sábado, 28 de noviembre de 2009

Algunos días de verano, notas sueltas

Acapulco, 25 de Noviembre de 2009

Estoy de nuevo en la playa, muy lejos de casa. Estamos a finales de noviembre, pero aquí es verano, el mismo que no tuve la sensación de vivir en el DF. Miro por la ventana y recuerdo mi aolescencia, cuando soñábamos con viajar y tomábamos los trenes de la costa, anotando en nuestros diarios los nombres de las ciudades que pisábamos por primera vez como auténticos hitos, por más que el trayecto realizado raramente durara más de una hora.
Ahora que estoy en otro país, en otro continente, no siento que las cosas allá afuera hayan cambiado demasiado en realidad.

Sigo con la vista el hilo espumoso en el que el océano se amansa para besar suavemente la tierra, convertida en arena. Es un paisaje herido por la mano del hombre, y es difícil imaginar cómo debió ser en los tiempos en los que ni el cemento ni el asfalto ni los cables existían... pero este es el mundo en que hemos nacido. Aún somos criaturas viviendo a los pies de la inmensidad, del mar y las montañas y los cielos, pero no somos conscientes.

En aquel tiempo, cada vez más lejano, me parece que todo nos parecía aún posible. No pensábamos - ni por un instante - que nada procedente del exterior pudiera hacernos bajar la cabeza. El deseo, el sueño, era como un fuego en el centro de nuestro ser, era un tesoro, como una semilla única y preciosa que debía esperar el tiempo adecuado para ser sembrada y crecer, cobijarnos y dar sus frutos en nuestro futuro. Era entonces lo más valioso que teníamos, era el motor de nuestras vidas, mientras íbamos cumpliendo, en la línea de la suficiencia, sin concederles nunca demasiada importancia, aquellas obligaciones cotidianas, que nos parecian tan altamente cuestionables. Todo era un juego, entonces. Posiblemente lo que nos jugábamos era nuestra propia vida, lo que sería de nosotros, un juego serio... pero no dejaba de ser un juego, un reto, una aventura.

No entiendo como puede ser que con los años olvidemos con tanta facilidad esas cosas. Por eso, estando aquí, en este paréntesis de verano abierto a finales del otoño - si eso no es mágia, ya me dirán qué lo es- me encuentro buscando a tientas algún compartimento secreto de mi ser, y saco un pequeño pero pesado baúl que he traído conmigo todos estos años. Respiro tranquila al sentir el latido en su interior, al saber que a pesar del tiempo que ha pasado, de las trampas en las que yo sola he caído, y aquellas otras a las que de algún modo he sido empujada, he cumplido la promesa de conservar el tesoro.

Que no lo haya abierto, que no sepa si algún día llegaré a hacerlo, si me será dado descifrar esa partícula de misterior que no me pertenece sólo a mí, y cruzar un umbral que no puedo imaginar, es secundario en este momento.

Puedo mirar alrededor y ver qué ha sido de las semillas que planté, de aquellas que cayeron por azar. Las que han crecido bajo mi atención y a espaldas de la misma. Conforman el paisaje de lo que es ahora mi vida, debo concluir que no es un mal lugar para vivir.



lunes, 23 de noviembre de 2009

NdP: 2012 y el fin del mundo

Porque la prensa tiene cosas así... Nota del mes pasado, pero vigente.


Fuente: 20MINUTOS.ES
Fecha: 24.10.2009

El próximo mes de noviembre se estrena la película 2012, una superproducción de Hollywood que vuelve a llevar a las pantallas la destrucción del planeta Tierra.

Como recogen desde la web de Daily Mail, y a tan sólo unos días del esperado estreno, un científico de la NASA, David Morrison, ha decido explicar públicamente lo rídiculo de las teorías catastrofistas que afirman tales consecuencias.

Morrison, encargado de la sección dirigida al público 'Ask an Astrobiologist' ('Pregunta a un Astrobiólogo'), estaba algo cansado de recibir emails de gente asustada ante la posibilidad de que el mundo acabara dentro de tres años. Por ello, ha contestado a las 20 preguntas más frecuentes acerca de esta profecía en un amplio artículo publicado por la revista Astronomical Society of the Pacific.

(...)Al científico le hacen gracia las especulaciones acerca de una posible conspiración, en la que el Gobierno sabría de la existencia del misterioso planeta. Un secreto que mantendría para evitar alertar a la población. "Aunque quisiera, el Gobierno no podría guardar un secreto así -cuenta- Si fuera real, ya habría sido objeto de estudio para muchos astrónomos, y éstos lo habrían hecho público seguro". "Conozco a la comunidad astronómica, y estos científicos no pueden guardar un secreto aunque se lo ordenen -dice- !Cómo para guardar un secreto así¡".

El calendario maya sólo se prolongaba hasta el 2012, lo que originó la profecía. El científico de la NASA aplica el sentido común para despejar este malentendido: "El calendario que tengo en mi despacho acaba el 31 de diciembre de 2009, pero yo no lo interpreto como el 'Armageddon'. Se trata sólo del comienzo de un nuevo año".
"Los calendarios antiguos son muy interesantes para los historiadores, pero no tienen la precisión de los actuales (...) Además no olvidemos que ningún calendario tiene la capacidad de predecir lo que va a suceder", continúa Morrison. (...)

Como era de esperar, la película es mala*, y poco tiene que ver con profecías o calendarios, porque la cuestión aquí es simular catástrofes de proporciones gigantescas sin matarse demasiado con las explicaciones. Sin embargo, no es el único frente desde el que nos están bombardeando, desde hace meses, con la idea de que el fin del mundo tiene una nueva fecha: 2012. Lo que me gustó especialmente de la nota era la lógica aplastante de Morrison: los calendarios están hechos para medir el tiempo y organizarnos; no para predecir. Cuando se termina uno, compramos otro, y ya. Teniendo en cuenta el destino de la civilización Maya, que su calendario llegara hasta 2012 era más que suficiente.

Hay otras "fuentes", algo de Nostradamus, algo de origen Babilónico, y buscando seguro encontramos algo más. Supongamos que no importa que en otras fechas en las que se predijo el mismo "fin del mundo" (1000, 2000, etc.) no haya pasado nada, que esta vez va en serio y nos van a bajar el telón a todos juntos.

... ¿ Importa?


" Si la gente supiera que todo se va a acabar podrían despedirse de los suyos, podrían hacer lo que siempre quisieron hacer, etc." Todos nos vamos a morir y no sabemos cuando, el fin el mundo es una especulación, pero esto es un hecho. Podemos morir antes de hacer ese viaje que soñábamos en la infancia. Y si no nos morimos nosotros, puede morir la persona a la que tenemos pendiente declararnos o pedir perdón, o lo que sea. ¿Qué diferencia hay entre morir porque te cae un trozo de balcón en la cabeza mientras vas al supermercado y que lo que caiga encima y te mate sea un meteorito, si de todos modos no podemos hacer nada por evitarlo?.

