballo se encabrita, los perros se tornan violentos, nadie entiende que están siendo azuzados por el dolor de la brida y aún por el azote del látigo que debería castigar a ese incompetente que se queja del tiempo o el dinero invertido en “ese animal que tanto prometía, pero al final resultó peor que cualquier otro”.

Personas que hablan de lo que otros “podrían llegar a ser”, presentándose como maestros, pero desconociendo en realidad la naturaleza a la que se enfrentan, el modo de canalizarla y hasta el fin del trabajo; pensando sólo en términos de explotación ajena, sin ni siquiera determinar el objetivo a lograr con esa fuerza. Personas a las que hay marcar claro el territorio, ante los que se puede ser fiero, cuando uno espera que llegue el que sí sabe, para sacar lo mejor de uno mismo. Entonces el animal más fiero se amansa; sabiendo en esas manos sí se puede confiar, sus ojos brillan, y todo lo que ocurre antes o después o alrededor no importa, porque el objetivo está ahí y puede al fin entregarse sin reservas a la carrera. Los primeros abundan como carroñeros, los segundos escasean. Yo creí en ello, y lo encontré, porque no dejé que nadie más me pusiera las manos encima.

Y, sin embargo, hay un momento en el que estamos solos, y es nuestra tarea conocer esa naturaleza en nosotros, ponerle las bridas del modo correcto, y fijarle un objetivo. Hay un momento en el que ya debemos haber aprendido, y si lo hacemos mal es nuestra responsabilidad, y lección, y no queda de otra que volver a intentarlo... porque es una tarea que nunca podremos desatender.

sábado, 18 de octubre de 2008

Noche oscura

De todos los motivos que pueden oscurecer aún más una noche, no hay ninguno que pueda compararse al haber sido traicionados. Ese momento en el que se pierde la última gota de aquella esperanza que nos decía que lo que temíamos no podía ser real, en el que bajo la llama de la evidencia se convierte en cenizas el último argumento a favor de aquella persona en la que un día pusimos nuestra confianza y contra la que nunca hubieramos osado alzar nuestras armas.

Y algo más se consume.

Noche larga, en las que parece que hasta las estrellas se apaguen, y el cielo se viste de luto porque un mundo se acaba... y al pensar en la mañana que seguirá, brota una triste sonrisa al pensar que nuestra realidad será otra, un universo nuevo de posibilidades que se nos ofrecen, porque las heridas que no se infectan son umbrales esperando a ser cruzados. Al pensar que, a pesar de estedolor extraño, volveremos a confiar, a arriesgar un mundo, y valdrá la pena.

Que verdad, que triste realidad
surgió de la nada
y se alza ante mí
me siento pequeña
pero nunca mas confiada

Como fue? Que tal la sensación?
de ver como ardían por ti
mis manos en el fuego?
ya nada será igual
es el final de la inocencia
ya no verás volar el Concorde
sobre nuestras cabezas

Iba a hacer una canción cruel
escrita en tu honor
que sacara de mi este veneno
pero en un sueño vi
tu alma destrozada
y al despertar llore
porque una vez creí ser tu hermana
(...)

Amaral,
Gato Negro, Dragon Rojo

sábado, 11 de octubre de 2008

Otoño

Calles silenciosas, oscuras, el frío en el ambiente. Montones de hojas amarillas y rojas, vagabundeando de un extremo a otro de las aceras. El cálido olor de las castañas tostándose en los puestos a aire libre... y al cabo del paseo ilumindo por farolas anaranjadas, ese mar bajo el cielo plomizo; suaves olas en una superficie de apariencia metálica, plata líquida en la que delicadamente rielan los tonos rosas del atardecer. La arena que se pega a los zapatos; esa brisa helada, húmeda y salada, que vuelve indómito cada mechón de cabello, que cala la ropa y parece adherirse a la piel...

Parece que fue ayer cuando nos reuniamos como una camada de cachorros salvajes, cuando buscábamos refugio en la desembocadura abandonado del sistema de alcantarillado y encendíamos una hoguera alrdedor de la cual reunirnos. Pero los años pasan, y después de la segunda cosecha, el otoño se torna serio, como un noble señor que alza su copa dorada entonando cualquier vieja canción, bella y un tanto triste.

Y quisiéramos descansar, porque todo nuestro ser siente que es tiempo de calma; pero a veces no nos está permitido. Y quisiéramos buscar un lugar cálido y seguro, entre los nuestros; pero en ocasiones lo que amamos está lejos, o incluso estando cerca no alcanzamos a verlo tras un velo de densa niebla. Pero sí oímos el murmullo de esas voces que siempre nos acompañan, y si cerramos los ojos podemos incluso sentir cómo su aliento se confunde con el nuestro.

Hay puertas que se cierran por siempre, y elementos tan atados a nuestras raíces, que desprenderse de ellos sería una mutilación. Dudas y pesadillas que ya no podemos temer. El otoño siempre será mi estación preferida, aunque sea un largo paseo hacia el inframundo, aunque hable de lo cierto de las despedidas y de la inseguridad de lo que está por llegar.

El otoño que nos toma de la mano y nos adentra en el silencio, que nos desnuda y azota como a los árboles, depojados de sus hojas, para llevarnos allí donde estamos solos, y enfrenarnos a un espejo de oscuras aguas, que devuelve, dolorosamente nítida, tanto nuestra propia imagen como las sombras que se alzan tras ella.

Otros olores, otras imágenes; pero hasta aquí llega también el otoño... y sigue el camino, sin perder su belleza, pero volviendose más duro. La vida nos soprende de los modos más inesperados, y al recorrer parajes descocidos, nuestra brújula puede perder el norte, mientras nos rodean los espejismos; no podemos ya distinguir quien es nuesto enemigo y quien nuestro aliado, pero el instinto nos hace aferrar la empuñadura de nuestras armas. Cuando nuestras creencias tiemblan en sus cimientos, cuando la noche más oscura se cierne a nuestro alrededor, sólo podemos entregarnos a la lucha por la supervivencia, esperando ver de nuevo la mañana que revelará lo correcto o incorrecto de nuestras acciones. Sabiendo que, pase lo que pase, no habrá arrepentimiento.

Brote y flor, fruto y semillas, círculos perfectos que se suceden, mientras estamos ocupads en cualquier otra cosa... que nos distrae de lo que en realidad importa. Podría estar contemplando ese mar de plata, surcado por filones rosados, muy lejos de aquí... Pero no es añoranza por esa tierra o sus gentes lo que ahora siento, sino añoranza por esa certeza del reflejo libre de intermediarios. Añoranza de contemplarlo sin interrupciones, lejos de lo que entre nosotros se interpone; de tomar su mano, de volver a ser una, y avanzar como tal abriendo un sendero único entre las múltiples posibilidades, sin importar las consecuencias.

viernes, 10 de octubre de 2008

El abismo

...De repente tengo en mis manos algo tan cándido que no sé como manejar, sostengo esa flor entre mis manos, pensando cuándo soplará el viento, deshojándola sin piedad. Pienso en ellos, en todos ellos, como si la visión de su alegría de vivir pudiera alimentarme.
Esa alegría de vivir que para ellos es un regalo, y para mí una conquista. No olvido a los amigos perdidos, ni esas corrientes de la misma vida que arrastran consigo aquello que más amamos, por lo que nada podemos hacer.

Nunca serás viejo ni débil, pero siempre estarás solo.

Y pienso en los parajes de mi ser que nadie podrá visitar jamás, en ese reino que no podré compartir con otro mortal. En que todo es espejismo, ilusión y es en vano tratar de retener algo. Que caerás y te volverás a levantar, orgullosa, contra ese viento cruel y amante a la vez. Que no lloraré como un día lo hice, y que aunque mi risa acaricie las heridas ya sanadas, aunque no me cale el dolor, aunque pueda limpiar las huellas de otros en mi, las señales de cadenas y bozales, ya rotos, lo que nunca dejaré de tener presente es ese abismo, compañero que hizo posible mi liberación. Y que el precio a pagar, a pesar de las apariencias, es una vida de lucha, contra un universo de fuerzas opuestas, y contra mi propia debilidad.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Postpaganismo


Ya llegó el Equinoccio, y el momento de presentar el nuevo proyecto: Postpaganismo.org Dejo aquí el texto de la intro, no sin antes dar las gracias a los lectores, pero sobretodo a los "escritores de comentarios", de este blog, y dar mi palabra que en un par de semanas os escribo los mails que os debo.

Besos!

Que es ?

El término Postpaganismo trata de definir una extensión del paganismo y a la vez un rechazo a las limitaciones de éste.

NO es una nueva escuela, sino una cuestión personal... Lo digo, porque estamos acostumbrados a que cada vez que alguien tiene una mínima diferencia con lo anterior, se inventa un nombre y “crea” una nueva “tradición”. No es esa mi intención; mi único propósito es seguir publicando, ahora algunas ideas respecto a temas comunes y otros que no tanto; sé que algunos se molestarán, pero no pienso discutir, y sé que a alguien gustarán, pero tampoco se trata de dar lecciones.

