jueves, 30 de septiembre de 2010

Lamento por Ícaro


The lament for Icarus (1898), Herbert Draper


Hace unos días se publicaba en Ouroboros un fragmento de Sybil Leek acerca de "cómo debe ser una bruja", que no es más que un recordatorio de dos ideas básicas para el buscador: mantener el sentido común y ser conscientes del precio que debemos pagar por cada una de nuestras elecciones, entendiendo que son responsabilidad nuestra y que el lamento es tan pernicioso como inútil.

La magia es aquello que nos permite encontrar el camino hacia la realización de nuestra más profunda voluntad, aún cuando este sendero resulte invisible para muchos otros. En este sentido existen muchas formas de hacer magia, aunque usualmente no se los considere como tales; Sin embargo, la posibilidad de vivir estas realizaciones requiere de la disposición adecuada para ello.

Cuando recorremos la vía mágica, debemos ser conscientes que otros sólo serán capaces de ver una parte de la misma, como el hecho de alcanzar nuestras metas o cumplir nuestros deseos, y normalmente pasarán por alto el esfuerzo realizado para hacerlo posible. Para el buscador pocas cosas hay más dañinas que poner el énfasis en los resultados, en vez de entenderlos como consecuencias naturales de un buen trabajo. Una vez alcanzado un objetivo, otro habrá de ocupar su lugar, pues no es posible detenerse demasiado tiempo sin correr el riesgo de quedar estancados; las metas varían, y el hecho de avanzar es lo que permanece.

Cuando podemos enfocarnos en un propósito válido, como nuestra propia formación y mejora personal, no faltará nunca combustible para mantener encendida la llama que nos anima, cualesquiera que sean las situaciones por las que debamos atravesar, todas habrán de rendirse y servir a este propósito elegido por nuestra conciencia y voluntad.

Sin embargo, algo que debemos aceptar es que a lo largo de nuestro recorrido encontraremos algunas personas para las que hablar de las posibilidades que podemos ver que se encuentran al alcance de cualquier humano será prácticamente una maldición. La posibilidad está ahí, pero dado que no han desarrollado la capacidad de percibirla o entenderla por sí mismos, querrán guiarse por nuestras palabras y se lanzarán inconscientes al fracaso. Tal vez entonces nos culpen, añorando una vida como la que tenían antes de conocernos, en la que ciertos cuestionamientos jamás acudieron a visitar su acomodado pensamiento.

Supongo que todo buscador ha cometido este error en alguna ocasión, que todos nos hemos enamorado alguna vez de un rayo de luna, de un fantasma nacido de aquello que queremos ver, oír o entender muy lejos de la realidad, y nuestra imprudencia nos ha llevado a rodar por el fondo de un barranco del que también nos hablaron, pero del que no quisimos saber. Y entonces nos hemos sentido decepcionados, engañados, y hemos pretendido culpar a otros de algo cuya responsabilidad sólo puede recaer en nosotros mismos.

Sin embargo, la enseñanza crucial de esta situación consiste en entender que la realización de nuestra voluntad más profunda nunca dependerá de otros. Otras personas pueden ayudarnos o no, pero lo importante es que nunca podrán impedirlo. No importa cuales sean los medios a nuestro alcance, o la cantidad de obstáculos en el camino. Así como otros pasarán el resto de sus días lamentándose y culpando a otros por sus errores, la voluntad que anima al buscador lo empujará a levantarse, cuantas veces sea necesario, aceptando el reto planteado por la Vida para hacerlo digno de ella. Prescindiendo de las ideas acerca de lo que otros pudieron haber dicho o hecho volcará sus energías en aquello que él mismo puede hacer o decir, adquiriendo progresivamente fuerza y sabiduría, descubriendo su propia forma de magia.

martes, 21 de septiembre de 2010

VII Aniversario de Perro Aullador




La primera versión de Perro Aullador fue puesta en línea un equinoccio de otoño como este, hace siete años. Su primer logotipo fue un dibujo realizado en una clase demasiado aburrida; su primera presentación redactada en una cafetería ... Si en aquel momento se me hubiera revelado aquello en lo que se convertiría mi vida, sencillamente no lo hubiera podido tomar demasiado en serio.

El proyecto de Perro Aullador nació de la necesidad de entregar a otros al menos una parte de lo que en su momento recibí. Un compromiso que significaría – aunque yo no lo sospechaba entonces- el punto de partida de una aventura de aquellas que imaginamos en la infancia . A pesar de que mucho de lo que entonces parecía tan sólido ha sucumbido al paso del tiempo, este propósito primero se ha mantenido tan vivo como el primer día.