Es más importante vivir sin miedo. No me refiero vivir sin miedo a que el mundo o la civilización se terminen, o sin miedo a nuestra propia muerte. Me refiero a toda esa serie de terrores mezquinos, infinitamente más insignificantes, que condicionan nuestras vidas, alejándolas de la realización de nuestra voluntad: Miedos como el temor al "qué dirán", a faltar el trabajo aunque nos encontremos mal, a no llegar a fin de mes, a nuestro aspecto físico, etc. Miedos pequeños, que, no obstante, nos empujan a fantasear un "gran final" peliculero como la excusa perfecta para soltarnos de una vez y hacer lo que siempre quisimos hacer, sin tener que preocuparnos por las consecuencias.


*A menos que vaya uno al cine a ver todo el presupuesto del mundo al servicio de las fantasías de un chaval de 11 años. En ese caso, y siempre que no nos importe quedarnos indiferentes cuando otros ríen y reír cuando están callados, puede ser bastante divertida.

La Colina

Una escena vino a mí cierta noche de invierno, hace un tiempo ya. Desde una colina podía ver el enfrentamiento de dos caballeros, que representaban caminos, tendencias, u opciones irreconciliables y, sin embargo, igualmente válidas. No tomaba partido, simplemente observaba. A pesar de los sonidos y la agitación que reinaba en la planicie, sobre el pequeño monte reinaba una calma silenciosa, desinteresada, que parecía tener más sentido y profundidad que los hechos y consecuencias que se arremolinaban a los pies del pequeño monte. Había un árbol en aquella colina, y los rayos de luz solar parecían jugar con el verde de sus hojas, mecidas por la suave brisa, y perseguirse alegremente en la rugosidad de la corteza. Y, sin embargo, no había contradicción.

No busqué esa escena – no estaba visualizando, ni meditando... de hecho estaba aburriéndome en un turno de trabajo nocturno y solitario - , aunque es posible que fuera invocada con el fin de responder una necesidad derivada de las circunstancias que vivía por aquel entonces. Sin embargo la experiencia (que no debió de durar más que un puñado de segundos) quedó registrada como algo importante, antes de deshacerse como un copo de nieve que llega al suelo, y perderse en la corriente del pensamiento habitual.

Sabemos que, en ocasiones, es necesario tomarse un tiempo y darse un espacio. Que vamos corriendo por la vida - prácticamente pisoteándola como una manada en estampida -, espoleados por todas esas cosas que no dejan de pasar, y nos vemos de reojo en el espejo y nos decimos “aguanta un poco, cuando esto o aquello termine podremos detenernos a descansar”. Sin embargo, ese momento parece no llegar nunca. En la carrera son los sucesos, alarmas, problemas y urgencias los que se relevan, en lugar del pobre corredor. Incluso si llega un día libre, o unas vacaciones, en vez de concebirlos como una oportunidad de descanso y distensión sólo vemos un ramillete de factores estresantes. Mientras que si realmente llegamos a detenernos, a quedarnos en la cama o el sofá, nos desquiciamos porque una parte de nuestra mente está martilleando con la retahíla de cosas que deberíamos estar haciendo.

El tiempo y el espacio que necesitamos no están situados en el mismo nivel en el que solemos vivir. Seguramente, unos pocos minutos, incluso unos segundos, pudieran ser suficientes. Del mismo modo, no necesitamos realmente movernos del sitio en el que estemos, sino saber desplazar nuestra atención. Subir a la colina y observar desde allí como las cosas pasan: Todas las cosas. Vienen pasando desde antes de que naciéramos y seguirán pasando después de nuestra muerte. Sobre algunas tenemos cierta incidencia, sobre otras no.
Preocuparse no suele servir de mucho, pero muchas veces sentimos que estas cosas que pasan nos pasan a nosotros, nos afectan. Estamos tan apegados a esta corriente sinfín de sucesos que es posible que lleguemos a identificarnos con ella (“así es mi vida”) y no nos damos cuenta que esa corriente no puede albergar la totalidad de nuestro ser o de nuestra experiencia vital, por un lado, y que existen otras opciones, por otro. Es como ver todo el tiempo, una y otra vez, la misma película, porque no te das cuenta que puedes cambiar de canal y sintonizar otro, usar el DVD, o simplemente apagar la televisión un rato.

Ese apartarse para obtener perspectiva, esa atención que necesitamos prestar a aspectos de nuestra experiencia vital para los que a veces ni siquiera tenemos un nombre, no tiene porqué significar un retiro del mundo. Significa simplemente entender que “el mundo” (así, en genérico) forma parte de nuestra realidad, y no a la inversa.

También significa pensar acerca de la soledad. Tal vez la versión más conocida de la soledad sea ese tipo de angustia debida al hecho de no ser capaces de relacionarnos de manera satisfactoria con otras personas. Por más que digan, la idea de que esa soledad los eleva por encima de otros, que el no ser comprendidos nos convierte en una especie de héroes o sabios enfrentados al “mundo” o a la “sociedad”, es una soberana estupidez.
Todos estamos solos, en algún momento. Incluso cuando estamos rodeados de personas que corresponden nuestra atención o nuestro amor, o con las que nos entendemos perfectamente. Hay un momento en el que llegamos a algo que sabemos que no podremos comunicar, en el que deberemos enfrentarnos a ciertas preguntas cuya respuesta no podremos encontrar en otros, o en ninguna parte de lo que entendemos como “el exterior”. Esa soledad, a su manera, es un lugar desde el que tomaremos las resoluciones que el deber o la voluntad nos dicten.
Sentir que debemos acudir a nuestra colina, a ese lugar de soledad y desapego, en el que tantas de las cosas que discurren en nuestra vida pierden su importancia, en el que soltamos tantos elementos a los que normalmente nos aferramos, puede darnos cierto miedo. Sin embargo es el tipo de miedo que lleva a los niños a no quererse bañar... todos sabemos que luego el trabajo es conseguir sacarlos del agua.

No significa dar la espalda o actuar contra el mundo, u otras personas, significa tomar lo que es nuestro por derecho de nacimiento, empezando a vivir en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Es necesario trabajar en el mundo, con el mundo y para el mundo como una parte valiosa de nuestra realidad... pero no es necesario recortarse o mutilarse para caber en ese mundo. Estaremos solos siempre, porque necesitamos esa perspectiva y ese espacio únicos. Esto no significa que no podamos crear o debamos renunciar a relaciones satisfactorias con otras personas, sino que no nos vamos a permitir que nuestro camino se vea condicionado innecesariamente.

