jueves, 27 de marzo de 2008

Limpieza estacional

Como cada año, estas fechas alteran a ciertas personas - entre las que me incluyo- sobremanera; demasiado impulso que si no se descarga adecuadamente va creando nerviosismo, confusión mental y otras formas de malestar interno que agota. Resulta, por lo tanto, muy de agradecer tener alguna actividad física que realizar, y son fechas propicias para la limpieza.

Una limpieza estacional en toda regla - esa en la que das la vuelta al colchón y sacas la ropa de temporada - implica dedicación y planificación; por eso nos tomamos al menos un día libre del trabajo para "concluir lo que empezamos". Y conlleva toda una serie de trabajos asociados como sacar todo lo que tenemos, deshacernos de lo inútil, y buscar un lugar adecuado para todo aquello que después de la selección conservamos. Y luego en todo caso siguen el plumero, el agua, los detergentes y demás.

La limpieza estacional, como una pequeña mudanza, es algo que solicita esfuerzo físico, mental y, no pocas veces, emocional. Y uno no siempre se ve con ánimo de ponerse a la labor; pero en ocasiones se hace necesario, y no precisamente por la casa.

En esas ocasiones en las que necesitas resetear tu vida, deshacerte de lo que ya no sirve pero molesta, hacer sitio para lo que ha de llegar, recuperar espacio personal, y reencontrarte contigo mismo.

Así que en primer lugar rompes con la cotidianidad, y te tomas un tiempo para trabajar en otra cosa, y estar solo con tus pensamientos. Es diferente el modo en el que uno piensa cuando tiene las manos ocupadas... no da vueltas y más vueltas sumergiéndose en una misma idea prometedora o tormentosa, sino que la observa desde la distancia, sin darle más importancia de la que merece, y nos aporta claridad y un cierto alivio.

Claridad y alivio necesarios para el momento en el que sacamos todo lo que tenemos guardado, y pasean ante nuestros ojos tantas cosas que ni siquiera recordábamos que estaban aún por allí; todos esos objetos que en sí mismos no son más que plástico o metal o tela, pero llevan asociada una maldita carga emocional.
Y entonces vuelve a la memoria el día en que decidimos meter aquello en lo más profundo del cajón, para que el recuerdo asociado en cuestión no nos atormentara, pero no nos atrevimos a deshacernos de aquello de una vez. Y llega la reflexión de si el momento de hacerlo ha llegado, o aún lo esconderemos hasta la próxima ocasión.

Recuerdo haber tenido una caja de zapatos en la que guardaba cartas y escritos de otras épocas, sólo la abría para revisarla en las limpiezas y otros momentos cumbre. La habitación revuelta, toda la ropa del armario tendida sobre la cama, el suelo ocupado por las columnas de libros... Llegaba "el momento de la caja", de abrirla, sacar dos o tres hojas, leerlas abstraída sentada de cualquier modo; recordar, sentir las punzadas de la memoria, de la emoción contenida, sopesarlo, sacar otras hojas, leerlas, soltar alguna lagrimilla, esbozar una sonrisa, rasgarlas y depositarlas en una gran bolsa de basura como quien lanza flores al mar.

Pero luego te levantas y sigues con la tarea, porque ¿recuerdas? toda la ropa del armario está tendida sobre la cama, y no quieres dormir en el suelo, que tampoco es el mejor lugar para los libros.

El proceso es el mismo con la ropa, con los libros, con lo que sea... divides entre lo que va a la basura, lo que a ti no te sirve pero sí puede servir a otros, lo que deberías retornar a su propietario original, y lo que te quedas. Todo tiene recuerdos, de lo que ya no eres/no necesitas, de lo que quieres seguir siendo o vas a potenciar.

En esta fase entra también el cambio de lugar de los muebles... una práctica que resulta excelente cuando sentimos que el entorno está demasiado cargado, o nosotros nos sentimos atrapados o bloqueados. Se trata de reorganizarse, de buscar nuevas maneras de ubicar lo que ya había, por estética o por ganar espacio, o porque descubrimos que un mismo elemento que antes servía para una cosa nos va a servir mejor para otra. Como el Tetris, pero a lo grande... como en nuestras cabezas.