La idea de crear este documento surgió a raíz de que hace algunas semanas ciertos inconvenientes técnicos impidieran el acceso a la página durante algunos días; al preguntarme si podía hacer algo por aumentar las posibilidades de que la información acumulada que tal pueda servir a alguien llegue a esa persona.

Me puse a la tarea de recopilar el material de Perroullador.org , del modo más fiel e íntegro posible, a pesar de que en el presente no pueda estar de acuerdo con todo lo que escribí hace casi una década (pues algunos textos son incluso anteriores a 2003). El resultado es la reproducción en PDF del material que se encontraba en la página, salvo la traducción del Oven Ready Chaos, ( que se puede descargar de Decondicionamiento.org) , los textos de Naturaleza Mítica, ( que debido a su temática merece una compilación a parte), la bibliografía (que resulta bastante obsoleta, a parte de que cada artículo cuenta con la propia) y los textos del antiguo blog de msn ( que no resultaban una gran aportación).

Mientras revisaba, copiaba y adaptaba los textos al nuevo formato un torrente de recuerdos llegaban a mi mente. Recuerdos de lugares, situaciones, estados de ánimo, ideas y creencias que siguen vigentes o bien hace tiempo que dejé atrás... Pero sobretodo de esas personas realmente especiales que he tenido la suerte de conocer y que han seguido influyendo en mi vida a pesar de la distancia en el tiempo o el espacio. Estos encuentros, estos tramos compartidos, han sido lo mejor de este viaje. A vosotros, mi más sincero agradecimiento.

Sin embargo, me pregunté también qué sucedería si el trabajo de estos años se perdiera; Me di cuenta de que no sería nada demasiado grave. A cada momento el presente requiere de nuestra atención, sin dejarnos demasiado tiempo de mirar hacia atrás. No tengo previstas nuevas actualizaciones de Perroaullador.org, por un lado la publicación en el blog resulta más práctica, por otro, tengo otros proyectos en mente, a los que ya va siendo hora de dar lugar.. Sé que seguiré escribiendo, unas temporadas más, otras menos, unas veces con más suerte o más inspiración que otras, en Perro Aullador o en cualquier otro lugar, pero también sé que escribir no es lo más importante.

Lo importante, en todo caso, se encuentra en el fragmento de las Hojas de Hierba de Walt Withman que constituía la Antesala de Perro Aullador:

(...) Ni yo ni nadie puede recorrer ese camino por ti.
Habrás de recorrerlo tú mismo.
No está lejos. Está al alcance.
Tal vez has andado sobre él desde tu nacimiento, sin saberlo.
Tal vez está en todas partes, en el agua y en la tierra.
Echa al hombro tus bártulos, querido hijo, que yo cargaré los míos y démonos prisa.
(...) Si te cansas dame las dos cargas y apoya tus manos en mi cadera.
A su debido tiempo me pagarás el servicio, pues una vez que salgamos ya nunca nos
tenderemos a descansar juntos.
Hoy, antes del amanecer, subí a una colina y contemplé el abigarrado cielo.
Y dije a mi espíritu: “cuando lleguemos a poseer aquellas órbitas y el placer y el conocimiento
de cada cosa que hay en ellas ¿ crees que nos sentiremos llenos y satisfechos?”
Y mi espíritu dijo: “No. Habremos alcanzado y pasado esas alturas para continuar más allá.”
Tú también me haces preguntas y te escucho.
Respondo que no puedo responder; habrás de buscar por tu cuenta.
Siéntate un poco, querido hijo.
Aquí tienes bollos para comer y leche para beber.
Pero en cuanto te duermas y te repongas del cansancio envuelto en dulces ropas, te daré un beso
de adiós y te abriré el portal para que salgas de aquí.
Hace ya bastante que sueñas despreciables sueños;
ahora te quito la venda de los ojos.
Tendrás que acostumbrarte al relumbrar de la luz y de cada momento de tu vida.
Hace ya tiempo que has vadeado tímidamente sobre una tabla,
cerca de la playa, el río.
Ahora quiero que seas un arrojado nadador;
que saltes al corazón del mar, resurjas, me hagas una señal,
grites y, riendo, golpees el agua con tus cabellos.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Acerca del Carpe Diem




No indagues Leucónoe - no es lícito saberlo-, qué fin han decretado para mí los dioses, cuál para ti, ni sondees el cálculo babilonio. ¡Cuánto mejor soportar lo que haya de ser, tanto si Júpiter nos ha concedido muchos inviernos, como si es nuestro último el que ahora quiebra las olas del mar Tirreno contra los escollos! Sé sabia, filtra el vino y, breve como es la vida, corta la esperanza larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad: goza el momento, sin confiarte demasiado al mañana.

