Las personas afortunadas tienen un estrella que brilla de un modo especial sobre sus cabezas. Sin embargo, al contrario de lo que pudiera parecer, no son afortunadas porque la estrella derrame sobre ellos incontables bienes, sino simplemente por el hecho de poderla observar con complicidad.
Recorren los caminos del mundo iluminados bajo su resplandor, y así avanzan a su encuentro, atravesando valles y montañas y costas y desiertos, anhelando la unión con ese punto de luz que representa lo que más quieren. Y aunque las nubes cubran el cielo, o la luz del día la oculte, saben, a cada paso, que ahí sigue, observándolos con preferencia, de una manera única e irrepetible.
Y a fuerza de caminar, un día comprenden que la estrella no es algo que deba irse a buscar, sino algo presente en cada paso del camino. Que ese punto luminoso, del que nada ni nadie los ha podido distraer, y por el que han renunciado a tantas otras posibilidades, no es sino el modelo de la semilla primera, libre de condicionamientos y presta a manifestarse, que contiene en sí todo lo que uno en realidad necesita, desea y es... Cuando los tres verbos han llegado a convertirse en una sola cosa, se entiende que la distancia que los separa del astro es ficticia.
Ellos son esa estrella, lanzando su propio reflejo hacia un lugar en el que pueda ser observado, recordando lo que debe ser recordado.
Recorren los caminos del mundo iluminados bajo su resplandor, y así avanzan a su encuentro, atravesando valles y montañas y costas y desiertos, anhelando la unión con ese punto de luz que representa lo que más quieren. Y aunque las nubes cubran el cielo, o la luz del día la oculte, saben, a cada paso, que ahí sigue, observándolos con preferencia, de una manera única e irrepetible.
Y a fuerza de caminar, un día comprenden que la estrella no es algo que deba irse a buscar, sino algo presente en cada paso del camino. Que ese punto luminoso, del que nada ni nadie los ha podido distraer, y por el que han renunciado a tantas otras posibilidades, no es sino el modelo de la semilla primera, libre de condicionamientos y presta a manifestarse, que contiene en sí todo lo que uno en realidad necesita, desea y es... Cuando los tres verbos han llegado a convertirse en una sola cosa, se entiende que la distancia que los separa del astro es ficticia.
Ellos son esa estrella, lanzando su propio reflejo hacia un lugar en el que pueda ser observado, recordando lo que debe ser recordado.
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