Luego, ya sí, el combate contra la suciedad, que se da en dos modalidades.

Modalidad dura (y primera en atenderse): cuando nos enfrentamos a la grasa que se acumula en los rincones de la cocina a los que no llegan nuestras manos, y a veces, nisiquiera nuestra vista. Agua muy caliente, estropajos y lo que sea para recuperar el tacto de la superficie original. Es la fase de la limpieza en la que podemos descargar sin necesidad de represión todo el enojo - así sea con uno mismo - que nos haya provocado el encuentro con ciertos recuerdos. Le das bien fuerte, con toda tu rabia acumulada - que va a hacer falta - , y expulsas ambos tipos de suciedad acumulada, la de la cocina y la propia. Es mucho más efectivo que golpear una almohada, y sirve para algo.

Y,para rematar, echamos un buen chorro de insecticida para prevenir parásitos, que nunca está de más.

Cuando se está bien cansado, es el momento de la modalidad suave: técnicas más relajadas como el barrido/fregado clásico, quitamos el polvo y pasamos paño húmedo, acariciando superficies...

Y ya por último, cambio de ropa de la casa, momento ideal para estrenar toallas, sábanas, cortinas y colchas.

Cuando hemos acabado con todo, descubrimos que ya hemos recordado todo lo que teníamos que recordar, que ya nos hemos ensuciado, revuelto, reído y llorado, nos hemos deshecho de lo que no queríamos, aunque con algunas cosas nos ha costado un poco, hemos pensado en lo que sí queríamos, y en lo que podíamos dar a otros; nos hemos peleado con nosotros mismos y con todo, y también nos hemos descargado; hemos visto lugares de nuestras casas que sólo nosotros conocemos y nuevas posibilidades de colocar las cosas... Nos hemos preparado un buen lugar en el que estar, y estamos cansados, sí, pero también relajados y satisfechos.

Encenderemos unas velitas, pondremos, tal vez, algún perfume, una música suave, que vaya "creando ambiente" mientras nos damos un baño, y, al salir, felices de estar en nuestra piel, nos secaremos con nuestras nuevas y suaves toallas, y nos iremos a relajar aún más... porque el primer sueño después de una limpieza de este tipo - sobretodo si hemos cambiado la cama de lugar y hay sábanas nuevas - parece siempre más auténtico que cualquier otro.

Hay, claro está, otras opciones para acabar el día; pero, en todo caso, si hay que cenar, se cena fuera... sólo faltaría!

miércoles, 26 de marzo de 2008

Tú me quieres blanca

De Alfonsina Storni, y sus versos como espadas al servicio de una justicia tan a menudo negada.

Tú me quieres blanca

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:

Habla con los pájaros
y llévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Alfonsina Storni
http://amediavoz.com/storni.htm

viernes, 21 de marzo de 2008

Equinoccio de Primavera

Las nubes cubren el cielo como un montón de suaves telas; suave franela gris, sobre gasas lilas... sopla un viento fresco y nadie sabe dónde se esconde el sol.

Cerca del mar los almendros son prácticamente todo hojas rojas, pero en el interior aún se ven sus flores, más discretas y rosadas comparadas con las blanquísimas de los manzanos que bordean el camino.

En el bosque, permanecen aún las doradas hojas del otoño prendidas en los grises troncos y sobre el suelo; entre ellas se abren camino algunas violetas y otras florecillas silvestres a medio abrir... como un genio gigantesco abre lentamente los párpados, bosteza, se despereza y se remueve en las sábanas; de nada le valdrían las prisas.

Es un día gris y hermoso, el tiempo discurre mansamente entre sus pliegues, y una observa sin esperar nada. Dentro de poco, se endurecerán los brotes, asomará el principio del fruto y el sol, ya descubierto y sin recelos lo irá tornando amarillo y rojo, carícia tras carícia. Pero hoy, todo invita a la paciencia... hoy aún no hay nada más que la promesa de lo venidero concretada en el esfuerzo de la naturaleza por dar continuidad a la vida.

Que no es poco.

A veces sentimos que la primavera tarda en llegar, y como las crecidas hayas, mientras observamos el verde regio del joven acebo, desearíamos que soplara un fuerte viento para peinar nuestros cabellos, llevandose consigo las hojas, ya caducas, del recuerdo. Dejar que se pudran en el suelo, alimentando así nueva vida, y coronarnos nosotros una vez más del color de los inicios, alegres bajo la luz.

