viernes, 26 de junio de 2009

El fin de un mundo

Primero debes reconocer el mal. Luego, debes combatirlo.
Finalmente, debes evitar convertirte tú mismo en mal.

A lo largo de nuestro aprendizaje acumulamos una serie de conocimientos teóricos y prácticos que, con suerte, no tardamos en comprender que quedan integrados de manera natural a las diversas facetas de nuestras vidas. Entendemos, también, que así como los Dioses pueden recibir varios nombres, o que cualquiera de éstos puede abarcar una diversidad casi infinita de significados; Sucede que aquello que nosotros guardamos en el baúl de la "magia", la "espiritualidad" o el "crecimiento personal" es muy similar a lo que otras personas creen y practican a diario, por más que nunca le asignarían dichas etiquetas.
Así mismo, se nos suele decir que hay que ser prudentes en el uso de la magia, procurar no tener ventaja sobre el resto de personas... lo que contribuye a que, en muchas ocasiones, no nos demos cuenta de que a menudo el mundo es un campo de batalla, en el que tratar de usar la magia como arma viene a ser como enfrentarse a una legión de tanques cargados con cestos de flores.
Por lo mismo, antes de pensar en un mundo de "no-magos" indefensos, deberíamos empezar a cuestionarnoa hasta qué punto son válidos nuestros criterios de delimitación. No sólo porque podamos aprender mucho de gentes que supuestamente nada tienen que ver con la magia, sino también porque nos tocará enfrentarnos a personas con el mismo o mayor grado de práctica y conocimiento, pero alineados en el bando contrario.

No existe, pues una "ética mágica", sino una "ética integral" a aplicar en todas y cada una de las situaciones que aparezcan o generemos en nuestras vidas.

Una de las cosas que me ha tocado conocer en los últimos meses es la cantidad de empresas fraudulentas que, de modo incomprensible, basan antes su negocio en estafar a la gente que en producir, transformar comercializar algún producto, o prestar servicio alguno.
No hace falta que me extienda acerca de las maldades de la publicidad (que parte de crear necesidades donde antes no existían) o el telemarketing (que añade un ingrediente de acoso a la cuestión), pero hay cosas aún peores. Por ejemplo aquellas "empresas" multinivel que funcionan a base de asegurar grandes comisiones a cambio de un reclutamiento continuo de nuevos vendedores. El sistema funciona de manera que es el "vendedor" el que compra los productos, de modo que la única manera de recuperar este gasto es sacarse la mercancía - posiblemente de dudosa calidad - de encima, y la única manera de sacar algún beneficio de esta trampa será entrampar a su vez a algunos "vendedores" más, y vuelta a empezar.

Como en los esquemas piramidales o el mil veces mencionado timo de las células de la abundancia, sólo los iniciadores de la estafa ganan, a expensas de aquellos que no pudiendo seguir con la cadena no sólo no conseguirán ganancia alguna, sino que perderán su inicial inversión. Es un sistema fraudulento, que busca sus "víctimas" entre los demasiado confiados, que juega por un lado con la ambición de aquellos que esperan "ganar mucho a cambio de nada", pero también con las necesidades básicas de aquellos otros que se encuentran en situaciones desesperadas.

¿Cuál es su procedimiento? Usualmente citan a las personas con ofertas engañosas que poco tienen que ver con lo que luego encontrarán. Luego, sometiéndolas a un sinfín de charlas "motivacionales", dosifican la información creando un auténtico espectáculo de humo y espejos. Estos curiosos "procesos de selección" constituyen auténticas guerras psíquicas que buscan acceder a la persona, desequilibrarla, confundirla y, finalmente, dominarla. Funcionan con argumentos del tipo "Si llevas x meses buscando trabajo y no encuentras, ¿Quién está fallando, las empresas o tú? La respuesta es: Tú. Pero si realmente quieres trabajar, te daremos una oportunidad". Y así generan grandes esperanzas, como quien pone la zanahoria ante el asno para hacerlo ir por donde le conviene, pero sin dársela jamás. Cuando la persona, lógicamente, empieza a dudar, si hace una pregunta le responden con una burla, excluyéndola del grupo, o bien se remarca la idea de "Ahora has recorrido 1/2 camino. ¿No se siente uno terriblemente mal cuando deja algo por terminar?". La realidad es que esas personas acuden a la cita pensando en un trabajo de archivista, administrativo, atención a clientes, etc. se les sorprende asegurándoles un sueldo mucho mayor y un horario mucho menos de los que serían lógicos, se les asegura que no son ventas, y no lo son, no se espera de ellos que sean vendedores, sino que, después de una semana de formación no remunerada (más charlas) compren el producto para "conocerlo" y recluten más gentes para la trampa.

