martes, 24 de agosto de 2010

Hermandades


Campfire Site, Yosemite (~1873), Albert Bierstadt



La literatura mágica está plagada de alusiones a sociedades, cofradías o hermandades, más o menos secretas, pero siempre prometiendo el acceso a los privilegios de formar parte de un círculo cerrado que envuelve a unos pocos individuos y excluye al resto de los - pobres- mortales. Como existe cierta tendencia a confundir la forma con el contenido, muchas personas se lanzan a la búsqueda de un grupo con la intención de acceder a conocimientos o prácticas ocultas, o tal vez incluso con la negada intención de reafirmar su identidad y satisfacer su necesidad de pertenencia.

Sin embargo, así como no resulta demasiado provechoso tomar la cáscara y desechar el fruto - que no sólo es el alimento sino la razón de ser de la cáscara-, las imitaciones de aquello que no se ha llegado a comprender permanecen condenadas de antemano a la esterilidad. Una caja vacía puede estar cerrada por tres candados, pero seguirá estando vacía.
Del mismo modo, podemos llamar a las cosas como queramos; Ellas nos responderán siempre siendo lo que son. Un individuo no será nuestro "hermano" por que decidamos etiquetarlo bajo esa denominación, sino por el vínculo recíproco que nos une a él, los momentos compartidos, la calidad de su presencia en nuestras vidas. Y puesto que en cada vínculo que nos enlaza a otra persona existen infinidad de ramificaciones que escapan de nuestra comprensión o control consciente, no basta con reunir personas bajo un mismo lema, ideal o propósito: No basta pero, al mismo tiempo, puede ser innecesario.

Independientemente de dónde procedan, de cómo los hayamos conocido, o de qué nos una a ellos, nuestros hermanos son aquellos con los que reímos sin restricciones, pero lloramos lo justo. Aquellos que nos escuchan con atención, pero respetan nuestro silencio. Aquellos de los que aprendemos o junto a los que descubrimos algo que no sabíamos, y son capaces de recordarnos aquello que, aún sabiendo, a ratos se nos olvida. Los que confían en nosotros a pesar de las circunstancias más oscuras, y nos quieren tal como somos, a través de nuestros cambios. Aquellos que saben cuando cobijarnos en un abrazo, y cuando dejarnos ir. Aquellos que habitan en nosotros a pesar del tiempo y la distancia; Aquellos que otros llegarán a conocer a través de nuestros propios gestos.

En la Rede Wicca y en algunos rituales de iniciación, se usan las palabras "Perfecto amor y confianza perfecta": No deberían considerarse un elemento de relleno u ornato, ni una buena intención o un ideal inalcanzable, sino una auténtica joya de transformación. Pues cuando a través de nuestras relaciones personales alcanzamos o, al menos, somos capaces de percibir cómo nos acercamos a esos amor y confianza perfectos, comprendemos que éstos irradian hacia todo aquello con cuanto nos relacionamos, y que esto es sólo el principio del resto de una vida que no volverá a ser la misma.

Lamentablemente en muchos círculos de "hermanos" proliferan sin control las competencias, ansias de poder, envidias, rumores malintencionados, etc. de modo que, en caso que algo valioso pudiera conservarse en ellos, sería extraño que no llegara a contaminarse. Por esto, antes de pensar en buscar, o crear un coven, grupo de estudio o cualquier otra forma de agrupación, sería preciso haber aprendido a estar solos y respetar lo que somos, así como ser conscientes en la medida de lo posible de los modos en que elegimos vincularnos a aquello que nos rodea.

Una vez hayamos sido capaces de construir una relación de calidad con nosotros mismos, llegarán a nosotros - desde dondequiera que se encuentren - las personas más indicadas para acompañarnos en nuestro viaje, ya sea por una temporada, ya sea por toda una vida. Lo importante es que, como si nos halláramos de nuevo en los orígenes de la humanidad, compartimos con ellos la hoguera con la que se construye un primitivo hogar, el fuego que nos da calor y protección, descubriendo el velo de la oscuridad, sobre el que se prepara el alimento y entorno al cual se tejen por igual trabajos e historias.

Lo cierto es que así como no necesitamos escalar la montaña más alta para encontrar el anciano con la barba más larga para encontrar un sabio, tampoco es necesario poner constantemente a prueba a nuestros congéneres para evaluar la autenticidad o los límites de su lealtad (o paciencia). Cualquier persona puede ayudarnos a aprender más de lo que en un primer momento podríamos sospechar, siempre que prestemos la suficiente atención, siempre que estemos dispuestos a realizar el trabajo necesario para responder a su presencia entregando lo mejor de nosotros.

La hermandad no se fabrica; se reconoce.

1 comentarios:

Francis Ashwood dijo...

Maravillosas palabras llenas de verdades más maravillosas aún : )