martes, 28 de julio de 2009

Hojas en el viento; Aprendiendo a desprenderse

Durante la adolescencia, recuerdo bien, me sentía como una hoja al viento, porque las situaciones del entorno, ante las que era impotente, me llevaban a su antojo. Una hoja seca, de un árbol desprendida, arrastrada sin cuidado, que se arremolinaba en las aceras junto al polvo y la basura; sólo esperando que la lluvia de finales de otoño empujara los fragmentos de su descomposición al oscuro reino de las cloacas.

Hoy, diez años después, de nuevo el viento me lleva como a una hoja, porque de repente, y tras los esfuerzos realizados para haberlo ganado, de nuevo se me escapa el manejo de los hilos que dan forma a mi destino. Y, sin embargo, hoy la hoja es verde y el viento es amigo; aunque no acabe de entender su invisible idioma. La hoja verde, la flor desprendida, cabalga como un pequeño ser a lomos de la bestia incorpórea, remonta el vuelo y se lanza aún más allá para aprender a ser ave y volar por sus propios medios, hasta el momento de descender a la tierra de nuevo transformada, y regocijarse en el sonido de las patas contra el suelo, en la carrera.

La situación externa es similar, pero el interior se ha transformado de un modo tan terrible que sabe, con una regia certeza, que no ha de volver a lo que un día fue, aunque el futuro sea oscuro, por incierto, y nada deje ver de sí. Y me pregunto - algunas veces- qué quieren los Dioses de mí esta vez... Me pregunto si esta prosperidad, o bonanza, que me rodea es un premio o un castigo, o un pago por adelantado para que trabaje por ellos y por lo que de ellos - más allá de ellos - he podido aprender y aprender a respetar.

...

Escribí esto la pasada primavera. Algunos meses más tarde, una amiga puso en mis manos un texto de Shakti Gawain - obra y autora desconocidas para mí, clásicas del "desarrollo personal" según Wikipedia - que parecía, de algún modo - y con todas las reservas que se requiera - seguir el hilo de estas ideas.

(...) La mayoría de personas de nuestra cultura han perdido la noción de quienes son realmente. Han perdido la conexión consciente con su yo más alto y, por tanto, han perdido el sentido de responsabilidad y poder de sus propias vidas. Muy en el fondo, tienen una sensación de desamparo, se sienten básicamente impotentes para efectuar cambios reales en sus vidas o en el mundo. Este íntimo sentimiento de impotencia hace que traten de sobrecompensarlo luchando y esforzándose mucho para lograr un poco de poder o control sobre su mundo.
Así, la gente se ha enfocado fuertemente hacia la obtención de metas; se relacionan emocionalmente con otras cosas y gentes, a las que consideran que necesitan para poder ser felices. Sienten que algo "les falta" por dentro y se convierten en seres tensos, ansiosos y nerviosos, que continuamente tratan de llenar el hueco tratando de manipular el mundo exterior para poder lograr lo que desean.
En situaciones como ésta mucha gente se marca metas y trata de crear lo que quiere de la vida, y desafortunadamente a este nivel de conciencia no funciona en absoluto... ya sea porque se han establecido obstáculos para no tener éxito, o, si logra sus metas, únicamente es para darse cuenta de que no les proporcionan la felicidad.
Es en este momento que nos damos cuenta y comenzamos a abrirnos un camino espiritual. Comprendemos que simplemente debe haber algo más en la vida y comenzamos a buscarlo.

Podemos pasar por distintas experiencias y procesos durante la búsqueda, pero finalmente poco a poco vamos recogiendo nuestros pedazos. Esto significa que volvemos a la experiencia de quienes somos realmente, de que somos imagen y semejanza de Dios o de la mente universal que está dentro de nosotros. A través de esta experiencia finalmente recuperamos nuestro poder (...).

Al abandonar un estado de vacío, de ansiedad y de manipulación, la primera lección, y la más importante que se debe aprender es a desprenderse. Deberá relajarse, dejar de luchar, dejar de tratar tan intensamente, dejar de manipular cosas y gentes para tratar de conseguir lo que quiere y necesita. En suma, sólo deje de "tratar de hacer" tanto y experimente únicamente el "ser" durante un tiempo.
Al hacer esto, de pronto descubrirá que en realidad está usted perfectamente. De hecho, se siente maravillosamente bien siendo únicamente usted, dejando ser al mundo, sin tratar de cambiar las cosas. Esta es la experiencia básica de ser "aquí y ahora" y es lo que la filosofía budista quiere decir con "desprenderse de las ataduras". Es una experiencia liberadora y básica para emprender el camino del conocimiento de uno mismo.
Una vez haya comenzado a experimentar esto más a menudo, estará abriendo el canal hacia si yo más alto y tarde o temprano una gran cantidad de energía creativa natural comenzará a fluir dentro de usted. Comenzará a ver que usted mismo está creando su vida entera y cada experiencia que le sucede, y empezará a interesarse en crear experiencias más gratificantes tanto para usted como para los demás (...).

Imaginemos que la vida es un río. Mucha gente se aferra a las orillas, por miedo a soltarse y correr el riesgo de ser arrastrada por la corriente. En un momento dado, voluntariamente, cada persona deberá soltarse y confiar en que el río lo lleve sano y salvo. En ese momento la persona aprende a "dejarse llevar por la corriente" y se siente maravillosamente bien.
Una vez que se haya acostumbrado a ir con el cauce del río, podrá comenzar a mirar hacia delante y a guiar su propio curso. Podrá decidir qué curso se ve mejor, podrá esquivar piedras y obstáculos y elegir cuál de los muchos canales y ramificaciones del río prefiere seguir, mientras continúa "dejándose llevar por la corriente".

Esta analogía nos muestra como podemos disfrutar aquí y ahora, dejándonos llevar por lo que es, y al mismo tiempo guiando nuestra vida conscientemente hacia nuestras metas, haciéndonos responsables de la creación de nuestros propios destinos (...).
Gawain, Shakti. "Visualización Creativa", Ed. Selector, México DF, 1994. pp.42-46

lunes, 20 de julio de 2009

Criticones; los peligros de definirse por oposición (2ª parte)

Viene de: Criticones; los peligros de definirse por oposición (1ª parte)

Territorios propios y territorios comunes o ajenos

Hay muchos motivos por los que resulta conveniente no llamar la atención. Hay normas de comunidad a las que atenernos para ahorrarnos problemas. Hay muchas personas incapaces de ver una realidad, tal cual es, pero también hay muchas otras que, aunque quisieran, no cuentan con el tiempo necesario para detenerse a analizar.

Por ejemplo, vamos a una entrevista de empleo y nos hacen el test de la figura humana de Machover (dibuja una persona...). Es lunes y el fin de semana hemos ido al campo (o bien planeamos la salida para el próximo) y esa idea “fresca” en mente nos inspira para nuestro dibujo. El resultado, a primera vista, es que nos vemos demasiado “campestres” para ocupar el puesto solicitado. Nosotros, sin embargo, sabemos que cuando toca trabajar, trabajamos como el que más, y lo hacemos bien... contamos con registros no-fantaseados en la memoria que nos avalan. ¿El test está mal? Seguramente no. Pero si estuviese todo bien no seria necesario fingir, no sería necesario estudiar las “respuestas correctas” en los manuales de psicotécnicos para pasar con éxito la prueba. ¿Qué ocurre entonces? Por un lado, puede que el psicólogo del área de personal no esté tan capacitado como sus superiores creen, pero puede ser también – y más probable- que no disponga de demasiado tiempo, que en lugar de realizar un análisis en profundidad de cada candidato, se fije en uno o dos rasgos relevantes, y en un sentido práctico decida “asegurar el tiro”.

Sucede que estamos en un territorio que no es el nuestro, en el que no somos el centro del universo sino “uno más” y no podemos esperar una atención personalizada. Para ser pragmáticos, debemos también “asegurar nuestro tiro”, evitando emitir señales que puedan resultar confusas al receptor o entrañar cualquier dificultad a la hora de ser descifradas. No pretender hacerlo pensar acerca de sus prejuicios o criterios de evaluación; ceñirnos a un código homologado que, a pesar de sus muchos defectos, funciona para ahorrar tiempo a ambos.

