lunes, 30 de agosto de 2010

No importa perder

Conciencia (2007), Astrid Stocker


Hay personas que parecen haber nacido para ganar. Todos las admiramos; Tienen siempre la palabra o el gesto adecuados, una intuición que parece abrirles el camino en el que nada parece atreverse a cruzar porque, en todo caso, sería inútil. Podemos aprender mucho de ellos.

Hay personas que nacieron para terminar por entender que no importa lo que se pierda. Tal vez éstas sean consideradas en un juicio prematuro como conformistas o impasibles, y por ello no cosechen precisamente una admiración instantánea. Sin embargo, considero que de ellas se puede aprender aún más; pues todo aquello que llegue a envalentonarse ante su aparente inofensividad y pretenda interponerse entre ellas y sus objetivos acabará por desistir porque los esfuerzos por lograrlo resultarán igualmente infructuosos.

Sin importar lo que suceda, sin importar que situaciones o emociones experimenten, una parte de sí habita en un mundo en el que reinan una serenidad y una belleza imperturbables. Por ello no necesitan demostrar nada, quedar bien, mantener una imagen, tener la razón, dar explicaciones o participar en conflictos... No piden nada y no esperan nada de otros, así que tal como somos estamos bien para ellos. Parecen cómodos en cualquier situación y nos sorprenden continuamente con su confianza hacia todo y todos, que parece no conocer límites.

Son la clase de personas que capaces de tranquilizarnos con una sonrisa cuando nosotros corremos sin sentido de un lado a otro, poseídos por la desesperación, las que nos recuerdan lo absurdo de insistir en ahogarse en un charco de lluvia, las que pueden desarmar toda una complicada película mental redirigiendo nuestra conciencia a lo elemental, o demoler con una pregunta sencilla, directa y carente de malicia, las numerosas barreras que a menudo construimos en base al miedo, sin darnos cuenta que estamos fabricando una trampa para nosotros mismos.

Y cuando nos hablan, sentimos que están dirigiéndose, a través de nosotros, a un ser más profundo que nos habita, haciéndonos conscientes de su presencia. Cuando nos miran, nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que ven... Pero cuando respondemos nos sentimos diferentes, mejores que de costumbre, más ligeros, más felices, más conscientes y bondadosos. Su recuerdo permanece en nuestras vidas, mucho después de que se hayan ido... Tal vez no podamos entenderlas en un primer encuentro, y tal vez no podamos comprenderlas completamente en una sola vida, pero agradecemos, por siempre, que se hayan cruzado en nuestro camino.

PD: La autora del cuadro que ilustra esta entrada, Astrid Stocker, además de publicar su obra en artelista tiene un blog: Astrid Stocker óleos.

martes, 24 de agosto de 2010

Hermandades


Campfire Site, Yosemite (~1873), Albert Bierstadt



La literatura mágica está plagada de alusiones a sociedades, cofradías o hermandades, más o menos secretas, pero siempre prometiendo el acceso a los privilegios de formar parte de un círculo cerrado que envuelve a unos pocos individuos y excluye al resto de los - pobres- mortales. Como existe cierta tendencia a confundir la forma con el contenido, muchas personas se lanzan a la búsqueda de un grupo con la intención de acceder a conocimientos o prácticas ocultas, o tal vez incluso con la negada intención de reafirmar su identidad y satisfacer su necesidad de pertenencia.

Sin embargo, así como no resulta demasiado provechoso tomar la cáscara y desechar el fruto - que no sólo es el alimento sino la razón de ser de la cáscara-, las imitaciones de aquello que no se ha llegado a comprender permanecen condenadas de antemano a la esterilidad. Una caja vacía puede estar cerrada por tres candados, pero seguirá estando vacía.
Del mismo modo, podemos llamar a las cosas como queramos; Ellas nos responderán siempre siendo lo que son. Un individuo no será nuestro "hermano" por que decidamos etiquetarlo bajo esa denominación, sino por el vínculo recíproco que nos une a él, los momentos compartidos, la calidad de su presencia en nuestras vidas. Y puesto que en cada vínculo que nos enlaza a otra persona existen infinidad de ramificaciones que escapan de nuestra comprensión o control consciente, no basta con reunir personas bajo un mismo lema, ideal o propósito: No basta pero, al mismo tiempo, puede ser innecesario.