A veces, hay que saber esperar, aunque no sea exactamente una espera lo que sucede cuando sabemos con certeza que algo sucederá. Aún con nuestras hojitas muertas a cuestas podemos ver alrededor, las hermanas que cayeron, por el peso de la nieve en sus ramas, por la fuerza del agua que superó aquella otra de sus raíces, o fulminadas por la violencia del rayo.

Ahora sus cuerpos de madera se pudren sobre la negrura de la tierra, entre los montones de hojas arrastrados por el viento. No acabaron, no cesará la vida de surgir, con nueva forma, de ellas. Pero, detenido su ascenso, no habrá para ellas otra primavera.

Incluso el tocón, que un día ya lejano pareciera herido de muerte por el hacha del leñador, rebrota con esfuerzo, levantándose en una nueva juventud, aspirando a rozar, de nuevo, las alturas que otrora conoció como compañeras. Pero para las caídas no hay ya un hoy, ni habrá un mañana; perdida su forma, hasta la disolución, queda para ellos un trecho aún más largo, si no se pierden en el camino, hasta llegar al punto en el que estuvieron en sus mejores días.

Entonces, cabecita de hojas cobrizas, no estés triste, y espera, sin esperar.
Tus ramas aún fortaleciéndose, son bastante fuertes; tus raíces se agarran bien a la tierra, y aún han de profundizar más; sin desafiar al rayo y sin temer la amenaza del leñador, paciente... el tiempo pasa, y el devenir no se detiene... el mismo calor que ha de venir a perfilar de luz la corteza de tu piel y enredar sus rayos en tus hojas, arde ya por dentro, de la raíz a la copa; el fuego del cielo puede tardarse un poco, el de tu sangre de sabia se ha encendido ya.

Por ello, ¿sabes? Aún vives.

martes, 18 de marzo de 2008

Reglas estándar vs. reglas alternativas

Parece que demasiado a menudo se olvida la importancia de - intentar, al menos - ver las cosas como son en lugar de como queremos, o tememos, que sean. Posiblemente volveré sobre esto en otro post, pero hoy tengo que centrarme en que, como tantas otras cosas, esto debe hacerse empezando por uno mismo.

Por supuesto, a partir de lo que uno es se avanza hacia a lo que uno tiene la voluntad de ser. Lo que no se puede es olvidar que se trata de un proceso que requiere del conocimiento específico sobre aquello con lo que vamos a trabajar. No tendría sentido tratar de construir algo sobre un terreno desconocido, con materiales igualmente desconocidos, con un diseño interesante sobre el papel, pero que no trae las indicaciones precisas para que llegue a ser una obra tangible. Cada terreno tiene sus peculiaridades, a las que corresponden unos u otros materiales, diseños y técnicas de construcción.

Esto también atañe en aquello que se refiere a las normas propias enfrentadas a las ajenas. Cierta persona me comentaba que "cuando uno trata de ser fiel a sí mismo, se sorprende, y sorprende aún más a los demás". Es posible, porque a menudo andamos embutidos en normas y leyes, a veces no escritas, que no nos atañen, aunque se den por sentadas.

Ahora bien, si tenemos que romper alguna de esas normas, y tras hacerlo nos invade la vergüenza, es que algo está yendo realmente mal. Cuando uno es fiel a su naturaleza, cuando hace lo que realmente quiere/necesita hacer, no queda espacio para que surja el arrepentimiento, o la necesidad de esconderse. No es una cuestión de orgullo, sino de honestidad.

No es lo mismo que algo nos duela, a que algo nos dañe; no es lo mismo desear que las cosas hubieran ido mejor, que arrepentirse de algo; no es lo mismo ser discreto que andar escondiéndose...

Cuando somos fieles a nuestras reglas, no hay engaño.
En ocasiones nos encontramos en alguna situación en la que es imposible evitar que alguien salga disgustado; en la que nuestro comportamiento queda muy lejos de lo que se supone que se espera de nosotros. Y, sin embargo, si se está en paz con las propias reglas, no hay error.

