A lo largo de nuestro desarrollo como practicantes de magia de vez en cuando descubrimos por casualidad algunas cosas (explicaciones, actividades...) que nos funcionan y proveen resultados efectivos, llegando a adoptarlas como prácticas o ejercicios personales. Sin embargo, debido precisamente a este carácter informal o inusual, el hecho de tratar de comunicar nuestra experiencia a otros puede resultar complicado al enfrentarse con la posibilidad de que nuestra nueva técnica parezca "poco seria" o incluso "ridícula".
El practicante debe estar dispuesto a probar nuevas prácticas, métodos y sistemas en el ententido que siempre pueden mejorar aquellos que ya conoce y emplea, además de la posibilidad de abrir nuevas áreas de comprensión acerca del funcionamiento de la magia y , sobretodo, de sí mismo. Uno no practica para generar opiniones en otros y, de hecho, debería reusarse a que estas opiniones pudieran tener otra función que la de completar o mejor la práctica en sí.
Un mago, o brujo, debería ser consciente de la gama de posibilidades que se halla a su disposición, y tener como objetivo la mejora y el aprendizaje constante, en lugar de dejarse llevar, desviandosedel objetivo, a esos engañosos momentos en los que se espera que una autoridad externa quiera venir a avalar cada uno de nuestros pasos, o en los que caemos en el engaño de creer que no queda nada nuevo por descubrir, que todo ha sido dicho o hecho.
Nuevamente, no se trata de lanzarse a la experimentación de un modo temerario, sólo por "ver qué pasa", sino de aprender a reconocer entre lo que nos funciona, por estúpido que pueda parecer, y lo que no funciona, por muy respaldado que esté.
Se trata también de confiar en la experiencia, de ser sinceros con nosotros mismos a la hora de evaluar nuestros resultados, de comprender que hay múltiples vías para llegar a un objetivo y que no hay que espantarse si llega ese momento en el que podemos asegurar que algo funciona pero no sabemos exactamente porqué o cómo lo hace.
En última instancia, se trata de mantenerse frescos, receptivos, de no caer en posiciones prejuiciosas que no hacen otra cosa que obstaculizar un camino que podría ser mucho más sencillo si pudiéramos liberarnos de esa carga, ni en actitudes defensivas (debo caer bien, debo cuidar lo que digo... para que me consideren Z o no me consideren Y ) que no son otra cosa que la otra cara de la moneda de una actitud personal ofensiva contra nosotros mismos.
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