Independientemente de dónde procedan, de cómo los hayamos conocido, o de qué nos una a ellos, nuestros hermanos son aquellos con los que reímos sin restricciones, pero lloramos lo justo. Aquellos que nos escuchan con atención, pero respetan nuestro silencio. Aquellos de los que aprendemos o junto a los que descubrimos algo que no sabíamos, y son capaces de recordarnos aquello que, aún sabiendo, a ratos se nos olvida. Los que confían en nosotros a pesar de las circunstancias más oscuras, y nos quieren tal como somos, a través de nuestros cambios. Aquellos que saben cuando cobijarnos en un abrazo, y cuando dejarnos ir. Aquellos que habitan en nosotros a pesar del tiempo y la distancia; Aquellos que otros llegarán a conocer a través de nuestros propios gestos.

En la Rede Wicca y en algunos rituales de iniciación, se usan las palabras "Perfecto amor y confianza perfecta": No deberían considerarse un elemento de relleno u ornato, ni una buena intención o un ideal inalcanzable, sino una auténtica joya de transformación. Pues cuando a través de nuestras relaciones personales alcanzamos o, al menos, somos capaces de percibir cómo nos acercamos a esos amor y confianza perfectos, comprendemos que éstos irradian hacia todo aquello con cuanto nos relacionamos, y que esto es sólo el principio del resto de una vida que no volverá a ser la misma.

Lamentablemente en muchos círculos de "hermanos" proliferan sin control las competencias, ansias de poder, envidias, rumores malintencionados, etc. de modo que, en caso que algo valioso pudiera conservarse en ellos, sería extraño que no llegara a contaminarse. Por esto, antes de pensar en buscar, o crear un coven, grupo de estudio o cualquier otra forma de agrupación, sería preciso haber aprendido a estar solos y respetar lo que somos, así como ser conscientes en la medida de lo posible de los modos en que elegimos vincularnos a aquello que nos rodea.

Una vez hayamos sido capaces de construir una relación de calidad con nosotros mismos, llegarán a nosotros - desde dondequiera que se encuentren - las personas más indicadas para acompañarnos en nuestro viaje, ya sea por una temporada, ya sea por toda una vida. Lo importante es que, como si nos halláramos de nuevo en los orígenes de la humanidad, compartimos con ellos la hoguera con la que se construye un primitivo hogar, el fuego que nos da calor y protección, descubriendo el velo de la oscuridad, sobre el que se prepara el alimento y entorno al cual se tejen por igual trabajos e historias.

Lo cierto es que así como no necesitamos escalar la montaña más alta para encontrar el anciano con la barba más larga para encontrar un sabio, tampoco es necesario poner constantemente a prueba a nuestros congéneres para evaluar la autenticidad o los límites de su lealtad (o paciencia). Cualquier persona puede ayudarnos a aprender más de lo que en un primer momento podríamos sospechar, siempre que prestemos la suficiente atención, siempre que estemos dispuestos a realizar el trabajo necesario para responder a su presencia entregando lo mejor de nosotros.

La hermandad no se fabrica; se reconoce.

lunes, 23 de agosto de 2010

Dominios al aire

Más o menos desde el viernes Perroaullador y Postpaganismo vuelven a estar disponibles en la red. Disculpas por no avisar antes, estuve algo ocupada estos días... Pronto, más novedades :)

Gracias.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Cultivo de deseos


Psyche opening the Golden Box (1903), John William Waterhouse


Entre las ideas que funcionan a cierto nivel, y que, no obstante, llega un momento en que hay que superar, es el miedo hacia nuestros propios impulsos y deseos. Del mismo modo que ciertas personas permiten que sus impulsos y deseos las esclavicen, desviando su sendero, existen otras que consideran todo deseo un peligro latente, un enemigo a combatir, y se condenan a una vida de privaciones y a una lucha constante contra sí mismos, que puede llevarlos a una amargura existencial que niega muchas vías de desarrollo personal.

El deseo puede manifestarse en cualquier área de nuestras vidas y, tanto un deseo de bienes materiales como de bienes mentales, emocionales o espirituales, puede ser el impulso que necesitamos para dar el siguiente paso en nuestro camino, la voz de un llamado hacia aquello que aún no conocemos. Cuando, por temor o desconfianza hacia nosotros mismos, acallamos nuestros deseos, éstos no desaparecen, sino se retiran a un segundo plano y se convierten en una presencia molesta que nos recuerda constantemente la imposibilidad de capturar lo efímero, en una sombra que se proyecta desde nuestro interior sobre todo aquello que queremos mantener estancado, y que el mismo bienestar que pretendemos eternizar tiene mucho de ficticio.

