domingo, 21 de junio de 2009

La Espera (Solsticio de Verano)

En mi tierra los niños deben apurarse en recoger los últimos restos de muebles viejos para las pilas de las hogueras de San Juan, y los jóvenes pensar en el baño de medianoche en las verdes y cálidas aguas del Mediterráneo; mientras algún mayor piensa aún en adentrarse en la oscuridad del bosque para encontrar esa planta que sólo brilla en esta noche y que asegura la fortuna de aquel que la descubra... Mi mente se llena de recuerdos rodeando aquella que en el lugar donde crecí es la noche más mágica del año; Pero aquí, al otro lado del océano, el día amanece fresco y del cielo plomizo cae la lluvia como en un día cualquiera de primavera, que nos mantiene prisioneros en la casa, o nos retiene bajo un toldo si nos sorprendió en las calle, y un reloj sin números o señas marca los latidos desesperados de una espera indefinida, como un encierro del que desconocemos los motivos o el término.

La semana pasada, descubrimos una mariposa recién salida de su crisálida. Su nombre científico es Pterourus multicaudatus, relacionada en el México antiguo con la diosa Xochiquétzal, diosa joven cuyos atributos son tales como la belleza, la alegría o la inspiración artística.
En nuestra imaginación, la metamorfosis de la mariposa es un tópico más; tras una vida de arrastrarse por el suelo, de roer tallos y hojas, el gusano se encierra en una vaina de la que saldrá revoloteando como si nada, convertido "como por arte de magia" en un hermoso ser alado destinado a nutrirse del néctar de las flores.
Sin embargo, como todos los procesos de nacimiento, éste no ha de ser tan fácil; la nueva mariposa debe romper su propio encierro, despliega sus alas (que, extendidas, ocupan varias veces el tamaño de la crisálida de la que salen) , debe liberarse del meconio, los residuos generados en el proceso de transformación, y debe permanecer quieta, completamente indefensa, el tiempo necesario para que esas incómodas y extrañas alas que le pesan como una terrible carga, se sequen y puedan ser empleadas en su primer y torpe vuelo.

El símil está claro, entonces, nada ni nadie puede eludir esos impuestos tiempos de espera que nos separan como un abismo, tan delgado como profundo, de las promesas más hermosas, de aquello que queremos y alcanzamos a ver pero no a tocar; Esos tiempos en los que tenemos la horrible sensación de "no hacer nada" o de no tener "control sobre nada".
Todos tenemos una cierta idea de lo que es hibernar, de un tiempo que pasa en un sueño, mientras nos recuperamos; no es este el tiempo al que me refiero, sino aquel otro en el que, después de la hibernación, de haber tenido todo el descanso necesario, aún tenemos que permanecer quietos y en espera; el que nos hace desesperar.

Quietos, como niños castigados "de cara a la pared", sin explicaciones que lleguen del exterior, nos preguntamos qué demonios sucede, qué hemos hecho tan mal para recibir este castigo, sobre qué hemos de reflexionar, etc. Como alumnos que al principio se muestran reticentes y luego empiezan a comprender que hay cosas que van más allá de lo que tenían en mente, nuestra interpretación de la vida no tiene más remedio que ensancharse. Mientras por un lado son golpeados repetidamente los cimientos que creíamos tan sólidos, por otro -mediante la inmovilización, la falta de rango de movimiento real, la imposición de la paciencia - somos como la madera que se deja sumergida en agua con el fin de que alcance la flexibilidad necesaria para trabajar con ella.

No es que todo lo que un día conformara nuestro universo no sirviera ya, sino más bien encontramos que los límites que nos marcáramos en otro momento se han empezado a expandir hasta perderse de vista, dejándonos temporalmente desorientados hasta que podamos reubicarnos en las nuevas coordenadas ( ¡ Cuánto tendrá que cambiar la percepción de un ser que se arrastra por el suelo y roe tallos y hojas al convertirse en un ser que vuela y se alimenta del néctar de las flores! ). De este modo, puede que nos encontremos cuestionándonos nuestras propias ideas acerca del proceso de aprendizaje, o de lo que significa seguir un camino. Que nos detengamos, y surja la cuestión - como florecería una flor - acerca de si realmente en este tiempo extraño e incómodo en el que "no hemos estado haciendo nada", realmente "no ha sucedido nada".

Sin embargo lo que, efectivamente, ha sucedido, no lo podremos descifrar a menos que contemos con la perspectiva que el tiempo concede, cuando nos encontremos en el lugar al que nuestro ser quería llegar, desde esa conciencia de las mariposas, de la que la forma de gusano carece. Todo cambio parte de una idea, como una semilla, que arrastramos - tal vez de un modo no consciente, como las ardillas que piensan en almacenar reservas de alimento en lugar de sembrar robles - hacia la corriente de la vida y que contiene en sí lo necesario para germinar y crecer, abriéndose paso a través de la tierra que la sepulta. Y puede que, durante el proceso, la forma de nuestro ser que vamos a dejar atrás sea engañada, como Thor entre los gigantes.

4 comentarios:

Sibila dijo...

Magnífico, como siempre, y oportuno como pocas veces.
Gracias, necesitaba oírlo.

¡Y Feliz Solsticio!

Anónimo dijo...

Me alegro que sigas viva.
Un Abrazo,

Feliz Solsticio.

Gloria

Vaelia dijo...

Muchas gracias a ambas.

Si no hay sol en el solsticio tendrá que amortizarse de otros modos... así son las mareas, se llevan lo mismo que luego te traen.

Yo también me alegro de seguir viva, así puedo mantener la esperanza :)

Unos abrazos para allá.
Y feliz solsticio.

Violeta dijo...

Insuperable. Tu profundidad en la metáfora desde el segundo párrafo es ejemplar y sobrecoge.