Ha llegado un momento en el que me resulta molesto el que me relacionen con la wicca o el paganismo en las formas en las que se han hecho populares en los tiempos que corren. Por otro lado, cuando conocí -después de tantos años- alguien que sí sabía del tema, en lugar de dar saltos de alegría, dejarlo todo y salir corriendo hacia allí como siempre había pensado que sucedería; me quedé bastante fría y seguí buscando por otros rumbos, al darme cuenta de que aquello en realidad no satisfacía mis necesidades.

Los hijos son de quien los cría, no de quien los trae al mundo; aunque conservo el respeto por los seguidores reales de diferentes caminos o tradiciones paganas, pero lo cierto es que no parece que les deba nada.
He cerrado una etapa importante, pero en lugar de verlo como una una negación de todo lo anterior, se me presenta como el punto en el que ha ido a confluir y desembocar de una manera natural todo lo aprendido, en una u otra etapa, enlazando cada elemento en una misma línea coherente. Camino del relámpago, que me ayudó a encontrar un camino de sangre, mucho más lejos de lo que en un principio podía imaginar, pero más real que los eriales por los que en esta búsqueda me tocó transitar.

En los últimos años he visto degenerar las palabras que en otro tiempo tuvieron un sentido para mí, y que ya no puedo usar por eso mismo. Fue como si unos extraños lo echaran a uno de la casa familiar en la que se ha criado. Al fin reencontré la idea simple, la de un paganismo como era antes de que el término se desprestigiara - Es decir, antes de que designara una espiritualidad vacua, un juego de apariencias, una oligarquía de formas caducas y retrógradas, una inmensa comunidad de adolescentes mentales sufriendo de tortícolis crónica por mirar siempre atrás (o a cualquier otro lugar ficticio) buscando la evasión - un paganismo que hacía referencia a una serie de personas que hacían lo mejor que sabían para dar respuesta a las necesidades propias, de la comunidad y del mundo que los rodeaba, cuyas ideas no podían encajar en las estructuras de las doctrinas “oficiales” u “oficialistas”... Y me di cuenta que no había señal de que nadie hubiera hablado mencionado más que anecdóticamente algo parecido en la red, y con ello llegó la oportunidad construir de nuevo, desde lo esencial, una fortaleza propia. Tenía esa palabra, Postpaganismo, para mí; para poner a resguardo, bajo su custodia, ciertas ideas, sin que nadie pudiera sentirse ofendido, ni venir a molestar.

Hoy es equinoccio de Otoño, y Perro Aullador cumple 5 años en línea. Me encuentro al otro lado del océano, y he anulado mi billete de regreso a esa hermosa tierra que me vio crecer, a veces a contracorriente, a veces simplemente transitando senderos de cabras, resistiendo y peleando sólo por el derecho de ser, de conquistar una vida propia. Tengo todo lo que necesito a mi alrededor, como ya lo tenía antes de partir. Considero que es el mayor logro que podía desear ver cumplido, por más que otros no entiendan su importancia, o quieran ensombrecerlo a la luz de resultados más espectaculares... y fugaces.
No obstante, soy consciente de que el camino debe seguir... Así que me encuentro presentando este nuevo proyecto, como un borrador que prepara un espacio para lo que ha de venir a continuación, con las certezas justas, pero ya si la molesta carga del temor o la duda. Con el pobre diseño que me caracteriza, trazo como huellas estas palabras sin saber a quien han de llegar finalmente, como quien se ve impulsado a asomarse a la ventana y entonar una canción, dando así forma a un llamado que nace de dentro, y puede sentir en el silencio que la respuesta llega, de algún modo, hasta ese centro.

Gracias por estar ahí :)


martes, 9 de septiembre de 2008

Pájaros en la cabeza

Hay días que no quieres pararte a esperar, pero esperas, y aún así te sorprenden siempre al llegar, de improviso... Días en los que extrañas aves parecen descender de un lejano paraíso, para venir a anidar entre nuestros cabellos; y no oímos ya otra cosa que su canción única, que nos transporta, ligeros, como una más de las ígneas plumas de sus alas.

Días en lo que cuesta concrentrarse, porque nuestros sentidos y pensamientos han sido invitados a una suerte de fiesta que no se piensan perder, llevándose con ellos nuestra atención, dejando sólo una sombra ocupándose de guardar las apariencias en lo cotidiano.

Días en los que todo parece hermoso y en nuestro interior, sin importar lo que nos rodee, algo absorve cada rayo de sol, dejándose caer, confiado, en el lecho de la hierba fresca; corre entre los árboles, se sumerge en la corriente del río, rueda sobre la arena... juega, se despeina, ríe, y nada más importa.

Hay épocas en las que escribes acerca de la magia, otras en las que tienes la suerte de vivirla, entonces las palabras sobran, y a la vez no son suficiente. Y... ni te acuerdas de actualizar el blog; pero al menos hay buenos motivos para ello :P

El equinoccio de Otoño está a la vuelta de la esquina, y toca presentar el nuevo proyecto de Perro Aullador... de vez en cuando pienso que no sé cómo lo haré, sin tiempo y con la capacidad de concentración a la fuga; pero saldrá, después de todo siempre he sido de las que dejan las tareas para última hora y , de hecho, me temo que se me de mejor así.

También soy consciente de que debo aún unos cuantos correos, y prometo irlos escribiendo... ya sabeís los aludidos que no puedo faltar a mi palabra, así que por lo pronto sólo constatar que no me olvido... que vuestros saludos y noticias sí llegan, y que siento vuestra presecia viajando a mi lado.

Muchas gracias.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Dos meses en Mexico: Notas sueltas

... La vida es demasiado corta, y hay demasiado por hacer, como para tratar de explicar a alguien lo que realmente eres, cuando ya es suficientemente complicado descubrirlo para uno mismo. No, lo importante es mantenerse en el propio centro, sin dejarse distraer. Ya quien tenga la voluntad y sea capaz ir más allá de los espejismos que rodean ese verdadero hogar que uno es, encontrará la puerta abierta y la mesa dispuesta.


Desde fuera sólo se ve como una toma un avión y aterriza en tierra extranjera, y se cree que todo lo demás llega por añadidura. Y no es así, nada viene por añadidura, a menos que renuncies a escoger y te conformes con seguir cualquiera de las corrientes que te rodean, desoyendo la propia voz interna. Demasiadas vivencias valiosas como para renunciar a sus lecciones; gritar que empiezas desde cero y agarrar lo primero que pase, no es el caso.

Muy al contrario, me doy cuenta que regenero un mundo propio alrededor, que la naturaleza ciertamente odia el vacío y la realidad se construye a partir de aquellas ideas que le proporcionamos. Entonces, veo crecer o aparecer en mi entorno ciertos elementos que parecen recuperados del pasado, ideas que, de un modo u otro permanecieron y hoy encuentran el clima idóneo para resurgir de nuevo... no es como vivir mirando atrás, porque no es como volver a vivir aquellas experiencias, sino darse cuenta que venían con una. Que las personas tienen ciertas cosas alrededor sin importar donde se encuentren, y si en algún momento estas cosas son cortadas, vuelven a surgir, como por arte de magia, como si fueran también una parte de sí, sólo que se manifiesta fuera de su cuerpo...


Otras personas no necesitan lo mismo que yo, o incluso les resultaría molesto, pero, para mí, forman parte de lo que soy, no porque no pudiera vivir sin ellas, sino porque son cosas que deben estar en el lugar que considero mi casa. Es simple; sé que es una ilusión, pero al menos es la que elijo para mí, sin importar cuanto tarde en desvanecerse... tengo cierta idea de lo que hay detrás, por eso, cuando llegue el momento en que deba desmoronarse de nuevo, no me asustaré.


(...) Siento esa diferencia más que nunca, la diferencia entre lo que hay en el fondo, en el corazón de las cosas, y aquello que lo envuelve con variadas formas. Pienso en la película del “hombre con rayos X en los ojos”, de nuevo... podría elegir ver las cosas sin piel, tal como por dentro son, ver el músculo o las vísceras moviéndose; pero al tiempo que no sería agradable, eso me robaría la información que la visión de la piel da, perdiendo la perspectiva. Basta con saber que están ahí detrás, y que aún en lo mas superficial de la piel que los cubre se muestran, que es más importante saber ver como se muestran a través de ella, que empeñarse en la insana labor de arrancarla, porque después de todo, si está ahí es por algo.

(...) Estoy aquí por unas razones que no alcanzo a comprender aún en su totalidad, por algo muy íntimo, como una línea que va desde los años de mi niñez hasta lo que un día llegaré a ser, cruzando mi pecho. Y aunque siempre creí que algún día llegaría a una especie de escuela con lecciones y pruebas y niveles, lo que se da es en realidad mucho más orgánico, implica tanto más que el aspecto intelectual o emocional; cambios y resultados se muestran en aquello que se vive día a día: o son evidentes, o es que no son.