Supongo que la imagen de la colina surgió porque evoca esa posibilidad de ver desde otra perspectiva y al mismo tiempo poder hacer el camino de ida y regreso sin demasiada dificultad (no es una isa incomunicada, ni una enorme cima que escalar). Escribiendo estas líneas pienso también que la colina es un lugar seguro cuando un torrente emocional se desborda inundando el valle. Pero ese lugar seguro podría adoptar muchas otras formas e imágenes. Porque ese Lugar Seguro será también el refugio último, pues allí se encuentran almacenadas todas las semillas y todo el conocimiento necesario para volver a construir un mundo, cuando sabemos que aquel que solíamos habitar ha llegado a su fin, y sin embargo, aún perplejos, nosotros seguimos vivos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

R: Siempre nos quedará Lovecraft



Nueva sección. Porque no podemos olvidar que hay muchas cosas que no deberíamos tomar tan en serio, empezando por nosotros mismos. Y porque el tiempo dedicado al recreo es necesario. Tal vez por los recuerdos que trae. O sólo porque últimamente estoy saturando el blog con entradas muy largas :P



No voy a pedir que levante la mano todo aquél que lamente lo que ciertas novelas, series o películas han hecho de lo que una vez fueron brujas, vampiros, licántropos, dioses y demonios... Pero puedo decir que, a algunos, siempre -crucemos los dedos- nos quedará la obra de H.P. Lovecraft.





Escucha Chthulhu allí en tu ciudad sumergida
Desde R'lyeh
Tan cerca y a la vez tan lejos. Ia Iay.

Chthulhu fuh-TAH-gun, o es Chthulhu fuh-TINE?
Nunca puedo recordarlo bien porque no estoy en mis cabales
Desde que te encontré
Nadie corrompe como tu lo haces. Sabes que es verdad.

(Estribillo)
Oh, que es lo que harás de mí
Oh, y de toda la humanidad
Oh, te levantarás del mar
Oh, matando a todos lentamente
excepto a los que son como yo

Escucha Chthulhu, He estudiado tu Evangelio
El Necronomicon, me provoca horribles pesadillas
Donde he visto
La muerte de toda realidad. Me llena de regocijo.

Por eso cuando las estrellas se alineen, vendrás y harás lo peor
Pero está bien porque yo sé que devorarás a los adeptos como yo primero
Cuando estés aquí
Se que ese día se acerca. No tengo miedo.

(Estribillo)

Un billón de años luz parece lejano
En lo profundo del mar, más allá de las estrellas
Beberás hasta hartarte de estas pútridas almas humanas
Los tontos se burlarán de mí
Pero yo me reiré como maniatico
Porque nunca nadie ha sufrido como ellos lo harán
Chthulhu, te puedo prometer
Que en el tiempo que el culto siga adelante
el mundo nunca volverá a ser el mismo!
lo juro por tu oscuro nombre!

Phn'glui mglw'nafh Chthulhu R'lyeh wagn'nagl fhtagn
Chico, está lleno de sorbidos, no puedo meterlo en mi cabeza
No hoy
Siento que mi alma empieza a deshilacharse
Sigo esperando ese fabuloso día
Chthulhu calay! (*)

(Estribillo)
Oh, mata a todos menos a mí
a todos menos a mí

(*) Guiño a el cuento de Lewis Carroll,"Jabberwocky". La letra original dice "farbjous day" significando "fabuloso, glorioso". Carroll escribe: "O frabjous day! Callooh! Callay!"

Casi resistente al caramelo.

martes, 17 de noviembre de 2009

La máquina de construir la realidad (II) Materiales y Planos

Viene de: La máquina de construir la realidad (I)

Materiales y planos.

Podríamos definir la imaginación consciente como la herramienta que nos permite conseguir nuevos materiales y planos que la “Máquina de Construir la Realidad” que todos poseemos pueda emplear en nuestro beneficio. La imaginación es uno de los punto clave de la magia, y por sí misma puede aportar mucho a la experiencia humana. Es al mismo tiempo parte y e influencia de la realidad existente en nosotros y a nuestro alrededor. Es posible que algo que esté en nuestra imaginación nunca llegue a realizarse en otros planos, pero es improbable, sino imposible, que algo que existe en cualquier rincón de nuestra realidad diaria no pueda ser imaginado, desde los grandes logros a las grandes desgracias.

La imaginación es una herramienta que todos poseemos. Incluso aquellas personas de las que se dice que no tienen imaginación: sí la tienen, pero no la usan de acuerdo con su potencial, simplemente procesan todo el mismo tiempo las mismas cosas, obteniendo idénticos resultados. Es como tener un horno en el que siempre, invariablemente, haces galletas de jengibre. Ocasionalmente las galletas pueden variar de forma, en primavera conejitos de Pascua y en invierno abetos de Navidad, pero la masa siempre será la misma, mismos ingredientes, mismas proporciones, cocinados por tiempo idéntico a idéntica temperatura.

En el otro extremo estarían las personas de las que se dice que “tienen demasiada imaginación”. Éstas pueden tener exactamente la misma cantidad de imaginación que cualquier otra persona, lo que ocurre es que no ejercen ningún tipo de control sobre la misma, de modo que la Máquina va tomando o recibiendo materiales nuevos cada vez, pero al carecer de un esquema o plan con la forma del producto final, realiza combinaciones al azar sin llegar a procesar nada por completo. En este horno se empiezan a cocer todo tipo de ingredientes combinados sin pensar – como una magdalena rellena de paté-, en tiempos y temperaturas distintas que no aseguran si quiera que la masa deje de estar cruda, y mucho menos que sea comestible.

Esto nos da una idea de lo importante qué es la imaginación, pero también de porqué no basta para que las cosas que queremos (o tememos) se realicen. Para que la Máquina funcione de un modo óptimo se requiere de la constancia de darle combustible o energía, mantenimiento y supervisión. Sí, aunque parezca increíble, muchas veces de manera inconsciente estamos dándonos todo este trabajo, cumpliendo los requisitos maravillosamente bien, precisamente para hacer realidad nuestras peores pesadillas.

La Máquina (podemos entenderla también como una cadena de montaje, o una fábrica1) requiere también de planos, mapas, esquemas o programas de ejecución que -por abiertos que queden- permitan que los materiales procesados sean capaces de ensamblarse entre sí de una manera coherente, y cumplir así sus funciones y nuestros objetivos.

Algunos conjuntos de piezas, como gomas o tornillos, pueden ser multifuncionales; Sin embargo son conjuntos de piezas diferentes los que darán como resultado un auto o una lavadora. Si no sabemos qué queremos puede darnos un híbrido entre el auto y la lavadora, aunque posiblemente no resulte demasiado funcional. Si de entrada sabemos que queremos dos o más cosas (siempre, y esto es importante, que no se excluyan mutuamente) simplemente habrá que emplear más tiempo y combustible, y por supuesto fabricar las piezas específicas necesarias para cada una de ellas.