Horacio, Oda XI


A pesar de que la Oda a Leucónoe sea el origen del tópico literario Carpe Diem , muchas de las interpretaciones posteriores que se han dado a dicha expresión han sesgado una parte importante del mensaje original del autor. La idea que normalmente se asocia al Carpe Diem es que la muerte podría llegar en cualquier momento, sin embargo se omite algo que Horacio no descuidó: que la muerte igualmente podría demorar su visita.

Sin embargo, muchas interpretaciones posteriores del Carpe Diem transpiran un gran temor hacia la muerte, pero incluso un temor aún mayor ante la madurez y la vejez. Este segundo Carpe Diem se opone al pensamiento horaciano, pues en lugar de restar importancia al futuro y prepararnos para enfrentarlo sin importar qué nos depare - hasta el punto de no cuestionar sus designios-, le otorga las cualidades de un enemigo invencible capaz de condicionar la experiencia del mismo presente que el autor original invita a hacer nuestro.

De este modo lamentable el Carpe Diem se ha empleado en no pocas ocasiones para justificar un sin fin de momentos desperdiciados en una febril carrera por escapar de las garras de un enemigo desconocido que no nos atrevemos a enfrentar. Pero en este tipo de vidas no hay ningún gozo posible, sólo un gran miedo que crece alimentándose de la vida que le es entregada por aquellos que azuzados por el miedo emprenden una huida hacia delante... Y de este modo el individuo se precipita hacia aquello que más teme, consiguiendo hacerlo realidad.

Horacio invita a través de sus palabras a vivir sin confiar demasiado en el futuro, pero sin temer que éste no nos sea concedido, o no lo sea como lo esperamos. Como otros autores han hecho a través de diferentes épocas, señala la conveniencia de ser y actuar conscientes en el presente, como la única realidad en la que podemos incidir. La importancia de saber desgranar nuestro tiempo momento a momento, viviéndolo con plenitud, de tal manera que el si hubo un antes o si habrá un después no empañe la experiencia.

Al contrario que otros autores, que contribuyeron a la sobrevaloración de la juventud de la que tantas personas se han convertido en esclavas en la actualidad, Horacio escribe "Sé sabia, filtra el vino", refiriéndose a cualidades humanas que no están supeditadas a una edad concreta, sino que pueden acompañarnos a lo largo de todas nuestras edades, susceptible incluso de mejorar con el tiempo, en caso de que "Júpiter nos conceda muchos inviernos".

Y en las mismas palabras Horacio aconseja a Leucónoe, y al lector, el mecanismo óptimo para no temer ni esperar el futuro incierto, siendo capaces de aceptar lo que sea que quiera venir. La sabiduría nos permite apreciar y agradecer con serenidad la belleza de cada momento, único, irrepetible y perfecto en sí mismo, y susurra a nuestro oído la acción y la palabra más adecuadas según el mismo.
Por otro lado, el vino se filtra con el fin de aclararlo, liberándolo de impurezas. Incluso aquí el autor incide en la calidad, en el detalle, en valorar la calidad de la experiencia, desdeñando el exceso. Pero la imagen del nos recuerda también que somos nosotros los responsables últimos de dar una interpretación, un sentido, a aquello que nos sucede y nos rodea, a nuestras vivencias y relaciones. El autor nos remite, de este modo, a asumir la responsabilidad de nuestra condición vital, recordándonos que el mayor poder del ser humano, aquel del que no puede desentenderse, aún cuando todo lo demás pueda escapar de su dominio, es la gestión de sus propias ideas, impresiones, sentimientos o emociones.


lunes, 13 de septiembre de 2010

Pactar con el diablo


The Devil Went Down to Georgia (1996), Mike Johnson

El pacto con el demonio, o la venta del alma al mismo, es un fenómeno ampliamente extendido en el imaginario occidental. Es importante distinguir aquí la raíz cristiana del mito, pues en un contexto no cristiano el peligro al que se expone el practicante al pactar con la entidad demoníaca pierde sentido. En otros tiempos u otras culturas, muchas de las entidades que el cristianismo llegó a traducir erróneamente como "demonios" ostentaban un carácter benéfico y cercano, similar al de los santos patronos que dentro del catolicismo cumplen la función de intercesores ante la divinidad. Sin embargo, el diablo cristiano simboliza la personalización del mal, y en consecuencia entregarse al mismo implicará no sólo la condena eterna, sino la absoluta derrota del esfuerzo humano.