Si alguien a nuestro alrededor queda sorprendido por nuestro proceder, es porque no estaba viéndonos como lo que somos, sino como quería (o temía) que fueramos. Pero nosotros nos mostramos íntegros, sin importarnos que sea ésta comprendida o no, respetada o no.

De este modo aunque nos rodeen las acusaciones, sabemos que el error hubiera estado en actuar del modo contrario. Sabemos que haríamos lo mismo de lo que nos acusan una y otra y otra vez. Comprendemos que el ser honesto, (que no es lo mismo que ser cruel o provocar daños innecesarios) también tiene un precio a pagar, pero lo pagaremos gustosos. Y así andamos cómodos en nuestra propia piel, completos, sin miedos, tranquilos y felices.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando uno no conoce sus propios límites? ¿Cuando uno no tiene esas reglas personales a las que ceñirse ? Que puede pensar que no hay reglas, o que cualquier cosa sirve para cualquier persona, y acabar metiendo la pata hasta el fondo...

Y esto lo veo demasiado a menudo. Toda la sarta de memeces que se hacen en nombre de una idea más bien absurda de libertad, una especie de reacción infantil contra "lo impuesto", cuya relación no cabria en un blog. Hay que conocerse bien y tener valor para ejercer la libertad; saltar al vacío con la idea de volar puede ser una idea atractiva, pero estamparse contra el suelo a medio camino no tiene ninguna gracia.

Ante una acción que transgrede las normas estándar, parece que sólo hay dos opciones; la censura, o el deseo de imitación, ambas fruto de la incomprensión de lo que hay detrás, y realmente importa.
Como brujos, muchos han invertido la mayor parte de sus esfuerzos en defender las normas alternativas y combatir la censura, y está bien. Pero se ha descuidado, tal vez, el advertir sobre lo absurdo de la imitación sin comprensión previa de la razón de la existencia de estas normas alternativas.

Si algo nos va a hacer sentir mal, simplemente no lo hacemos, porque nos vamos a sentir mal aunque el mundo entero nos esté aplaudiendo. No sirve de nada proclamar que algo "no es incorrecto" si al hacerlo nos morimos de la vergüenza y corremos a autoflagelarnos por el arrepentimiento, o a escondernos como cobardes. La creencia de que algo "es incorrecto" puede ser una carga, pero no nos vamos a liberar de ella por la fuerza o por la autoimposición, dado que con ese proceder sólo estaremos añadiéndole más peso.
No basta con la intelectualización, hay que comprender, y sentir; cuando llegue el momento, simplemente dejaremos ir esta carga, con suavidad y seguiremos en nuestro camino, andando cómodos en nuestra propia piel, íntegros, sin miedos, tranquilos y felices.

lunes, 17 de marzo de 2008

Acerca del destino

A raíz de una discusión en los foros de Rojo Intenso, surgió el tema del destino.
Desde luego, cada cuál tiene su opinión al respecto... la mía fue construida, como suele suceder, en base a la experiencia, después de dar vueltas y vueltas a la cabeza, y persiguiendo el funcional objetivo de no enloquecer.

Hay dos tipos de cosas a las que podemos llamar destino;

Hablar del destino en pequeño es hablar de las cosas que creemos que tenemos que vivir, que nos tienen que suceder, porque está "escrito" en la tierra o las estrellas o, más bien, porque parece la conclusión lógica del capítulo en el que estamos en nuestra historia personal.
Estas sendas que permanecen en el tiempo porque el paso de la humanidad no cesa de transitarlas, arquetipos que sobreviven a través de humanas encarnaciones, estas microhistorias, no pocas veces ignoradas por la conciencia y no por ello menos reales, quieren ser vividas.

A veces consiguen hacerlo, y en nuestra vida se manifiestan para nuestro mal o nuestro bien, pero "todo encaja", tiene una explicación, y un motivo, aderezados por un cúmulo de coincidencias y sincronismos, regalándonos las lecciones vitales más variadas.

Sin embargo, otras veces, estos pequeños destinos se frustran, o quedan estas historias temporalmente suspendidas sin resolución. Y esto nos deja en una situación a la que no sabemos encontrar un sentido, y ni la referencia del pasado, lo anteriormente vivido, nos sirve.

