martes, 4 de mayo de 2010

NdP: Interesa que el vudú siempre esté bajo ataque

Fuente: La Jornada.
Fecha: 30/04/10
Autora: Blanche Petrich

Puerto Príncipe, 29 de abril. Es día de mercado en el pueblo montañés de Kenscoff, a media hora al noroeste de esta capital. El camión del popular pastor Joe se abrió camino por la ruta cubierta de niebla desde primera hora y en pocos minutos sus asistentes instalaron un templete, bocinas, sistema de video y pantallas, todo de última tecnología. Entre el equipo de este telepredicador de Tampa, Florida –uno entre miles que recorren estos días el país– venía también una cantante famosa entre la diáspora haitiana.

Cuando la actividad del mercado estaba en auge, también el show artístico-religioso-político llegaba a su clímax. Varios camarógrafos grababan la prédica del regordete pastor en un creole bastante aceptable y aspectos de la arrobada concurrencia. Este material luego se convertirá en un video más con los que las nuevas sectas evangélicas de Nueva York, Boston, Tampa, California o Miami suelen reforzar sus campañas de evangelización.

Esta escena, de por sí común desde hace años, se ha multiplicado. Después del terremoto llegan cada semana al aeropuerto de esta ciudad vuelos chárter con flotas enteras de predicadores de diversos grupos protestantes, principalmente bautistas-carismáticos y metodistas que pertenecen a las corrientes más conservadoras y fundamentalistas de Estados Unidos. Llegan en plan de batalla religiosa para salvar almas y ganar adeptos.

En el Mercado de Fierro esta campaña es cotidiana e insidiosa. Cuenta la antropóloga Rachelle Beauvoir-Dominique, que también es mambo (sacerdotisa) del culto vudú, que en este enorme centro de abasto de la ciudad los evangelistas se hicieron del control del sistema de sonido, de modo que diariamente, a todo volumen, predican su doctrina, salpicando sus salmos con ataques directos a los adeptos de la religión popular. Estas sectas gozan desde hace décadas del apoyo de Washington a través de su agencia US Aid.

–¿Qué tan violento puede convertirse este problema?

–Ya es violento, siempre lo fue.


Si quieren guerra...

Esta larvada confrontación interreligiosa llegó a las primeras planas de la prensa internacional cuando el controvertido pastor Pat Robertson afirmó en la televisión, poco después del terremoto, que la culpa del desastre era de los haitianos por haber hecho un pacto con el diablo en 1791, durante el estallido de la rebelión de los esclavos contra la colonia francesa.

El gobierno estadunidense calificó de estúpida la declaración y el régimen haitiano la consideró ofensiva.

Pero este discurso –precisa la catedrática de la universidad haitiana– continúa y cada vez con mayor agresividad.

A mediados de febrero, la jerarquía de esta religión propia del país respondió. Max Beauvoir, sacerdote supremo, padre de Rachelle y presidente de la Confederación Nacional de Voduistas Haitianos –un cargo de elección, por cierto– declaró que si los evangélicos querían guerra, tendrían guerra.

Ahora, en la casa familiar en el pueblo de Mariani, minimiza estas palabras: “Yo sí creo que los evangélicos americanos, aprovechando la situación de desastre, pretenden desatar una guerra religiosa. Pero para una guerra se necesitan dos. Excepto que yo estoy seguro que no hay malas religiones, todas las religiones son buenas. Claro, no se puede decir lo mismo de las personas porque en cada religión hay malas personas. Por eso dije lo que dije, para mantenerlos tranquilos.

–Es muy fuerte lo que dijo.

–Claro, es lo que se necesitaba para tranquilizarlos. Después de eso ya no hubo incidentes.

–¿Está latente un conflicto mayor entre las distintas creencias ante esta ofensiva confesional de los grupos evangélicos?

–Se ríe. No va a prosperar su beligerancia, no van a tener suerte.