Y a menudo recuerdo el tiempo de ingreso en el bachillerato, en el que andaba por los cafés tomando infusión de menta, y estaba enamorada de aquello que estudiaba, aunque mis compañeros no compartieran ese sentimiento, aunque fuera algo realmente muy decepcionante después, y solo asistiera a las clases que tenían algo que aportarme, mientras que el resto del tiempo lo pasara escapándome al mercado a oler la carne y la fruta fresca, o a contemplar el mar desde la playa solitaria. Entonces, cuando sentía que el mundo era una herencia muy rica que descubrir y degustar poco a poco, palmo a palmo; cuando creía en las aventuras, a pesar de que aún no tuviera quien me siguiera en ellas. Entonces, cuando todo el mundo parecía gritarme lo que no podía hacer, todo lo que podía cambiar, todo lo que se me exigía y se esperaba de mí, y yo me daba cuenta de que , aunque me dolía, no podía hacer nada de lo que se me pedía.

Ahora se acerca otro otoño, una década después, que me recuerda lo que fue aquel que se le parece aún siendo diferente, que me da lo que entonces no tuve, una fuerza sin culpa ni dudas. Ahora, no necesito que los demás me entiendan y no tengo nada que esperar de otros. Y aún así me gusta, a menudo, rodearme de personas, escuchar sus palabras, y atender sus gestos... observando la vida a través de ellas, y ofreciéndoles parte de lo que a mi se me dio, en pago por lo recibido.

En la distancia se sienten más las cosas que uno trae de herencia familiar, la necesidad casi ritual de salir a caminar, las reuniones y conversaciones en la cocina, y esa visión sobre las personas que deja de lado lo que no nos interesa para lanzarse en picado, con la precisión de un ave pescadora, encontrar lo valioso, y sacarlo al exterior. Aunque sea un momento, aunque no vaya a durar, y sin ni siquiera esperar que lo haga. Todo son momentos, al fin y al cabo, uno elige si son tiempos de vida o tiempos muertos, desperdiciados.

Siento necesidad de disfrutar, de reír, de complacer los sentidos, de hablar con la gente y expresar netamente las emociones, casi tal como vengan... A veces pienso que debería estar más seria, pero sé demasiado bien que es imposible convertirse en algo que en realidad no deseas, y si algo tengo claro es que la vía del mártir no es la mía... pienso en cuanto sufrimiento gratuito fui capaz de proporcionarme en otro tiempo, me miro en el espejo, me prometo que nunca más permitiré algo así.

No sé muchas cosas en realidad, pero el mundo me parece un lugar hermoso, a pesar de todo. Y Cuando veo a la gente disfrutando, disfrutando realmente, se me hacen más cercanos a la verdad, entregados sin reservas, perdido el miedo, conscientes del momento, sin proyectar, saboreando la vida tal como es, casi resplandeciendo, capaces de iluminar a otros con ese brillo. Algo así como cuando se da un suceso terrible, y las personas sacan lo más veraz de sí, y se enfrentan a cuestiones que normalmente tratarían de esquivar, y dejan de lado un montón de tonterías que venían cargando... pero sin dolor. No se trata de tratarse de ahorrar los momentos duros de la existencia, ni siquiera de hacer como si no estuvieran... en realidad, es todo lo contrario.

Sé que hay miradas puestas sobre mí, observando mis movimientos; algunas me ven como alguien que abre un camino olvidado, esperando poder hacer algo parecido, deseándome suerte no sólo por mí, sino por ellos mismos, esperando que ciertas cosas sean posibles; y otras que con desdén esperan que tropiece y caiga, para cebarse en mi mal como una carroña y ufanarse en el “ya lo sabía”, sin darse cuenta que así perdemos todos... pero no importa, mi primera responsabilidad en conmigo misma, nadie puede vivir por mí.

Y así, como es cierto que en determinados momentos la alegría se convierte en un arma que pone a los enemigos a raya, porque les recuerda que nada pueden por apagar el brillo de una existencia lejos de sus garras, no es menos cierto que por más que quieran alimentarse de esos males que también vivimos y no pretendemos esconder, tampoco les pueden estos aprovechar, dándose en el mismo nivel que les resulta inalcanzable.

sábado, 30 de agosto de 2008

Vida es todo

Desde ese primer pensamiento con aroma a café y pan dulce que escapa distraído en la mañana, mientras nos desperezamos, hasta el último que se diluye en la oscuridad de la conciencia como la llama de una mecha que lenta se desmaya, sumergiéndose en los restos de cera tibia. Y los sueños, aquellos que recordamos y aquellos que permanecen el el fondo de la cueva de la memoria, como semillas al abrigo de la turba.

Elegir aquello con lo que nos vamos a vestir para salir a la calle, saludar a la mañana, a ese cielo a veces límpido y otras nublado, tomar el metro y cruzar miradas... es cada una de las horas que pasamos en el trabajo, espoleados por el paso de las horas y los montones de tareas pendientes, o bien dejando que el tiempo se deslice hacia ningún lugar, con la mente en blanco... es también observar un perro que pasa, un ave que se posa en una fina rama que se balancea bajo su peso... apartarse en un acto reflejo un mechón que se deslizó hasta nuestra cara, cargar las bolsas del supermercado y hacer la cama... y es también ese recuerdo que ni sabemos de dónde salió, como un conejillo que aparece entre las matas, que nos mira a los ojos un instante, y desaparece de nuevo. El momento en el que la llave gira en la cerradura, al llegar a casa, sacarse el abrigo y sentir como se relajan los hombros...

Vida es todo, aquello cuanto podemos ver y aquello que se nos escapa, es caminar envueltos en la influencia de los astros y cuanto se encuentra más allá de ellos, albergando, o, por ser mas precisos, siendo formados por miríadas de microsistemas que de igual modo escapan a nuestra atención, como si fueran realmente ajenos; sangre y oxígeno, partículas, células, átomos...

Al encontrar otra persona, nos enfrentamos a un universo entero, con sus propias constelaciones, estrellas que nacen y mueren; y propios guijarros que las aguas del río arrancaron a las montañas más altas, dulcificando sus aristas hasta conferirles la suavidad del pétalo. Entendemos que esa otra persona, no puede ser consciente de todo cuanto le rodea y vive, y muere, aún dentro de sí; que no puede alcanzar consciente mente todas aquellas historias más viejas que ella misma, o acaso más breves que la menor fracción de tiempo que pueda percibir, que carga en su devenir... y , más allá de nuestras afinidades o aversiones, no podemos dejar de maravillarnos por su existencia, y por la nuestra propia, capaz de reflejarla .

Y así entendemos que, en nuestras relaciones, sólo una mínima fracción queda bajo el dominio de nuestra mente y nuestros sentimientos, como un islote en el mar. Tenemos que aceptar que un conjunto infinito de reacciones se dan en nuestro interior, en lo más profundo, allí donde trabajan las raíces, y otras tantas reacciones escapan de nuestro control en el exterior, como el polen que se llevan las abejas, o las semillas aladas que el viento traslada a regiones ignotas para la planta que las ve alejarse, sin saber cuántas se perderán y cuántas serán el origen de nuevos ciclos.

Que los mundos invisibles que nos influencian desde lo alto y desde lo profundo también interactuan, luchan y se aman, al margen de la conciencia y la voluntad, tan ajenos como las olas que rompen contra las rocas del peñasco, como el sol que dora los campos de trigo; sacan sus garras como predadores que podemos tratar de confinar pero no domesticar, o abren sus alas y emprenden el vuelo, como aves que podemos admirar pero no comandar.

Caminamos, y nuestra conciencia actúa como un hilo que ensarta aquellas perlas que son cada uno de esos momentos preciosos, plenos en sí mismos, sin importar si son alegres o melancólicos. Formamos así , con nuestro movimiento y experiencias, un collar para la existencia; y al morir no hacemos sino cerrar una vuelta para iniciar otra, alderredor de su grácil cuello, como en otro momento preparamos sus pulseras, brazaletes y sortijas, somos el rocío en la flor que adorna su cabellera, o encendemos un destello en el vasto océano de sus ojos.

domingo, 24 de agosto de 2008

Activistas Espirituales Inc.

Dedicado a mi muy estimada Branchy;
...por aquello que tenemos en común.

Aunque cueste de creer, los hechos sucedieron realmente, hace unas semanas, y no es un chiste...

Estando yo sentada en la terraza de un restaurante de mi barrio y disponiéndome a comer un maravilloso plato de pasta italiana, entran en escena un par de "artistas" callejeros con su performance del día. A mi particularmente nunca me ha atraído ese tipo de espectáculo, pero tampoco me molesta.

Sin embargo, terminando su actuación se acerca uno de ellos a la mesa a pedir contribución económica. Alguna parte de lo sencillo del "no" escapa a su comprensión, pero en lugar de tomarse su tiempo para reflexionar sobre el asunto, el muchacho, ataviado con turbante rojo y gafas oscuras, inicia un dicurso-soliloquio...

De entrada diré que, a parte de que me interrumpan cuando estoy comiendo, tampoco me ha hecho nunca demasiada gracia que me hablen detras unas lentes oscuras... en todo el tiempo no respondo, pero creo que mi cara habla por mí.

Nosotros somos artistas, y este es nuesto medio de vida; no vivimos de explotar a la gente, sabes?

...Claro, no es explotación; que la gente de las vulgar masa, además de trabajar como esclavos os regale a vosotros su dinero por recordarles con tan poca gracia lo imbéciles que vosotros creeis que son debería llamarse "re-explotación".