Tener conscientemente un objetivo claro es muy importante, porque entre otras cosas evita que estemos realizando nuestras pesadillas en lugar de nuestros sueños.

Planos y materiales son un símil para hablar de aquellos elementos con los que nuestra realidad está construida. ¿De qué - al parecer, al menos- está hecha la realidad tal como la percibimos en nuestro entorno y en nosotros mismos?

Bien, en primer lugar tenemos un plano físico, que percibimos a través de nuestros sentidos2. De alguna manera que desconozco y que seguramente sea muy complicada de explicar, estas percepciones físicas pueden emularse en nuestra imaginación. Podemos recordar, recreando en nuestra imaginación imágenes y sonidos, así como olores, sabores, texturas, temperaturas, etc. Los fenómenos físicos como vibraciones, químicos, etc. no están presentes en el momento en el que recordamos, pero el efecto de los mismos en nuestra percepción se almacenó como información/material disponible en nuestra imaginación. Por lo tanto, cuanta más atención prestemos al momento en el que se produce la percepción, más información y más nitidez al respecto guardaremos en la memoria, quedando disponible para el uso que posteriormente quiera darle la imaginación.

También desarrollamos una parte de nuestra existencia en un plano no físico3. Me refiero a aquellas partes de nosotros cuya existencia no podemos negar, pero que no podríamos ubicar en una realidad física; Por ejemplo, la conciencia de nosotros mismos, las emociones, o las ideas. Ciertamente esas cosas no existen de la misma manera en que puede existir una mesa de jardín, que es básicamente visible y palpable para todo el mundo. Algo nos dice que existen “dentro” de nosotros y por lo tanto empleamos metáforas como “mente” o “corazón”, a pesar de saber perfectamente que si abrimos físicamente la cabeza de alguien no van a caer al suelo sus ideas como si se tratara de un "huevo kinder" o una piñata.

Estos otros elementos no-tangibles o no-visibles de nuestra realidad también son susceptibles de ser empleados por la imaginación. En el discurrir normal de nuestros pensamientos podemos recordar, proyectar o fantasear emociones como enojo, calma, enamoramiento, etc. También podemos irnos al campo mental y planear, tratar de entender un concepto, dar vueltas a una idea, o buscar símiles tratando de expresar lo que queremos decir.

Todas esas cosas pasan constantemente en nuestra realidad, en nuestro entorno y en nosotros mismos, y son susceptibles de dejar un núcleo de información en la memoria que nuestra imaginación puede usar posteriormente como materiales y planos para la Máquina. Este es un proceso que no necesitamos aprender, porque viene de serie con el ser humano. Ahora bien, si tenemos una idea de lo que queremos que la Máquina construya, y la voluntad necesaria para hacernos cargo desde la conciencia de algunos pasos del proceso de fabricación, debemos empezar por seleccionar la planificación (o, dicho de otro modo, el cauce por el que las cosas pueden discurrir hasta llegar al destino deseado) y la materia prima que más convenga a nuestro proyecto.


El primer paso, por lo tanto, será tomar conciencia de cuáles son los materiales y planos que poseemos en los almacenes de nuestra imaginación y cuáles estamos empleando en realidad. Así podremos decidir si son los que más nos convienen, si hay que cambiarlos por otros o simplemente introducir alguna modificación.

Muchos de ellos no están ahí porque nosotros, conscientemente, los hayamos ido a buscar primero y guardado posteriormente. A medida que nos adentramos en estos almacenes podemos darnos cuenta de que la mayor parte de su extensión no es un recinto privado: Nuestra cultura, nuestra sociedad, tradición, etc. se ha encargado por muchas generaciones antes de que nosotros llegáramos al mundo de guardar grandes cantidades material y planos en los almacenes comunes de la imaginación humana, con los que está comunicado cada almacén de imaginación individual (en el que, dicho sea de paso, nuestro entorno humano también ha ido guardando planos y materiales). Por lo mismo, pronto descubriremos que existen grandes cantidades de muchos y variados tipos de material y planos disponibles para esa Máquina de Construir la Realidad, aunque el almacén comunitario sea tan grande que algunas salas hayan sido olvidadas o descuidadas, y al llegar nosotros las encontremos desordenadas, sucias o destruidas.

Lo segundo que percibiremos es el contraste entre esas grandes y variadas cantidades de material y planos existentes, y lo reducido de los recursos con los que estamos dejando trabajar a nuestra Máquina. Esto puede provocar una sensación incómoda, que no es exactamente la misma que sentirse pequeños en un universo gigantesco, sino que se aproximaría más a la de vernos encerrados en un círculo de tiza o una jaula de papel en algún punto de una vasta y paradisíaca pradera. Si es sólo tiza, o papel, ¿cómo pueden retenernos? Bien, posiblemente porque desde dentro no parece precisamente tiza o papel, sino acero y cemento o cualquier otra cosa difícil de romper. También esto tiene una utilidad; Cuando lo que está fuera no es precisamente una pradera paradisíaca, sino un desierto plagado de demonios depredadores, la jaula se convierte en un refugio y agradecemos que esas líneas parezcan realmente fronteras inquebrantables. Los escenarios que encontremos al otro lado de las fronteras de lo conocido y habitual son también influidos por nuestra imaginación, así como las mismas líneas que se encargan de delimitar ambos territorios son gestionadas por ella.


NOTAS:

1 Ni idea de cómo explicaría esto si hubiera nacido antes de la Revolución Industrial. Por algo uso el término Postpaganismo.

2 Los sentidos se pueden definir como las percepciones debidas a un tipo de célula sensorial que responden a una energía física específica, y que corresponden con una zona específica del cerebro donde se interpretan las señales. Así, por tanto, a los sentidos aristotélicos - tacto, olfato, gusto, oído y vista- hay que añadirle otros cuatro, al menos. Termocepción, que es la percepción de la temperatura, Nocicepción, que es la percepción del dolor. Se distribuye en tres tipos de receptores: Viscerales, para los órganos internor; somáticos, para los huesos y articulaciones; y cutáneos, para la piel. Equilibriocepción: que es la percepción del equilibrio. Propiocepción: que es la percepción de la posición de cada una de las partes de nuestro cuerpo. http://culturatrivial.blogspot.com/2007/10/cuantos-sentidos-tenemos.html

3 Esta afirmación tiene propósitos de simplificación. Obviamente, si profundizamos en el tema, encontraremos muchos estudios e investigaciones tratando de descifrar en qué momento y lugar se producen los cambios químicos, eléctricos, etc. que dan origen, por ejemplo, a nuestras ideas.