Doctrinas anticientíficas

Habla con La Jornada el escritor Lyonel Trouillot, quien aclara, de entrada, que es ateo. Autor de novelas premiadas y muy leídas –La calle de los pasos perdidos, El amor antes del olvido, Yanvalou para Charlie— opina que “las sectas evangélicas que vienen de Estados Unidos representan la mayor catástrofe ideológica que golpea Haití. Las deformaciones bajo su influencia generan oscurantismo. Sus doctrinas son anticientíficas, antipensamiento. Es la cultura del individualismo; una vez que uno entra a su culto deja de ser ciudadano, ya no se es miembro ni de su propia familia, sólo miembro de su secta, y todos los demás son malvados, sólo ellos son buenos. Ahí adentro no hay compasión, no hay generosidad. Además, hay un gran desprecio a la cultura haitiana. La atacan por todos lados, por el vudú, el carnaval, el rara (música ligada a las cofradías campesinas de la cuaresma).

–¿Propone algo contra esta ofensiva de indoctrinamiento?

–El gobierno no hace nada, es extremadamente laxo. Su reacción ante la estupidez que se dijo sobre el pacto con el diablo fue extremadamente banal. Lo que debería hacer es colocar la religión en el dominio de lo privado. El Estado laico no sólo está en la Constitución sino en la cultura haitiana. No es un problema de falta de un marco legal, sino que la ley no se aplica. Esta permisividad socava los principios de la laicidad.

–¿Puede haber violencia?

–Cada vez hay más violencia verbal, pero esto puede pasar a los hechos. Temo que pronto llegue el momento en que empiecen a lanzar piedras.

En opinión de Rachelle Beauvoir –coautora junto con su marido Didier Dominique del ensayo Savalou-E, premio Casa de las Américas, feminista y catedrática además de sacerdotisa– las piedras ya están siendo lanzadas. Cita un incidente reciente en Cité Soleil, en el que un grupo de adeptos al vudú celebraban una ceremonia en honor a los muertos por el terremoto.

El pastor de un templo bautista cercano incitó a sus seguidores a irrumpir: atacaron a los voduistas, quebraron objetos rituales, orinaron en el sitio sagrado. La prensa reportó el caso pero la policía ni siquiera ha iniciado una investigación. Yo creo que al gobierno le interesa que el vodú siempre esté bajo ataque.


Religión de catacumbas

Esta agresión –añade– siempre ha existido, desde tiempos de la colonia. “El vudú fue marginado desde la primera constitución de Toussaint Louverture. El clero francés del siglo 19 en Haití era muy liberal, producto de la revolución francesa. Pero hacia mediados de siglo se firmó un concordato con el Vaticano, este clero fue expulsado y enviaron a una nueva congregación bretona, muy agresiva. Estos impusieron el sistema escolar. Empiezan campañas muy salvajes de asesinatos y destrucción de templos. A principios del siglo 20, en la ocupación estadunidense entre 1915 y 1934 fue proscrita. En 1942 se decretó una campaña contra la superstición. Fueron convertidas al catolicismo, por la fuerza, más de un millón de personas y se destruyeron y quemaron miles de objetos rituales.

Durante la dictadura de Duvalier la religión fue manipulada para oprimir a la gente, fue distorsionada. Y a la caída de Duvalier la Iglesia católica y el ejército volvieron a atacar en 1986. Entonces empezó la ofensiva evangélica.

Relata: Los protestantes, metodistas y episcopales principalmente, también fueron muy perseguidos a principios del siglo 20. Eran muy tolerantes con la cultura haitiana. Pero a mediados del siglo, con el surgimiento del evangelismo fundamentalista y más adelante con Ronald Reagan, estas sectas entran al negocio del dinero.

La antropóloga recuerda que en 1992 el sitio sagrado de Bois Cayman (donde se declaró la guerra de independencia) fue profanado por grupo de pastores llamado Visión Protestante. Entró un grupo de protestantes, mataron el árbol sagrado, centenario, que es reverenciado por los niños de este país desde la escuela, colocaron la bandera estadunidense y construyeron en el sitio una pequeña capilla.

Las declaraciones de Pat Robertson, totalmente obsoletas, fueron una ofensa no sólo para la religión sino para el país. Paradójicamente, abrieron una oportunidad para los voduistas, ya que las autoridades tuvieron que abrir los espacios para las ceremonias ecuménicas. Entonces, por primera, el vodú en Haití salió a las plazas, para un ritual masivo, a plena luz del sol. Por esta vez, 28 de febrero, habían ganado la partida.


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