¿Qué es lo peor? Como en el caso de las células de la abundancia , que en su versión más reciente se extendieron en grupos de terapias alternativas o movimientos supuestamente "antisistema", se alude a la autoestima, a la generosidad, a la solidaridad, a la "mente abierta", a lo lógico de unos horarios reducidos, o del reparto lógico de las ganancias. Lo peor es que las charlas motivacionales emplean toda una serie de conocimientos y prácticas comunes al "crecimiento personal". ( En una ocasión conocí incluso cierta empresa que bajo esta fachada newagera no sólo seguía un procedimiento de estafa similar, sino que el producto en cuestión que manejaba era una línea de cosméticos y productos dietéticos elaborados a base de una planta patentada , que antes había sido sagrada durante siglos entre ciertos indígenas que, por lo mismo, ya no podían tener acceso a ella).

En "Buenos Presagios" (Pratchett y Gaiman) aparece Crowly, un demonio frustado porque sus jefes no entienden que generar el caos en la red viaria, con toda la reacción en cadena que provocará en las vidas de los implicados, es una acción mucho más malvada que tentar a un solo hombre para que, por ejemplo, cometa una infidelidad. Por desgracia, parece que los que técnicamente están del otro bando tampoco acaban de comprender este razonamiento. Muchas estructuras e individuos, aún con buenas intenciones, están haciendo algo peor que una camada cualquiera de magos negros, delante de nuestras narices y sin ser molestados. Debería tenerse en cuenta.

Estamos en una época relativamente difícil, la nuestra es una generación que, por primera vez en siglos, no sólo se enfrenta al hecho de ver descender su nivel de vida ante el que tuvieron sus padres, sino que además ha sido educada a base de "grandes esperanzas" de modo que es lo último que esperaba, lo último que estaba preparada para enfrentar.
Crecimos y vivimos envueltos en un escenario ficticio de bienestar, porque un i-Pod no compensa el que uno no pueda independizarse, uno se pregunta si realmente los jóvenes han querido convertirse en niños eternos, o si más bien esto se ha fomentado porque conviene más al mercado. Como sea, tarde o temprano, este mundo ficticio se desmoronará por completo, y se necesitarán hombres y mujeres dignos de ese nombre. Muchos habrán de quedar bloqueados por el pánico en el proceso, y otros deberán asumir la responsabilidad de construir soluciones con lo que tengan a mano.

En este marco quiero hablar de los seminarios, cursos y cursillos, etc. de "magia" , "autoayuda" o "superación personal". Desde mi punto de vista están actuando en demasiadas ocasiones como estafas piramidales, dando un uso pésimo, contrario a los principios que dicen defender. Por ejemplo, tomemos a un individuo que realiza un curso "x" con el fin de "mejorar su vida". La cosa funciona en cierto modo, por lo que toma algunos cursos más y se convierte en instructor para "ayudar a otros a mejorar su vida". Éstos siguen el mismo proceso, se convierten en instructores y, consecuentemente, a la larga se necesitarán más y más clientes dispuestos a pagar por ser instruidos y "mejorar sus vidas". Para que todos realmente ganaran y pudieran seguir cobrando las cantidades exorbitadas que se manejan para este tipo de cursos, se necesitaría un crecimiento infinito...
Podemos pensar que se podría dar, porque todas las vidas son susceptibles de mejora. Pero el paro crece, la gente no tiene ni para pagar su hipoteca, que vale ya más que su casa, y aquellos aspectos de "mejora personal" sólo funcionan cuando las necesidades básicas están cubiertas (ver la pirámide de Maslow, como ejemplo). De modo que toda esa gente de los cursos - que debo suponer bienintencionada- está generando una fantasía horrible acerca de si pagas lo suficiente encontrarás la verdadera felicidad, pero aunque pueda ser un negocio rentable, los últimos en llegar sean los grandes perdedores, al darse cuenta de que lo que aprendieron no sirve para solventar sus problemas más inmediatos.