Así que es bastante probable que nos toque sobrevivir a uno, o varios, de estos pequeños destinos que, en ocasiones, son como calles cerradas, carreteras hacia ningún lugar que nos dejan parados al borde de un abismo, cuando ya no es posible, ni tiene demasiada lógica tratar de volver atrás.
O bien, sencillamente, nos sentimos como si hubiéramos despertado, solos y abandonados en ese vacío, suspendidos en la nada, sin suelo bajo nuestros pies, sin referencia alguna, como un cuadro sin paisaje, sin objetos, sin más luz o más formas que las de la figura de un humano lanzado a lo absurdo.

Es entonces cuando podemos considerar el Destino "en grande" , que es aquel que se forja uno mismo, con su cabeza, su corazón y sus manos. El que se elije, por el que se trabaja y se lucha; el que da sentido a todo lo demás, venga lo que venga, independientemente los caprichosos ciclos de pequeños destinos arquetípicos que nos arrastran... independiente de cualquier otra cosa, situado en el centro de nuestro propio ser, resiste los embates del tiempo, bien manteniéndose firme e inamovible, bien siendo flexible, bien cediendo la justa parte a la deconstrucción, implementando mejoras... el que consigue sostenerse por sí mismo.

De modo que tenemos, según esto, dos opciones; andar dejándose llevar por las mareas de los pequeños destinos, saltando de mito en mito, buscando respuestas concretas en explicaciones generales, y, en no pocas ocasiones, persiguiendo mariposas blancas sobre la nieve, o bien tomar las riendas de la propia vida y decidir el rumbo que deseamos tomar, el objetivo al que deseamos llegar y luchar por él hasta el final, aún sabiendo que tal vez no se logre.

jueves, 13 de marzo de 2008

Agua Clara

Cuando se siente el llamado y se sale a los caminos del mundo en la búsqueda, es esa llama de necesidad encendida en nuestro centro la que susurrará a nuestro oído si lo que nos sale al encuentro es realmente el objeto de nuestra búsqueda, o sólo es un engaño.

A veces no empezamos la búsqueda desde la mejor posición, o con obvia desventaja. Buscamos y buscamos por caminos abruptos, removiendo las basuras buscando algo de alimento que nos mantenga en pie, con el consecuente riesgo de que lo que encontramos nos siente realmente mal y nos deje incapacitados por algún tiempo.
Pero aún así, lo que no nos mata nos hace más fuertes, y algo más sabios, nos volvemos a levantar y seguimos con lo nuestro, porque pocas cosas se pueden comparar con la fuerza de ese llamado.

Engaños hay muchos, propios y ajenos... pero tal vez el que más rabia me da es el de esos sujetos que se plantan enmedio del camino de uno, con un cartel que dice algo así como "ESTO ES TODO, NO HAY MÁS".

Es un muro ilusorio levantado por aquellos que no tuvieron lo que tenían que tener para seguir avanzando. A éstos no les queda más opción que mendigar la aprobación, si se puede incluso la admiración, de los que van llegando hasta ese punto. Mendigan, aunque sea bajo una apariencia orgullosa, paternal, resabida... y esperan convencer al caminante de que no avance, porque los dejaría en evidencia.

Y es muy diferente cuando encuentras a alguien que se quedó en cierto punto por decisión propia. Éstos dicen algo así como "Yo no llegué a verlo, pero creo que por allá encontrarás a alguien que sabe más y te puede ayudar". Sonreiran, darán ánimos, y nos desearán suerte; porque el quedarse allí fue fruto de su voluntad, no de su incapacidad.

A medida que el tiempo, y uno va encontrando los retazos, las huellas de lo que va buscando, también se da cuenta de que muchas veces las cosas no son precisamente como las imaginaba, pero, sin embargo, la llama que nos lanzó a la búsqueda no pierde la capacidad de reconocer lo que es y lo que no es. Podemos mentirnos a nosotros mismos, y otros pueden tomarnos el pelo, pero ella sabe y se apresta a guiarnos, a corregir nuestro rumbo, a darnos ánimo... auqnue en ocasiones tengamos que adentrarnos en la noche más oscura para atender a su resplandor.