Con nosotros mismos, cuando a nuestro propio territorio nos referimos, sucede todo lo contrario. Sí somos el centro del universo, y nadie puede (ni debe) ocupar nuestro lugar; lo que los demás opinen, en positivo o en negativo, queda fuera de su jurisdicción. Aunque no nos demos cuenta en nuestro mundo diario, siempre existirá ese momento en el que estamos absolutamente solos. Los años pasan y suceden cambios en nuestras relaciones, cambiamos de grupos de conocidos, de compañeros de trabajo, de vecinos, de amigos y pareja... Lo único que permanece entre tanto cambio es el ese espejo en el que nos contemplamos mientras nuestra conciencia está despierta, y es con ese reflejo con el que realmente debería importarnos sentirnos en paz. Las rachas, buenas y malas, se suceden. Incluso nuestros errores pueden conducirnos a éxitos que, de otro modo, jamás hubiéramos conocido. Nosotros mismos podemos (y tenemos derecho a) cambiar, pero el espejo será el mismo. Y nada hay más importante que conservar el brillo de nuestros ojos en él.

Cuando no se conoce o respeta el límite: Intromisiones

Recuerdo la escena de Persépolis en la que Marjan está corriendo para no perder el autobús. Unos policías la obligan a detenerse... “Señorita, no corra”, “Voy a perder el autobús”, “Es que... verá... cuando corre su trasero hace un movimiento... obsceno”, “¡Entonces no me mire el culo!”. Algunas personas pueden sentirse ofendidas por algo que hacemos incluso sin el ánimo de molestar; en la mayoría de casos esto se deberá a que no tienen una noción clara de los límites existentes entre el territorio que les pertenece y el ajeno. Con ese ánimo de control, tratan de mirar allí donde nada tienen que hacer, y lo que llegan a ver (pero mucho más lo que proyectan al no ver) no les gusta. En otras palabras; no va a ser nuestra culpa que ellos sean unos entrometidos.

Se encuentran cruzando la línea que lleva a nuestro terreno particular, como si entraran a nuestras casas a decirnos cómo debemos cocinar, o de qué color debería ser la funda de nuestro sofá. A menudo, por si fuera poco, tratan de hablar y juzgar acerca de algo que en realidad no conocen ( “me imagino como será su casa por dentro aunque nunca me hayan invitado a entrar, seguro que está sucia y desordenada”), como una señal más de su tendencia a la intromisión y afán de control. Pero nuestra casa, nuestra persona, estará como nosotros consideremos oportuno - y si en ese momento no tenemos los recursos para una necesaria mano de pintura, o no es nuestra prioridad, es nuestro problema-, no como a nuestro vecino le parezca que deba estar.

No limitarnos por default, sino por elección

Resulta paradójico que a veces tengamos el valor de ser , o más bien expresarnos, como somos a pesar de las expectativas de nuestros seres queridos y sin darnos cuenta acabemos cumpliendo las de aquellos que no nos quieren ningún bien. Es importante saber distanciarnos de nuestras emociones por ese tipo de situaciones; las emociones funcionan como una bola de nieve que rueda desde lo alto de la montaña arrastrando consigo, no sólo más nieve, sino cualquier cosa que se encuentre a su paso.

Imaginemos que nuestros vecinos criticones tienen un perro. Son lo que son, pero quieren a su perro, y lo tratan bien. A nosotros nos gustan los perros... ¿ Deberían dejar de gustarnos porque son la mascota del bando contrario? Evidentemente, no. Y, sin embargo, a veces nos sentimos tentados a caer en ese tipo de trampas, de no-razonamientos.

La oposición que sentimos hacia ciertas personas ( o más bien hacia sus actitudes o comportamientos) no tiene porqué definirnos. Podemos tener ideas en común, y diferentes maneras de defenderlas. Situémonos en un parlamento, o asamblea, dividido en dos fracciones opuestas; su trabajo es legislar las normas o encontrar soluciones que sirvan a la comunidad, independientemente de la procedencia ideológica de cada bando. Asumamos que el “bando contrario” tiene buenas ideas, aunque sea de vez en cuando... si realmente nos parecen buenas, y miramos por el interés de algo que está más allá de nosotros mismos ( y de los otros), ¿ Será correcto desaprobarlas por venir de donde vienen? ¿Hasta qué punto nuestras emociones, nuestra identificación con lo que “nosotros” somos y lo que “ellos” son nos está limitando, e impidiendo que tomemos una decisión lógica y conveniente para todos?

A algunas personas les cuesta mucho aprender, porque están demasiado apegadas a sus emociones, una imagen de sí mismos que en lugar de haber modelado con sus propias manos, no es más que un escurridizo reflejo que temen mirar de frente. Un individuo con ánimo de aprender sabe que tiene el derecho de corregir sus errores, de introducir y liberar matices; que el proceso de aprendizaje es constante y no termina, al menos, hasta el momento de morir. Por lo tanto, si sus sentidos o su intelecto “captan” algo válido procedente del exterior, independientemente de su procedencia, lo sumará a su bagaje o, cuanto menos, hará la prueba.

Los criticones patológicos siempre se espeluznan ante esta actitud. Por un lado, se sienten enorgullecidos porque supone un reconocimiento de lo bueno de su idea o propuesta (“yo tenía razón”); pero, paralelamente, como se definen por oposición, seguirán criticándonos porque “nos apropiamos de su idea”. Hagamos lo que hagamos nunca estarán contentos, cegados por un apego que les impide razonar. Aceptar una de sus ideas equivale a quitarles un argumento de oposición, matar a su gallina de huevos de oro; criticarnos ahora se acerca más a lo que sería una crítica contra sí mismos, que es precisamente lo último que quieren hacer. Sólo hay una solución posible: Ignorarlos.

Tenemos a nuestro alcance toda una serie de ideas, propuestas, posibilidades con una validez potencial por sí mismas; como si nos halláramos en un mercado excelentemente surtido. Dependerá de nosotros escoger cuales nos convienen y cuales no. Puede que los mangos nos salieran malos la semana pasada, por quedar fuera de temporada, o bien que, simplemente nos hayamos empachado de mango y nos apetezca otra cosa. Así que esta semana compramos cerezas, o cualquier otra fruta. Las comemos, y nos sientan de maravilla... No es nuestra culpa si sólo pueden digerir determinados alimentos en determinadas condiciones, si, por ver unas cerezas en nuestra mano, pasan a convertirse en su “fruto prohibido”, aún cuando antes fuera su preferido.

viernes, 17 de julio de 2009

Criticones; los peligros de definirse por oposición (1ª parte)

En las últimas semanas he tratado de escribir en relación a aquello a lo que decimos “sí” y, lógicamente, en primer lugar deberíamos afirmarnos a nosotros mismos. A menudo, sin embargo, resulta más fácil saber aquello a lo que nos negamos; sin darnos cuenta de hasta qué punto puede llegar esto a condicionarnos. Debía tener mucho que reflexionar al respecto, por lo que resultó un artículo realmente extenso, que decidí dividir en dos posts. :)

La crítica no-constructiva y sus posibles consecuencias

Supongo que no soy la única que recibe críticas, y no me refiero a las de tipo constructivo, sino a aquellas otras hechas con toda la saña, con la intención de herir, cuanto más profundo mejor. En ocasiones estas críticas provienen de sectores o individuos por los que acabamos sintiendo una comprensible aversión. Uno puede sentir que ellos están en un extremo del espectro, y acabar por situarse a sí mismo en el otro; lo cual puede constituir un tremendo error.

Identificamos a estas personas o colectivos con una serie de ideas que no les pertenecen en exclusiva, es más, que ni siquiera tienen porqué estar efectivamente relacionadas con ellos. Se dice que las personas correctas hacen lo correcto con sandeces, y las personas incorrectas pueden echar a perder cualquier elemento de valor que caiga en sus manos. Estas ideas pueden ser perfectamente válidas para nosotros, aunque sea difícil darse cuenta cuando hay una barrera emocional de por medio. El primer paso será, en consecuencia, diferenciar entre la persona (o personas) que nos ataca y las ideas que emplea, o trata de emplear, contra nosotros.

Para no caer en la abstracción, pongamos un ejemplo: Supongamos que tenemos unos vecinos aparentemente “modélicos” que se molestan y nos critican porque nos ven salir de noche y llegar tarde, charlando y riendo ( nosotros vamos a tomar café, pero eso ellos no lo saben). En una disputa, nos dicen que somos unos “perdidos en la vida nocturna”... Ante esto, existen dos reacciones comunes. Que decidamos que ellos tienen razón y nos “remodelemos” encerrándonos en cada y apagando las luces a las 22:00, o bien que decidamos que ellos tienen razón y si antes tomábamos café pasemos a ingerir cuantos litros de alcohol nos quepan en el cuerpo, para que se quejen y critiquen con motivo. Como sea, les estamos dando la razón, y estamos permitiendo que se nos defina desde el exterior, convirtiéndonos en una construcción ajena, en lugar de estar expresando lo que en realidad somos y/o queremos ser. Con el tiempo, es probable que descubramos que esos vecinos no se molestan tanto cuando tienen invitados en su casa y celebran una fiesta entre semana, que tienen una familia desestructurada, sus vidas son un infierno, y la primera copa del día llega a las 10:00 de la mañana. Sin criticarlos a nuestra vez: ¿ Cómo hemos podido dar el poder de definirnos a unas gentes así?

