Mis tíos solían recoger cuanto animal encontraban por la calle, herido o abandonado. Así pasaron por la misma casa perros, gatos y aves. Algunos se quedaron allí hasta sus últimos días, y se convirtiéndose en compañeros de grandes momentos; otros encontraron otras familias que los adoptaran, y un pequeño grupo volvió a su libertad salvaje.
Un día trajeron un ave especial, no era un gorrión caído del nido antes de tiempo, ni un canario malherido, sino algo oscuro que parecía una golondrina, pero no era. Traía las alas llenas de alquitrán, y estuvo unos días para limpiarlo y recuperase. Aunque no recuerdo cómo me dijeron que se llamaba, sí conservo el recuerdo del día que fue liberado, en lo alto de una colina entonces agreste y roja, hoy desaparecida por el avance de la ciudad. Otras aves iguales volaban en círculos a nuestro alrededor, gritando y gritando, y yo pensé que lo llamaban, que lo estaban esperando antes de emigrar al sur. Me pareció que él respondía esa llamada, antes de emprender el vuelo desde la mano que le servía de apoyo, elevada al cielo.
Muchos años después sé que se trataba de un vencejo. Y que, aunque la mayoría de las aves vuelan, el vencejo vive en el aire. Viaja en el aire, caza en el aire, duerme en el aire, lucha en el aire, se aparea en el aire. Sólo se posa para incubar sus huevos. Los vencejos regresan a anidar al mismo lugar cada año, y son monógamos. Reencuentran cada vez a la misma pareja de la que han estado separados 8 meses, puesto que no viajan juntos en las migraciones y tampoco conviven durante ese tiempo; sin embargo, tras un viaje de 7.000 kilometros, se reconocen por la voz, en la oscuridad del nido recuperado.
A los vencejos nadie los enseña a volar, su instinto les empuja a esa vida aérea, al punto que sus patas están en cierto modo algo atrofiadas. Tal vez por eso, cuando un vencejo cae al suelo, se dice que no puede emprender el vuelo por sí mismo; pero si un vencejo está en el suelo es porque se dañó, o más frecuentemente porque "calculó mal" y se vio metido en un lugar del que no podía salir..
Todo lo que hay que hacer en la mayoría de casos es darle algo de agua, ponerlo sobre la mano y levantarla hacia el cielo. Entonces emprende el vuelo hacia el lugar donde debe estar, el único en el que puede vivir. Pero aún habrá quien quiera llevarse el bonito vencejo con mala suerte a casa, quien quiera retenerlo, no hasta que se recupere, sino por siempre, robarle el vuelo y apropiarse de su vida.
Hay personas que son como esos vencejos. Calculan mal, o son heridas, y acaban en un lugar en el que no pueden vivir. Entonces pueden morir por sus heridas o por quedar presos; o bien recibir los cuidados oportunos para recuperarse y regresar al lugar donde deben estar.
Es bueno que los cuidadores de vencejos aprendan a "dejar ir"; pero es más importante que los vencejos no olviden que su vida depende de que retomen el vuelo.
Un día trajeron un ave especial, no era un gorrión caído del nido antes de tiempo, ni un canario malherido, sino algo oscuro que parecía una golondrina, pero no era. Traía las alas llenas de alquitrán, y estuvo unos días para limpiarlo y recuperase. Aunque no recuerdo cómo me dijeron que se llamaba, sí conservo el recuerdo del día que fue liberado, en lo alto de una colina entonces agreste y roja, hoy desaparecida por el avance de la ciudad. Otras aves iguales volaban en círculos a nuestro alrededor, gritando y gritando, y yo pensé que lo llamaban, que lo estaban esperando antes de emigrar al sur. Me pareció que él respondía esa llamada, antes de emprender el vuelo desde la mano que le servía de apoyo, elevada al cielo.
Muchos años después sé que se trataba de un vencejo. Y que, aunque la mayoría de las aves vuelan, el vencejo vive en el aire. Viaja en el aire, caza en el aire, duerme en el aire, lucha en el aire, se aparea en el aire. Sólo se posa para incubar sus huevos. Los vencejos regresan a anidar al mismo lugar cada año, y son monógamos. Reencuentran cada vez a la misma pareja de la que han estado separados 8 meses, puesto que no viajan juntos en las migraciones y tampoco conviven durante ese tiempo; sin embargo, tras un viaje de 7.000 kilometros, se reconocen por la voz, en la oscuridad del nido recuperado.
A los vencejos nadie los enseña a volar, su instinto les empuja a esa vida aérea, al punto que sus patas están en cierto modo algo atrofiadas. Tal vez por eso, cuando un vencejo cae al suelo, se dice que no puede emprender el vuelo por sí mismo; pero si un vencejo está en el suelo es porque se dañó, o más frecuentemente porque "calculó mal" y se vio metido en un lugar del que no podía salir..
Todo lo que hay que hacer en la mayoría de casos es darle algo de agua, ponerlo sobre la mano y levantarla hacia el cielo. Entonces emprende el vuelo hacia el lugar donde debe estar, el único en el que puede vivir. Pero aún habrá quien quiera llevarse el bonito vencejo con mala suerte a casa, quien quiera retenerlo, no hasta que se recupere, sino por siempre, robarle el vuelo y apropiarse de su vida.
Hay personas que son como esos vencejos. Calculan mal, o son heridas, y acaban en un lugar en el que no pueden vivir. Entonces pueden morir por sus heridas o por quedar presos; o bien recibir los cuidados oportunos para recuperarse y regresar al lugar donde deben estar.
Es bueno que los cuidadores de vencejos aprendan a "dejar ir"; pero es más importante que los vencejos no olviden que su vida depende de que retomen el vuelo.
2 comentarios:
Tienes un don para aparecer siempre con un tema o una frase que me abre los ojos.
A ver si uno de estos días llega el momento de levantar el vuelo...
Sibila a que sí que lo tiene?
A mí me da siempre esa impresión.
Besines a las dos
Rebeccah
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