Así, podemos considerar que nuestros deseos nos conectan con el fluir natural de la vida, perjudicándonos sólo en la medida en que mantengamos nuestra ignorancia respecto a su propia naturaleza. El deseo no nos pide, ni mucho menos nos condena, a aferrarnos a él. Es una idea en nuestro interior que ha iniciado el camino hacia la materialización, con el fin de convertirse en una experiencia. Al igual que las yemas de las ramas se manifiestan a su debido tiempo y las flores se desprenden de las mismas ramas que las vieron abrirse a la caricia solar, el deseo se realiza en las condiciones adecuadas, y a su debido tiempo se desprende de nuestra vida, dejando su lugar para que otro pueda ocuparlo, y así sucesivamente.

Cuando nos sentimos insatisfechos, esto no depende de nuestros deseos, sino del modo en cómo percibimos estos ciclos de eterna renovación, de nuestra negativa a dejar ir y volver a empezar, aún siendo en esencia el mismo ser. A su vez, la satisfacción no proviene de los objetivos conquistados, que una vez se han vivido no hay más que nos puedan ofrecer, sino del conocimiento de que una realización seguirá a otra y que recorriendo nuestro propio camino estamos sincronizados con el ciclo de la vida que encuentra su correspondencia en nosotros, así como de la seguridad, la paz y la alegría que deriva de esta certeza.

A lo largo de los años he escuchado a menudo que a la hora de realizar un trabajo mágico es conveniente centrarse en un único objetivo. Tal como comentaba en complicaciones innecesarias, esto puede parecer lógico cuando la práctica de la magia se entiende como algo eventual, reservado para situaciones de urgencia o gravedad que requieren de un gran esfuerzo por parte del practicante. Sin embargo, cuando la conciencia mágica se extiende a cada aspecto de nuestras vidas, integrada de un modo natural en la cotidianidad - no en forma de una compulsión adictiva por la búsqueda de experiencias "sobrenaturales", "señales" o algo por el estilo -, llega a ser habitual que trabajemos al mismo tiempo en diferentes aspectos de nuestra persona, por mejorar nuestro entorno, o con el fin de ayudar a otros a mejorar su calidad de vida o en la consecución de sus propios deseos.

Estamos demasiado acostumbrados a la creencia de que un acto de fuerza producirá mejores resultados, cuando en la mayoría de ocasiones basta con retroceder un poco, y realizar cambios sencillos que modifiquen el curso de las cosas en la dirección de nuestra preferencia. Y una vez tomamos conciencia de nuestro rol en la formación de nuestra realidad, comprendemos que estos cambios deben producirse en nosotros mismos, antes de que sus consecuencias puedan ser experimentadas en el mundo "objetivo".

Aún en la más ordinaria de las existencias la mente y el cuerpo humanos llevan a cabo a cada momento, y de modo simultáneo, un elevado número de procesos que no requieren de la participación de nuestra conciencia: nuestra sangre se mantiene en circulación, respiramos, hacemos la digestión, captamos la información que llega desde nuestros sentidos físicos, etc. Estos procesos nos mantienen vivos y, sin embargo, es necesario que nos detengamos a prestar atención para llegar a darnos cuenta de su existencia. Esto puede darnos una idea de la multitud de cosas que, de hecho, realizamos sin necesidad de una intervención consciente. Sin embargo, la elección consciente de, por ejemplo, una mejor alimentación, hacer ejercicio o beber más agua, puede ayudar a mejorar los resultados de estos procesos.

Cuando empecé la serie de la Máquina de construir la realidad, una de las cosas que tenía en mente era precisamente cómo la realidad parecía construirse a partir de los modelos que guardábamos en nuestras mentes. Se dice que la naturaleza odia el vacío, de modo que cada vez que voluntaria o involuntariamente se produce un vacío en nuestras vidas, la Máquina lo llena con algún elemento de la reserva, sin importar si es aquello que más amamos o lo que más tememos. Este proceso es automático y no requiere de nuestra participación consciente; Sin embargo, si logramos seleccionar el material que va a estar disponible para la Máquina, lógicamente restringiremos a nuestro favor el tipo de resultados que deriven de estos automatismos.