Si bien puede partir de la creencia en una práctica oculta real por medio de la cual un individuo se entrega al diablo a cambio de unos bienes materiales, sensuales o incluso de conocimiento que aparentemente le sería imposible conseguir, el mito ha pasado a convertirse en una metáfora sobre las tribulaciones humanas a la hora de discernir el camino a seguir hacia la consecución de sus objetivos y deseos, así como ante la necesidad de resolver grandes necesidades o situaciones de urgencia. Aún liberados de la amenaza de una condena eterna nos queda la voluntad de construir sobre la tierra una vida que siga el modelo de nuestras más altas aspiraciones, de construirnos según aquello que deseamos ser.

Considerando al "diablo" como una personificación de lo que cada persona sabe que está mal - cuanto menos según su propio criterio: lo que sabe que no debería permitirse hacer, sentir o pensar- , se entiende la vigencia de la narración así como las expresiones derivadas de la misma. El diablo - el enemigo, el saboteador, el irredento "depredador natural"- que nos habita adopta muchas formas para susurrar engañosos consejos, persuadir con falsos argumentos y amenazar con visiones terribles cuando estamos desprevenidos o desesperados.

Sería un error relegar toda clase de entidades malignas capaces de perturbar a la humanidad a los oscuros rincones de su corazón y su mente; Sin embargo el primer - y decisivo-campo de batalla está en ellos. En la mitología o el folklore existen cierta clase de seres perniciosos a los que se debe invitar entrar a nuestra casa, o incluso que no acudirían jamás sin ser llamados, pero también aquellos que permanecen dormidos bajo nuestros pies hasta el momento en el que un error los despierta. Pero en todo caso, si el diablo más terrible puede ser derrotado por efecto de unas sencillas palabras o rendido por una presencia serena ante la que sus artimañas resultan inútiles, es porque el enfrentamiento interno ha sido previamente realizado con éxito.

En Viaje a Ítaca, Kavafis escribe: "No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,/ni al colérico Poseidón,/seres tales jamás hallarás en tu camino,/si tu pensar es elevado, si selecta/es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo./Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes/ni al salvaje Poseidón encontrarás,/si no lo llevas dentro de tu alma,/si es tu alma la que los conjura ante tí." Muchos otros autores a lo largo de la historia han escrito, con otras palabras, el mismo mensaje. El enemigo es aquel que nos separa de nuestro objetivo último, el que nos atemoriza y debilita conduciéndonos por el sendero tortuoso que no conduce a ningún lugar. En palabras de Pinkola Estés : "Es un sarcástico y asesino antagonista que llevamos dentro desde que nacemos y cuya misión (...) es la de tratar de convertir todas las encrucijadas en caminos cerrados".

Existen muchas formas en las que el diablo, el enemigo interno, se presenta en nuestras vidas con el objetivo de malograr nuestros humanos esfuerzos; pero todas ellas son formas de autoengaño. Cuando en una narración encontramos a un individuo desesperado que busca el modo de contactar con el diablo para pactar con él, el autoengaño está en la creencia de que es débil o impotente, o que no tiene otra opción. Cuando un diablo se acerca a susurrar tentaciones al oído de un individuo virtuoso, y éste se presta a escucharlo, el autoengaño está en el exceso de confianza o en su soberbia.

Por lo tanto, es posible que la mejor arma contra el diablo sea el cultivar la verdad en nuestras vidas, arrancando la mentira como se arrancan las malas hierbas. Esto implica ser sinceros con otros, pero también con nosotros mismos, así como tratar de alcanzar y mantener una visión clara tanto de nosotros como de aquello que nos rodea, ya sean personas o situaciones.

Cuando llegamos a conocer a otros aceptamos que no es lícito demandar nada de ellos, por lo que enojarse, sentirse decepcionado, pretender para nosotros algo que no nos corresponde, o acunar deseos de venganza pierde sentido. Mientras que cuando nos llegamos a conocer bien a nosotros mismos, comprendemos cuál es nuestro objetivo último en el tiempo que nos ha sido concedido sobre la tierra, inventariamos nuestras fortalezas y debilidades y en vez de temerlas o exhibirlas las trabajamos constantemente, poniéndolas al servicio de este propósito que nada ni nadie puede arrancarnos porque nos pertenece en la medida en que le pertenecemos. No existe un lugar para la duda, el temor o la impaciencia entre lo que es y lo que somos.