Sigue en
: La máquina de construir la realidad (III). El Tejido: Construir y Transformar.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La transformación de uno, la transformación del mundo conocido. (I)


Empecé a escribir estas líneas tras reconsiderar algunos aspectos de la autodefensa psíquica. Ya se sabe que no hay como empezar a tirar de un hilo aparentemente corto para acabar deshaciendo el suéter y lo que en origen pretendía que fuera un artículo ha pasado a convertirse en una introducción a dos temas aparentemente incomunicados; La necesaria revisión del concepto de defensa psíquica, por un lado, y por otro, cómo la relación con el mundo cotidiano debe ser recreada constantemente a medida que avanzamos en nuestros propios caminos.


Aún hoy cuando escribo las palabras “autodefensa psíquica” no puedo evitar recordar la obra de Dion Fortune que lleva el mismo título, junto a una época que debería marcarme, en cierto modo. Pero con el paso de los años, uno se da cuenta de lo mal que lo habría pasado Fortune en una estación de metro cualquiera, en hora punta... O cómo habría vivido en uno de esos departamentos en los que hay todo tipo de cosas bajo la cama, simplemente porque los otros 35 o 40 metros cuadrados ya están ocupados. Esto no significa que la obra no sea recomendable - de hecho sigue siendo un referente básico en la cuestión -, pero es necesario entender, por un lado, que raramente vamos a vivir y desarrollarnos en un ambiente exento de peligros, y por otro, que esos peligros potenciales o manifiestos, no van a reducirse al ámbito mágico.

En el inicio del ciclo del héroe, éste se aparta consciente o inconscientemente del mundo conocido, cumple una serie de misiones, recibe ciertas herramientas, supera determinadas pruebas... Pero siempre debe regresar al lugar de donde partió. Sin embargo, nada volverá a ser lo mismo. El héroe , que ha andado entre mundos, ha sufrido una transformación tan profunda que aún regresando al lugar de partida, encontrará un mundo completamente nuevo en el que deberá aprender a integrar lo que ahora es, independientemente de que sea visto como un salvador o como un paria dentro de la comunidad que lo vio nacer.
El buscador, el aprendiz que toma el camino de la magia puede sufrir un proceso semejante. En un primer momento se alejará de aquello que hasta el momento le era conocido, saldrá al mundo y se llevará sus sorpresas y decepciones, superará pruebas, recibirá armas o herramientas, pero, al final, deberá saber reintegrarse al mismo mundo del que creyó partir, un mundo que una vez pareció familiar y ahora parece más extraño que cualquiera de los lugares que transitó en el viaje.

Si seguimos en un camino válido por cierto tiempo, el cambio llega a nuestras vidas, y sucede la transformación. Nuestra propia transformación implica una transformación en el mundo que conocíamos, porque nuestra percepción ha cambiado con nosotros. El velo que separa distintos mundos puede hacerse translúcido y permeable hasta el punto que veamos superpuestas las imágenes de dos mundos... Antes de descubrir que no se trataba de dos realidades distintas, sino de una misma única y compleja realidad, que algo en nuestras cabezas insistía en contemplar de un modo fragmentado - aunque esto también tenga su razón de ser-. Por lo mismo, uno debe entender que no se puede ser un héroe o una bruja en el tiempo libre que nos deja “el resto de obligaciones”, sino que deberá serlo en todos y cada uno de los momentos de su existencia.

Y posiblemente, aquí empiece lo complicado, cuando no se trata de salir en un viaje planeado por la agencia en las fechas convenidas a extrañas regiones, sino de despertar cada día en un mundo lleno de asombros que requiere lo mejor de nosotros mismos para que sigamos vivos. Ser conscientes de que esa vida que idealizábamos es ya un hecho, y no puede terminar cerrando los ojos como quien cierra las tapas del libro...
Significa que cuando has conocido las reglas que rigen esa realidad total, no habrá excusa para correr a encerrarse en lo absorbente del trabajo, la tremenda importancia de los compromisos familiares o lo arrebatador de las emociones que nos embargan, en un intento de hacer como si no supieras lo que ya sabes.
Ser consciente de que no importa el territorio que pisamos , pues desde que decidimos comprometernos con unos principios, se convertirá en nuestro campo de batalla, en una lucha que se prolongará hasta el último de nuestros días y, quizá, incluso más allá. Y que si cualquier lugar es un campo de batalla, deberemos ser capaces -en caso de necesidad- de convertir cualquier cosa que tengamos a mano en ese momento en un arma. Dicho de otro modo, que entendamos que nosotros vamos a ser esa arma.

Así, después de lidiar con algunos de los surtidos peligros del mundo “mágico” - o al menos haber echado una ojeada al catálogo y haberse hecho una idea de lo que va- uno puede identificar que fuerzas pueden estar intentando controlar, someter o depredar (a uno mismo o a otros) desde el otro lado del escritorio de la oficina, del mostrador de la tienda, o de la mesa de la cocina. Incluso si esas mismas fuerzas no pueden reconocerse a sí mismas en el espejo del baño, incluso cuando en su entorno se han apilado muchas mantas para acallar las posibles denuncias. Nuestro compromiso nos empuja a dar la voz de alerta y combatirlas, sin excusas.
Pero no va a ser suficiente con el impulso que nos hace dar un paso adelante. Y aquí entra el sentido que tiene ver la realidad de modo fragmentado; aunque todos los territorios sean susceptibles de convertirse en campos de batalla al poner nuestro pie en ellos; Es absolutamente necesario conocer sus particularidades, aquellos elementos que nos ayudarán a cumplir nuestro propósito de un modo eficiente, es decir causando el menor desgaste energético posible y dando resultados duraderos y de calidad.

Obviamente uno puede llegar a este tipo de conclusiones desde otras aproximaciones que no tienen porqué estar relacionadas con la magia, sólo por haber perseverado en cualquier camino válido. Porque, en el fondo, no se trata de una cuestión “mágica”, sino de una historia humana, y no se trata de una realidad “alternativa”, sino de la que nos encontramos día a día.
En lo que me queda por escribir, antes que hablar de magia en sí, voy a intentar esbozar algunas ideas acerca de la necesidad de sincronizar el mundo que somos por dentro y el mundo que se extiende fuera de nosotros, lo que puede significar convertirse en un elemento extraño que debe, no obstante, encontrar un lugar allí donde – ¡aparentemente! - no hay espacio para él. Retomar el tema de la autodefensa será importante y espero sea además de utilidad práctica tanto para aquellos interesados en la magia como para los que no. Pero también será necesario hablar de objetivos y voluntades, permanencias y compromisos.

Enfin, que continuará...