Supongamos que estos vecinos se declaran “defensores de la decencia”; y para ellos la decencia es no tomar café de madrugada. Técnicamente, según esta definición, seremos unos indecentes. Pero si para nosotros la decencia consiste en no mentir, por ejemplo, y no mentimos, no encontraremos nada de indecente en nuestra actitud. Es importante entender que si otros nos gritan algo como “indecentes!!”, en la mayoría de casos será según su criterio, y no según el nuestro.

Convivencia

Siempre que sea posible, hay que tratar de convivir en paz. No puedes hacerlo con delincuentes o estafadores a tu alrededor, pero posiblemente sí con este tipo de personas que en lugar de tomarse el trabajo de arreglar sus propios asuntos, prefieren fisgonear y emitir juicios de valor sobre los ajenos. No niego que pueda llegar a ser muy molesto, y cuando se trata de personas con problemas de obsesión o similares, pueden acarrear problemas de las que deberíamos hablar en el apartado de defensa psíquica. Pero sin llegar a tal extremo, supongamos que extienden su crítica negativa acerca de nuestra “indecencia” en nuestro entorno, convirtiéndonos en las ovejas negras del barrio o la vecindad. Pero... que tan importante es esto? En toda organización humana existen leyes que regulan la convivencia. Si de nuestra capacidad de vivir en comunidad se trata, contamos con la seguridad de que la policía vendrá a amonestarnos en caso de estar infringiendo las normas. Y si nuestros vecinos criticones se pasan a las amenazas o al acoso, éstas mismas normas que regulan la convivencia se encargarán de ellos.

(Evidentemente, se trata de un ejemplo ideal porque todos conocemos esos casos en los que la “autoridad competente” vendrá 20 veces a revisar si tenemos permiso de obra para cambiar los azulejos de nuestro baño, pero se hará el desentendido cuando nosotros la llamemos porque nuestro vecino traficante está dando una fiesta de madrugada, y nosotros tenemos que levantarnos a las 4:30 AM para ir a trabajar. En esos casos la norma o la ley existe, pero no se aplica. Y hay que considerar si merece la pena seguir el enfrentamiento hasta el final y ser nosotros los castigados, o hacerse a la idea de mudarse de barrio).

Cuando se trata de afirmarse, de definirse por lo que uno es, y no por aquello a lo que se opone, el resto del universo viene sobrando. Los conceptos de otros acerca de lo que las cosas son, o de lo que nosotros somos, no tienen lugar aquí. Y nosotros sí debemos estar dispuestos a hacer ese trabajo, independientemente de aquello a lo que otros prefieran dedicar su tiempo. Así que, estemos en el momento en que estemos, nos ponemos en frente del espejo para ver qué es lo que éste nos devuelve. Pensamos en lo que surge de nosotros ser, lo que vamos a disfrutar haciendo, lo que creemos que vale la pena. Unos días nos apetecerá salir a las tantas a por nuestro café, otros no; y eso no significará que nos estemos “traicionando a nosotros mismos”. Nuestro rango de movilidad puede ser amplio, todos tenemos “épocas” y está bien, siempre que, en conjunto, exista cierta congruencia, una coherencia que nadie más tiene porqué entender.


Sigue en: Criticones; los peligros de definirse por oposición (2ª parte)

"Los bellos caminos que no llevan a ningún lugar"

Tengo el esbozo del escrito de la semana, no obstante se me cruzó una traducción que creo interesante reproducir aquí, tanto por su sentido literal como, en cierto modo, aquél metafórico que se le puede intuir.

Prudenci Bertrana: "Els bells camins que no menen enlloc" en Proses bàrbares, 1911


Los bellos caminos que no llevan a ningún lugar

No todo son rutas anchas y planas las que enlazan la tierra; no todo son vías utilitarias marcadas en el mapa, ingeniadas con teodolito, profanadoras de bellas soledades abiertas con detestables herramientas que rasgan montañas, agujerean rocas y afean riberas y por donde pasan deprisa la angustia, la vanidad, las tristezas más horribles y las más viles alegrías. No todo son tampoco humildes carreteras que ondean y divagan hacia muy lejos, ásperas y desniveladas. Ni todo son senderos hendidos por la huella del hombre que mata la hierba, bruñe las peñas, pisotea el barro y muele la arena. Entre unos y otros, como sutiles hilos de telaraña, invisibles, desconocidos, por los que no transita nadie que lleve prisa, ni que sepa con demasiada certeza dónde va y lo que busca, están los míos, los que yo sigo, los que a mí me gustan.

Caminos de atrevimiento, de osadía; surcos imperceptibles en la frondosidad de las matas, hileras de pisadas en los humedales; rastros que a penas ajan el musgo en la umbría, agujerean las zarzas en las ramblas o desprenden los cantos en las simas. No son rodeos ni atajos, ni van a ningún lugar, pues se interrumpen y recomienzan caprichosamente, se funden y se reencuentran sin pensarlo como estelas de vagancia o de exploraciones azarosas. Según cómo, terminan a la vera de un acantilado o en el umbral de un bosque impenetrable, al fondo de un hoyo obstruido de maleza, o al pie de un escarpado roquedal que se desmorona. Parece que busquen lo más ingrato a la huella humana, el peligro, lo imposible. Y nadie sabe si lo traspasan. Porque que el rastro se pierda, no significa que se haya detenido el camino. ¿ Quién puede detener a los caminantes de estos caminos?

Cada uno de ellos es un ser misterioso. ¿ Dónde iba, qué ilusión, qué necesidad, que obsesión lo empujaba? Triste, alegre, vencido o vencedor, perseguido o persiguiendo, el primero que se ha abierto paso allí donde no había está lleno de coraje, es un indómito. De su gesta ignorada, no queda otra señal que unos tallos rotos y unas hebras de ropa misteriosa prendidas en las espinas; pero llegarán otros que, animados por aquellos indicios, se lanzarán sin temor por el ligero sendero, seguros de superarlo, porque por allí donde ha pasado uno, pasan dos, y pasan cien. Quien no haya transitado por estas sendas desconoce la poesía de caminar y la inquietud de perderse. Nunca el viandante determinado, que espera anhelante llegar a término, sabrá lo que deja, lo que pierde, lo que abandona al lado de la ruta; en los flancos de las montañas que costea, en el fondo de los bosques que atraviesa, en las lejanías que entrevé. Los grandes enigmas de belleza que se presentan al otro lado de las cunetas, de los puentes y los terraplenes son lo que encanta al viajero, lo que le retiene cerca de la puerta del vagón o de la diligencia.

¡Ay del que no puede entretenerse!, ¡Pobre del que sea esclavo de los horarios y de los hitos kilométricos! ¡Correr mundo! He aquí una gran blasfemia. ¿ Para qué correr? ¿ Qué deleite da correr? Si os gusta saber algo del oreo en la espesura de los bosques, de los olores íntimos de los márgenes floridos, de los murmullos de las aguas vírgenes y de la bondad y suavidad del corazón de las montañas, es preciso menospreciar el tiempo, las brújulas y el dinero; es necesario hacerse cazador, contrabandista, boyero o leñador; es necesario transitar lastimosamente por los senderos que no llevan a ningún lugar. Ellos os mostrarán, no obstante, si es que tenéis confianza en su discurrir atrevido y valentía para seguirlos cuando remontan formidables cumbres, todos los misterios de las simas y todas las cavilaciones de las alturas. Y llegaréis a las encantadoras profundidades, junto al charco de agua cristalina donde el jabalí se abreva; al pinar sombrío donde las palomas zuritas duermen; y al muro de roca donde anidan los mochuelos y los zorros se esconden.