Y aunque tal vez aún no hayamos podido enunciar este destino, este propósito, sabemos que estamos en el camino que escogimos voluntariamente o, cuanto menos, tenemos cierta idea de lo que nos gustaría llegar a ser. Basta con mantenerse fiel a esta idea, suceda lo que suceda, basta con negarse a la excusa, al enojo, a la duda, al miedo, a la soberbia, a la impotencia, a la desesperación o cualquier forma de ofuscación. A todos nos ha sucedido que el temor a perder no lo que más queríamos nos ha conducido a cometer una estupidez tras otra, hasta conseguir lo contrario de lo que nos proponíamos, y lo peor de todo es que sabíamos que estábamos haciéndolo mal; Se trata de aprender a detenernos a tiempo y no repetir la experiencia.

Hay que advertir ocasiones nuestros diablos internos no son precisamente la encarnación del mal absoluto... Bajo condiciones de gran presión en las que quedamos paralizados, es posible que una fuerza enorme surja de nuestro interior como bestia capaz de destrozar cualquier cosa que se presente como una amenaza. Técnicamente nos está defendiendo, por nuestra supervivencia, por nuestro bien. Sin embargo es necesario precisar que esta fuerza no hará sino lo que nosotros le permitamos hacer, y que la responsabilidad de sus actos recaerá sobre nuestra conciencia y sus consecuencias pueden llegar a arruinar en segundos la vida que hemos construido para nosotros y los nuestros. Por lo tanto, antes que temerla o maltratarla, deberemos aprender a mantenernos seguros, para que ella permanezca en su sueño, sin causar daños innecesarios. Por otro lado, de este modo si realmente llega el momento de llamarla a nuestro servicio no habrá una sola duda que pueda obstruir su salida.

Hay una historia bastante moderna que trata de un joven sencillo que tocaba como nadie el violín, porque el violín era su vida. Un día el diablo pasó por allí y se dijo que tal vez podría llevarse consigo un alma, así que al oír al muchacho tocar se le ocurrió proponerle un trato. Se acercó y le dijo, "tengo un violín de oro; si tocas mejor que yo te lo daré, pero si te derroto, tu alma me pertenecerá". Y el joven sospechaba que aceptar el trato no estaba bien, pero aún así lo aceptó. Primero tocó el diablo con todos los infernales recursos que tenía a su alcance, y fue sorprendente y atemorizador, pero al llegar su turno, al tocar con su violín como siempre había hecho, el miedo del joven se desvaneció, y a pesar de la austeridad de su instrumento, logró superar a su enemigo. El diablo se enojó, pero un trato es un trato, de modo que entregó el violín de oro al joven, dando media vuelta para seguir su camino. Sin embargo el joven lo llamó, y pateando el violín de oro le dijo: "Regresa cuando quieras a intentarlo de nuevo".

La respuesta del joven puede parecer un acto de soberbia infinita, sin embargo, al menos tenía claro un par de cosas que demasiadas veces se olvidan. Una es que de los enfrentamientos con el diablo no se puede obtener otra ganancia que el conservar la propia alma, la propia vida. Ninguna persona sensata cambiaría el arma con la que ha derrotado a su enemigo por una que éste le entregue, a menos que esta sensatez se vea obnubilada, a menos que la clara visión sea empañada. No es demasiado probable se pueda hacer música con un violín de oro, y si el violín tocara solo, la habilidad que hizo vencer al muchacho se hubiera evaporado en poco tiempo, así que el diablo le hubiera arrebatado de todos modos lo que más quería, y hubiera vencido, saliéndose con la suya sin necesidad de decir nada.
La otra es que no basta con vencer al diablo una vez. Es como caer en la trampa de alguien que nos hace creer que siempre va a perder, volviéndonos excesivamente confiados, sin darnos cuenta de que con paciencia infinita está aprendiendo cada uno de nuestros movimientos, para derrotarnos en un último desafío que erróneamente damos por ganado.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Trabajo en grupo


¿Cuál es el objetivo de un grupo de trabajo? Aprender y aplicar métodos de organización y trabajo individual y colectivo, evaluando su efectividad por medio de resultados comprobables. Por nuestra cuenta podemos hacer algunas cosas que en grupo no son posibles, y a la inversa. No es lo mismo tener que entenderse con uno mismo que tener que hacerlo, además, con otras personas, con algunos principios en común, pero con vidas, necesidades y capacidades muy diferentes. Es importante respetar esta diferencia, porque es lo que asegura que las semillas de lo que tenemos entre manos puedan sobrevivir y crecer en variedad de terrenos, como lo es no permitir que el trabajo de grupo anule el trabajo con uno mismo.

