sábado, 24 de mayo de 2008

Del prefacio de "Afrodita"

(...) El sabio Prodicos de Cos, que florecía a fines del siglo V de nuestra era, es el autor del célebre apólogo que San Basilio recomendaba para las meditaciones cristianas: Heracles entre la Virtud y el Vicio. Sabemos que Heracles optó por la primera, lo que le permitió realizar algunos grandes crímenes contra las Ciervas, las Amazonas, las Manzanas de Oro y los Gigantes.

Si Prodicos se hubiera detenido allí, sólo habría escrito una fábula de un simbolismo bastante fácil: pero era un buen filósofo, y su conjunto de historias, Las Horas, dividido en tres partes, presentaba las verdades morales según los distintos aspectos que comprenden, en las tres edades de la vida. A los niños le gustaba proponer como ejemplo la elección austera de Heracles; a los jóvenes contaba, sin duda, la elección voluptuosa de Paris, e imagino que a los hombres maduros les decía más o menos esto:

- Un día Odiseo cazaba al pie de las montañas de Delfos, cuando encontró en su camino a dos vírgenes tomadas de la mano. Una tenía cabellos de violetas, ojos transparentes y labios graves; le dijo: "Yo soy Aretea". La otra tenía párpados débiles, manos delicadas y senos tiernos; le dijo: "Yo soy Trifera". Y las dos continuaron: "Elige entre nosotras". Pero el sutil Odiseo respondió sabiamente: " ¿Cómo elegiría? Sois inseparables. Los ojos que os han visto pasar a la una sin la otra sólo sorprendieron una sombra estéril. Así como la virtud sincera no se priva de los placeres eternos que la voluptuosidad le concede, del mismo modo que la molicie iría mal sin una cierta grandeza del alma. Os seguiré a ambas. Mostradme el camino." En cuando terminó de hablar, las dos visiones se fundieron y Odiseo supo que había hablado a la gran diosa Afrodita. (...)
Prefacio de Afrodita, de Pierre Louÿs, 1896

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