En otras palabras; Aunque las casas deban tener un tejado, no puede ser éste lo primero que se construya. Una tradición, ideología o sociedad en la que los productores de tejados son excedentes y faltan, por el contrario, cimentadores, no tiene futuro.

No es mi intención ser pesimista, y, como mencioné con anterioridad, está claro que, además de destruir hay que saber crear, sólo me preguntaba hacia donde debía dirigirse esta energía creadora (que, a su vez, es una modalidad de combate en sí misma). Existe la necesidad de ser productivos, de ser capaces de poner cimientos que soporten lo que nos viene encima. Pues aunque soy consciente de la incidencia del pensamiento sobre la realidad que generamos, considero que viene un tiempo de prueba, en el que deberemos enfrentar y vencer no sólo la tan mentada crisis, sino también a aquellos que generaron el discurso ficticio del bienestar, los mismos que ahora tienen la desfachatez de advertirnos del monstruo que crearon y nos echan encima como una patata caliente.

Lo que nos enseñaron puede quedar obsoleto antes de lo que se espera. Pero podemos aún, con nuestros propios medios, recuperar la relación con la realidad del mundo que nos rodea, por triste que en un primer momento nos pueda parecer, y empezar a construir algo diferente para nosotros mismos, y los que nos sucederán. Tenemos, una vez más, la oportunidad de reencontrarnos con nuestra propia humanidad, algo que no se forjó entre cojines. La magia, bajo ese mismo u otros nombres, estará con nosotros, porque creció con ella.
De darnos cuenta de que todo lo que tenemos, entre tanto caos, es un número de recursos limitados, incluyendo nuestro tiempo, que pueden aprovecharse de mejores maneras que aquellas a las que nos malacostumbraron. Darnos cuenta, también, que las personas podemos tenernos las unas a las otras, y que una buena conversación de café con alguien que apreciamos puede ser mucho más efectiva para nuestro bien que un montón de frases repetitivas ordenadas de manera que queden al servicio de aquellos que quieren "cobrarnos" por "mejorar nuestras vidas".

domingo, 21 de junio de 2009

La Espera (Solsticio de Verano)

En mi tierra los niños deben apurarse en recoger los últimos restos de muebles viejos para las pilas de las hogueras de San Juan, y los jóvenes pensar en el baño de medianoche en las verdes y cálidas aguas del Mediterráneo; mientras algún mayor piensa aún en adentrarse en la oscuridad del bosque para encontrar esa planta que sólo brilla en esta noche y que asegura la fortuna de aquel que la descubra... Mi mente se llena de recuerdos rodeando aquella que en el lugar donde crecí es la noche más mágica del año; Pero aquí, al otro lado del océano, el día amanece fresco y del cielo plomizo cae la lluvia como en un día cualquiera de primavera, que nos mantiene prisioneros en la casa, o nos retiene bajo un toldo si nos sorprendió en las calle, y un reloj sin números o señas marca los latidos desesperados de una espera indefinida, como un encierro del que desconocemos los motivos o el término.

La semana pasada, descubrimos una mariposa recién salida de su crisálida. Su nombre científico es Pterourus multicaudatus, relacionada en el México antiguo con la diosa Xochiquétzal, diosa joven cuyos atributos son tales como la belleza, la alegría o la inspiración artística.
En nuestra imaginación, la metamorfosis de la mariposa es un tópico más; tras una vida de arrastrarse por el suelo, de roer tallos y hojas, el gusano se encierra en una vaina de la que saldrá revoloteando como si nada, convertido "como por arte de magia" en un hermoso ser alado destinado a nutrirse del néctar de las flores.
Sin embargo, como todos los procesos de nacimiento, éste no ha de ser tan fácil; la nueva mariposa debe romper su propio encierro, despliega sus alas (que, extendidas, ocupan varias veces el tamaño de la crisálida de la que salen) , debe liberarse del meconio, los residuos generados en el proceso de transformación, y debe permanecer quieta, completamente indefensa, el tiempo necesario para que esas incómodas y extrañas alas que le pesan como una terrible carga, se sequen y puedan ser empleadas en su primer y torpe vuelo.