Dentro de un grupo existen varias tareas en funcionamiento, y cada integrante tendrá también algunos criterios propios a la hora de realizar y evaluar su propio trabajo. Es obvio que hay personas que anteponen la cantidad a la calidad, o a la inversa, habiendo razones para ambas prioridades, y como grupo existe la necesidad de detectar cuando es funcionalmente más apropiado anteponer una a la otra, o mantenerlas a la par.

Del mismo modo, por nuestras capacidades o circunstancias diferentes ( y cambiantes en el tiempo), no siempre rendimos igual en todas nuestras tareas, que deben ser asumidas libremente, o incluso no llegamos a los objetivos mínimos propuestos. Esto nos ha pasado a todos, sin excepción, alguna vez, por lo que lo más justo será evaluar nuestro rendimiento particular sacando la media entre los diferentes resultados de las tareas en las que estamos; si alguien no está trabajando como debiera también se verá.

Algo necesario dentro de un grupo será determinar los mínimos que todos debemos cumplir, y el máximo que se puede exigir. Todos hemos tenido algún empleo en el que voluntariamente, porque las circunstancias lo permitían y nos apetecía, hemos hecho de más; luego cambian las circunstancias, pero ya nos están exigiendo ese extra por el mismo precio. Así que en nuestro próximo empleo nos vamos a cuidar mucho de dar pie a una situación así, y aún cuando sea posible hacer algo más, evitaremos hacerlo para no ser castigados por ello. Y eso es algo que no beneficia a nadie.

Si estamos en un grupo para aprender y dar resultados, lo cual puede ser muy satisfactorio, lo óptimo es buscar situaciones en las que “todos ganan”; establecer un rango en el que todos puedan hacer su aportación, al tiempo que cumplen los objetivos, no sólo los de las tareas particulares, sino del grupo en sí.

Algunas personas, bien por tener mayores capacidades, bien simplemente por mayor disponibilidad de los recursos necesarios (tiempo, dinero, tecnología, conocimiento concreto en un área...) pueden entrar en un estado de euforia y esperar que todos puedan seguir su paso. Pero por razones obvias, las cosas no pueden funcionar de ese modo, y el crecimiento real sólo puede ser gradual. Del mismo modo, si alguien se queda rezagado y no puede ni llegar a los mínimos, no puede pedir al resto del grupo que se detenga a esperarlo eternamente.

Si valoramos la perseverancia, no tiene sentido tratar de llevar a los demás a nuestro ritmo, porque lo que para nosotros es paso normal, a otros puede resultar un exceso que los agote e impida cumplir objetivos, conllevando desmotivación y al fin desinterés. Pero tampoco se puede pedir a las personas de “paso rápido” que se corten los pies o cojeen, pues sería igualmente justo. Es preferible que estas personas inviertan esa energía extra en proyectos personales a que se aburran o se sientan mal por creer que “nadie hace nada y nos llevamos todo el peso del trabajo” y se generen a causa de esto más desinterés, o problemas con el resto de integrantes. Mientras que para los que no alcanzan el paso del grupo, lo ideal es que lo dejaran por el tiempo necesario para recuperar fuerzas y reflexionar acerca de los motivos por los cuales no están funcionando en comunidad, o si ese es el lugar al que realmente pertenecen o quieren pertenecer.

Las reglas son necesarias en un grupo. Cuando las reglas son claras, sobran expectativas, consideraciones, explicaciones y disculpas. No hay agravios comparativos. Por suerte existen las normas; si las cumples te quedas, sino te vas. No se protege a nadie, no se empuja a nadie, es algo limpio, y todos ganan: el que no pueda cumplir los requisitos se irá a un lugar en el que estará mejor, y los que se queden tendrán a cambio una versión mejorada del que se fue. Todos contentos.