Volviendo al ciclo del deseo, podemos considerar que el deseo y el temor son dos caras de una misma moneda. Son ideas que, a través de nuestra atención, ganan en peso y fuerza del mismo modo en que un fruto madura, y así como el fruto cae de la rama, el deseo o el temor se realizan en nuestra experiencia, en forma de dichas o desgracias. Y así como la medicina tradicional nos enseña que es más eficiente tratar al paciente en lugar de tratar la enfermedad que es síntoma de un desequilibrio en el mismo, si queremos modificar las experiencias que estamos manifestando en nuestras vidas se probará más efectivo remitirnos a su raíz u origen primero, localizados en nuestra mente.


El cultivo de deseos


Para cultivar nuestros deseos, es preciso en primer lugar conocerlos, sin negarnos en principio a ninguno. Para esto resulta muy útil elaborar un listado de todo aquello que se nos ocurra que podamos llegar a desear en este preciso instante, en cualquier área de nuestras vidas: Desde lo más trivial a lo más trascendental, desde aquello que más querríamos, hasta aquello que simplemente nos gustaría, desde lo que parece imposible hasta lo que ni siquiera escribiríamos, porque queda al alcance de nuestra mano y podemos conseguir en cualquier momento.

Cualquier cosa que escribamos en este listado es el inicio de una nueva empresa, que o bien nos pondrá en movimiento hacia un nuevo objetivo, representará una voluntad de mejora en nosotros mismos o en nuestro entorno, o nos mostrará un aspecto de nosotros mismos que deberíamos trabajar antes de seguir adelante. Para darnos cuenta de ello, deberemos ser capaces de observar nuestro listado sin temor o ansiedad, con claridad mental y desde la perspectiva del grado de conciencia más alto que seamos capaces de alcanzar.

Si nos sorprendemos deseando mal a otros, o tratando de imponer en su vida nuestras condiciones por justificadas que nos parezcan nuestras razones, o considerando que para alcanzar nuestro deseo es necesario dañar o manipular a otros, la conciencia nos señalara el error de cálculo. Cuando contamos el mecanismo adecuado para conseguir de un modo natural las realizaciones a las que aspiramos, el aceptar la presencia de esta clase de obstáculos no es sino un remanente de un modo caduco de procesar la información de la que disponemos, una forma de autosabotaje. Es posible que veamos, desde el presente, un número limitado de opciones; Pero como en última instancia es nuestra mente la que cierra y pone obstáculos en el camino, también ella puede abrirlos y despejarlos.

Y es de la mayor importancia comprender que es en este punto en el que deberíamos volcar nuestras energías y esfuerzos, en encontrar el mejor camino hacia nuestros objetivos, en vez de salir armados hasta los dientes y cegados de furia a pelear contra molinos de viento.

Para comprobar la efectividad del método, basta con escribir en una tarjeta o papel individual cada uno de los deseos de nuestro listado que pueda darse por realizado en un momento dado (Si deseamos gozar de salud o tener amor este será un deseo constante a lo largo de nuestras vidas, y su realización no debería tener un límite en el tiempo, pero si deseamos algo como hacer un viaje, tener un nuevo empleo, o encontrar la mejor respuesta a una encrucijada, entonces habrá un momento en que podremos que “se cumplió”).

En segundo lugar conseguiremos dos o, aún mejor, tres cajas pequeñas de cualquier material. En la primera de ellas, colocaremos inicialmente el mazo de tarjetas, barajándolas para que cualquier orden (de importancia, probabilidad, ámbito de nuestra vida, etc.) en el que fueran escritas en el listado se anulado. Cada cierto tiempo abriremos la caja y leeremos nuestras tarjetas, pensando en nuestros deseos y visualizándolos como si ya los estuviéramos viviendo en el presente. Como es posible que hayamos puesto muchas tarjetas en nuestra caja, lo que se puede hacer es sacar cada vez una tarjeta al azar, y trabajar sobre ella.
Si, además, se da el caso de que hemos tenido un mal día, o alguna preocupación nos aqueja, tomarnos el tiempo para revisar nuestra caja de deseos nos ayudará a centrarlos en cualquier otro aspecto de nuestra vida que no deberíamos ignorar a pesar de las circunstancias presentes, y pensar y vernos experimentando el cumplimiento de cualquier deseo mejorará nuestro humor y estado de ánimo, apartándonos del vicio de alimentar las ideas nocivas que no queremos que crezcan en nuestra vida.