El símil está claro, entonces, nada ni nadie puede eludir esos impuestos tiempos de espera que nos separan como un abismo, tan delgado como profundo, de las promesas más hermosas, de aquello que queremos y alcanzamos a ver pero no a tocar; Esos tiempos en los que tenemos la horrible sensación de "no hacer nada" o de no tener "control sobre nada".
Todos tenemos una cierta idea de lo que es hibernar, de un tiempo que pasa en un sueño, mientras nos recuperamos; no es este el tiempo al que me refiero, sino aquel otro en el que, después de la hibernación, de haber tenido todo el descanso necesario, aún tenemos que permanecer quietos y en espera; el que nos hace desesperar.

Quietos, como niños castigados "de cara a la pared", sin explicaciones que lleguen del exterior, nos preguntamos qué demonios sucede, qué hemos hecho tan mal para recibir este castigo, sobre qué hemos de reflexionar, etc. Como alumnos que al principio se muestran reticentes y luego empiezan a comprender que hay cosas que van más allá de lo que tenían en mente, nuestra interpretación de la vida no tiene más remedio que ensancharse. Mientras por un lado son golpeados repetidamente los cimientos que creíamos tan sólidos, por otro -mediante la inmovilización, la falta de rango de movimiento real, la imposición de la paciencia - somos como la madera que se deja sumergida en agua con el fin de que alcance la flexibilidad necesaria para trabajar con ella.

No es que todo lo que un día conformara nuestro universo no sirviera ya, sino más bien encontramos que los límites que nos marcáramos en otro momento se han empezado a expandir hasta perderse de vista, dejándonos temporalmente desorientados hasta que podamos reubicarnos en las nuevas coordenadas ( ¡ Cuánto tendrá que cambiar la percepción de un ser que se arrastra por el suelo y roe tallos y hojas al convertirse en un ser que vuela y se alimenta del néctar de las flores! ). De este modo, puede que nos encontremos cuestionándonos nuestras propias ideas acerca del proceso de aprendizaje, o de lo que significa seguir un camino. Que nos detengamos, y surja la cuestión - como florecería una flor - acerca de si realmente en este tiempo extraño e incómodo en el que "no hemos estado haciendo nada", realmente "no ha sucedido nada".

Sin embargo lo que, efectivamente, ha sucedido, no lo podremos descifrar a menos que contemos con la perspectiva que el tiempo concede, cuando nos encontremos en el lugar al que nuestro ser quería llegar, desde esa conciencia de las mariposas, de la que la forma de gusano carece. Todo cambio parte de una idea, como una semilla, que arrastramos - tal vez de un modo no consciente, como las ardillas que piensan en almacenar reservas de alimento en lugar de sembrar robles - hacia la corriente de la vida y que contiene en sí lo necesario para germinar y crecer, abriéndose paso a través de la tierra que la sepulta. Y puede que, durante el proceso, la forma de nuestro ser que vamos a dejar atrás sea engañada, como Thor entre los gigantes.

viernes, 12 de junio de 2009

La resistencia no es suficiente


Tal vez sea cierto que el paso de los años muda las tonalidades del alma, que uno avanza, aun por caminos no marcados, sin poder escapar de los inviernos y las primaveras, de los veranos y otoños que dejan su huella sobre el terreno que lo envuelve, del que también forma parte. Que la conciencia se da cuenta que nuestro tiempo no es infinito, que la cuenta de nuestros días, por más que desconocida, resulta cuenta al fin, y a medida que avanza deja atrás cada vez más, mientras su carga se aligera y se renueva mientras, a su paso, algunas puertas se abren y, necesariamente, otras se cierran.
Que la Vida nos lleva a situaciones que no esperábamos, que - tal vez- podríamos haber intuido, de haber prestado la necesaria atención pero que, después de todo, se trata éste de un detalle irrelevante. Que, en ocasiones, los planes se escurren como el agua por el desagüe, y no hay más remedio que aceptar las sugerencias del Universo... o tal vez de aquello que nuestro subconsciente ha sido capaz de construir con el fin de llenar ese vacío que la naturaleza detesta.

Y, al crecer, nos damos cuenta que una vida de resistencia, simplemente no basta. Es posible que algunas personas llevemos el "no" implantado; Hemos trazado nuestro camino negando aquello que era contrario a nuestros principios y, por aquello en lo que creíamos, hemos vivido en perpetua oposición. Pero aunque tuviéramos el espíritu del salmón, y estuviéramos destinados a ir contracorriente, seguiría siendo nuestro deber mostrar al mundo que existen alternativas. Es necesario entonces aprender a encender nuestra parte creativa, lo cual se convierte en una tarea para la que se ha de ser constante y confiado.

