En las últimas semanas he tratado de escribir en relación a aquello a lo que decimos “sí” y, lógicamente, en primer lugar deberíamos afirmarnos a nosotros mismos. A menudo, sin embargo, resulta más fácil saber aquello a lo que nos negamos; sin darnos cuenta de hasta qué punto puede llegar esto a condicionarnos. Debía tener mucho que reflexionar al respecto, por lo que resultó un artículo realmente extenso, que decidí dividir en dos posts. :)
La crítica no-constructiva y sus posibles consecuencias
Supongo que no soy la única que recibe críticas, y no me refiero a las de tipo constructivo, sino a aquellas otras hechas con toda la saña, con la intención de herir, cuanto más profundo mejor. En ocasiones estas críticas provienen de sectores o individuos por los que acabamos sintiendo una comprensible aversión. Uno puede sentir que ellos están en un extremo del espectro, y acabar por situarse a sí mismo en el otro; lo cual puede constituir un tremendo error.
Identificamos a estas personas o colectivos con una serie de ideas que no les pertenecen en exclusiva, es más, que ni siquiera tienen porqué estar efectivamente relacionadas con ellos. Se dice que las personas correctas hacen lo correcto con sandeces, y las personas incorrectas pueden echar a perder cualquier elemento de valor que caiga en sus manos. Estas ideas pueden ser perfectamente válidas para nosotros, aunque sea difícil darse cuenta cuando hay una barrera emocional de por medio. El primer paso será, en consecuencia, diferenciar entre la persona (o personas) que nos ataca y las ideas que emplea, o trata de emplear, contra nosotros.
Para no caer en la abstracción, pongamos un ejemplo: Supongamos que tenemos unos vecinos aparentemente “modélicos” que se molestan y nos critican porque nos ven salir de noche y llegar tarde, charlando y riendo ( nosotros vamos a tomar café, pero eso ellos no lo saben). En una disputa, nos dicen que somos unos “perdidos en la vida nocturna”... Ante esto, existen dos reacciones comunes. Que decidamos que ellos tienen razón y nos “remodelemos” encerrándonos en cada y apagando las luces a las 22:00, o bien que decidamos que ellos tienen razón y si antes tomábamos café pasemos a ingerir cuantos litros de alcohol nos quepan en el cuerpo, para que se quejen y critiquen con motivo. Como sea, les estamos dando la razón, y estamos permitiendo que se nos defina desde el exterior, convirtiéndonos en una construcción ajena, en lugar de estar expresando lo que en realidad somos y/o queremos ser. Con el tiempo, es probable que descubramos que esos vecinos no se molestan tanto cuando tienen invitados en su casa y celebran una fiesta entre semana, que tienen una familia desestructurada, sus vidas son un infierno, y la primera copa del día llega a las 10:00 de la mañana. Sin criticarlos a nuestra vez: ¿ Cómo hemos podido dar el poder de definirnos a unas gentes así?
Supongamos que estos vecinos se declaran “defensores de la decencia”; y para ellos la decencia es no tomar café de madrugada. Técnicamente, según esta definición, seremos unos indecentes. Pero si para nosotros la decencia consiste en no mentir, por ejemplo, y no mentimos, no encontraremos nada de indecente en nuestra actitud. Es importante entender que si otros nos gritan algo como “indecentes!!”, en la mayoría de casos será según su criterio, y no según el nuestro.
Convivencia
Siempre que sea posible, hay que tratar de convivir en paz. No puedes hacerlo con delincuentes o estafadores a tu alrededor, pero posiblemente sí con este tipo de personas que en lugar de tomarse el trabajo de arreglar sus propios asuntos, prefieren fisgonear y emitir juicios de valor sobre los ajenos. No niego que pueda llegar a ser muy molesto, y cuando se trata de personas con problemas de obsesión o similares, pueden acarrear problemas de las que deberíamos hablar en el apartado de defensa psíquica. Pero sin llegar a tal extremo, supongamos que extienden su crítica negativa acerca de nuestra “indecencia” en nuestro entorno, convirtiéndonos en las ovejas negras del barrio o la vecindad. Pero... que tan importante es esto? En toda organización humana existen leyes que regulan la convivencia. Si de nuestra capacidad de vivir en comunidad se trata, contamos con la seguridad de que la policía vendrá a amonestarnos en caso de estar infringiendo las normas. Y si nuestros vecinos criticones se pasan a las amenazas o al acoso, éstas mismas normas que regulan la convivencia se encargarán de ellos.
(Evidentemente, se trata de un ejemplo ideal porque todos conocemos esos casos en los que la “autoridad competente” vendrá 20 veces a revisar si tenemos permiso de obra para cambiar los azulejos de nuestro baño, pero se hará el desentendido cuando nosotros la llamemos porque nuestro vecino traficante está dando una fiesta de madrugada, y nosotros tenemos que levantarnos a las 4:30 AM para ir a trabajar. En esos casos la norma o la ley existe, pero no se aplica. Y hay que considerar si merece la pena seguir el enfrentamiento hasta el final y ser nosotros los castigados, o hacerse a la idea de mudarse de barrio).
Cuando se trata de afirmarse, de definirse por lo que uno es, y no por aquello a lo que se opone, el resto del universo viene sobrando. Los conceptos de otros acerca de lo que las cosas son, o de lo que nosotros somos, no tienen lugar aquí. Y nosotros sí debemos estar dispuestos a hacer ese trabajo, independientemente de aquello a lo que otros prefieran dedicar su tiempo. Así que, estemos en el momento en que estemos, nos ponemos en frente del espejo para ver qué es lo que éste nos devuelve. Pensamos en lo que surge de nosotros ser, lo que vamos a disfrutar haciendo, lo que creemos que vale la pena. Unos días nos apetecerá salir a las tantas a por nuestro café, otros no; y eso no significará que nos estemos “traicionando a nosotros mismos”. Nuestro rango de movilidad puede ser amplio, todos tenemos “épocas” y está bien, siempre que, en conjunto, exista cierta congruencia, una coherencia que nadie más tiene porqué entender.
Sigue en: Criticones; los peligros de definirse por oposición (2ª parte)
1 comentarios:
Me hace pensar mucho, gracias.
Violeta
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