De modo que, además de la habitual corte de charlatanes, vendecursos, buscadores frustrados y demás criaturas deleznables, uno llega a encontrarse aquellas personas que saben de la vida, de lo que la vida es... y lo que menos nos importa en ese momento es la tradición a la que pertenecen, en virtud de la autenticidad correspondida.

Y así uno se aleja del vertedero, se aleja también de las peleas con las ratas, de las emociones que agita el ver burlado aquello que uno respeta y la impotencia de no poder detener, por más que uno haga, todo cuanto en justicia esta mal...

Y se adentra casi sin darse cuenta en un bosque antiguo, de árboles gigantes, como un mundo a parte infiltrado en él corazón de la cotidianidad. Anda ligero como un venado a abrevarse al claro y fresco arroyo que por allí discurre, y calma su sed sin tener que temer la flecha del cazador, o el veneno en las aguas. Y puede luego acurrucarse y dormir, bajo el cielo estrellado y mecerse en la calidez del propio aliento, en calma. Y sabe que, aunque tal vez esté de paso en aquella bendita tierra, la promesa del camino no es una falsa promesa.

sábado, 8 de marzo de 2008

Sobre el aprendizaje

Nuestra imaginación colectiva postmoderna está saturada imágenes que representan a un maestro, que descubre en un individuo joven unas cualidades insospechadas por tanto por él mismo como por los demás. Acto seguido, este joven, se convertirá en el elegido para desempeñar tal o cual labor de importancia para el resto. Si bien algo tiene de cierto la historia, ésta es una visión sesgada y, en múltiples ocasiones, pervertida, al descontextualizar el drama que se desarrolla en el interior del sujeto.

En realidad, siempre es el alumno quien elige al maestro, quedando bajo su responsabilidad el saber reconocer qué instructor es el adecuado, pero antes que nada, es fundamental que el elegirse como receptor y portador del conocimiento. Iniciar la búsqueda, es el producto de una toma de conciencia, y como tal, conlleva la adquisición de una nueva responsabilidad. Es importante tener esto claro lo antes posible; cada cuál es responsable de su vida, de sus elecciones, y de cada una de las palabras y acciones que deriven de éstas.

Lo primero será, siempre, y ante todas las cosas, aprender a cuidar de uno mismo. Es terrible ver tantos jóvenes deseosos de encontrar un maestro externo que los elija, para acabar recibiendo unas pobres fotocopias de listados de correspondencias, de objetos “mágicos”, o nombres de dioses/as, cuyas aplicaciones repetirán sin más como quien arregla un aparador… Dado que la sola enumeración y disposición de elementos no tiene ningún valor por sí mismo, todo el ritual se convierte en una especie de teatrillo vacuo, y las herramientas que deberían ser catalizadores, en pura parafernalia, rozando la burla hacia aquello que debería sernos sagrado. Otros peligros para aquellos que buscan ser “descubiertos y pulidos” como “diamantes en bruto” son el acabar convirtiéndose en las desgraciadas Galateas de algunos Pigmaliones -en una especie de versión tragicómica del mito-, o bien, directamente, en víctimas de los tantos depredadores que merodean a la espera de que caiga alguna mente blandita para la cena.

Ciertamente, no podemos transitar el mundo atacados de paranoia, pero tampoco como si fuéramos pisando un lecho de rosas (de hecho, si uno resbala y va a caer en cualquiera de los dos extremos, está perdido). Éste será un tema al que, obligadamente, volveremos más adelante pero, por el momento, baste como ejemplo para señalar que, sencillamente, no puedes dejar en manos de otros, hombres o dioses, las tareas que sólo te atañen a ti, empezando por la que concierne a la propia formación.

La información nos llega de una forma constante, a través de muchos canales, tanto externos como internos. Una vez lleva uno cierto rodaje, empieza a comprender que no es tan importante “ser enseñado” como aprender, y que aprender no es sólo recibir información, sino separar aquella que es válida de la que no lo es, procesarla en nuestro interior, y saber qué hacer con ella en aplicación a la realidad de nuestra persona y nuestro entorno.

