En determinados sectores existe la idea de que el trabajo mágico supone un esfuerzo terrible que sólo llevaremos a cabo sometidos a altos niveles de presión. No pocas veces, además, se nos da a entender que cuanto más forcemos las circunstancias o cuanto más dramática sea nuestra súplica más posibilidades tendremos de realizar nuestro deseo.
En términos cotidianos, si lo que deseáramos fuera, por ejemplo, ir al cine, lo anterior implicaría tratar de obligar a otros mediante amenazas físicas o chantajes emocionales a que nos lleven o nos acompañen al cine. Puede en muchas ocasiones (excepto en aquellos casos que tratemos de emplear la estrategia con personas que gocen de claridad mental), pero la salida al cine puede también - lógicamente- no ser tan divertida como la imaginábamos.
Ya he comentado alguna vez que la magia es algo así como conocer y aprovechar las corrientes naturales para dejarnos llevar a donde queremos estar, con el fin de ahorrar energía y esfuerzos para aquellas ocasiones en las que realmente sea necesario.
En términos cotidianos, sería muy raro que ir al cine llegara a ser una necesidad de primer orden, pero no por ello nos vamos a negar el deseo, así que podemos invitar cordialmente a alguien, o incluso ir solos, y en cualquiera de los dos casos será más agradable que salirnos con la nuestra a través de la amenaza o el chantaje.
Como ciertamente todo tiene un precio, todo esfuerzo gratuito puede considerarse un error de gestión de nuestros propios recursos, que también tiene sus consecuencias. Sin embargo, puesto que a menudo se asocia esfuerzo con merecimiento, nos asusta que las cosas puedan ser sencillas y fáciles. Y a menudo optamos por añadir complicaciones adicionales a algo que no las necesita, en lugar de ver en qué podemos o debemos invertir el esfuerzo que no se requiere en esa ocasión.
Esto tiene también relación con la diferencia entre una vida en la que la práctica o la conciencia mágica se restringe a en situaciones puntuales, normalmente espoloneadas por la gravedad o la urgencia, y la vida mágica, que es aquella que uno construye y mejora, momento a momento, con los recursos que tiene a su alcance, habiendo vencido la ilusión de los límites entre lo "ordinario" y lo "extraordinario".
Cuando toda nuestra vida es mágica o, dicho de otro modo, cuando somos aprendices y practicantes las 24h de cada día de nuestra vida, es improbable que nuestros momentos mágicos se limiten a urgencias puntuales; Y resulta más improbable aún que no tengamos una idea de hacia donde dirigir nuestros esfuerzos, pues sabemos que todo trabajo por mejorar cada aspecto de nuestro ser y nuestro entorno no terminará jamás. La posibilidad de una energía o esfuerzo "sobrante" no puede considerarse entonces más que una broma.
Desde esta perspectiva, encontrar la manera más sencilla y fácil de realizar nuestros objetivos no es un intento de eludir responsabilidades, antes al contrario, es una condición necesaria para no malgastar los recursos con los que contamos, y ser cada vez más efectivos. Del mismo modo, la aceptación, construcción o imposición de complicaciones innecesarias es la vía más efectiva para no hacer todo lo que podríamos hacer.
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