PD: Sí, últimamente estoy publicando ciertas cosas casi que por entregas. Espero que ayude a evitar saturaciones, tanto a la hora de leer como a la hora de escribir. Además, siempre es más interesante incluir lo que me hacen pensar o reconsiderar los comentarios que van apareciendo. Conste que no me olvido de los temas pendientes, ni siquiera del que trata acerca del "suelo que pisamos" :)

domingo, 8 de noviembre de 2009

Altar y ofrendas del Día de Muertos

Decíamos que este Samhain venía generoso. Y efectivamente, por primera vez en mucho tiempo parece que tengo más que escibir que tiempo para hacerlo... Pero, aún corriendo el riesgo de saturar al público con la palabra muerte tengo un último artículo que publicar. De entrada pido disculpas a los lectores Mexicanos, por los errores que pueda cometer, y por lo redundante que les pueda parecer el tema :P

Aunque no fuera el motivo del viaje a México, desde que uno lee El Árbol de las Brujas de Ray Bradbury no puede evitar preguntarse cómo sería vivir el Día de Muertos in situ. Lamentablemente, el año pasado las circunstancias impidieron una celebración adecuada, y esta vez simplemente no podía dejarlo pasar. Así que lidiamos para armar un altar de muertos doméstico medianamente decente y nos escapamos subrepticiamente con el fin de visitar algunas algunas ofrendas.

Una de las primeras cosas que sorprende del Día de Muertos, es que uno tiene la sensación de estar celebando Samhain con todo el mundo, no sólo en su casa, sino de manera pública. En Europa podemos sentir algo así en Navidad, cuando todo el mundo celebra de una manera u otra, aún sin saberlo, el Solsticio de Invierno. Sin embargo, los símbolos y significados del Día de Muertos resultan obvios y la capa de maquillaje aplicada por el cristianismo, tan delgada que, por momentos, parece no necesitarse. Aclaremos que la festividad del Día de Muertos era celebrada en Mesoamérica mucho antes de la llegada de los europeos. El significado de la misma, no obstante, parece coincidir esos núcleos de significado existentes en Europa antes de que el cristianismo modelara la festividad de Todos los Santos o Fieles Difuntos: La última cosecha, el papel del inframundo y sus habitantes en la renovación de la vida. [ Otra aclaración necesaria es que la celebración del Día de Muertos no tiene ralación con el culto a la "Santa Muerte", de orígenes sincréticos, pero que en su forma actual no es fácil remontar antes de la década de los '60. ]

Declara Jesús Bonilla (académico de la Facultad de Antropología e Historia de la U.V.) a La Jornada de Veracruz :
Precisamente en estas fechas termina el ciclo agrícola y se hace una ofrenda que busca propiciar la participación de esas almas que se encuentran en el inframundo, en el interior de la tierra, que es también el lugar donde se gesta la vida (...)
“En octubre es cuando la mata del maíz muere y nosotros vemos en el altar mazorcas, calabazas y el frijol en vaina, que se cosechan en estas épocas; es así que las sociedades mesoamericanas, a través de estos mitos, nos están remitiendo a esa concepción cíclica donde establecen una relación entre las plantas y el ser humano”(...).
Dijo también que las ofrendas representan tres niveles, las cuales, en su concepción indígena, nos remiten al inframundo, al plano terrestre y al supramundo, concebido en el espacio celeste. “Las fuerzas fecundadoras son liberadas por las almas que en estos días regresan del inframundo, ello permite enlazar un ciclo que termina con otro que está por iniciar” (...)
Se podría decir que en ambas orillas del Atlántico las diferentes festividades dedicadas a la a los muertos, y a la muerte como parte integral del ciclo de renovación de la vida sobre la tierra, aún con siglos de distancia, fueron convenientemente sincretizadas y ubicadas en el conveniente lugar del calendario cristiano.

El Altar de Muertos

El Altar de Muertos es una de las prácticas usuales en la celebración del Día de Muertos. Se trata de un altar doméstico en el que se presentan ofrendas a las almas de aquellos que ya partieron, señalando el camino de regreso para compartir la velada con los vivos.



Este es el Altar de Muertos que preparamos en casa. Cada región - y, suponemos, cada familia- tiene sus particularidades a la hora de preparar el altar. La diversidad cultural de México es amplísima, para hacerse una idea, sería recomendable echar un vistazo a esta muestra de altares indígenas. Por lo general los altares de muertos contienen algunos elementos de la tradición cristiana (cruces, imágenes del Purgatorio,...) que, en nuestro caso, obviamos deliveradamente, sin temor alguno a faltar a la tradición. Así mismo, los altares de muertos suelen estar dedicados a uno o varios difuntos, hasta donde me hicieron saber de la víspera de Noviembre existe un día asignado para diferentes tipos de muertos (los accidentados, los niños, etc.) y en algunos casos también se arman altares para aquellos difuntos que no tienen quién les recuerde.



Los altares pueden tener distintos niveles, nos quedamos con los tres que significan los tres mundos. Algunos elementos que aparecen en el altar tradicional, a parte de la ofrenda de bebida y comidas - usualmente, además del delicioso "pan de muerto", se incluyen alimentos acordes con los gustos del difunto al que se honra- son las velas, el incienso o copal, el agua y la sal... con significados elementales obvios para cualquier pagano.
A parte de éstos, el altar se adorna y delimita con papel picado - que reprensenta imágenes de esqueletos o personificaciones de la muerte, cuyos colores tienen a su vez un significado-, flores anaranjadas de Cempasúchil (Tagetes erecta) y rojas de Cresta de Gallo (Celosia argentea) y variados adornos con forma de calaveras y esqueletos, entre los que se cuentan esas calaveritas de azúcar en las que uno escribe su propio nombre. En algunas ocasiones con las mismas flores anaranjadas del Cempasúchil se hace un caminito desde la puerta de la casa al altar.




Ofrendas Públicas

Paralelamente a la celebración familiar o doméstica, y de aquella que se celebra en los panteones y cementerios, el festejo del Día de Muertos sale a las calles y entra en todos los ámbitos de la vida cotidiana en forma de decoración y ofrendas públicas. Los comercios y oficinas son decorados, y en las calles y plazas se presentan ofrendas públicas, una especie de "versión extendida" de los altares familiares que, además de la de los altares puede tomar desde la forma de alfombras florales en el suelo hasta complejos montajes decorativos.

En Ciudad Universitaria (UNAM) se realizan anualmente una muestra colectiva de ofrendas, para las que se elige una temática común. Este año fueron la dedicatoria fue - para mi regozijo - a la memoria de la obra y persona de Edgar Allan Poe coincidiendo con el bicentenario de su nacimiento. Aquí, algunas fotos;







PD: Todas las imágenes del post son ampliadas al clicar sobre ellas... por si se quiere apreciar los detalles :)

viernes, 6 de noviembre de 2009

Muerte, según Neil Gaiman

Buscando información para completar un comentario , me convencí de que valía la pena publicar un fragmento de la reseña escrita por José Torralba en Zona Negativa acerca de las miniseries de Muerte, de Neil Gaiman, que de todos modos recomiendo leer completa.