Una vida de resistencia, simplemente no es suficiente, como no es suficiente que el árbol permanezca erguido; es necesario, además, que dé sus frutos y semillas para que su existencia tenga continuidad. Nos damos cuenta cuando formamos parte de algo más grande que nosotros mismos, cuando no pensamos sólo en un eslabón aislado, sino en la cadena y nuestro propio lugar entre los que fueron y los que vendrán.
Recibimos y legamos un conjunto de conocimientos, a los que debemos dar vida con nuestra propia vida, como prueba de que son reales y posibles. Es entonces que, incluso en los momentos más oscuros, no puede llegar a seducirnos la tentación de hundirnos, de malbaratar este tiempo único que nos ha sido concedido; que la deuda con los que fueron y los que serán a un mismo tiempo nos mantiene a flote y nos carga de una responsabilidad de la que intentar zafarse sería algo peor que un infierno.
No me refiero a familias, estirpes o grupos artificialmente formados. A veces, todo cuanto sabemos de aquellos seres con los que nuestra alma está emparentada es que deben existir en algún tiempo y lugar, sobre esta misma tierra. Que sus idiomas, sus rasgos, el color de su piel pudieran ser diferentes de los nuestros, pero que, de vez en cuando, des del fondo de sus propias vidas extrañas, envueltas en circunstancias diversas, se detienen, suspiran tal vez, y piensan que nosotros, tan desconocidos como familiares, existimos en algún tiempo y lugar, sobre la misma tierra, sintiendo en el silencio el invisible y sacro vínculo, sin comprenderlo por entero.

A veces conservamos, a veces creamos de nuevo, todo aquello que es necesario para adaptarnos al mundo y sus cambios sin perder nuestros valores, sin violar nuestros principios, sin faltar a aquello que respetamos, y traicionarnos a nosotros mismos. Y aunque debemos tener presente que en caso de que nosotros caigamos, otro igual o mejor se levantará para ocupar el lugar que dejamos, sabemos que sobrevivir no es extinguirse en un postrero ataque de furor justiciero, sino ser capaces de dar una solución de continuidad al camino que hemos escogido. Que el esfuerzo que se nos exige suele ser mucho mayor en tiempos de paz que en tiempos de guerra.
Es relativamente fácil, en un momento de urgencia, tomar una decisión correcta y definitiva, cuando un coraje surgido de lo profundo de nuestro ser toma el mando y nos empuja adelante, nos hace saltar al abismo, sin que lleguemos a preocuparnos demasiado de las consecuencias. Es relativamente fácil decir "no" una vez detectada la trampa, el engaño... pero no es suficiente.

Miles, millones de caminos humanos se han agotado y truncado al llegar a este punto, entre los que no llegan a saltar, y los que no saben qué hacer después de haber saltado, pues siempre será necesario ir más allá. De poco sirve un ejército de mártires a la Vida. De poco sirve rescatar a un bebé de la muerte si no somos capaces de nutrirlo, de criarlo o cuanto menos mantenerlo con vida hasta dejarlo en manos de alguien que pueda encargarse de esta tarea. Sin embargo, a menudo estamos solos. La lucha, la resistencia es necesaria, pero no suficiente por sí misma.

Pasa el tiempo en nuestros relojes, y adquirimos nuevas responsabilidades, o tareas correspondientes a un nivel desconocido - por nosotros - hasta el momento. Llega un momento en el que se hace necesario demostrar que no sólo existen razones para decir "no", sino que existe algo a lo que decir "sí", que un camino diferente a los comúnmente marcados - no sólo por el paso de muchos, sino por el interés de unos cuantos - será también viable, conduciéndonos por territorios más ricos, más reales, que vale la pena recorrer y disfrutar.
Si no conseguimos encontrarlos, a pesar de estar seguros de su existencia, podremos seguramente inspirar o fortalecer a otros para la resistencia, pero nos habremos quedado a medias, y será para nosotros sólo un hermoso mito lo que para otros, más capaces o afortunados, devendrá una realidad vivida.

miércoles, 3 de junio de 2009

Alas y Garras

Observé desde la terraza, en silencio y con admiración, los árboles oscuros, mucho más altos que las casonas que parecian hacer reverencias a sus pies. Sus siluetas, recortadas contra el cielo iluminado por la luna, moviéndose con delicadeza como si de un exquisito teatro de sombras se tratase... pero la escena tenía, sin embargo un cariz antiguo, más antiguo que la ciudad, más antiguo incluso que aquella primera colonia.
Como si las testas señoriales de los árboles y el perfil de los montes que rodean el inmenso valle tuvieran una memoria cuyos recuerdos se dispersaran en el aire como una bandada de esporas o semillas voladoras, que, al respirarlas pudieran hacerse inteligibles si no a la razón, al menos sí al alma que nos habita.