En realidad nosotros seguimos el modo de vida hindú, no pertenecemos al sistema, sólo que tenemos que pasar inadvertidos en él para sostenernos.

No sé si tu habrás conocido a un hindú en tu vida, yo sí; sé perfectamente lo que es el ghi, que presumes de conocer; y además lo sé preparar y aplicar en masaje, porque casualmente un yogui me enseñó... así que no me vas a impresionar precisamente con eso. Lo que haces ni siquiera pasaría como una parodia de lo que tratas de imitar, y es una falta de respeto contra lo que se supone que defiendes, así que antes que unas monedas lo que te estás ganando es una patada en el estómago, que yo no te daré, pero ya te llegará, no lo dudes.

Porque nosotros somos activistas, no politicos - la política no nos interesa - somos activistas espirituales, nuestro objetivo es despertar conciencias dormidas.

Tal vez deberíais empezar por las propias, no crees? Como sugerencia, si pretendes seguir el modo de vida hindú, por un lado, y ser realmente apolítico, por otro, estaría bien que le dijeras a tu compañero que se sacara el parche con la swastika tachada del culo de sus pantalones - la swastika es un símbolo sacro en la India, sabes?-.
Y si quieres ser un activista, empieza a pensar menos en la tragedia existencial de pertenecer a la "élite" de "artistas" que están por encima de la "masa dormida" , y más en el compromiso de encontrar los medios para llegar a la gente y llevar a cabo acciones efectivas que den resultados más allá de tu triste recolecta monetaria al final de la jornada.

A estas alturas, yo sigo callada y sonriendo, me observa como si fuera la encarnación del diablo, y habla rabioso...

Porque lo material no nos interesa, lo material es efimero, como las apariencias... y creemos en el karma, sabes? - me mira con odio, levanta la voz- Tal vez en otra vida nazcas privada de esa belleza! Y se va.

Lo material no os interesa, pero te has enfadado tu sólo al no recibir las monedas que creías merecer... Las apariencias no importan, pero me has venido a molestar simplemente porque me has visto vestida decentemente ante un buen plato que además de satisfacer mis sentidos me alimenta... el mismo plato que, aunque podrías pagar si dejaras de gastarte el dinero en lo que sea que fumes que te ha dejado el cerebro tan dañado como lo tienes, consideras un "lujo innecesario". Me has venido a molestar porque has reparado en mi anillo de gemas y te ha parecido una ostentación, aunque sea precisamente hindú, un símbolo de aprendizaje... y un regalo. Y me has querido asustar diciendo que en otra vida puedo perder mi belleza, como si yo no fuera consciente de que eso que tu ves y te parece bello, se irá con cada año que pase en esta misma vida; pero al mismo tiempo sin darte cuenta que la belleza está en los ojos y la persona del que observa y vive, y que, por lo tanto, tus palabras revelan que tu visión y experiencia son terriblemente frívolas.

Y finalmente el karma... que sabrás tu del karma? Déjate de pensar en otras vidas, y piensa, por un momento siquiera, en esta misma que estás desperdiciando. Cuando tenía tu edad, o incluso algo más joven, trabajaba en una fábrica, tenía que levantarme a las 4:30 y no siempre lo conseguía, me sentía tan desgraciada como si cumpliera una condena, era infeliz y estaba llena de complejos físicos y psíquicos. Esa fue la trampa de la que yo tenía que salir, y salir fue un largo proceso de aprendizaje y acción. Te ufanas en decir que las apariencias no importan, pero son lo único que tu puedes ver, por eso no entiendes que tu incapacidad para hacerme sentir culpable y robarme por ese medio unas monedas no venga de mi ignorancia o inconciencia, de un estado de "letargia", sino de mi conocimiento, conciencia y de un estado de "vigilia". Y sin embargo yo sé que no importa y que no soy mejor que nadie.

No puedes usar el karma en mi contra, porque no sabes lo que es; pero tampoco puedes usar en mi contra las consecuencias de mis acciones, porque precisamente ellas me han traído hasta donde estoy, y no tengo nada de lo que arrepentirme.
Pero tu no estás viendo lo que yo soy, sino proyectando lo que tu eres sobre la imagen que te has formado de mí. Y cuando crees que hablas a alguien frívolo, e ignorante, a quien le han regalado algo, te estás retratando... tu manera de "no pertenecer al sistema" es la típica de los que han enraízado en su mismo corazón, tus palabras son incoherentes y vacías, y tu vida se sustenta en tomar el fruto del trabajo ajeno, a cambio del humo con el que tratas de cegar no sólo los ojos de los demás, sino los propios.
Te vanaglorias de ser artista, pero actúas como si no supieras que el único Arte digno de recibir ese nombre exige sacrificios, estudio y dedicación, y no se vende por unas monedas. Te vanaglorias de tener conocimiento espiritual, pero lo único que haces es evidenciar una pésima educación, una experiencia existencial paupérrima, y quedar en ridículo. Porque no estás tratando de despertar la conciencia de nadie, sino de adormecer tanto la propia como aquellas ajenas que te recuerden que estás haciendo el imbécil, mientras esparces veneno sobre la tierra.
Y me desprecias, porque es desprecio lo que esa parte de ti que sí sabe y que tu tratas de amordazar en el fondo de la conciencia siente cuando te ves en un espejo.
No pienses en lo que va a ser de ti en vidas futuras, sino en esta misma, dentro de unos años... porque vas camino de convertirte en lo que dices combatir, porque dentro de diez años no estarás haciendo el payaso por las terrazas de los restaurantes, sino viviendo de las rentas de lo que otros consiguieron con legítimo esfuerzo, o de enchufado en algún negocio familiar, viviendo de explotar (a secas) a los demás; sólo estás dando un rodeo, porque esa parte de tí que aún no has podido acallar por completo sabe que no está bien, pero te resistes como un niño malcriado a aceptar su consejo de un modo pleno, sin reservas, a pagar el precio no económico que conlleva, y por el que aún podrías salvarte de acabar ahogado en la inmundicia.

Yo, por mi parte, estoy lo suficientemente en paz con mi vida, y satisfecha con la imagen que me devuelve el espejo, como para desear suerte a esa parte de tí que sigue viva, en el lance que enfrenta en inferioridad de condiciones.

domingo, 17 de agosto de 2008

Crecer

A raíz de la publicación de un texto sobre la "historia de la Wicca", en Sendero Celta, traté de hacer un resumen acerca de algunas cuestiones históricas del paganismo sobre las que convendría reflexionar, por un lado para hacerse una idea de la complejidad del tema, y por otro, para advertir de ciertos tópicos que desgraciadamente siguen propagándose a pesar de haber sido superados desde hace años.
Aunque en gran parte se trate de un resumen del material de la página de Perro Aullador , hay algunas cosas que no apareieron antes, y es posible que publique dicho resumen en el blog, aunque hoy quiero anteponer ciertas conclusiones a las que me acabó llevando la redacción del citado texto:

(...)En otro tiempo yo creí uno por uno en los tópicos que me ha tocado señalar y tratar de desarmar. Creía en ello de veras, con entrega, y no creo que entonces fuera más tonta de lo que ahora pueda ser, conservo muy buenos recuerdos de aquella época y me alegro de que esa información, aunque errónea, llegara a mí porque fue lo que debía vivir en el momento, y un importante punto de partida hacia otras cosas. Hay una diferencia enorme entre los que están al principio del camino, viviendo lo que tienen que vivir en ese momento, y los que se han quedado a medias y por su propia incapacidad se han quedado ahí tirados, estorbando el paso, fracasados y resentidos, creyéndose mejor que los primeros y tratando de retenerlos, como si temieran las posibilidades de éstos de llegar a conseguir aquello que ha quedado fuera de su alcance.

Y creo que muchas de las críticas dañinas que se dirigen a personajes como la Dra. Murray o Gérald Gardner, o a los que están empezando a estudiar y practicar son una muestra de ello; lo segundo es tan cruel como decir antes de tiempo a un niño que los "Reyes Magos son los padres", robándole la experiencia que por su edad le corresponde disfrutar plenamente; y lo segundo tan estúpido como afirmar que los filósofos griegos eran atrasados ignorantes porque no conocían los usos de la electricidad, cuando la idea es que incluso con esa carencia aportaron mucho más a su tiempo que aquellos que los critican.

En la mayoría de ocasiones lo cierto es que nadie va a exigirnos que corrijamos nuestros propios errores; esa debe ser tanto una necesidad como una exigencia personal, intrínseca a la búsqueda del conocimiento. Cuando nuestro propósito es honesto, se van abriendo puertas, nos llevamos grandes sorpresas, y también pagamos por cruzar cada una de ellas un precio - no económico- proporcional a las oportunidades que nos brindan. Eso significa que en muchas ocasiones nos sentimos solos, que muchas cosas que otrora creíamos que no llegaríamos a alcanzar ya forman parte de nuestra vida o han quedado atrás, al igual que ciertas personas que aún respetamos por agradecimiento, pero cuyas aportaciones, en el momento en el que estamos, no nos sirven; y que aún dándonos cuenta de lo poco que sabemos, ya sabemos mucho más que otros... En esos momentos el mundo entero puede estar aplaudiéndonos, pero en lugar de sentir orgullo, o autocomplacencia, lo cierto es que nos sentimos tristes porque nuestro crecimiento nos ha llevado a abandonar un mundo de cómodas cetezas y nos adentra en un terreno desconocido, sin saber cuándo ni cómo, ni si existe la posibilidad de que alguien que lo conozca nos tienda la mano en ese tramo del sendero. Pero lo que no es posible volver atrás, "volver a creer en los Reyes Magos" cuando ya sabemos lo que son; no hay posiblidad de regresión, incluso si nos damos por vencidos y abandonamos la búsqueda, las cosas no volverán a ser lo que fueron. Así que lo único sensato es seguir adelante, en lugar de estancarnos y podrirnos en la amargura y el resentimiento por el "paraíso perdido".