Muerte es vitalista… (...) Tal vez por arrebatar la existencia y probarla cada cierto tiempo es capaz de valorarla mucho más. Y sin embargo, contrariamente al tópico (...) aceptamos que su optimismo implica un grado mucho mayor de comprensión de la realidad como si, más allá de la profunda reflexión, el grado máximo de conocimiento implicara cierta despreocupación. Nada –parece decirnos– puede conseguir perturbarla o abandonar la sonrisa. Nada –parece decir su actitud– es capaz de hacerle daño en ningún sentido. Ahí tenemos una segunda característica: Muerte es sabia.
Además, aunque se nos aparece con aspecto antropomórfico, su origen hay que buscarlo en el principio del universo y de la vida, como ella misma relata: “cuando la primera vida existió, yo estaba allí esperando. Cuando la última vida muera, mi trabajo se habrá terminado. Pondré las sillas sobre las mesas, apagaré las luces, y cerraré el universo tras de mi, cuando salga”. Ahora sabemos que Muerte es eterna. (...)
El equilibrio del Universo depende de sus acciones y no piensa abusar de su poder. Muerte es honrada (aunque algunas veces haga algunos apaños).

Ahora bien ¿Qué nos hace sentirnos tan atraídos por ella? ¿Por qué simpatizamos inmediatamente? La respuesta hay que buscarla en el matiz de su labor: Muerte, como personificación, ama a la humanidad en general y cada vida en particular. Pone cuidado y cariño en cada vida que arrebata. La Muerte, en su iconografía clásica, nos es presentada como una canina aterradora que “siega” las vidas; y segar no es sino arrancar a puñados, sin distinción particular, sin cuidado ni delicadeza; con la actitud de un burócrata desalmado. Sin embargo, esta Muerte bien podría asemejarse, –siguiendo el paralelismo– a una jardinera que comprendiera exactamente el valor de cada rosa que corta; entendiendo que cada vida es única, irremplazable y digna de ser considerada de forma particular con sus sus colores, sus aromas… y sus espinas. No es raro pues que, según su leyenda, no te arrebate la vida sino que cuando la veas, caigas tan enamorado de ella que quieras seguirla y dejarlo todo atrás. Estoy seguro de que, si Ella existiera en estas condiciones, ninguno tendríamos miedo a morir.

Actualización NdP: "Mueren dos personas en retiro espiritual"

Pensaba que no se le iba a dar seguimiento a la noticia y que el motivo de las muertes - por el que preguntaba Owein- iba a quedar en el misterio. Agradezco a Tatanka el permiso de publicar sus traducciones a otras notas de prensa que siguieron y que confirman la falta total de sentido común, falta total de respeto no sólo a la Tradición, sino en primer lugar a las personas que sospechábamos. La fuente original de la primera traducción está en el caché de google, las noticias dejan de ser actualidad con rapidez. Por suerte, parece que toda la historia, sucesos y declaraciones, quedará reflejada en la Wikipedia (vesión inglesa), y hay que agradecer a las personas que han puesto su atención y esfuerzo para que este tipo de cosas no salten al olvido. con la facilidad acostumbrada. El tema sirve para hablar, de paso, de la apropiación (más bien secuestro) cultural y enlaza a otros artículos interesantes.

A veces uno se siente como un amargado en ese mundo newagero de flores, amor y facilidades. Parece que algunas personas no hacemos otra cosa que aguar la fiesta perpetua en la que algunos se empeñan en vivir, pero hay que remarcar que esa fiesta es siempre a costa de otras personas que fueron lo suficientemente confiadas como para dejar su seguridad en manos de unos irresponsables. No importa cómo loquieran vender, porque hay cosas que no están en venta.

Fuente: Newsfeeds researcher

Más de 50 seguidores del gurú espiritual James Arthur Ray habían soportado cinco días de ayuno, privación del sueño ejercicios de respiración para alterar la mente, cuando se los llevó a una cabaña de sudación (temascal) cerca de Sedona. La ceremonia deja tres muertos hace casi dos semanas. El guru alentaba a los participantes a luchar por el dolor provocado por el calor extremo, a fin de lograr un mayor nivel de conciencia, dijo un abogado de una mujer del sur de Arizona, que sobrevivió a la prueba . Antes de la ceremonia, el líder, gurú del desarrollo personal, James Arthur Ray, había enviado a los participantes a un ayuno de 36-horas al aire libre en el que se les negó la comida y el agua, el abogado dijo el martes. Sidney Spencer pasó en el sudor dos horas en la ceremonia como culminación del "Retiro Guerrero Espiritual", dijo su abogado, Ted Schmidt. Ella pasó cuatro días en un hospital de Flagstaff con fallo multiorgánico, dijo.

Fuente: Indiancountrynews.net

Una mujer identificada como Barb (ayudante del guru) dijo a los participantes durante una llamada telefónica que un "medium" había canalizado que los difuntos tuvieron una experiencia extra-corporal (desdoblamiento) durante la ceremonia de temascal y "se divertían tanto que decidieron no volver."


Fuente: Wikipedia

Perspectiva Nativo americana

Los Nativos Americanos expertos en la saunas han criticado que la construcción y las conductas reportadas no seguía la tradición ("bastardizada" y "burlada"). (...) Tradicionalmente, un líder sigue de 4 a 8 años de aprendizaje antes de que le sea permitido cuidar de gente en una sauna. La ceremonia sólo puede ser llevada a cabo por conductores autorizados procedentes de naciones legítimas. Los participantes reciben instrucciones de salir fuera en el momento en que lleguen a sentir molestias, y normalmente la ceremonia es detenida para ayudarlos. Raramente la cabaña se construye con materiales no trasnpirables. El cobro por la ceremonia se considera inapropiado. El número de participantes era demasiado alto y la duración demasiado extensa. Según los ancianos el descuido propició los desafortunados eventos. La tragedia se considera "un descuido absoluto", carente de preocupación alguna por la seguridad de los participantes y descaradamente negligente. La comunidad Nativo Americana busca activamente prevenir los abusos que se hacen de sus tradiciones.

lunes, 2 de noviembre de 2009

La Muerte

En el pasado post hablé de los antepasados, y de lo que considero su auténtico legado. Como comentaba a posteriori, sentí que me dejaba cosas en el tintero, que aún debía tratar, a parte, y aunque fuera de paso, la idea de la muerte en sí, y nuestra relación con ella.