Por los senderos simplicísimos, es necesario ir con una gran valentía de corazón y una gran sencillez de ropa. A veces no son más que claros enigmáticos entre lo boscoso. No pasaríais sin dejar un pedazo de ropa, un fragmento de piel o una gota de sangre de vuestras venas. Son estrechos, son angustiantes, están rodeados de púas que se abalanzan sobre vosotros como garfios de bestia, están obstruidos de madreselva y de zarzas que os traban y detienen. Pero, ¿y después? Cuando los encontráis alfombrados de hojarasca o de musgo esponjoso, cuando planean por un viñedo muerto o por la húmeda lisura de una torrentera, ¡qué suavidad y qué deleite os dan y con qué rumor tan grato responden a vuestros pasos!

No os preocupe nunca el entrecruzamiento laberíntico de los hermosos caminos de solitud; todos son buenos, en todos hay poesía; al fin de todos encontraréis una visión de rusticidad sencilla y encantadora: el derribo de una masía, una cabaña abandonada, un campo desierto donde, en la rama más alta de una higuera muerta, late un andrajo, enseña de pobreza que os hace pensar en la casita chica, en las vacas magras, en el fuego de rastrojos y en la viejita adolorida que permanece en la banca. A menudo el camino divaga por montes desiertos; es una esfumadura de grisez más clara en las losas, un hueco en los arbustos; o bien rodea un yermo que forma un cerro, viéndose en la hierba seca como el rastro de unos dedos acariciando a contra pelo el lomo sedoso de un manso animal. Después va a parar a una cueva donde se adivina el refugio de un vagabundo, a la madriguera de boca ahumada por el ingenio de un cazador que intenta ahuyentar de allí un animal, y más allá traspasa una artiga que huele a tierra removida, en medio de la cual veréis una olla de hierro tiznada, unos zuecos, una pila de patatas. Y estos objetos, confiadamente dejados, os afirman en la certeza de que, allí, no transita otra alma viviente que la del valeroso artiguero, habitante de otro terreno ¡sabe Dios a cuántas horas de distancia ! Entonces los ojos del perdiguero y la vida del perdiguero se os convierten en amables y necesarios, como único amparo a vuestro aislamiento, y la caricia surge espontánea. Lo llamáis y él viene, y frente al sol melancólico que decanta en la puesta – hora ferviente para las almas emotivas – lo mimáis un instante.

Por los senderillos que no llevan a ningún lugar, no encontraréis hostales ni tabernas, pero no os faltarán – lo digo en verdad – paradores tan limpios y agradables como los de un camino real. Refugios amistosos y tibios, con hojarasca para sentarse, con ramitas para encender y con rocas llanas y limpias para servir de mesa. Y allí aún encontraréis cenizas de hogueras improvisadas (...) Y no sé qué extrañas envidias os despierta el desconocido que se ha detenido en aquel lugar antes que vosotros. Adivináis la media hora vivida reposando a pleno sol, en plena orgía de la vista entretenida, con el puro contento de una frugalidad heroica; y, aunque no seáis filósofos, aquellos restos os invitan a meditar como un borroso jeroglífico de felicidad terrenal.

Llega, no obstante, un momento en el que los senderos enigmáticos bajo la amenaza de la noche cercana, toman una indeterminación atemorizadora. No temáis: un poco de instinto de orientación y la firme confianza en vuestras piernas, y aquello que parece más traidor os guiará. Todos se escapan al final hacia las vías transitadas de las que han salido y a las que regresan infaliblemente. Ésta es su única esclavitud.

Y llega el momento en que oteáis la ciudad a lo lejos. La sensación es de disgusto. Sobre ella flotan nieblas negras y pesadas, y las farolas brillan tenues y tristes. Al llegar os extraña ese gentío que transita demasiado serio o demasiado risueño dentro de los vestidos lujosos, gesticulando de una manera postiza y almidonada. Vienen de admirar una película o una decoración teatral. Convienen que la naturaleza es bella. Convienen también que lo más estúpido y anticuado del mundo es ir a pie. Realmente se puede viajar sin fatigarse ni estropear la piel o la ropa. Pero ellos ignoran que la tierra no se deja pisar impunemente. Exige al hombre la piel muerta, sudor y alguna salpicadura de sangre. Los cartoncillos que se despachan en las taquillas de las estaciones, y que a todos nos parecen tan económicos, ¡se han pagado a un alto precio por hermanos nuestros que transitaban con mucha pena por los desmontes y túneles de los caminos modernos! El tributo a la tierra se entregó al progreso, y ahora se pasea con zapatos de charol y durmiendo en cómodas butacas.

Yo no anatematizo en absoluto al progreso, pero quisiera que se acordaran de esto y no hablaran tanto de las maravillas lejanas, inasequibles a los que no podemos pagar nuestro pasaje más que con las propias duricias y los propios sudores. ¡Oh!, Las grandes y espléndidas ciudades del extranjero, la sublimidad de los Alpes y de las cascadas del Niágara... Y bien, sí, pero decidme: ¿ Qué honestas y desoladoras bellezas se esconden en el azul de la pequeña montaña que se ve desde vuestra casa?


¡Nadie lo sabe!


miércoles, 8 de julio de 2009

Dos enfoques para el trabajo mágico y una técnica de autoevaluación

Se puede decir que existen dos enfoques básicos en el trabajo mágico, el "especifico" y el "indeterminado". Una formulación demasiado indeterminada puede tener el inconveniente de acarrear consecuencias con las que no habíamos contado, por poner un ejemplo típico, que trabajemos para conseguir dinero y acabemos recibiéndolo herencia de ser querido mediante. En el otro extremo, al emplear una formulación excesivamente específica, podemos encontrarnos malgastando energías en la construcción - a partir deimágenes o ideas transitorias - de trabas estúpidas contra nosotros mismos. Por ejemplo, trabajamos para conseguir dinero de un empleo concreto negándonos al mismo tiempo el poderlo recibir de un mejor empleo, sólo porque éste no cupo en nuestra perspectiva a la hora de diseñar el ritual.

Lógicamente hay que llegar a un equilibrio entre ambas para que las cosas funcionen medianamente bien. Es posible que si, en un momento determinado, queremos una casa, a la que en nuestra imaginación añadimos ciertas características como 60m2, ventanas grandes, o un jardín... pero seguramente la buscamos porque nuestra necesidad es seguridad, comodidad, tranquilidad, etc. Tal vez sea más sencillo empezar por ahí.
Si reformulamos el objetivo hacia la seguridad, la comodidad y la tranquilidad, no importará tanto cómo sea la casa que cubra estas necesidades. Incluso aunque no sea una casa la que las cubra, estará bien. Nos ahorramos el preocuparnos de que llegue por medios indeseados (que nos quitarían la "comodidad" o la "seguridad"), o el estar pendientes de reconocer si lo que se manifiesta es realmente lo que esperábamos o no.
Siendo muy específicos en los aspectos realmente importantes de nuestra búsqueda (por ejemplo, el consabido "sin dañar -más de lo necesario- a nadie" ), y aunque empleemos como "sugerencias" aquellas cosas que creemos que puedan ser vías de acceso a nuestro objetivo, podemos dejar abiertas las opciones de manifestación.

Una manera de conciliarlas es indagar en nosotros mismos hasta descubrir nuestras verdaderas necesidades, o nuestros verdaderos deseos. Podemos ser todo lo específicos que queramos respecto al modo en que nos queremos sentir en el momento en que el objetivo se cumpla.

Pero lo cierto es que, en muchas ocasiones, andamos perdidos en un mar de confusión, por la acumulación de tareas pendientes, ideas, deseos, proyectos... de modo que, a la hora de ponerse a trabajar, ni siquiera sabemos por dónde empezar. La parte de nosotros que sí lo sabe está tirando de nuestra manga desde el otro lado de toda esa maraña, tan extensa en ocasiones, que no alcanzamos a oír siquiera esa voz que en otro tiempo - cuando las cosas funcionaban - era tan familiar.

De vez en cuando conviene reestablecer un puente de comunicación entre nosotros, y nosotros mismos. Técnicas que suelen funcionar para esto son el dibujo, la pintura, o cualquier forma no verbal de expresión (p.ej. cuando preparamos el altar). Obviamente éstas pueden ser empleadas con fines mágicos, pero en esta ocasión, como decía más arriba, se trata de centrarnos en la comunicacción con nosotros mismos, en hacer una autoevaluación de nuestro estado, previa al trabajo mágico en sí, y perfectamente útil por sí sola.

