... La vida es demasiado corta, y hay demasiado por hacer, como para tratar de explicar a alguien lo que realmente eres, cuando ya es suficientemente complicado descubrirlo para uno mismo. No, lo importante es mantenerse en el propio centro, sin dejarse distraer. Ya quien tenga la voluntad y sea capaz ir más allá de los espejismos que rodean ese verdadero hogar que uno es, encontrará la puerta abierta y la mesa dispuesta.
Desde fuera sólo se ve como una toma un avión y aterriza en tierra extranjera, y se cree que todo lo demás llega por añadidura. Y no es así, nada viene por añadidura, a menos que renuncies a escoger y te conformes con seguir cualquiera de las corrientes que te rodean, desoyendo la propia voz interna. Demasiadas vivencias valiosas como para renunciar a sus lecciones; gritar que empiezas desde cero y agarrar lo primero que pase, no es el caso.
Muy al contrario, me doy cuenta que regenero un mundo propio alrededor, que la naturaleza ciertamente odia el vacío y la realidad se construye a partir de aquellas ideas que le proporcionamos. Entonces, veo crecer o aparecer en mi entorno ciertos elementos que parecen recuperados del pasado, ideas que, de un modo u otro permanecieron y hoy encuentran el clima idóneo para resurgir de nuevo... no es como vivir mirando atrás, porque no es como volver a vivir aquellas experiencias, sino darse cuenta que venían con una. Que las personas tienen ciertas cosas alrededor sin importar donde se encuentren, y si en algún momento estas cosas son cortadas, vuelven a surgir, como por arte de magia, como si fueran también una parte de sí, sólo que se manifiesta fuera de su cuerpo...
Otras personas no necesitan lo mismo que yo, o incluso les resultaría molesto, pero, para mí, forman parte de lo que soy, no porque no pudiera vivir sin ellas, sino porque son cosas que deben estar en el lugar que considero mi casa. Es simple; sé que es una ilusión, pero al menos es la que elijo para mí, sin importar cuanto tarde en desvanecerse... tengo cierta idea de lo que hay detrás, por eso, cuando llegue el momento en que deba desmoronarse de nuevo, no me asustaré.
(...) Siento esa diferencia más que nunca, la diferencia entre lo que hay en el fondo, en el corazón de las cosas, y aquello que lo envuelve con variadas formas. Pienso en la película del “hombre con rayos X en los ojos”, de nuevo... podría elegir ver las cosas sin piel, tal como por dentro son, ver el músculo o las vísceras moviéndose; pero al tiempo que no sería agradable, eso me robaría la información que la visión de la piel da, perdiendo la perspectiva. Basta con saber que están ahí detrás, y que aún en lo mas superficial de la piel que los cubre se muestran, que es más importante saber ver como se muestran a través de ella, que empeñarse en la insana labor de arrancarla, porque después de todo, si está ahí es por algo.
(...) Estoy aquí por unas razones que no alcanzo a comprender aún en su totalidad, por algo muy íntimo, como una línea que va desde los años de mi niñez hasta lo que un día llegaré a ser, cruzando mi pecho. Y aunque siempre creí que algún día llegaría a una especie de escuela con lecciones y pruebas y niveles, lo que se da es en realidad mucho más orgánico, implica tanto más que el aspecto intelectual o emocional; cambios y resultados se muestran en aquello que se vive día a día: o son evidentes, o es que no son.
Y a menudo recuerdo el tiempo de ingreso en el bachillerato, en el que andaba por los cafés tomando infusión de menta, y estaba enamorada de aquello que estudiaba, aunque mis compañeros no compartieran ese sentimiento, aunque fuera algo realmente muy decepcionante después, y solo asistiera a las clases que tenían algo que aportarme, mientras que el resto del tiempo lo pasara escapándome al mercado a oler la carne y la fruta fresca, o a contemplar el mar desde la playa solitaria. Entonces, cuando sentía que el mundo era una herencia muy rica que descubrir y degustar poco a poco, palmo a palmo; cuando creía en las aventuras, a pesar de que aún no tuviera quien me siguiera en ellas. Entonces, cuando todo el mundo parecía gritarme lo que no podía hacer, todo lo que podía cambiar, todo lo que se me exigía y se esperaba de mí, y yo me daba cuenta de que , aunque me dolía, no podía hacer nada de lo que se me pedía.
Ahora se acerca otro otoño, una década después, que me recuerda lo que fue aquel que se le parece aún siendo diferente, que me da lo que entonces no tuve, una fuerza sin culpa ni dudas. Ahora, no necesito que los demás me entiendan y no tengo nada que esperar de otros. Y aún así me gusta, a menudo, rodearme de personas, escuchar sus palabras, y atender sus gestos... observando la vida a través de ellas, y ofreciéndoles parte de lo que a mi se me dio, en pago por lo recibido.
En la distancia se sienten más las cosas que uno trae de herencia familiar, la necesidad casi ritual de salir a caminar, las reuniones y conversaciones en la cocina, y esa visión sobre las personas que deja de lado lo que no nos interesa para lanzarse en picado, con la precisión de un ave pescadora, encontrar lo valioso, y sacarlo al exterior. Aunque sea un momento, aunque no vaya a durar, y sin ni siquiera esperar que lo haga. Todo son momentos, al fin y al cabo, uno elige si son tiempos de vida o tiempos muertos, desperdiciados.
Siento necesidad de disfrutar, de reír, de complacer los sentidos, de hablar con la gente y expresar netamente las emociones, casi tal como vengan... A veces pienso que debería estar más seria, pero sé demasiado bien que es imposible convertirse en algo que en realidad no deseas, y si algo tengo claro es que la vía del mártir no es la mía... pienso en cuanto sufrimiento gratuito fui capaz de proporcionarme en otro tiempo, me miro en el espejo, me prometo que nunca más permitiré algo así.
No sé muchas cosas en realidad, pero el mundo me parece un lugar hermoso, a pesar de todo. Y Cuando veo a la gente disfrutando, disfrutando realmente, se me hacen más cercanos a la verdad, entregados sin reservas, perdido el miedo, conscientes del momento, sin proyectar, saboreando la vida tal como es, casi resplandeciendo, capaces de iluminar a otros con ese brillo. Algo así como cuando se da un suceso terrible, y las personas sacan lo más veraz de sí, y se enfrentan a cuestiones que normalmente tratarían de esquivar, y dejan de lado un montón de tonterías que venían cargando... pero sin dolor. No se trata de tratarse de ahorrar los momentos duros de la existencia, ni siquiera de hacer como si no estuvieran... en realidad, es todo lo contrario.
Sé que hay miradas puestas sobre mí, observando mis movimientos; algunas me ven como alguien que abre un camino olvidado, esperando poder hacer algo parecido, deseándome suerte no sólo por mí, sino por ellos mismos, esperando que ciertas cosas sean posibles; y otras que con desdén esperan que tropiece y caiga, para cebarse en mi mal como una carroña y ufanarse en el “ya lo sabía”, sin darse cuenta que así perdemos todos... pero no importa, mi primera responsabilidad en conmigo misma, nadie puede vivir por mí.
Y así, como es cierto que en determinados momentos la alegría se convierte en un arma que pone a los enemigos a raya, porque les recuerda que nada pueden por apagar el brillo de una existencia lejos de sus garras, no es menos cierto que por más que quieran alimentarse de esos males que también vivimos y no pretendemos esconder, tampoco les pueden estos aprovechar, dándose en el mismo nivel que les resulta inalcanzable.
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