En ocasiones, sin que conozcamos la verdadera razón, un día o una noche cobran una especial relevancia, al darnos cuenta de algo. Nuestras ideas han ido madurando y engordando como frutos en un árbol, sin que nada ni nadie pudiera acelerar o decelerar el proceso, y como debía ser el momento preciso, cayeron por su propio peso, dejándonos una increíble sensación de alivio.

Contamos con cielo sobre nuestras cabezas y la tierra bajo nuestros pies, que en nuestro interior devienen templos exentos de muros, extendiéndose hacia el infinito. Un santuario, un lugar seguro, donde los extraños no fisgonean, ni los problemas pueden a alcanzar a dominarnos, el espacio propicio para recordar lo que somos en realidad, protegerlo y nutrirlo para el siguiente asalto contra ese montón de cosas del mundo que nos son contrarias.
Paseando por estos parajes, la conciencia recuerda que lo podemos perder todo, puesto que todo puede ser reconstruido, mientras nos conservemos a nosotros mismos de un modo íntegro. Como si recogiéramos huesos, los juntáramos y los devolviéramos a la vida, recolectamos aquellas partes de nosotros que fueron extraviadas en algún momento y las disponemos para un despertar tranquilo, claro como un amanecer de verano, cálido como el aroma de los leños quemándose en el hogar. Pensé en mi disposición cuando me fui de Barcelona, sin tener demasiado claro cómo irían las cosas, dejando atrás muchas cosas buenas y queridas, sin una idea clara de la fecha de regreso... y pensé que sería un error terrible traicionar ese espíritu, más lúcido que aquel al que de vez en cuando -sino con frecuencia- nos arrastra el aburrimiento.

Cada uno de los seres que pueden considerarse libres - y libres aún bajo el peso de las cadenas -, ha pagado un elevado precio por conservar las alas o las garras que, por naturaleza, le pertenecían. Ha vivido el lado menos atractivo de la diferencia, las dudas y la soledad; Ha soportado un peso del que, con suerte, se habrá podido librar con las mismas armas que se trataba de neutralizar. Se ha dado cuenta de que la responsabilidad de su vida recae únicamente sobre su persona, entendiendo que, aunque quisiera poner excusas, ya no sabría cómo. Que ya no puede definirse por su edad o lugar de procedencia, por sus ocupaciones laborales o por los temas estudiados, sino por lo que es en realidad su persona... pero, al mismo tiempo, que esto, por sí sólo no es suficiente, que debe encontrar aún el modo en que esa realidad pueda llegar al mundo, sorteando los obstáculos en el camino, como los ríos desembocan en el mar.

Tal vez más tarde que pronto ha descubierto no estar hecho para obligarse a moverse con extremo sigilo, por temor a estropear algo. Tal vez más tarde que pronto ha aprendido que, aunque existen tiempos de paz, los cambios se suceden y nos obligan a movernos... Que la diferencia, tal vez, sólo esté en si nos sentimos arrastrados por una corriente extraña que nos sorprende y amenaza con ahogarnos, o si por el contrario la aprovechamos para planear tranquilos hasta donde queramos llegar, ahorrándonos el esfuerzo de batir las alas. De modo que, si alguna vez tienen que tomar una decisión, la tomará sin dudar, haciendo lo que sea su deber hacer; mientras en su entorno, cada quien - igualmente libre y responsable- deberá hacer otro tanto. Y estará bien... el amor no depende de estas cosas, el amor que vale la pena siempre está donde debe estar. A la luz de estas consideraciones, se desvanecen los temores y se invierten los términos, de modo que, ante las peores perspectivas, no nos sentimos ya angustiados, sino confiados y fortalecidos. Y, ante el espejo, regresa el brillo a nuestros ojos.