Obviamente, no es necesario "saber dibujar", la gracia está en encontrar un método de expresión para que nuestro "interior" se exprese (y, a poder ser, juegue un poco y se desestrese).
En lo personal, escribir no me sirve... hace una década, cuando escribía con mayor regularidad mis diarios, había días en las que las palabras no tenían demasiado que aportar en realidad, no eran suficientes; entonces dibujaba. Dibujaba para mí, y aunque el resultado estético no era demasiado agraciado, llegué a construir todo un lenguaje simbólico, completamente personal, y por ello más intenso que el simplemente escrito. Es también un lenguaje en clave, completamente íntimo, sólo nosotros sabemos lo que nuestros esbozos significan, podemos plasmar un íntimo secreto sin temor a que sea descubierto, podemos "hablarnos" sin temor a ser escuchados por terceros. De este modo, por más que escriba mucho mejor de lo que dibujo, en esos diarios se encuentra más información relevante entre mis pobres garabatos que en varias páginas redactadas.

Hace unos años, no obstante, sustituí el dibujo por los colores. Empleo figuras geométricas, enlazadas, combinadas, usualmente dentro de un círculo. Después de un tiempo de práctica sé que, según mi estado de ánimo, eligiré formas puntiagudas o redondeadas, rectas o curvas, etc. Así mismo, escogeré unos u otros colores y combinaciones. -Este es uno de los motivos por los que a veces las listas de "correspondencias mágicas" no resultan demasiado útiles, ellos no pueden saber mejor que tú lo que el azul, el rojo, el violeta o cualquier otro color significan para tí, o qué lugar ocupan en tu universo personal. -
Mientras trabajo en estos mini-proyectos no trato de concentrarme, puedo incluso estar escuchando música, pensando en "mis cosas", pero sin detenerme demasiado en ellas, las manos van funcionando sin ser molestadas. Siento que robo un tiempo precioso para mí misma, y me divierto como una niña con su libro para colorear. Cuando siento que está terminado, me paro a observar qué he hecho.

Lo malo de hablar con alguien - incluso con uno mismo - es que puedes escuchar algo que no es bonito, o que no te apetece saber en ese momento, pero que el interlocutor necesita expresar. A veces encuentro combinaciones de trazos y colores desafortunados, tristes, violentos, dudosos, confusos... Acepto la parte de responsabilidad que me pertoca. Trato de seguir con el diálogo como si hablara con un hermano pequeño al que no he hecho demasiado caso. Vuelvo a repetir la operación, si no inmediatamente, tal vez en unos días, hasta que la composición resulta mínimamente armoniosa y satisfactoria. Hacemos las paces. Podemos volver a colaborar.

He hablado de esta "técnica", porque enfatiza la conciencia respecto a nuestras propias sensaciones; mismas que suelen "pasar por nosotros", pero no nos detenemos a observar. Son algo más sutil que un empleo o una casa o una cantidad x de dinero. Pero, si para equilibrar los dos enfoques anteriormente mencionados, debemos especificar cómo queremos sentirnos, deberemos ser capaces, al menos, de identificar nuestras sensaciones y trabajar con ellas.



7 Replanteamientos necesarios acerca del paganismo histórico


- Aprovechando el retraso semanal, recupero este documento publicado en agosto del 2008 en el antiguo grupo de Msn "Sendero Celta" ( ahora "Sendero Pagano") , con el fin de resucitar los enlaces perdidos en la mudanza a los foros. -


A pesar de que muchos paganos se complacen en recordar una y otra vez las persecuciones, parece que no han entendido lo esencial de la cuestión: Un tipo siguiendo un manual en el que se describe lo que el acusado de brujería debe creer, preguntando y preguntando, tratando de ajustar lo que esa persona responde al modelo que le han dado.

Lo que yo me pregunto es si estas personas que tanto recuerdan “la persecución y las hogueras” han leído alguna vez las actas de un proceso, de uno de aquellos en los que aún no se ha aplicado la tortura y los acusados declaran tranquilamente sus creencias y prácticas evidentemente mágicas, en las que narran sus batallas y enfrentamientos, en las que no se ignora la existencia de unos oponentes que hay que neutralizar, todo ello sin dejar de considerase a sí mismos cristianos.

Me pregunto si estas personas se darán cuenta alguna vez que están actuando como esos mismos inquisidores, retorciendo y forzando los datos para que encajen en sus propios esquemas mentales, pretendiendo que los campesinos europeos de las edades Media y Moderna vayan a hacer círculos, a invocar a los cuartos, a adorar al Dios y a la Diosa, a ir alegremente por ahí proclamando “haz lo que quieras, sin dañar a nadie”, mientras escuchan música newage... y ya de paso que lo hagan también los romanos de época clásica, los “celtas” protohistóricos, los agricultores del neolítico y los cazadores del paleolítico.

Eso es lo que realmente me enoja, esa prepotencia y falta de sentido común. Los datos históricos no son tan importantes, pero ciertas visiones simplistas del pasado, modeladas al antojo de fantasías, no constituyen tanto una falta de respeto como una muestra de una cierta actitud evasiva con la que no se llega a ninguna parte. Para mí es un aspecto más de la manía de anteponer la fantasía al conocimiento y a la acción, la apariencia a la realidad, la forma al contenido... Pero no nos engañemos, ciertamente se oye muy exagerado considerar que en la prehistoria se llevaran a cabo prácticas tales y por tanto es generalmente fácil señalar el error, pero hay muchos intentos más sutiles que pasan sin llamar la atención teniendo el mismo espíritu que esas afirmaciones.

En otro tiempo yo creí uno por uno en los tópicos que me ha tocado señalar y tratar de desarmar. Creía en ello de veras, con entrega, y no creo que entonces fuera más tonta de lo que ahora pueda ser, conservo muy buenos recuerdos de aquella época y me alegro de que esa información, aunque errónea, llegara a mí porque fue lo que debía vivir en el momento, y un importante punto de partida hacia otras cosas. Hay una diferencia enorme entre los que están al principio del camino, viviendo lo que tienen que vivir en ese momento, y los que se han quedado a medias y por su propia incapacidad se han quedado ahí tirados, estorbando el paso, fracasados y resentidos, creyéndose mejor que los primeros y tratando de retenerlos, como si temieran las posibilidades de éstos de llegar a conseguir aquello que ha quedado fuera de su alcance.
Y creo que muchas de las críticas dañinas que se dirigen a personajes como la Dra. Murray o Gérald Gardner, o a los que están empezando a estudiar y practicar son una muestra de ello; lo segundo es tan cruel como decir antes de tiempo a un niño que los "Reyes Magos son los padres", robándole la experiencia que por su edad le corresponde disfrutar plenamente; y lo segundo tan estúpido como afirmar que los filósofos griegos eran atrasados ignorantes porque no conocían los usos de la electricidad, cuando la idea es que incluso con esa carencia aportaron mucho más a su tiempo que aquellos que los critican.

En la mayoría de ocasiones lo cierto es que nadie va a exigirnos que corrijamos nuestros propios errores; esa debe ser tanto una necesidad como una exigencia personal, intrínseca a la búsqueda del conocimiento. Cuando nuestro propósito es honesto, se van abriendo puertas, nos llevamos grandes sorpresas, y también pagamos por cruzar cada una de ellas un precio - no económico- proporcional a las oportunidades que nos brindan. Eso significa que en muchas ocasiones nos sentimos solos, que muchas cosas que otrora creíamos que no llegaríamos a alcanzar ya forman parte de nuestra vida o han quedado atrás, al igual que ciertas personas que aún respetamos por agradecimiento, pero cuyas aportaciones, en el momento en el que estamos, no nos sirven; y que aún dándonos cuenta de lo poco que sabemos, ya sabemos mucho más que otros... En esos momentos el mundo entero puede estar aplaudiéndonos, pero en lugar de sentir orgullo, o autocomplacencia, lo cierto es que nos sentimos tristes porque nuestro crecimiento nos ha llevado a abandonar un mundo de cómodas cetezas y nos adentra en un terreno desconocido, sin saber cuándo ni cómo, ni si existe la posibilidad de que alguien que lo conozca nos tienda la mano en ese tramo del sendero. Pero lo que no es posible volver atrás, "volver a creer en los Reyes Magos" cuando ya sabemos lo que son; no hay posibilidad de regresión, incluso si nos damos por vencidos y abandonamos la búsqueda, las cosas no volverán a ser lo que fueron. Así que lo único sensato es seguir adelante, en lugar de estancarnos y pudrirnos en la amargura y el resentimiento por el "paraíso perdido".