La segunda caja es una caja de agradecimiento. Posiblemente, antes de lo que imaginamos, los deseos de nuestra caja empezarán a cumplirse, y comprobaremos cómo en muchas ocasiones esto no dependerá de los fácil o difícil que esto nos pareciera; simplemente la Máquina detectó un vacío o una oportunidad que nosotros no hubiéramos percibido de un modo consciente, y lo llenó o encajó con la pieza adecuada que tenía en la reserva. Cada vez que un deseo se cumpla, daremos las gracias por la experiencia, procurando vivirla en su totalidad. Anotaremos la fecha del evento tras la tarjeta y la colocaremos en la caja correspondiente.

Por cada tres deseos que se hayan realizado y pasado a la caja de agradecimientos, colocaremos tres nuevas tarjetas en la caja inicial. Esto nos ayudará a no apegarnos a lo ya vivido, abriéndonos a nuevos horizontes de experiencia y realizaciones. A menudo las personas permiten que el pasado, bueno o malo, determine y condicione su presente, haciéndose a la idea de que siempre sufrirán, o de que nunca serán tan felices “como cuando...”. Esto no es cierto, a menos de que nosotros mismos lo impongamos como una condena. Las cosas deben vivirse en su momento, y luego dejarse ir, agradeciendo la experiencia no sólo en el encuentro, sino también en la necesaria despedida.

Es importante tener un cierto grado de compromiso respecto a nuestros deseos, conocerlos y cuidarlos, conservarlos aún cuando todo parezca estar en su contra. Del mismo modo que, cuando confiamos en alguien, esta persona nos dará mejores respuestas que si desconfiamos de ella, también nuestros deseos responderán positivamente a nuestra confianza y cuidados, encontrando el camino para realizarse. Si lo consideramos necesario, cada vez que trabajemos un deseo, lo visualicemos o pensemos en él, aclararemos que debe encontrar el mejor camino para realizarse, sin perjudicar a nadie, ni a nosotros mismos, en el proceso.

Y ciertamente, algunos deseos pondrán nuestra vida “patas arriba” mientras avanzan hacia su realización, de modo que podremos vernos en circunstancias inusuales, o difíciles de explicar, ante las que deberemos mantener la serenidad; Tarde o temprano todo encajará, y el nuevo orden se probará mejor que el que debimos dejar atrás.
Este es otro de puntos que requiere de nuestros mejores esfuerzos; la capacidad de asimilar el poder que detentamos respecto a la transformación de nuestras vidas, sin asustarnos o perder el sentido común, la caridad mental o la serenidad. Con el estado mental adecuado, cualquier acontecimiento en nuestras vidas terminará beneficiándonos, ya sea a través de la consecución o de la rectificación.

La tercera caja, que si hacemos las cosas bien a penas utilizaremos, es la de los descartes. Escribimos un deseo, pero luego decidimos que es mejor que no llegue a realizarse. En ocasiones sucede que deseamos algo, o creemos que deseamos algo, pero el deseo languidece con el tiempo, o descubrimos que había alguna estupidez nuestra implícita, o bien a medida que nos acercamos, descubrimos que podemos desear algo mejor, o simplemente nos damos cuenta que no era nuestro deseo sino el deseo de otra persona... Esta caja nos dirá mucho acerca de lo que aprendimos conociendo y cultivando nuestros deseos y nos ayudará a afinar nuestras aspiraciones.

Tal vez un deseo haya permanecido por largo tiempo, sin realizarse, en la caja inicial: Sólo lo moveremos a la caja de descarte en caso de que hayamos decidido que ya no queremos verlo realizado, o en caso de que decidamos modificar su formulación original; pero nunca por hastío o desesperanza. Cuando suceda esto, cuando un deseo parezca reacio a cumplirse, deberemos examinarlo con cuidado y analizar los motivos que podrían estar impidiendo su realización. Como sucede con las semillas, el deseo puede no estar en las condiciones adecuadas para su desarrollo, y del mismo modo en que una semilla que no crece puede necesitar más agua o más luz, estar compitiendo con otras especies de semilla más fuertes, o con otras plantas que le hagan sombra, nuestro deseo puede haber sido planteado de un modo inadecuado y no encontrar la vía para su realización, pero permanecer a la espera de un cambio de condiciones para desarrollarse conforme a su naturaleza.