Sin embargo, dado que todos hemos fallado alguna vez en alguna tarea, sí será una labor grupal el grupo el establecer una serie de compensaciones para compensar cuando se da el caso teniendo presente que hay una diferencia entre los principios o reglas, y lo que se podría llamar normas funcionales.
Por ejemplo, si tenemos el principio de no tolerar a los estafadores, éste debe ser inflexible e invariable, estemos en las circunstancias que estemos. Pero en nuestras tareas prácticas lo que interesa es dar resultados, de modo que si el método que instauramos en un principio acaba por no funcionar para la mayoría, lo lógico es pensar que ha llegado hora de cambiarlo por otro que sea más efectivo, no que de repente la mayoría se ha convertido en un rebaño de holgazanes.
Mientras que cuando los afectados son una minoría, o incluso un individuo en particular, se aplicarán las medidas de compensación aprobadas por todos. La compensación acordada, o bien sugerida por los afectados y aceptada por el resto, no es un castigo, del mismo modo que si aportamos algo más de lo acordado, porque así lo quisimos, tampoco vamos a esperar un premio.

Otro asunto, más difícil de tratar, es que aunque nos guiamos por objetivos y resultados, hay un plus de subjetividad más difícil de medir, pero que también acaba afectando a la hora de trabajar. Podemos cumplir con los objetivos en un ambiente limpio o no, cómodo o no, y aunque habrá gente a la que las circunstancias adversas puedan servir de motivación - el tipo de personas que podrían convertir el recreo de una escuela de primaria en un campo de concentración - ; a mi en lo personal no me alienta el cargar con cosas innecesarias, además de parecerme poco inteligente, considerando que las energías que me ahorro darán más frutos si las aplico a otras cosas.

El compromiso es una pieza clave en cualquier grupo, pero pensar que porque salimos de viaje o aumenta nuestra carga de trabajo en nuestro empleo, o vienen los exámenes y tenemos que estudiar el doble y por ende no podemos cumplir con nuestras tareas como de costumbre estamos faltando a un compromiso es muy absurdo. Nuestras tareas son un indicador de nuestro compromiso, pero no el único. Si un grupo es más que la suma de sus integrantes, el trabajo del grupo es más que la suma de sus resultados.

Hay compromisos que también están ahí, y se demuestran de otras formas, que se pueden medir de otras maneras. Unjo puede permitirse muchas cosas, pero tener el compromiso de tratar de evitar que los demás carguen con sus traumas personales o de no tratar de imponer sus criterios. Pero también de ser lo suficientemente leal ese criterio propio como para no hacer o dejar de hacer las cosas porque busque una recompensa (sea material o no) o sienta temor por posibles represalias. Y así cada miembro tendrá los suyos, y deberían ser respetados.

Cada uno sirve para lo que sirve, y le mueve lo que le mueve; el mundo es grande y hay diferentes tipos de trabajos que se pueden hacer, igualmente válidos, según sea la persona. Sea como sea, debemos tener en cuenta que el nuestro no será el único grupo de trabajo, por un lado, y por otro, que nadie es imprescindible. Una cosa es sentirse orgulloso - o descontento- con uno mismo respecto al grupo, y otra perder la perspectiva, y acabar olvidando la cuestión del trabajo con uno mismo.

Creo que el éxito de un grupo, más allá de los necesarios principios y objetivos comunes, es crear un espacio que cada integrante sienta suyo y en el que cada quien pueda trabajar según sus propias características y en la medida de sus posibilidades (que NO es lo mismo que armarse de excusas y justificaciones para dar rienda suelta a la pereza o la autocompasión) y dar resultados, compartirlos con los compañeros/as, enseñarles algo de lo que sabe, y aprender de lo que ellos saben, evitando caer en competencias tipo Battle Royal. Un buen trabajo en grupo se puede e considerar un beneficio personal experimentado en simultáneo. Un buen trabajo en grupo se puede considerar un beneficio personal experimentado en simultáneo, pero, en realidad, es mucho más que eso.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La labor de traducir


Buscando una traducción decente de la "Oda a Leucónoe" para un próximo post, encontré un artículo de Rosario González Galicia, del cual reproduzco un fragmento a continuación. En cierto sentido la labor del traductor y la del historiador presentan un mismo reto, así como la de cualquier individuo que se haya puesto por tarea el fungir como puente entre dos o más realidades, o mundos de significado. En consecuencia, considero que la reflexión sobre estas cuestiones no estaría de más para los practicantes de Magia en general y los paganos en particular...