A veces duele darse cuenta de que algo en lo que creíamos es una mentira... Pero es el dolor de romperse para poder abarcar algo mayor, es el dolor del crecimiento, del aprendizaje. y constituye una bendición porque nos indica que aún estamos vivos y que queda mucho camino por recorrer, tanto, que hasta el último aliento estaremos viendo un horizonte que se nos ofrece generosamente para ser cruzado. Realmente hay momentos en los que cosas mucho más importantes que estos tópicos se derrumban, en los que tiemblan los cimientos de nuestras creencias y de nuestra propia identidad , en los que llegamos a extraviar por una temporada el sentido de nuestras vidas , el suelo desaparece bajo nuestros pies y miramos al abismo... eso también es parte de la búsqueda, y sobrevivimos a ello, fortalecidos, confirmando la potencia de nuestra existencia. Seria demasiado largo explicar de las cosas que uno deja en el camino, pero como consuelo debo decir que nada es en vano, que tarde o temprano aquello realmente importante de lo que debimos despedirnos o desprendernos se recupera o reaparece bajo una forma aún más valiosa.

sábado, 9 de agosto de 2008

La yegua en la mina. En contra del "idealismo".

Cuando era niña leí un cuento ruso, o tal vez de la europa del este, del que a penas conservo más que unas imágenes vagas, pero aún impactantes. Trataba acerca de una yegua y su potrillo, condenados a trabajar en el interior de unas minas de carbón.

Arrullaba la madre al hijo, aún en medio de la oscuridad en la que se encontraban; y le contaba del mundo exterior al que ella una vez había pertenecido. Le hablaba de un mundo en el que el cielo era alto y azul, y por él cruzaban las nubes blancas y esponjosas, que de vez en cuando se oscurecían y traían los relámpagos, los truenos y la lluvia. Le hablaba de la tierra oscura y blanda, de la fragancia húmeda de su exhalación, llevada por la brisa, y del verde pasto que crecía en ella, alimentado de sol y de agua. De los colores del amanecer y el atardecer, del resplandor de las estrellas que se movian con las estaciones, del entramado de luces y sombras que sobre el suelo dibujaban las hojas de los árboles, del sabor de las rojas manzanas... de la sensación del galope, del ritmo de los cascos golpeando bajo el resplandor del mismo sol que acariciaba con firmeza el pelaje recio y blanco, y lanzaba sus reflejos con el orgullo de un rey que reparte dádivas desde su montura, sobre las aguas frescas ... en las que ella se iba a abrevar.
Todo esto le describía recreándose en aquellos detalles que otrora complacieron por entero su ser, quería que el hijo los conociera, y que no fueran jamás olvidados, por si algún pudiera escapar y regresar, por si alguno de los descendientes podía hacerlo.

Pero el potrillo, que había nacido en aquella misma mina, nunca había visto tales maravillas y aunque el relato fuera hermoso, se decía que aquello que eran sólo delirios de su madre, provocados por la dureza de los trabajos a los que se les forzaban, cada vez más difíciles de soportar. La realidad era muy distinta, era la oscuridad de aquel encierro, el aire denso y contaminado, los pasos angostos, el peso de la carga, el golpe del látigo, el agua sucia y la yerba seca. Existía, realmente, la firmeza de las patas, y la resistencia del lomo, cuando éstos fallaran, simplemente, los hombres de los latigazos se desharian de ellos, y llegaría el final. Entonces tal vez sería como dormir, descansar al fin, o tal vez no... Y aunque el potrillo no respondiera nada, aunque sólo mirara a su madre con ese amor del que las peores condiciones no nos pueden despojar, también aquellos pensamientos se filtraban a través de los castaños y honestos ojos, que brillaban antes con rabia que con esperanza, partiendo el corazón a aquella yegua ya más anciana que joven.

Esto es lo que recuerdo de aquella historia, seguramente desfigurada en mi mente por el paso del tiempo. Tenemos, pues, la libertad de imaginar un final... podemos imaginar que un día, por cualquier motivo, el potrillo llega a salir de la mina, y descubre que aquello que su madre le contaba era real. O bien el potrillo no sale nunca, muere sacificado en la misma mina en la que vivió, sin haber querido dar falsas esperanzas a sus descendientes, pensando así ahorrarles sufrimiento... pero, sin embargo, un día, por cualquier motivo, uno de los descendientes sale de la mina, descubriendo aquella realidad por sí mismo.

En cierto modo, a veces la trasmisión del conocimiento oculto discurre por estos ciclos, memoria,trasmisión, conservación, olvido y redescubrimiento de la fuente original. Pero voy a hablar de otro tema hoy.

En cierto modo, la historia de la yegua y el potro en la mina pudiera recordar el mito de la caverna de Platón; pero me gusta más el cuento que la famosa alegoría. Platón la usa para describir el acceso del hombre al mundo de las ideas, que supone real por encima de la ilusión sensible. Pero nuestra yegua habla de lo que ocurre cuando ese mundo sensible que el filósofo desprecia nos es arrebatado. Es difícil imaginar que alguien se tome la molestia de encadenar a unos hombres en el interior de una cueva, y aún más que luego se pasee por delante de la misma un cargamento de figuras que se proyecten oportunamente contra la pared... pero es muy fácil imaginar a alguien interesado en enterrar a caballos y hombres, a potrillos y niños por igual en la oscuridad asfixiante de una mina de carbón, en la que sus vidas dependen de su resistencia, en la que, si no mueren antes, serán deshechados al declinar su productividad, e incluso si finalmente regresan al exterior, la mancha de aquella prisión creciendo en su interior acabará por devorarlos. Ante estas escenas, que sabemos fueron reales, si es que no lo están siendo aún, si es que no han empeorado acaso con el paso de los años, el mundo "real" de las ideas platónicas se convierte en poco más que una terrible fivolidad.

Y aunque supongo que no era esa la intención de Platón, ni soy filósofa para discutir sus ideas, sí puedo enfrentar a la legión de pequeños hombres que se contentan en citarlo con oscuros intereses, llenándose la boca con conceptos "idealistas" que desprecian una realidad tangible y generosa que ni siquiera se han preocupado en conocer.

En la alegoría de la caverna, el hombre liberado de sus cadenas, el filósofo, descubre por esfuerzo un mundo más real, y cuando se apresura a liberar a sus antiguos compañeros, incapaces de valorarlo en su medida, se encuentra con sus amenazas. La diferencia es que nuestro mundo tangible es mucho más fácil de accesar, pero no hace falta que detalle cómo se trata a las personas que son demasiado felices, a las personas que conservan íntegra su capacidad de gozar... se las juzga de superficiales e ignorantes. No podría contar cuantas veces he oído variantes de la expresión "a veces quisiera ser más tonto, para no sentirme tan infeliz"... Tampoco sé si se puede llegar a ser más tonto desde el punto en el que uno se permite tal pensamiento :)

No hace falta buscar paraísos lejanos e ideales, el paraíso es el mismo lugar que nos rodea, desde el momento en el que nuestra voluntad se dispone a recuperar lo que constituye nuestro don de nacimiento: la experiencia del mundo que nos permite la sensualidad, y el placer.
No se trata de poner a los sentidos en una situación extrema, del mismo modo que la llama de una vela cumple su cometido consumiéndose a un ritmo adecuado y no en la explosión de una fulgurante llamarada única. Se trata de apreciar la información que nuestros sentidos nos brindan, y deleitarnos en ella... el roce de las sábanas, el sabor de nuestra comida preferida, los matices de la luz incluso cuando se derraman sobre la más gris de las ciudades... toda esa infomación va adentrándose, va constituyendo un tesoro de sensaciones placenteras capaces de asociarse a ideas y emociones beneficiosas, capaces de ayudarnos a encontrar/construir la vida que queremos, capaces de llevarnos más allá de lo corpóreo por un sendero mucho más natural que el tortuoso camino de cristales rotos que señalan los detractores de las bondades de la materia.

Es cierto, lo material no es único, hay una esencia, un espíritu capaz de trascender sus límites... pero mientras algunos creen que son dos realidades en guerra, y otros creen que el segundo puede imbuir al primero con su gracia; aún hay otros, entre los que me cuento, que consideran que no hay una verdadera diferencia entre ambas formas permeables y conectadas de una misma realidad (o de una misma ilusión). La experiencia corpórea, la emocional y la mental cubren forzosamente un espectro muy restringido de la realidad, teniendo en cuenta los sistemas que existen en un macrouniverso cuya inmensidad no podemos medir, así como aquellos que operan en los microuniversos que conforman aquello que nos rodea, y a nosotros mismos, resultando igualmente incógnitos y remotos.