Por último, me reiteraré en la necesidad de respetar nuestros deseos. En su aspecto más noble, cuando su naturaleza no ha sido dañado por el condicionamiento, contienen las aspiraciones de nuestro propio ser, su voluntad de desarrollo, experiencia y aprendizaje. No hay malos deseos, hay deseos que pueden enmascararse tras muchos velos de los que deberemos aprender a liberarlos, para que puedan desarrollarse del modo correcto, del mismo modo que debemos liberarnos de aquellas capas que velan y ocultan nuestro verdadero potencial, para que pueda manifestarse no sólo en nuestro propio beneficio, sino igualmente el de aquellos que nos rodean.

lunes, 16 de agosto de 2010

Complicaciones innecesarias

Defendius Door Chain (2008), Artemy Lebedev


En determinados sectores existe la idea de que el trabajo mágico supone un esfuerzo terrible que sólo llevaremos a cabo sometidos a altos niveles de presión. No pocas veces, además, se nos da a entender que cuanto más forcemos las circunstancias o cuanto más dramática sea nuestra súplica más posibilidades tendremos de realizar nuestro deseo.
En términos cotidianos, si lo que deseáramos fuera, por ejemplo, ir al cine, lo anterior implicaría tratar de obligar a otros mediante amenazas físicas o chantajes emocionales a que nos lleven o nos acompañen al cine. Puede en muchas ocasiones (excepto en aquellos casos que tratemos de emplear la estrategia con personas que gocen de claridad mental), pero la salida al cine puede también - lógicamente- no ser tan divertida como la imaginábamos.

Ya he comentado alguna vez que la magia es algo así como conocer y aprovechar las corrientes naturales para dejarnos llevar a donde queremos estar, con el fin de ahorrar energía y esfuerzos para aquellas ocasiones en las que realmente sea necesario.
En términos cotidianos, sería muy raro que ir al cine llegara a ser una necesidad de primer orden, pero no por ello nos vamos a negar el deseo, así que podemos invitar cordialmente a alguien, o incluso ir solos, y en cualquiera de los dos casos será más agradable que salirnos con la nuestra a través de la amenaza o el chantaje.

Como ciertamente todo tiene un precio, todo esfuerzo gratuito puede considerarse un error de gestión de nuestros propios recursos, que también tiene sus consecuencias. Sin embargo, puesto que a menudo se asocia esfuerzo con merecimiento, nos asusta que las cosas puedan ser sencillas y fáciles. Y a menudo optamos por añadir complicaciones adicionales a algo que no las necesita, en lugar de ver en qué podemos o debemos invertir el esfuerzo que no se requiere en esa ocasión.

Esto tiene también relación con la diferencia entre una vida en la que la práctica o la conciencia mágica se restringe a en situaciones puntuales, normalmente espoloneadas por la gravedad o la urgencia, y la vida mágica, que es aquella que uno construye y mejora, momento a momento, con los recursos que tiene a su alcance, habiendo vencido la ilusión de los límites entre lo "ordinario" y lo "extraordinario".

Cuando toda nuestra vida es mágica o, dicho de otro modo, cuando somos aprendices y practicantes las 24h de cada día de nuestra vida, es improbable que nuestros momentos mágicos se limiten a urgencias puntuales; Y resulta más improbable aún que no tengamos una idea de hacia donde dirigir nuestros esfuerzos, pues sabemos que todo trabajo por mejorar cada aspecto de nuestro ser y nuestro entorno no terminará jamás. La posibilidad de una energía o esfuerzo "sobrante" no puede considerarse entonces más que una broma.

Desde esta perspectiva, encontrar la manera más sencilla y fácil de realizar nuestros objetivos no es un intento de eludir responsabilidades, antes al contrario, es una condición necesaria para no malgastar los recursos con los que contamos, y ser cada vez más efectivos. Del mismo modo, la aceptación, construcción o imposición de complicaciones innecesarias es la vía más efectiva para no hacer todo lo que podríamos hacer.


sábado, 14 de agosto de 2010

Pesadilla

Viñeta de Maitena para el mensaje número 201 del blog de Perro Aullador.
Cualquier otro número hubiera estado bien :)

viernes, 13 de agosto de 2010

Cajas


Pabellon de Marruecos en la Exposición Universal 2005 en Aichi, Japón.
Fotografía de My Nothing Book.


La caja es un objeto tan básico como el primer recipiente, del que, con el paso del tiempo, llegarían a surgir y diferenciarse miles de vasos, vasijas y jarras, para su uso práctico, con fines ornamentales, o bien una combinación de ambos. Así existen cajas de lujo, auténticas joyas tan preciosas y elaboradas como los tesoros que guardan y, en un nivel más cercano, no es extraño que la caja sea una parte importante a la hora de hacer un regalo.