A veces duele darse cuenta de que algo en lo que creíamos es una mentira... Pero es el dolor de romperse para poder abarcar algo mayor, es el dolor del crecimiento, del aprendizaje. y constituye una bendición porque nos indica que aún estamos vivos y que queda mucho camino por recorrer, tanto, que hasta el último aliento estaremos viendo un horizonte que se nos ofrece generosamente para ser cruzado. Realmente hay momentos en los que cosas mucho más importantes que estos tópicos se derrumban, en los que tiemblan los cimientos de nuestras creencias y de nuestra propia identidad , en los que llegamos a extraviar por una temporada el sentido de nuestras vidas , el suelo desaparece bajo nuestros pies y miramos al abismo... eso también es parte de la búsqueda, y sobrevivimos a ello, fortalecidos, confirmando la potencia de nuestra existencia. Seria demasiado largo explicar de las cosas que uno deja en el camino, pero como consuelo debo decir que nada es en vano, que tarde o temprano aquello realmente importante de lo que debimos despedirnos o desprendernos se recupera o reaparece bajo una forma aún más valiosa.
...Y ante esta perspectiva, por mí los vecinos pueden creerme tan necia como consideren oportuno :)

7 Replantemientos necesarios acerca del paganismo histórico

Prehistoria

1. El “astado” de las pinturas rupestres y las figurillas de la “diosa de la fertilidad” no son parte del mismo imaginario que el paganismo de las sociedades agrícolas/pastoriles. [Corrección]

Cuando se quiere remontar el origen de las prácticas paganas vigentes a un pasado remoto, se apunta hacia el Paleolítico Superior, la “Edad del Hielo”, cuando el hombre seguía a los rebaños de renos en sus migraciones, y habitaba temporalmente las cavernas de las que se ha conservado el arte rupestre (pinturas, relieves y esculturas).
Se ha debatido mucho acerca de la interpretación que debiera darse a este arte, y la idea de que las pinturas de animales corresponden a una acción de mágica simpática -dibujo lo que quiero cazar- es la que parece mantenerse en la opinión general, pero lo cierto es que hace decenios que se vio que esta teoría no acababa de encajar con la realidad, pues tanto el variado imaginario ( no sólo hay escenas de caza e híbridos hombre-animal, sino figuras abstractas) como la disposición de los elementos ( no se pinta en cualquier roca, se buscan cuevas con condiciones especiales, se aprovecha el relieve, los efectos de la luz de una antorcha al desplazarla ante el mural...) clamaban a un nivel de complejidad superior.
Hoy en día se maneja la hipótesis (presentada por Jean Clottes y David Lewis-Williams en la obra “Los chamanes de la prehistoria”) de que el arte rupestre europeo del Paleolítico Superior fue un método de transmisión del conocimiento chamánico del tránsito entre mundos o, al menos, una herramienta más en el hacer del chamán. No está de más señalar que para el estudio de otros aspectos históricos de la época, como los asentamientos y “estilo de vida” , lo que se toma como referencia son los asentamientos indígenas norteamericanos.
La cuestión es más importante de lo que pueda parecer, porque se nos ha malacostumbrado a ver en la imagen del “Brujo” híbrido de Les Trois Frères al “Dios Astado” y en las “venus” Paleolíticas a la “Diosa de la fertilidad”... Sin tener en cuenta que ambas manifestaciones artísticas corresponden a una cultura radicalmente diferente y opuesta a la que vería surgir los primeros cultos religiosos tal como los entendemos hoy día. Las gentes del Paleolítico fueron cazadoras-recolectoras, y las del Neolítico agrícolas y pastoriles; y cuando, desde la zona del Próximo Oriente, se extendieron éstas segundas, comieron paulatinamente el terreno a las primeras hasta extinguirlas.

Bibliografía :

Jean Clottes , David Lewis-Williams : “Los chamanes de la prehistoria”, de. Ariel, Barcelona, 2001 Recensión crítica de la obra, por Rafael Montes

2- El “matriarcado” jamás existió.

Con la llegada del Neolítico, la domesticación animal y vegetal, llega también el más horrible de mitos históricos del paganismo: El Mito del Matriarcado. El Matriarcado no existió nunca, el concepto del matriarcado es un invento de Morgan y Bachofen, quien temporizaba la historia como una línea recta evolucionando de la barbarie a la civilización (y, para él, el matriarcado era un estadio inferior de evolución). Con el inicio de la arqueología Evans excava los yacimientos cretenses, en los que aparecen muchas representaciones femeninas, que se interpretan como prueba física de la existencia de ese Matriarcado como una etapa primitiva y universal de la sociedad. Se forja el mito contemporáneo de la Gran Diosa Madre, interpretándose en la misma línea las estatuillas femeninas del Neolítico, las “Venus” prehistóricas.

Los datos etnográficos en los que se basaban Bachofen y sus contemporáneos, han sido rebatidos, o superados. El matriarcado no se reconoce como un fenómeno universal, puesto que cada sociedad tiene una evolución propia, de igual modo no se ha podido demostrar que existiera en ningún momento un patriarcado en femenino, un dominio de las mujeres sobre los hombres. Sin embargo estas propuestas acabarían confirmando la existencia de unas sociedades en las que existió la matrilinealidad (el nombre y la herencia se transmiten por vía femenina) y el matrilocalismo (tipo de matrimonio en el que el hombre deja su hogar para integrarse en el de la mujer).

Etnográficamente encontramos también datos de sociedades que, sin ser patriarcales, no tienen porqué estar controladas completamente por el sexo femenino. Así, las representaciones pictóricas, líticas y escultóricas halladas en las excavaciones cretenses de época Minoica dan a entender que las mujeres tuvieron reconocida autoridad en áreas de la vida pública, especialmente en el religioso. De igual modo a lo largo del tiempo y la geografía van apareciendo sociedades en las que las mujeres detentan un estatus similar al de los hombres, sino en todas, en algunas áreas de poder.

Por otro lado, la idea de que el “patriarcado” llegó hasta Europa occidental con las migraciones indoeropeas, otro tópico frecuente, es rebatida por Jean André y Jeane Zammit en “El Camino de la Guerra: La violencia en la Prehistoria”, quienes recopilan datos que apoyan la hipótesis de que el patriarcado se empezaba a gestar independientemente en las mismas zonas y sociedades a las que después llegarían los indoeuropeos.


Bibliografía: Gerda Lerner, “La creación del patriarcado”, Ed. Crítica, Barcelona, 1990
Artículo relacionado : “El Mito del matriarcado”

3- No existió tampoco una “Época Dorada”.
Estos y otros mitos posteriores forman parte de un mito mayor que los engloba, la idea de una “época dorada” situada en algún punto indefinido del pasado, en el que supuestamente el humano vivía en “armonía” con sus semejantes, con los animales y con la naturaleza en general, como en una especie de paraíso original, en el que se extendía la mano y caían los frutos ( o dabas una palmada y manaban las fuentes).
André y Zammit, además de mostrar cómo es posible que el patriarcado se iniciara de modo autóctono sin necesidad de la influencia de la migración indoeuropea, recopilan datos que muestran que la violencia y los conflictos se vienen dando desde mucho antes, sin que por ello se nos pueda permitir considerar a los humanos prehistóricos como unos brutos insensibles. Simplemente, el conflicto, forma parte de la humanidad.

Bibliografía:

Jean André y Jean Zammit: “El Camino de la Guerra: La violencia en la Prehistoria”, Ed. Ariel, Barcelona, 2002. Extractos y comentarios sobre la obra: Ni bruto ni cordero, notas sobre la violencia y la visión del pasado


Protohistoria



4- Los “celtas” a modo de comodín.

El término protohistoria se refiere a aquellas culturas de las que no nos han llegado fuentes escritas propias, pero que son referenciadas por culturas históricas contemporáneas; como es el caso de los “celtas”.

Ya desde un buen principio encontramos un problema clave; la voluntad de contemplar la Edad del Hierro des de una perspectiva que subraye la ya citada continuidad linear con la misma, a fin de crear un pasado familiar y seguro en el que ubicar nuestras raíces. Se ha seguido una metodología corrupta discriminando las fuentes de información según el propio interés. Tal como señalan Hill y Cumberpatch (1993) se ha enfatizando, por ejemplo, la proximidad cronológica con periodos posteriores (especialmente con la Alta Edad Media), en busca de “pruebas” que indicaran que Europa era esencialmente la misma antes y después de la invasión romana. (...)Se ha trabajado desde un punto de vista exclusivamente europeo, potenciando el sentimiento de descendencia, apropiándonos de ella como de una herencia y negando la posibilidad de un pasado que contradiga las propias expectativas sobre el mismo. Y se ha creado el paradigma de los “celtas”.