¿Por qué motivo podría un hombre renunciar a aquello con lo que la naturaleza lo dotó?, ¿Cómo puede alguien considerarse realmente inteligente despreciando la armonía de aquellos elementos que conforman su naturaleza y fomentando la discordia en su interior?
Sabemos que el mejor lugar para la yegua está bajo el cielo azul, bajo la caricia del sol, el alimentándose de pasto fresco y manzanas, refrescándose en aguas cristalinas; si la yegua decidiera por si misma adentrarse en el infierno de la mina, pensaríamos que algo está mal en ella, no pensaríamos que está siendo demasiado inteligente... y sin embargo, cuando un hombre, o una mujer, emprende ese camino lo que precisamente oímos decir es : "es demasiado inteligente para ser feliz".
Y cuando uno tiene conocimiento de que existe una realidad amable y placentera alcanzable por los sentidos, las emociones y la mente en colaboración, se lo trata como a un loco o un ignorante; pero cuando otro agacha la cabeza y permite que se lo explote y maltrate se lo llama "realista"... Si realmente lo fuera, sabría que en realidad no necesita mucho más que alimento y cobijo para vivir y que todo lo que teme perder al oponerse a los que lo tratan como un esclavo - el resto de sus posesiones, su estatus, así como las relaciones personales y la idea de sí mismo cuando se basan en lo anterior- no son más que nefastas ilusiones por las que se ha dejado atrapar de un modo bastante necio.

Entiendo que hay personas que son encerradas en auténticos infiernos por cuestiones ajenas a su voluntad, que el mundo no es un lugar precisamente perfecto y hay mucho por lo que se debe luchar, y contra lo que uno debe rebelarse. Y entiendo que hay momentos muy tristes, oscuros, asfixiantes, en los que nos sentimos peor que muertos, que existe el dolor físico, y el dolor psíquico del que no vamos a escapar por repetirnos mil veces ante el espejo "No pasa nada, estoy requetebien". Pero, precisamete por todo eso, aprovechar el momento, valorar el paraíso a nuestro alcance, y saborear los tesoros de la vida constituye un acto de rebelión contra esos azotes del destino. Los momentos duros, tristes, difíciles y horribles ya lo son bastante por sí mismos, tienen su tiempo y su lugar, y valiosas lecciones que ofrecer. Ambos aspectos de la experiencia vital, el placentero y el doloroso, convenientemente procesados, pueden llevarnos a conocer los cantos del triunfo, y aún las maravillas que se extienden más allá de ellos, como cubiertas por un velo dorado.
Pero autoadministrarnos unas dosis excesiva de dolor, renuncia, negación y tristeza (incluso cuando creemos que eso nos hará más fuertes, o nos ahorrará sufrimientos futuros -que, por cierto, no es posible-) no nos va a ayudar en absoluto, a menos que nuestro propósito vital sea convertirnos en unos amargados.
E ir en contra de nosotros mismos no es inteligente, diga lo que diga esa legión de mentes preclaras que quiere hacernos andar sobre cristales, y sobrecargar nuestros lomos mientras fustigan sádicamente nuestros flancos.

domingo, 3 de agosto de 2008

Festival de la Cosecha

Aunque estoy lejos en espacio y tiempo, casi puedo sentir el olor de los campos de trigo al mecerse bajo el sol abrasador de agosto, y me veo años atrás recorriendo el camino que, después de cruzar un bosquecillo, se dividía en senderos que los rodeaban, antes de llegar al pueblo.

En las noches de aquella época, sentada en el quicio de la puerta, o bien en alguna de las rocas del jardín de bambú escuchando el peculiar sonido de las hojas agitadas por el viento cálido y aspirando el aliento de la tierra húmeda, mi mirada se perdía entre incontables estrellas. Suspiraba por un amor que no podía reducirse a otra persona, pero podía concentrarse en esa imagen del que tendría que llegar, como un símbolo, como un cáliz en que que verter las impresiones de cuanto me rodeaba y aquellas correspondencias que en mi espíritu se encendían... pero del que, al mismo tiempo, no podía más que derramarse sobre el mismo mundo del que provenía.

Y sin embargo, vivía entonces en la misma soledad que me acompañó tantos años, y aunque en aquel jardín encontraba la paz y me nutría de belleza, alrededor rondaban terribles depredadores, a los que sólo podía aplacar la firmeza de mi fe, el mismo amor por la vida al que me aferraba.

A penas vivía en el mundo, entonces, cuando el mundo sólo tenía horribles palabras para definir mi conducta, tan impropia; "No puedes hacer lo que quieras, tienes que pensar en los demás, eres demasiado mayor para comportarte así..." pero todo cuanto encontraba en esos paseos, en esos momentos bajo las estrellas, venía a decirme lo contrario. Me decía que el paraíso está aquí mismo, y sólo está perdido para aquellos que lo han olvidado. Leía entonces al gran Kavafis, y celebraba mis ritos de un modo humilde, a escondidas, acunando mis esperanzas de un futuro mejor y, sobretodo, diferente del que se me trataba de imponer.

Me apoyaba en el recuerdo de las otras voces, más cercanas, de las que me sentía hermana, aquellas que provenían del espacio entre líneas de las lecturas que amaba, con las que me parecía poder dialogar; y en el recuerdo de algunas personas extraordinarios que ya entonces había podido localizar, aunque nuestras vidas no se habían cruzado más que por espacio muy breve, me permitían creer que, a pesar de la distancia, no estaba tan sola.

La tormenta me ha transportado a aquel tiempo, en el que también podía observar los relámpagos sobre las montañas, y escuchar el repiqueteo violento de las gotas contra el suelo. A decir verdad, objetivamente, era una época muy dura, en la que a mi alrededor algunos problemas de importancia condicionaban mi existencia; pero eso no conseguía apagar el deseo de conocer, de contemplar la belleza, o de entregarme al juego... como si fuera demasiado consciente de que hay cosas que, una vez perdidas, no regresan, empezando por el tiempo.

Y recuerdo las palabras que, con buena intención, alguien que había intentado "hacerse cargo de mí" me dirigió, con cierta frustración: "Eres como un edificio en ruinas, he tratado de rehabilitarte, pero es imposible, debería derrumbar hasta los cimientos y contruir de nuevo". Y es difícil explicar cómo, más allá del sentimiento de tristeza por el desprecio hacía lo que yo era que esa afirmación contenía, había una voz serena en mi interior diciendo "Si, es verdad. Ni tu ni nadie vais a poder con esto", y la sensación de haber ganado una batalla, aún desde mi temblorosa posición entre ruinas.

Acercándose una vez más la celebración estival, se activa un mecanismo en mi interior, cambio los rígidos pantalones por un sencillo vestido, y con cualquier excusa salgo a caminar, sólo por sentir la ligereza de mis pasos que, sorteando los obstáculos de este asfalto vencido por árboles gigantescos, recuerdan a mis pies el trote de antaño por rocosos senderos... Y me sorprendo acicalándome, sabiendo que no es por nadie , sólo por el gusto de reflejar cierta emoción que nace muy adentro, por el gozo de no esconderme del mundo, por la suerte de entablar una relación íntima con esta tierra que me acoje con benevolencia, cuando podría rechazarme.

No trato de adaptarme; sólo soy. El placer que siento es el de extender las propias alas, y sentir que, sencillamente, el mundo tal como nos lo contaron desaparece alrededor, y sólo permanece el diálogo entre mi propio ser, y aquello que en el entorno le puede corresponder.

Más de una década después, seguiré encendiendo una llama en honor de la cosecha... pero sobretodo en honor de aquello que respeto, enviando un saludo a aquellas personas excepcionales con las que aún, de vez en cuando, tengo la suerte de encontrarme en el instante en que nuestras sendas se cruzan, cuando es posible volver a sentirse en el hogar, entre iguales, en el corazón de un paraíso que no puede ser profanado.

Y, a veces, escribir es lo mismo que mantener esas llamas; Aquí estoy, aún viva, indómita. Vedme, porque no me escondo: lloraré cuando tenga que llorar, y reiré cuando tenga que reír; pero mis lágrimas y mi risa serán más reales que las trampas con las que se me ha tratado de apresar y todos los artilugios con los que se me ha tratado de amordazar. Mientras sea libre de ellos, tendré algo que celebrar, y ya sea de un modo sereno o escandaloso habrá en esta celebración un gozo tal que hará temblar a carceleros y verdugos, a los que dan las órdenes de persecución, y a los que les son cómplices. Hay riesgos y precios a pagar, pero los asumo con gusto; porque vivo la vida que escogí vivir, y no estoy dispuesta a aceptar ninguna otra.







domingo, 27 de julio de 2008

Tierra y estrellas

Al llegar a esta tierra, en los jardines se abrían unas flores blancas, de corazón liláceo, parecidas a los narcisos... debía ser la época en la que los gorriones salen del nido, pues aquí y allí se los veía en pequeños grupos, con todas sus plumas pero dando saltitos entre hierbas más altas que ellos.
El verano aquí es un tiempo lluvioso, que hace resplandecer el verde de los valles cuando el sol se asoma entre las nubes; acostumbrada al radiante mediterráneo, a los dorados campos de trigo meciéndose en las caricias de una brisa ardiente, me parece que en lugar de llegar el estío se haya prolongado la primavera...
Esa misma primavera que ha de dejarnos en las orillas de un otoño en el que los árboles no mudarán sus hojas al dorado y al rojo antes de que sus ramas desnudas se extiendan hacia el cielo plomizo; sino que seguirán señoriales en su eterno verdor; gigantescas y retorcidas cúpulas, siempre vigilantes, de un templo sombrío y ancestral por el que resuenan tanto los sonidos como los silencios de la calma.