Del mismo modo que sucede con los buenos profesores, los buenos instructores saben que la mayoría de datos pueden consultarse en fuentes que están al alcance de todos, que más que su posesión, lo que importa es saber acudir a las fuentes correctas, las relaciones que establezcamos, y la coherencia de este análisis o elaboración con el uso o propósito al que está destinado.
Un maestro no es aquel que nos dará el listado con las respuestas correctas, sino aquel que azuzará nuestras mentes y, por supuesto, nuestras manos, para que se pongan a trabajar. Lo que en realidad importa no puede ser enseñado, sino simplemente vivido. Y la tarea de un maestro no es, por tanto, otra que la de inducir estas experiencias en la persona que recibe el entrenamiento, a través de los métodos que están bajo su competencia.

Pero en lo que llega el encuentro con una de estas personas, tampoco es conveniente lloriquear como un cachorro que ha extraviado a su mamá, dado que puedes atraer con esta actitud múltiples elementos indeseados. Todo lo contrario. Aprovecha los recursos a tu alcance, que la inspiración te encuentre siempre trabajando. Este es, como la vida misma, un camino solitario, en el que no siempre alguien podrá tomarte de la mano para llevarte a un lugar mejor… hay cuestiones que uno debe resolver solo.

(...)

Archivo de básicos

Se trata de la compilación de textos básicos, muchos de ellos trabajados con el antiguo equipo de #Wicca; fragmentos de libros y traducciones que se dejan a disposición del público.

http://nasdat.com/index.php?board=43.0

Se ha recopilado en este foro varios documentos relacionados con la Wicca y temas afines, rescatados de varias fuentes, - la mayoría ya extintas - , y se ponen a disposición del usuario, no sin antes mencionar ciertas recomendaciones al respecto de cómo leerlos y qué tratamiento consideramos que debería dárseles.

1. Toma en cuenta que los documentos tratan diversos temas y están expuestos en orden aleatorio. Es trabajo de cada cuál formarse lo necesario para saber a qué categoría pertenece cada documento y su orden lógico dentro del conocimiento general de la Wicca.

2. Toma en cuenta que los fragmentos aquí expuestos pertenecen a diversos autores, de diversas tradiciones, dentro y fuera de la Wicca. Esta puede ser una buena forma de tener un primer contacto con dichos autores y sus respectivas bibliografías que nos oriente en el momento de adquirir una de sus obras, buscar más información sobre su tradición en concreto, o contrastar varios puntos de vista sobre un mismo tema.

3. Éste no es lugar para polémicas.Varios autores, varias tradiciones, varias épocas, partiendo de aquí, cada uno de estos documentos tiene un contexto que deber ser respetado. Soy consciente de que para la "Vieja Guardia" los documentos tipo Ted Andrews serán algo excesivamente suave, y a las "Nuevas Generaciones" el Libro de Sombras Gardneriano poco menos que un manual de tortura medieval que no se asemeja en nada a la "Wicca" que ellos conocen. Aquí nos dedicamos a recopilar textos decentes en su contexto, y depende de cada cuál localizar aquellos con los que sea más afin. Salvo artículos propios, nos reservamos la opinión.

4. Favor de respetar, en caso de reproducción en el exterior, el dato íntegro de la fuente original, autores y traductores.

lunes, 3 de marzo de 2008

El Potro Blanco

Es curioso que pasado el festival de Imbolc encontrara estos versos, recuperara la imagen de la yegua blanca que vino a mí en estas mismas fechas, hace ya unos cuantos años. Y es cierto, hay cosas de las que no te das cuenta, hasta que otra mano toma tu mano y te conduce hasta un espejo...

El Potro Blanco

Tiene razón ella, y el espejo
que me enseñó esta tarde.

-Mírate, tú no eres un hombre.

Los hombres nunca tienen
esa fiebre en los ojos, ni los muslos
les florecen redondos, ni en los pechos
les crecen dos botones
erguidos como islas detrás de la camisa.

-Mírate.
Y me miro,
y me voy desnudando
de mis tristes aperos.

Y entonces aparece, sin que yo lo convoque,
mi cuerpo como el lirio
de sol y la radiante manzana de la carne,
igual que en el milagro
del primer potro blanco saliendo de su madre.


Juana Castro, De Narcisia, Taifa Poesía, Barcelona 1986
Fuente: http://amediavoz.com/castrojuana.htm