En la mayor parte de los estudios se utiliza el término “céltico” como apropiado para aquellas culturas que ocupan la Europa central y occidental durante la llamada “segunda Edad del Hierro”. En muchas ocasiones se asimila la “Cultura de La Tène”[2] con la “Cultura Céltica”. Tal como indican Belén y Chapa (1997) esto supone un serio problema de análisis histórico, ya que el término “celtas” se ha usado con una variedad notable de significados, lo cual hoy en día se manifiesta en un notable confusionismo. Algunas de estas acepciones fueron recogidas por Renfew;

a) Pueblos denominados “celtas” por los autores grecolatinos.

b) Pueblos que se denominaban “celtas” a sí mismos.

c) Grupo lingüístico definido por la investigación actual.

d) Complejo arqueológico definido como “Cultura de la Tène”.

e) Estilo artístico desarrollado a partir del 500 a.n.e

existiendo, además, muchos otros usos , desde alusiones al carácter “céltico”, a reivindicaciones de carácter étnico, estilos musicales, etc., propios de nuestra época.

Según Hill y Cumberpatch “Los “Celtas” nos son inmediatamente familiares y su sombra borra la diferencia en la Edad del Hierro”. Estos celtas fueron creados en el ambiente de la Europa del s. XIX , a la vez influenciando y siendo influenciados por diversas ideologías, como el Romanticismo, el nacionalismo y el imperialismo. Lo cierto es que han sido durante muchos decenios lo que se esperaba que fueran; para irlandeses y escoceses, por ejemplo, han representado el papel de unos antepasados libres del dominio anglo-sajón, mientras que para ingleses y franceses se han tomado como referencia “histórica” de mitos nacionalistas que apoyaran la expansión imperial.

Se podría decir que la Edad del Hierro escapó hace tiempo del estricto terreno del estudio prehistórico, para ser absorbida por el común de la sociedad como un canto exaltado al que se han ido uniendo las voces de los propios especialistas en el tema, en la medida en que, como humanos que son, han dependido de su contexto.

Se ha entendido la Edad del Hierro prerromana en función de un paradigma “céltico”, entendiendo por “celtas” a un conjunto de pueblos con una misma lengua y estructura social, unos mismos espíritu y esencia. Así, tomando la Edad del Hierro como algo “céltico” no ha hecho falta pararse a investigar lo que fue realmente. (...) Hay que reconocer que la “celticidad” es algo ilusorio; depende de una forma platónica, constituyendo una “esencia que, en última instancia, descansa en conceptos nacionalistas y racistas decimonónicos de etnicidad” (Hill y Cumberpatch 1993).
Bibliografía: HILL, J.D. ; CUMBRPATCH, C.G. (1993) : “Volviendo a pensar la Edad del Hierro” Trabajos de Prehistoria, 50, pp.127-137
BELÉN, M. ; CHAPA, T. (1997) : La Edad del Hierro, ed. Síntesis, Madrid.

Artículo completo: La Edad del Hierro y el Resurgimiento del Paganismo.


Edad Antigua


5- El verdadero origen de la palabra “pagano”


Todos hemos oído hasta la saciedad que la palabra “pagano” deriva del latín “pagus”, campo, y automáticamente se asocia como referencia a una especie de prácticas bucólicas, pero más bien venía a significar más bien algo como “pueblerino”. Como explica Peter Brown en “El primer milenio de la Cristiandad occidental”:

“A finales del siglo IV empezó a circular entre los cristianos el término paganus, “pagano”, para subrayar el carácter marginal del politeísmo. Originariamente la palabra paganus significaba “personaje de segunda clase”, designando por ejemplo al paisano frente al soldado regular, o al suboficial frente al oficial de alto rango. Un sacerdote hispano, Orosio, que escribió Historia contra los paganos por encargo de san Agustín en 416, añadiría un nuevo elemento a este sentido denigratorio y excluyente. Hacía saber a los politeístas cultos, a los notables de las ciudades e incluso a los miembros del Senado romano, que la religión que profesaban era propia de las gentes del campo, de los habitantes del pagus, de los paysans o paesanos, es decir, una religión propia únicamente de un obstinado grupo de campesinos que no se habían visto afectados por los tremendos cambios que habían puesto patas arriba las ciudades del Imperio romano.”

Nadie va a negar que, efectivamente, los antiguos cultos y tradiciones perviven en los territorios rurales, y que, por lógica, se mantendrán mejor en zonas aisladas o, cuanto menos, alejadas del control del poder vigente. Pero, a causa de esta asociación de “politeísmo y ruralidad”, por un lado parece que se olvide que no sólo fue una cuestión campesina y, por otro, no se tiene en cuenta la pervivencia de cultos y prácticas necesariamente diferentes, pero igualmente antiguos, en las ciudades.

6. La inexistencia de una -sola- “Antigua Religión”.

Sólo en el territorio del Imperio Romano no había una religión, sino una pluralidad vastísima de religiones y cultos, desde los propios del hogar, hasta los estatales, pasando por todos los de extranjeros y de las tierras ocupadas. Sigo con Brown:

“Se consideraba de sentido común que hubiera múltiples divinidades y que esas divinidades exigiera un culto que se manifestaba mediante gestos de reverencia y gratitud concretos y visibles públicamente. (...) Los dioses no eran desde luego abstracciones vanas. Se trataba de seres vibrátiles, cuyos ordenamientos inferiores compartían el mismo espacio físico que los hombres. Afectaban a todos los aspectos del mundo natural y de los núcleos humanos. Se pensaba que ciertos dioses eran superiores a otros. La religio que recibían esos dioses superiores dependía, en gran medida, de la imagen de sí mismos que tuvieran sus adoradores. Los filósofos místicos echaban de menos a unos dioses superiores y, por encima de ellos, aspiraban a la fusión con el Uno, con la fuente embriagadora y metafísicamente necesaria de todo ser. (...) Pero dicha experiencia no suponía la exclusión de los demás dioses, que se veían degradados, pero no negados. Los filósofos eran espíritus superiores. No compartían las burdas preocupaciones de la multitud. Pero a nadie se le habría ocurrido negar la existencia de los dioses normales y corrientes. Se pensaba que dichas divinidades habitaban más cerca de la tierra. “Estaban cerca” de sus adoradores, dispuestos a aumentar y a conservar las cosas buenas de la vida a cambio del debido respeto.

Lo que importaba eran las religiones, en plural, las múltiples maneras – tradicionalmente admitidas – de mostrar el respeto debido a una muchedumbre de dioses cuya presencia invisible prestaba calor, solemnidad y un toque de eternidad a esa gran colmena de comunidades superpuestas en la que, como hemos visto, se hallaban incluidos los habitantes del Imperio romano (...).

Las diversas religiones, naturalmente en plural, respondían a las supuestas alternativas de la fortuna humana y a un elevado sentido de la obligación para con las distintas comunidades (...) Así pues, religio podía ser tanto un graffito escrito en una pared de Ostia con el texto: “Hermes, buen amigo, séme propicio”, como la orden impartida a una sacerdotisa egipcia, en la que se le exhorta a acudir al templo del lugar”para realizar los sacrificios habituales por nuestros señores los emperadores y sus victorias, por la crecida del Nilo, el incremento de las cosechas y el saludable equilibrio del clima” (...)“

Por si fuera poco, no hay que olvidar que los mismos cultos y tradiciones cambiaron con el tiempo.

Bibliografía: BROWN, Peter: El primer milenio de la cristiandad occidental, Editorial Crítica, Barcelona, 1997 Extractos de los Capítulos 1 y 2
Artículo relacionado: Las Lupercales, evolución de los cultos arcaicos en Roma
Edad Media y Edad Moderna


7- El muy mal entendido “Tiempo de las hogueras”.

Otro de los mitos históricos recurrentes es el de la Inquisición, y el error común de situar su mayor crudeza en la Edad Media y a manos exclusivas de las iglesias cristianas. Los “Tiempos de la hoguera” se han estudiado y referenciado para multitud de propósitos; Jules Michelet describió a las “brujas” como heroicas marginadas sociales, y otros muchos autores han seguido el modelo para heroizar a científicos; algo de eso queda – como se ve en el artículo de Punset-, pero hay demasiado de reduccionista en esas interpretaciones y para entender algo de la situación que se dio, debemos ir algo más allá.

