lunes, 10 de mayo de 2010

Serenidad

Sin título, 2004, Jia Lu.

A veces nos vemos abrumados por presiones de todo tipo, voces estridentes que nos ensordecen, entrado sin en nuestra mente como brutales conquistadores, a los que es necesario dar el alto. Por más que en esos momentos la serenidad pueda parecer una opción demasiado lejana, lo cierto es que se trata más de un acto de voluntad nacido de la conciencia clara de lo que somos y de lo que queremos experimentar en nuestras vidas.

Las cosas pasan, el ser permanece: Nuestro ser está bien pase lo que pase, porque no depende de nuestra alegría, nuestra tristeza, de nuestro enojo o cualquier otra emoción pasajera que también fluye y pasa como un río bajo sus pies descalzos que reposan en la orilla. No gana, no pierde, sólo es, constante, en cada aliento. Pero confiar en sus firmes brazos puede ayudarnos a soltar gran parte de la pesada carga que arrastramos día con día, debido a nuestro desconocimiento.

Es normal, e incluso conveniente a la hora de diseñar nuestro destino, tener imágenes o espectativas concretas sobre aquello que queremos manifestar en nuestras vidas, el tipo de trabajo, de pareja o de vivienda que queremos tener, los proyectos que queremos llevar a cabo, etc. Encontrar estas semillas de futuro y darles los cuidados necesarios para que crezcan y florezcan y den fruto.
Sin embargo, en la mayoría de casos nosotros no podemos ver desde las circunstancias que nos rodean en un momento dado el desarrollo completo de la historia. No podemos saber si el empleo que tanto anhelamos está en una empresa al borde de la quiebra, o si esa casa que nos morimos en este momento por habitar está afectada de aluminosis. Sin embargo, es probable que si estamos en orden con nosotros mismos, una parte de nuestro ser sí lo pueda percibir, -del mismo modo en que los animales pueden sentir antes que los humanos algunas catástrofes naturales-, y esté en condiciones de hacer todo lo posible para frustrar nuestro intento de movernos allí, por nuestro propio bien.

Si no pensamos esto, perder aquel trabajo nos parecerá una gran desgracia, e incluso podemos pensar que nuestros esfuerzos no han servido de nada, o que nuestras técnicas no han sido efectivas, que alguien nos quiso mal, o que la vida es injusta... cuando en realidad ha sido una suerte para nosotros.
Esto nos recuerda, por un lado, que no hay que juzgar las situaciones de un modo precipitado, y por otro, que podemos sentir un gran agradecimiento de antemano por cada cosa que nos suceda en esta vida, confiando en que es lo mejor para nosotros. Si somos capaces de mantener la serenidad y la confianza, en lugar de reaccionar con enojo o tristeza o abandono, saboteándonos a nosotros mismos, nuestros deseos y nuestros proyectos, algo más adelante en el camino encontraremos un trabajo o una casa aún mejores de lo que habíamos considerado.

La serenidad o la confianza de la que estamos hablando no es un manjar reservado a momentos especiales de calma. Es probable que lleguemos descubrirlas en alguno de esos momentos, pero a continuación deben ser trabajadas hasta que formen parte de nosotros, hasta que su presencia nos acompañe a cada paso del camino, creciendo como una enredadera en nuestro cuerpo, floreciendo en nosotros y determinando nuestras vidas. Esto no significa que vayan a dejarnos sin emociones, pero serán capaces de matizar sus impactos negativos, ayudándonos a conservar una visión clara, que es una herramienta clave a la hora de trabajar con el proyecto de vida que queremos desarrollar en el breve espacio de existencia que nos ha sido concedido.

La serenidad, la confianza y la conciencia del ser nos ayudan a crear y entender situaciones en las que siempre ganamos. No se trata de forzarse a ser optimista, sino de darnos cuenta que las cosas ocurren, y somos nosotros los responsables de asignarles un significado. Si vamos por el mundo atribuyando significados negativos a todo, lo lógico es que consideremos que nuestra vida es una sucesión de desgracias. Mientras que si somos concientes, al menos en parte, de que lo que importa no es tanto lo que ocurra, sino lo que hacemos con ello, la sensación de impotencia de desvanecerá, y cualesquiera que sean las circunstancias las tomaremos como un material válido para trabajar en nuestro proyecto de vida, que es lo que en realidad importa.

Cuando pasamos por "malas rachas", es necesario dejar de lado nuestro orgullo, que no suele servir más que para estorbar, y asumir nuestra parte de responsabilidad en el asunto. Eso nos ayudará a poder cambiar aquello que no nos gusta, que en muchas ocasiones no se localiza en lo que nos rodea, sino en nosotros mismos. Pero, al mismo tiempo, cuando nos sumergimos en este trabajo con la dedicación precisa, y empezamos a conocer lo que realmente somos, nos damos cuenta de que no es tan fácil dañarnos, asustarnos, enojarnos, deprimirnos o echar por tierra nuestras esperanzas. Además de traernos aún más serenidad, confianza y seguridad, esto tiene como consecuencia que en aún en el caso que otros quisieran causarnos algún mal, estamos tan concentrados en lo que realmente nos importa, que sus intentos se desvanecerán, evaporándose como el rocío bajo el calor del sol, incluso antes de llegar a nosotros.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Vaelia me encanta la secuencia de lo escrito... especialmente lo que a continuación cito nuevamente: "lo que importa no es tanto lo que ocurra, sino lo que hacemos con ello".
Creo que es esencial tomar siempre la parte de responsabilidad que nos corresponde en lo que se refiere a la construcción de nuestro destino. Aunque por otra parte he de confesar que se torna en ocasiones "incomodo" cuando realmente te sientes en el limbo y que ni siquiera sabes que sentir, es decir cuando te sientes en extremo adormilado o poco consciente de lo que eres y lo que te pasa que empiezas a ceder poder ante las circunstancias que atraviesas. Muchos saludos.

Vaelia dijo...

A veces caemos en el tedio como si fuera un pozo sin fondo, pero en cuanto aparece la idea de que queremos salir, ya iniciamos el camino de regreso a la superficie.
En ocasiones uno no tiene demasiado claro que es lo que quiere, pero puede ponerse pequeñas metas con el fin de recuperar la vitalidad o sentirse mejor. Una vez alcanzado este objetivo, por insignificante que parezca, la perspectiva que nos ofrece es completamente nueva y, a menudo, experanzadora.

Besos!