Es sabido que algunas personas, o comunidades, prefieren eludir el tema como sino existiera. Otras personas, o comunidades, sobredimensionan la muerte, unida a toda una serie de connotaciones negativas, tejiendo un manto oscuro capaz de eclipsar al sol más radiante... hasta dejar atrás, casi sin darse cuenta, a la muerte en sí. Por eso algo que me parece hermoso cuando la muerte se presenta en las conversaciones con la naturalidad que ostentaría un invitado más. En reuniones de amigos o familiares, en conversaciones que cruzan ligerísimas nuestra jornada, se habla de la muerte y de aquellos que ya partieron, aunque no tengamos la certeza de hacia dónde. Los recordamos de una manera sencilla, y una sonrisa asoma en nuestros labios porque el recuerdo nos demuestra que una parte de esas personas permanece con nosotros, respira con nosotros, vive en nosotros.

La muerte nos enfrenta al mismo tiempo con la conciencia del fin, y la conciencia de continuidad. Sabemos que la muerte es una constante en nosotros mismos, que de un modo imperceptible nuestras propias células mueren, sin que ésto suponga “nuestra” muerte. Distinguimos, así mismo, la muerte de un individuo de la extinción de una especie. Lo que significa que la muerte abarca diversidad de escalas, pero por nuestra experiencia vital, reducimos el espectro sobre el que prestamos atención. A nosotros, humanos, la muerte parece hablarnos de aquellas cosas que no van a regresar, o al menos no vamos a volver a experimentar del mismo modo o bajo la misma forma. Por eso no sólo creemos que mueren las personas y el resto de animales o seres vivos. A nuestros ojos muere todo aquello a lo que en algún momento hemos concedido la idea de un nacimiento, de una vida; mueren las relaciones, mueren las épocas, mueren las tradiciones, etc. Muere todo aquello a lo que podemos conocer un fin. Aunque, al mismo tiempo, aquello que creemos muerto esté dispuesto a regresar precisamente bajo otra forma, y – si es que llegamos a darnos cuenta- nos toque reencontrarnos con la idea de continuidad.

Sea como sea, la irrupción de la muerte en nuestras vidas tiene la capacidad de contactarnos, aunque sea momentáneamente, con toda la amplitud de espectro que ella abarca. Aunque sea por un instante, su presencia nos golpea, sacudiendo nuestro esquema de lo cotidiano, obligándonos a admitir que los límites de nuestra experiencia están más lejos de lo que queremos creer, que hay más espacio que aquel en el que nos podemos llegar a encerrar en busca de una seguridad ficticia. Entonces podemos pensar en lo que deberíamos haber dicho, o en lo que deberíamos haber hecho, en las oportunidades que dejamos escapar, en las cosas que dejamos de vivir por mantenernos en ese encierro voluntario, creyendo poder burlar el filo de la guadaña.
Cuando la muerte roza nuestra intimidad, del mismo modo en el que puede actuar el amor – y a veces de la mano de éste-, la cercanía de la muerte puede transformar el mundo, y el mismo tiempo. Nuestras emociones se suceden, cambiantes, sacudiéndonos o aquietándonos como lo haría la mano de un gigante invisible... y muchas cosas que hasta ese momento parecían urgentes e importantes tienen que callar y pasar a un segundo (o tercero, o séptimo) plano. Emergen a la superficie de nuestra conciencia partes de nosotros que teníamos francamente olvidadas, y entonces o bien aprovechamos para reestablecer el diálogo con ellas, o bien tratamos de ignorarlas, empujándolas al fondo otra vez.

La muerte nos recuerda que nuestro tiempo en esta tierra, en esta vida, no es infinito. Por otro lado nos recuerda también que no hay nada fuera de nosotros a lo que podamos aferrarnos con tanta fuerza que ella sea incapaz de llevárselo en ese instante preciso cuya fecha ignoramos. Y parece hacer un guiño cómplice al remarcar ese “fuera de nosotros”, porque sabe, y nosotros deberíamos saber, que hay un espacio en nuestra conciencia que le está vetado por completo. Ese lugar en el que los recuerdos habitan, respirando con nosotros, y con nosotros construyendo nuestro día a día.

No dudo que las festividades para los muertos son, en realidad, una necesidad de los vivos. Y que antes que un reencuentro con los que ya murieron lo importante es el reencuentro con esa conciencia de la muerte, del fin y la continuidad presentes a cada instante, incluso en lo más remoto de nuestro organismo.
Hablamos de conciencia; el saber o el conocimiento que a veces duele, y esas heridas que pueden convertirse en algo más que cicatrices: puertas. La muerte sucede, no importa como queramos adornarla o pretendamos ocultarla, está ahí. Tiene un mensaje para nosotros, aunque tal vez no sea el que queramos oír. Y, sin embargo, cuando vencemos las barreras impuestas por el temor, lo que tiene que decirnos no es tan horrible. Lo que tiene que decirnos es algo bastante valioso, de hecho, para incorporar a nuestra experiencia cotidiana, y mejorar nuestras vidas.

¿Qué pasaría si no tuviéramos que esperar esa sacudida para pensar en las oportunidades que no deberíamos dejar escapar, para decir lo que debemos decir, para vivir lo que queremos vivir?. Para permitirnos que el tiempo se ralentice y las cosas empiecen a acostumbrarse a ocupar el lugar que realmente les corresponde en la lista de prioridades, porque la vida está primero. A actuar sin temor de que las cosas que quisiéramos conservar se pierdan, porque de todos modos se perderán tarde o temprano y entonces no tendremos ni aquello a lo que pretendíamos aferrarnos ni la experiencia que dejamos escapar por culpa de ese temor. La muerte puede enseñarnos a vivir sin ese miedo, sin aceptar toda la serie de condicionamientos y estupideces que se pretende volcar sobre nosotros, toda esa carga que vamos acumulando y transportando, por más que nos pese, sin saber a dónde va ni para qué. En lugar de esto, podemos preferir que sea “un poco de muerte” lo que nos acompañe en este viaje que es la vida, una pequeña muerte que se encargue de tirar por la ventana, sin asomo de culpa, el equipaje de sobra, para poder llevar con nosotros el que realmente nos sirve.
Que una pequeña muerte habite en nosotros, para recordarnos que en cualquier momento podemos empezar de nuevo. Que una pequeña muerte asome a nuestros ojos cuando algún idiota quiera imponernos algo que no nos interesa... y con suerte se asuste y se vaya bien lejos.
Una pequeña muerte que nos recuerde que la frontera entre lo que fue y lo que es puede ser tan fina que tengamos que combatir muchas veces a los mismos monstruos, bajo distintas formas... pero también reencontrar el amor, una y otra vez, a través de esos lazos que ni ella misma puede cortar por completo.