Sin embargo, en general, las cajas son uno de esos objetos que a menudo pasan desapercibidos por lo cotidiano de su presencia: Estamos rodeados de cajas de todas formas, materiales y colores, desde los empaques del cereal hasta nuestros armarios, que no son otra cosa que una versión compleja de los antiguos arcones en los que seguardaba la ropa.

Sería extraño habitar una casa vacía. Al ver el espacio diáfano pensamos casi instantáneamente en amueblar cada habitación, y gran parte del mobiliario no es otra cosa que alguna forma derivada de la primera caja, destinada a guardar, conservar u ordenar nuestras pertenencias. Ambos elementos, lo guardado y el lugar donde se guarda han evolucionado al par de nuestras culturas, desde unos útiles básicos hasta los montones de cosas que preferiríamos no tener cuando nos toca mudarnos de casa. Esto debería decirnos algo acerca de los modos en los que como humanos adaptamos el entorno para satisfacer nuestras necesidades, sino algo acerca de los modos en los que sin darnos cuenta organizamos nuestra realidad.

Dado lo simple de su estructura básica, la caja ofrece un número prácticamente infinito de posibilidades. Hace unos meses encontré un post en el que entre otras cosas se hablaba de cómo los niños pueden entretenerse por más tiempo con una caja vacía que con cualquier juego o juguete de mayor complejidad que se les regale con el mismo fin:

(...) mis hijos se apoderaron de una de las cajas. Durante dos horas ¡¡¡Dos horas!! estuvieron jugando con la caja, cosa que no han hecho jamás con ninguno de los juguetes que les hemos regalado.
¿Y saben por qué? Porque la caja, no fue en ningún momento una caja; fue un coche, una casa, una nave espacial, un barco, una tienda de chuches con ventana , una cocina, ¡¡¡un parque para niños que se portaban bien”, un columpio y en última instancia un coche de caballos al que le ataron una cuerda;(...) era la caja la que se adaptaba a la imaginación de mis hijos sin límite alguno impuesto por código alguno y no al revés.
La caja no tenía un guión ni unos diálogos predefinidos, ni paredes invisibles, ni “quick time events” ni principio ni final, la caja no era nada y lo era todo a la vez. (...)
Puede parecer un tópico, pero mis recuerdos lo confirman. Nunca volveremos a ser niños más allá de las fronteras de nuestra infancia y, sin embargo, hay retazos de la experiencia de nuestros primeros años de vida que valdría la pena no dejar caer en el olvido.

Un importante ejercicio a la hora de la práctica y el trabajo mágico, pero también en la resolución de problemas cotidianos, consiste precisamente en acostumbrarnos a ser capaces de mantener la mente abierta respecto al número real de posibilidades con las que contamos en un momento dado. Con el fin de realizar esta evaluación es necesario saber observar desde varias perspectivas y asumir de buen grado de que no hay un único modo correcto de hacer las cosas. Pero al mismo tiempo deberíamos tomar conciencia de cómo nuestra mirada subjetiva transforma, consciente o inconscientemente, cualquier cosa que observemos.

La caja nos ha acompañado desde tiempos remotos, en ella podemos conservar, separar, distribuir cosas, llenarla de tierra y convertirla en semillero, poner una fuente de luz en su interior y convertirla en lámpara, imitar las estructuras de una casa o una cueva, emplearla para crear una "cápsla del tiempo", entre muchas otras opciones que se nos puedan ocurrir. En consecuencia, la caja más simple puede convertirse en una valiosa herramienta para ese trabajo mágico que, en última instancia, no depende tanto de los materiales o ingredientes empleados en él como de nuestra capacidad de aprovechar los procesos que nuestra mente desarrolla de un modo automático.

domingo, 8 de agosto de 2010

El respeto al misterio


Les feuilles mortes (1956), Remedios Varo


El misterio un fino hilo que tira de nosotros hacia lo desconocido, la cuna en la que reposan los deseos de saber mucho antes de devenir conocimiento; Un velo levísimo que nos separa de lo que aún no estamos preparados para saber, que sólo podremos descorrer una vez hayamos sido capaces de comprender su presencia.

El misterio es un gran maestro, que debe ser respetado... Cuando se trata de levantarlo sin la comprensión necesaria, aquello que el delgado velo guarda se desvanece como si nunca hubiera existido, exponiéndonos a la desazón. El misterio, como un candado críptico, requiere de paciencia, constancia y voluntad, entregándose sin reservas cuando estas cualidades han sido adquiridas y manifiestas, demostrando que estamos preparados para recibir lo que la desnudez que oculta ofrece.