Es una tierra extraña y, a la vez, familiar... Querida desde nuestro primer encuentro, en el que la sencilla visón del musgo sobre las rocas húmedas me hizo sentir como en casa - pues la imagen correspondía a ciertos recuerdos de la niñez -, guarda aún montañas de sencillos misterios para mí... Mientras la saludo con mis pasos sobre su suelo, trazando rutas como caricias sobre el lomo de un ser inmenso que siente y escucha con atención, aún bajo el asfalto, me pregunto cómo cambiará con el paso de las estaciones, qué historias naturales y humanas nacerán y se disiparán en cada cuarto, al girar la rueda del ciclo anual.

Una necesidad de saber que me desarma, que sacude con fuerza los ritmos que han seguido mis días y mis noches durante cada año de mi vida, presentándome otros, aún en gran parte desconocidos no sólo por la mente, sino por el cuerpo mismo (no deja de ser curioso que la diferencia de altura no me haya afectado más que este tipo de variación que ha de suponerse más sutil). Pero esa misma necesidad de explorar, observar y descubrir, rejuvenece mi espíritu, como si recordara la inagotabilidad de fuentes que se le ofrecen para abrevarse, infundiéndole un nuevo vigor, empujándolo al movimiento.

Y, sin embargo, cuando al atardecer y subo a la terraza, observando la silueta azulada de las montañas en la lejanía, me parece estar contemplando aquellas mismas que en otro tiempo recorriera... Cierto día, pasada la hora habitual, llegó a sorprenderme la noche, y por casualidad dirigí la mirada al cielo, para encontrar sin buscarlas las mismas estrellas que durante tanto tiempo he distinguido entre el resto; las mismas que brillaban solitarias sobre el mar en el suave invierno, o se pedían entre otras muchas en las frescas noches de estío en las montañas. Las mismas a las que dedicaba las canciones cuando, durante las convivencias, reunidos en las escaleras de la casa de colonias, los niños nos despedíamos antes de ir a dormir , después del penúltimo juego de la noche. Las mismas a las que dedicaba también solitarios pensamientos, cuando pensaba que por debajo de ellas, en algún rincón de la tierra debían encontrarse mis hermanos de alma, y futuros compañeros. Las mismas que tuve la suerte de observar, en silencio, junto alguno de ellos. Las mismas, también aquí, en este nuevo inicio, recordándome que, a pesar de los cambios sigue siendo la misma búsqueda.

miércoles, 23 de julio de 2008

Actualización de Perro Aullador

Después de dos años de aparente inactividad, actualizo Perro Aullador.

Que nadie se haga ilusiones porque mis capacidades como diseñadora de webs son, posiblemente, de lo poco que no ha cambiado en estos cinco años que lleva online, así que apariencia y navegabilidad son más o menos las de siempre también...

Para los asíduos a este blog no hay mucha novedad, salvo dos textos magníficos acerca de Ética y Valores que me prestó Dark Crow, una serie de artículos dedicados al Pathworking y el acceso público a la sección de Naturaleza Mítica - dedicada a la biología y mitología del lobo, y que, como la de Defensa Psiquica, enlaza con su propio foros dentro de la estructura de Rojo Intenso -.
El resto de artículos nuevos, salieron de aquí mismo. A parte, hice limpieza y creé la sección de Las Huellas, con lo que consideré rescatable del antiguo blog en MSN (2005-2008). Eso sí, actualicé convenientemente la sección de Enlaces, y por fin logré acallar la voz de la conciencia reparando los links que llevan a Magick Instinct, de Jean Luc Colnot, quien hace algunos meses - para mi regocijo- recuperó su antiguo dominio .

En fin, para ver el cuadro completo de modificaciones y accesos, pulsar aquí.

Y con esto creo que ya cierro capítulo, y puedo dedicarme al siguiente proyecto... Pero hasta que no esté preparado, vale más no hablar de ello :)



viernes, 18 de julio de 2008

Cumplir promesas, regresar a lo esencial

Como era de esperar, se acercan aún más cambios. Al ponerse en pie en la otra orilla, tras identificar el nuevo territorio, encontrar lugares de descanso y bastecimiento, lo cierto es que uno no piensa en tumbarse a tomar el sol, sino en que es lo próximo que debe hacer.

Cumplir promesas, regresar a lo esencial.

Se trata de algo sencillo y, a la vez, contundente. Continuamente en nuestra búsqueda aparecen elementos disuasores, más o menos explícitos. Algunos se manifiestan en forma negativa, como momentos de duda y debilidad, que ponen a prueba nuestra resistencia. Otros se manifiestan bajo bellísimas formas, como sirenas que nos atraen con sus cantos para atraernos al fondo del océano, así tengamos que dejar nuestra vida en el recorrido hacia sus magníficos palacios.

Y otros son simples distracciones, que no seducen ni aterrorizan, pero van desviando la ruta de un modo mucho más sutil que los anteriores, acumulándose como el polvo en los muebles descuidados, que pasa esapercibido hasta que a uno le da por pasar el dedo sobre la superfície de lo que debería ser una madera brillante, y ve lo que debería ser en contraste con lo que es.

De vez en cuando uno debe hacer limpieza, ya no sobre los muebles, sino sobre el paralelo en su propia vida, para descubrir si la esencia de su ser, o de su camino, se manifiesta como lo que debería ser o, por el contrario, está más o menos cubierta por las sucesivas capas de omisión y descuido.

Es importante apartarse un poco, cada tanto, y observar en perspectiva, el porqué y el para qué hacemos lo que hacemos, y no cualquier otra cosa. Volver a nosotros, como a una casa que demasiado a menudo dejamos a merced de los ladrones, a comprobar que todo está en orden; que nuestros motivos, propósitos y acciones se encuentran alineados.

Se puede entender como una manera de renovar los votos, que un día, antes de salir a la búsqueda, prometimos cumplir. Seguramente entonces no sabíamos lo que ahora sabemos, y nuestras ideas y opiniones acerca de las cosas que entonces imaginábamos y ahora conocemos, son sustancialmente distintos. Seguramente entonces eramos más ingenuos, y acunábamos pensamientos y creencias que en la actualidad nos avergonzaría admitir.

Sin embargo, esa fuerza que nos impulsó a dar un paso adelante, en aquel momento, conserva la esencia de nuestra particular búsqueda, así como la semilla conserva la información necesaria para el desarrollo del árbol. El envoltorio de la semilla se pudre, el brote se abre paso y crece. No se trata de volver atrás, añorando un estadio embrionario como si de un paraíso perdido al que quisieramos regresar se tratara; sino de no permitir que la información que esa semilla contenía se dañe, para que el árbol no se vea a su vez dañado o deformado en su crecimiento, y pueda llegar a dar sus frutos.

Para la que escribe, en eso consiste el regreso a lo esencial; cuidar de la coherencia de nuestro tránsito por la existencia. Las herramientas son secundarias, las situaciones también; lo que importa es la persona y lo que hace con ellas. Si desaparece la persona de la ecuación, las herramientas no sirven para nada, y las situaciones siguen sucediéndose como el día sucede a la noche, carentes por sí mismas de un significado.
No soporto esas personas que catalogan sus vivencias como líneas de un currículo. No se trata de acumular un cambio tras otro, una acción tras otra, un conocimiento tras otro, y así sucesivamente, sino de que todas esas cosas, sean las que sean, tengan una coherencia, lleven a algún lugar, sirvan a propósito elegido libremente, que tenga significado, que valga la pena, para nosotros como para aceptar los posibles riesgos con gusto.

Hace unos meses hice una promesa, ante fuerzas que merecen mi respeto, que tenia relación con esta idea de regresar a lo esencial. Una promesa que no implica nadar contracorriente, sino avanzar por el margen... por ese sendero de cabras familiar y estimado, donde todo empezó y del que mi corazón jamás se ha podido distanciar. Existen algunos riesgos, pero se asumen con gusto.
No hay mayor satisfacción que presentarse sin máscaras ni condicionamentos al mundo, y poder afirmar sin dudas que somos como ese olmo al que no se le pueden pedir peras.

domingo, 13 de julio de 2008

Un mes sin escribir

Realmente ha sido un mes en el que no sólo no he escrito en el blog, sino a penas en cualquier otro lugar. Pero todo está bien; tal como dije en su día, estoy en Mexico.