Las traducciones pueden ser malas (estar artísticamente mal compuestas), tortuosas, chirriantes, toscas, rimbombantes, excesivas, pedantescas, muestras de vanidad del autor, buenas, atinadas, precisas, exactas en la captación de la lengua de partida y en la plasmación en la lengua de llegada, incluso más hermosas que el hermoso original del que parten... Pero, contando con todos los prejuicios y la ideología que todo traductor inevitablemente carga consigo, lo que debe evitarse a toda costa es caer en la trampa de superponer y de imponer nuestros conceptos, nuestro mundo al suyo. Ya se nos escaparán montones de gazapos sin querer. Pero hay que estar en guardia contra ellos. Hay que recordarse a cada minuto que aquello es otra lengua, que aquello es otra cosa, que el mundo que aquello está revelando o descubriendo es distinto al nuestro (estando ambos en el Mundo). Hay que estar prevenidos y purificarse antes de empezar, tratar de ir lo más limpios posible hacia ello, obligarse a dejar a un lado la ideología y los prejuicios, obligarse firmemente, porque, de todos modos, nunca lo vamos a conseguir por completo (más que nada porque, por más empeño que pongamos y por más preparación que tengamos, es imposible). Y esto más si cabe cuando se trata de un texto lejano en el tiempo y de una lengua que, según opinión general y común, es una lengua muerta. (...)

Seamos -me lo ruego, os lo ruego- humildes en el acercamiento a otras lenguas. Dejemos que sean ellas las que hagan el camino caminando nosotros junto a ellas, las que se nos entreguen entregándonos nosotros a ellas, y no les impongamos un camino ya hecho y, entonces, ya muerto e imposible de recorrer , pues, como canta Antonio Machado, "caminante, no hay camino, se hace camino al andar".
Rosario González Galicia, "Sobre el carpe diem y los prejuicios en la traducción", Babab, Mayo de 2002

lunes, 6 de septiembre de 2010

Liminalidad


Septiembre siempre ha sido mi mes preferido, la despedida del verano que trae la abundancia de las cosechas, y el descanso antes de emprender el largo viaje a la oscuridad. Incluso aquí, donde llueve desde hace meses, puede sentirse en el aire el matiz que anuncia el otoño: ya se divisa el umbral que en breve tiempo deberemos cruzar, y aún con un pie en la orilla, otra parte de nuestro ser sueña con adentrarse el oscuro mar, encantado por el lejano reclamo.

Tal vez como preparación, es posible que antes de emprender una labor (en el sentido amplio del término, ya sea un proyecto concreto o un cambio profundo en nuestras vidas) sintamos que entramos en una zona liminal. Repentinamente, parecemos expulsados de nuestro propio mundo y lanzados a una realidad en la que reinan unos principios muy distintos a los que estábamos habituados.

Nada nos parece ya lo que solía parecer, e incluso nuestras propias palabras, ideas, emociones o sensaciones se vuelven extrañas. Nos vemos obligados a reconocer que todo podría ser, sencillamente, distinto, y que, en consecuencia lo que -al menos en última instancia- somos no reside en estos fragmentos de lo que llamamos nuestra realidad.
Como si hubiéramos despertado en un sueño, nada parece suficiente sólido, e incluso aquellos a los que amamos toman la apariencia de espejismos, haciéndonos experimentar una soledad terrible, como un eco de aquella que llevaría a una divinidad primera a crear una sucesión de universos.

El ser humano puede acceder, voluntaria o involuntariamente, para su dicha o para su desgracia, a una multiplicidad de mundos o realidades, dispuestos como velos translúcidos ante su percepción. Cuanto más profundiza en sí, cuanto mejor conoce aquello de lo que está hecho, más susceptible está de "caber" por las grietas que a éstos conducen, con la misma espontaneidad con la que se cierran los ojos al venir una ráfaga de viento, sin necesidad del empleo de técnicas o sustancias auxiliares... Pero al mismo tiempo más capaz deberá ser de evitar el extravío y retomar su propia senda, que no puede sostenerse sobre débiles ilusiones, ya sea éstas que traigan consigo visiones hermosas o bien terroríficas.

De estas experiencias fuera del tiempo y del espacio, del mismo modo que en los conocidos viajes a otro/s mundo/s presentes en la mitología y los cuentos, podemos traer con nosotros el tesoro de un mayor conocimiento, un arma o una herramienta que nos ayude a reconstruir nuestra propia realidad, una vez hayamos entendido que no es en lo absoluto algo inamovible.

En términos del "Ciclo del héroe", el héroe debe tener siempre un lugar al que regresar, independientemente de si se lo espera o no, independientemente de si ha de ser bien o mal recibido. Sin importar aquello por lo que haya pasado, el regreso será su última prueba. Dicho de otro modo; si somos incapaces de llevarlo a la práctica en nuestro mundo cotidiano, cualquier aprendizaje resultará estéril, y cualquier viaje a otros mundos se convertirá en una muestra de incapacidad para enfrentar los verdaderos retos que se presentan en nuestra vida.