En los alrededores del año 1000 de nuestra era, tras la caída del Imperio Romano, existe una revivificación del paganismo. En este tiempo la gente hace más o menos lo que le parece, y obispos como Bucardo de Worms lo más que pueden hacer es escribir sus penitenciales, obras que detallan faltas cometidas y tarifas a pagar para “corregirlas”. Las faltas señalan antiguas creencias que recobran fuerza, así como prácticas y cultos. Durante la Edad Media, las instituciones eclesiásticas eran realmente escépticas hacia las posibilidades de la brujería y los antiguos cultos.

Las primeras persecuciones fueron católicas y se dieron también en la Edad Media, sí; pero se dirigieron a los cátaros/albiguenses. Las acusaciones que se dirigieron a este colectivo, y que se dirigirían más tarde contra los judíos, son la base de un cuerpo de acusaciones que se seguiría elaborando de forma acumulativa a lo largo de los siglos hasta llegar a los manuales empleados en posteriores inquisiciones... “Brujas” y “brujos” fueron de los últimos en entrar en el punto de mira, cuando se declaró la brujería como un acto de herejía.

Se ha insistido en que el Medievo es un periodo de oscurantismo, y, de hecho, el que se le llame “Edad Media” es una muestra del prejuicio sobre la época que “quedaba entre el resplandor de la cultura Clásica, y el del Renacimiento”. Esto dificulta enormemente la tarea de apreciar las libertades - o, si se prefiere, los “márgenes de tolerancia” -, que la sociedad conservaba por aquel entonces y el ver cómo éstos fueron eliminados a la llegada de la Edad Moderna. Lo que hay que tener en cuenta para entender la situación es que hay un cambio de mentalidad importante, que traerá como consecuencia un cambio paralelo en los métodos de la Inquisición, aumentando exponencialmente el número de víctimas.

Anna Armengol lo expone de un modo excelente en su estudio “Realidades de la brujería en el s.XVII”:

“(...)En el año 1484,(...) Inocencio VII publicó la bula Sumis Desiderantes Affectibus donde afirmaba la existencia de la brujería y autorizaba la redacción del Malleus Maleficarum. Fue el primer tratado que hizo accesible a un público amplio el concepto acumulativo de brujería. (...)
El Malleus no formuló el concepto acumulativo de brujería, pues éste ya había sido formulado cincuenta años antes. (...) No obstante, dicha obra ayudó a confirmar la fusión entre diversas creencias ya que se analizaba a las brujas en una obra de forma ordenada y sistemática. Sirvió como “enciclopedia de brujería” y transmitió un conjunto de creencias cultas a un público más amplio. También proporcionó un soporte teológico y asesoramiento legal para instruir causas de brujería y declaró que los que negaban la realidad de la brujería eran herejes. (...)
A finales del siglo XV la nueva infraestructura ideológica empieza a adquirir cuerpo de una forma decisiva. María Tausiet Carlés opina que a finales del siglo XV en Europa, coincidiendo con la eclosión de los procesos por brujería, aumentó el número de tratados contra la superstición. Esto no había preocupado hasta el momento en que se empezaron a construir los Estados modernos.
No obstante, no es extraño encontrar opiniones divergentes. (...)Pero los escépticos rápidamente fueron atacados por demonólogos como Jean Bodin.”

Existieron inquisiciones tanto católicas como reformistas. Precisamente una de las faltas que los reformistas ven en los católicos es que muchas de sus tradiciones (el culto a la Virgen y a los santos, las procesiones, los exvotos...) parecen venir del antiguo paganismo, y lo que están buscando es una depuración de estos elementos. Las persecuciones tuvieron más impacto en las zonas protestantes, pero, en general, si hasta el momento había habido una cierta tolerancia a partir de este momento se empiezan a activar controles mucho más exhaustivos.

Como ejemplo, en la Castilla medieval existieron movimientos religiosos cristianos netamente femeninos, por un lado se desarrolló cierta devoción hacia la “Santa Parentela”, la familia femenina de Jesús ( y principalmente a su abuela Santa Ana), por otro, algunas mujeres fueron místicas, otras decidieron dedicar sus vidas a Dios, de un modo seglar, algunas iban de pueblo en pueblo enseñando a leer a la gente, y otras se recluían en pequeños recintos individuales a llevar una vida muy austera, otras crearon comunidades femeninas con el mismo propósito. Con el cambio de mentalidad y el aumento del control social estas ramas de espiritualidad cristiana, surgidas de la conciencia y devoción personal, también fueron duramente censuradas y cortadas de raíz. Se prohibió que hubiera comunidades de mujeres – tenía que haber al menos un cura para vigilarlas - , o se las acusó de “falsas santas”, y algunas fueron igualmente perseguidas.

Es muy importante entender la diferencia entre las primeras inquisiciones, de época medieval, y las de la época moderna (que llegaron a América). Las segundas tratarán de ajustarse a los métodos científicos, y se recupera la tortura como medio para lograr la confesión : “La investigación como búsqueda autoritaria de una verdad comprobada o atestiguada se oponía así a los antiguos procedimientos del juramento, de la ordalía, del duelo judicial, del juicio de Dios o también de la transacción entre particulares. La investigación era el poder soberano arrogándose el derecho de establecer la verdad por medio de cierto número de técnicas reguladas” (M. Foucault, 1986).

Es normal que el poder vigente trate de sacar de en medio posibles peligros, existía cierta idea de que algunos perseguidos se habían convertido falsamente al cristianismo para escapar de la amenaza, y era necesario descubrir quienes eran y eliminarlos.
Al mismo tiempo se trató de eliminar toda forma de “superstición”, pues se buscaba una religión única que pudiera estar a la altura de la “ciencia” que parecía estar ocupando posiciones importantes, de modo que los místicos y muchos cristianos también fueron perseguidos. - Sí, sabemos que algunos científicos eminentes habían caído antes a manos de los mismos tribunales, pero las cosas cambian... así como Robespierre envió a unos cuantos a la guillotina, hasta que le llegó el turno de probarla en su propio cuello-.

Las autoridades eclesiásticas insistieron en solicitar la colaboración de los poderes civiles, y finalmente el de peso las persecuciones pasó del terreno teológico al civil; de las manos de los tribunales eclesiásticos derivó los tribunales civiles - si había una “metodología científica”, bastaba con seguir los pasos para llegar al resultado -, que agravaron sustancialmente la situación: la mayor parte de las ejecuciones fueron llevadas a cabo por estos últimos. Y, sin embargo, hay que señalar que ni todos los juicios acabaron en ejecución, ni las persecuciones tuvieron la misma fuerza en todo el tiempo y extensión geográfica que el fenómeno abarca.


Bibliografía:

Caro Baroja, Julio: “Las brujas y su mundo” (ese es el que leí yo, aunque no tengo referencia bibliográfica, porque me lo prestaron. Hay otros del mismo autor que tocan el tema, pero creo recordar que con todo lo discutible que tiene el autor, en este queda bastante claro lo del cambio de mentalidad).

Ginzburg, Carlo: “Historia nocturna”, Ediciones Península. Barcelona 2003 y “Les batailles nocturnes: sorcellerie et rituels agraires aux 16e at 17e siècles” (sorry, no tengo a mano la referencia editorial, creo que no lo llegaron a traducir al español, “El queso y los gusanos” creo que también toca el tema).
El estudio que documenta lo que yo he intentado resumir mucho mejor de lo que yo podría hacerlo:
Armengol, A. REALIDADES DE LA BRUJERÍA EN EL SIGLO XVII, Tiempos Modernos Nº 6

Maria Teresa Fuster escribió un artículo interesante sobre la Caza de Brujas en la Edad Moderna, que está en la web de Temakel.
Otro artículo interesante que recopila la visión de diversos investigadores acerca de la brujería y las persecuciones está en la página de Gonçal Vicenç Bòrdes: La Velleta Verda - Las brujas

*Acerca del resurgimiento pagano del año 1000:

FOSSIER, R. : “La Fin de la Pensée Sauvage” Le Moyen Age , ( vol. II, L’éveil d’Europe.) Ed. Armand Colin, Paris, 1982 Extractos pp.62-69
*Sobre las beguinas, emparedadas, etc. castellanas y la Santa Parentela no hay mucha información en la red, pero localicé un par de notas que con reservas pueden servir:

El Voto de Tinieblas o el Emparedamiento en las Comunidades de Monjas

Santa Ana Madre y Santa Ana Maestra

* Procesos inquisitoriales, como ejemplo el que aparece en Lecouteux, Claude; “Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media. Historia del doble.”, Ed. J.J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 1999: Proceso a Thies, el "hombre lobo" de Livonia