Y recuerdo cómo en la infancia imaginaba la vida del viajero como una sucesión de horizontes por alcanzar. Justo al llegar a pisar la línea por tanto tiempo añorada, otra nueva aparecía como un espejismo, si uno detenía su avance, o una promesa si uno se decidía a continuar. Y ese último caso la recién alcanzada meta se evaporaba para cubrir nuestro cuerpo como una nueva piel, habiendo dejado atrás la vieja.

En este momento veo realizarse esperanzas que siempre se mantuvieron vivas; o, dicho de otro modo, abrazo al fin como realidades cosas que otros ni siquiera se atreverían a soñar. Y aunque sé que otros mucho más jóvenes que yo han llegado, o llegarán, aún mucho más lejos, también soy consciente que la mayoría de vidas se agotan antes de poder siquiera rozar un hilo desprendido de esta textura...

Sobrevolando el Atlántico, me hallé sin esperarlo en un lugar mítico, en ese enclave celeste dónde las nubes forman un reino de montañas y valles, castillos y selvas y cascadas, de gigantescas proporciones. El lugar dónde nacen los Arcoiris, que vi surgir y cruzar los desniveles de ese paisaje blanquísimo contra el que resaltaban aún más sus colores. Un mundo que para tantos sólo existe en los cuentos de hadas, pero que, aunque en muchos aspectos está hecho de ilusiones, no deja de ser real. Y me pregunté si era el mismo espectáculo que debieran ver aquellos cuyos poderes permiten proyectar la conciencia, si no el cuerpo, a tan grandes distancias. Y pensé en quienes hicieron posible que existieran los aviones, y en cómo debió sentirse el primer humano que, a bordo de uno, contempló lo que en ese instante veían mis ojos.

Es, sencillamente, una bendición, y agradezco de corazón algo que hace unos años no podía siquiera apreciar; pero agradezco aún más, precisamente, el hecho de poder apreciarlo ahora. Como si después de estar toda una vida alimentándome de cierto fruto, me fuera dado el descubrir su sabor, su olor, o su color.

Hace unas horas me encontraba en la terraza de mi nuevo hogar, contemplando una brillante luna creciente, entre los azules del cielo vespertino, sobre las copas de señoriales áboles, mecidas suavemente por el viento. Y recordé otros tiempos pretéritos, en los que habitar un espacio como éste era todo cuánto podía desear para el futuro que algún dia llegaría, y cómo era el motivo de largas conversaciones con compañeros de antaño, cuando desde la lejanía del tiempo nos atrevíamos a desear sin admitir excusas.

Cómo explicar que hay ocasiones en las que respirar es un acto de agradecimiento que nos colma por entero.

Puedo viajar en la memoria, hacia cada época vivida, y encontrarme con lo que fui cada vez, y mirando a los ojos a cada uno de esos yoes del pasado, sonreír y tender mi mano para mostrarle aquello que más quería a su alcance, en justo pago por haberse negado a renunciar o ceder. Todos ellos estarían de acuerdo en que en ningún libro, herramienta o ceremonia encontrarían más magia de la que se resume en ese sencillo gesto.

Del mismo modo, ellos responden, desde cada etapa recorrida en el pasado, y cada cosa que fue aprendida viene a encontrar, sino su motivo, si una posible utilidad en el ahora. Y cada una de las personas que valió la pena, es saludada con los mejores deseos desde una distancia sólo aparente.

Cómo explicar lo que se siente cuando, sin necesidad de detener el mundo en ese instante, sino moviéndose con él, todo lo que una vez amamos y creímos dejar atrás, se reúne y late, vivo, en nuestro propio ser; como si de los frutos que dieron árboles de tiempos pretéritos hubiéramos conservado semillas que, habiendo acondicionado el terreno, vuelven a brotar, aún con más fuerza.

jueves, 12 de junio de 2008

El canto en el estanque

De vez en cuando, una prepara maletas, ordena cosas, y le salen al encuentro líneas escritas hace muchos años, que de un modo u otro, por milagro de una selección natural paralela a la biológica, se resisten a desaparecer. Y aunque no sea la intención, que no lo es, de repente es uno arqueólogo de su propia historia vital, y se encuentra en el umbral de salas que han permanecido cerradas, desde que la conciencia salió de allí, y reencuentra pequeños tesoros olvidados.

Entre los apuntes de hace 10 años encontré un texto de Gianni Rodari, que supongo que la profesora M.V. nos quiso regalar como introducción al curso de literatura catalana. El texto que sigue, es un extracto de su obra "Gramática De La Fantasía" (disponible completa siguiendo el enlace).

Literatura, claro. Otra vez, cómo no... Y, sin embargo cuando pienso en el canto en el estanque, lo primero que me viene a la mente es la imagen del verso de la Rede ; "Allí dónde las ondas de las aguas van, tira una piedra y la verdad conocerás" (... o cualquiera de sus variantes).

***

El canto en el estanque

"Si tiramos una piedra, un guijarro, un «canto», en un estanque, produciremos una serie de ondas concéntricas en su superficie que, alargándose, irán afectando los diferentes obstáculos que se encuentren a su paso: una hierba que flota, un barquito de papel, la boya del sedal de un pescador... Objetos que existían, cada uno por su lado, que estaban tranquilos y aislados, pero que ahora se ven unidos por un efecto de oscilación que afecta a todos ellos. Un efecto que, de alguna manera, los ha puesto en contacto, los ha emparentado.

Otros movimientos invisibles se propagan hacia la profundidad, en todas direcciones, mientras que el canto o guijarro continúa descendiendo, apartando algas, asustando peces, siempre causando nuevas agitaciones moleculares. Cuando finalmente toca fondo, remueve el limo, golpea objetos caídos anteriormente y que reposaban olvidados, altera la arenilla tapando alguno de esos objetos y descubriendo otro. Innumerables eventos o microeventos se suceden en un brevísimo espacio de tiempo. Incluso si tuviéramos suficiente voluntad y tiempo, es posible que no fuéramos capaces de registrarlos todos.

De forma no muy diferente, una palabra dicha impensadamente, lanzada en la mente de quien nos escucha, produce ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, involucrando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y que se complica por el hecho que la misma mente no asiste impasiva a la representación. Por el contrario interviene continuamente, para aceptar o rechazar, emparejar o censurar, construir o destruir.
(...)

lunes, 9 de junio de 2008

Los vencejos

Mis tíos solían recoger cuanto animal encontraban por la calle, herido o abandonado. Así pasaron por la misma casa perros, gatos y aves. Algunos se quedaron allí hasta sus últimos días, y se convirtiéndose en compañeros de grandes momentos; otros encontraron otras familias que los adoptaran, y un pequeño grupo volvió a su libertad salvaje.

Un día trajeron un ave especial, no era un gorrión caído del nido antes de tiempo, ni un canario malherido, sino algo oscuro que parecía una golondrina, pero no era. Traía las alas llenas de alquitrán, y estuvo unos días para limpiarlo y recuperase. Aunque no recuerdo cómo me dijeron que se llamaba, sí conservo el recuerdo del día que fue liberado, en lo alto de una colina entonces agreste y roja, hoy desaparecida por el avance de la ciudad. Otras aves iguales volaban en círculos a nuestro alrededor, gritando y gritando, y yo pensé que lo llamaban, que lo estaban esperando antes de emigrar al sur. Me pareció que él respondía esa llamada, antes de emprender el vuelo desde la mano que le servía de apoyo, elevada al cielo.

Muchos años después sé que se trataba de un vencejo. Y que, aunque la mayoría de las aves vuelan, el vencejo vive en el aire. Viaja en el aire, caza en el aire, duerme en el aire, lucha en el aire, se aparea en el aire. Sólo se posa para incubar sus huevos. Los vencejos regresan a anidar al mismo lugar cada año, y son monógamos. Reencuentran cada vez a la misma pareja de la que han estado separados 8 meses, puesto que no viajan juntos en las migraciones y tampoco conviven durante ese tiempo; sin embargo, tras un viaje de 7.000 kilometros, se reconocen por la voz, en la oscuridad del nido recuperado.

A los vencejos nadie los enseña a volar, su instinto les empuja a esa vida aérea, al punto que sus patas están en cierto modo algo atrofiadas. Tal vez por eso, cuando un vencejo cae al suelo, se dice que no puede emprender el vuelo por sí mismo; pero si un vencejo está en el suelo es porque se dañó, o más frecuentemente porque "calculó mal" y se vio metido en un lugar del que no podía salir..

Todo lo que hay que hacer en la mayoría de casos es darle algo de agua, ponerlo sobre la mano y levantarla hacia el cielo. Entonces emprende el vuelo hacia el lugar donde debe estar, el único en el que puede vivir. Pero aún habrá quien quiera llevarse el bonito vencejo con mala suerte a casa, quien quiera retenerlo, no hasta que se recupere, sino por siempre, robarle el vuelo y apropiarse de su vida.

Hay personas que son como esos vencejos. Calculan mal, o son heridas, y acaban en un lugar en el que no pueden vivir. Entonces pueden morir por sus heridas o por quedar presos; o bien recibir los cuidados oportunos para recuperarse y regresar al lugar donde deben estar.

Es bueno que los cuidadores de vencejos aprendan a "dejar ir"; pero es más importante que los vencejos no olviden que su vida depende de que retomen el vuelo.