El camino del conocimiento está rodeado de sombras que al paso del buscador y el fuego que anida en su ser, develan aquello que hasta el momento estuvo oculto. Y del mismo modo que una puerta debe ser abierta con su correspondiente llave, y no forzada por la violencia, estas sombras no deben ser combatidas, pues cumplen una importante función. Ante ellas el buscador debe presentarse con el mayor respeto y pureza de ánimo, confiando en que se le permita el paso. Ellas no pueden ser engañadas, ni violentadas sin atraer grandes desgracias sobre aquellos que cometen la ofensa. Sin embargo, es necesario precisar que ellas no necesitan de intermediarios para cumplir su cometido. El misterio se guarda sólo y por si mismo se revela al reconocer la presencia adecuada.

De la mano de los grandes misterios van aquellos pequeños misterios que como pequeñas sombras habitan nuestra vida cotidiana. Al reconocer el misterio como un maestro reconocemos al mismo tiempo lo mucho que nos queda por descubrir, el fino límite que bordea nuestro mundo conocido, cuya existencia pasa demasiado a menudo desapercibida. Y comprendemos que si no cruzamos este límite es por falta de una necesidad o un deseo que nos impulse a ello y no porque ésto sea impossible. Asumimos nuestra propia libertad y poder para administrar la realidad en la que hemos preferido movernos día a día.

El misterio, en mayor o menor medida es una presencia constante en nuestras vidas, es todo aquello que desconocemos y, sin embargo, quisiéramos conocer. Incluso en una vida a espaldas de la magia, a menudo nos impacientamos terriblemente ante los interrogantes que crecen en la cotidianidad, respecto a nuestro futuro, respecto a los motivos que existen tras aquello que vemos, respecto a lo que estará pasando por la cabeza de otra persona, etc. Y estos misterios también deben ser contemplados prescindiendo de la angustia que suele invadir al individuo en estos casos.

Hay muchas cosas que no sabemos, y es sabio no querer saber aquello que no es legítimo que conozcamos, bien por no estar preparados, bien porque no nos corresponde. De este modo evitamos perdernos en elucubraciones estériles que no nos llevarán a otra cosa que una creciente confusión. Sin embargo, cuando en el misterio, lo desconocido, lo oculto, aquello que escapa de nuestra percepción o de nuestro conocimiento, se está forjando algo que deberá afectarnos en mayor o menor medida la falta de respeto hacia el misterio nos lleva a errores de los que podríamos prescindir.

La falta de confianza en aquello que no podemos ver o saber, el hecho de entender el misterio como un factor negativo y obsesionarlos con la falsa necesidad de que el tránsito termine lo antes posible, fomenta los pensamientos de temor y permite que se materialicen usurpando el lugar de lo que debería ser. Forzamos la resolución del misterio y, azuzados por un temor creciente, entronizamos las peores opciones que somos capaces de imaginar, por nuestra incapacidad a mantenernos serenos hacia aquello que no sabemos...

Respetar el misterio, respetar lo que no sabemos, significa saber permanecer tranquilos mientras las cosas suceden. No sabemos si lo que nos espera nos va a alegrar o nos va a doler, pero es preferible confiar que dar rienda suelta a nuestros miedos. No sabemos qué va a pasar, o si esto será bueno o malo, pero siempre podemos confiar, no haciéndonos falsas ilusiones, sino tomando conciencia de que sea lo que sea estaremos preparados para vivirlo del mejor modo. El misterio develado siempre nos dará algo con lo que podemos (y deberíamos) trabajar para hacernos mejores de lo que hasta el momento hemos sido. El miedo no debería tener lugar.

jueves, 5 de agosto de 2010

Dominios fuera del aire

Por dificultades técnicas Perroaullador.org y Postpaganismo.org no estarán disponibles a lo largo de la semana, la previsión es que vuelvan a estar en línea en un plazo aproximado de 5 días.

Disculpas por las molestias que esto pueda ocasionar.

Gracias,
Vaelia.

miércoles, 4 de agosto de 2010

La historia de las cosas



A propósito de tomar conciencia del lugar que ocupamos en el mundo y nuestras relaciones con nuestro medio, recordé un vídeo ya algo viejo, pero muy recomendable, llamado "La historia de las cosas". Aquí dejo los enlaces correspondientes a las tres partes de la versión subtitulada en español (en total son unos 20 minutos).


The History of Stuff - Subtitulado en español 1/3