domingo, 14 de febrero de 2010

Regreso a la superficie; Nacimiento y Purificación

El mes de Febrero es tiempo de rituales de liquidación y preparación, en el que todo aquello concerniente a la purificación cobra una especial importancia. Tras despertar del sueño del invierno, es momento de renacer, emerger a la superfície, dejar atrás el Inframundo y volver al mundo de los vivos(1). Tal vez por este motivo, una vez se ha cruzado el umbral de la vida, el silencio respetuoso que guardamos hacia lo que está por venir, recorriendo aún los dominios de lo invisible y desconocido, se quiebra derrepente en una festividad pública y ruidosa, lo "nacido" es bienvenido al que será su nuevo mundo y para poder confirmar su lugar en él, debe abandonar todo rastro de su paso por la anterior etapa.

El impulso que nos arrastra a la vida, al despertar, es una fuerza terrible que se corresponde con los peligros que deben sortearse en esta etapa. Del mismo modo en que la muerte puede considerarse un descanso, el nacimiento supone la lucha constante y sin tregua de un ser prácticamente desvalido por su propia supervivencia en un enorno hostil. Ésta crudeza es la que se encuentra tras cada nacimiento, y si pudiéramos recordar lo supuso nuestro propio nacimiento a buen seguro resultaría algo traumático.

Recordemos que las aguas de la fuente de la memoria, situadas algo más allá de las del olvido, están reservadas a los iniciados (2)... y si no fuera por ellas, toda la experiencia del paso por el Inframundo, y de lo vivido antes de adentrarse en él, olvidado y perdido, al regresar al mundo de los vivos. En este sentido, la memoria podría entenderse también como un sinónimo de conciencia. Es gracias a esta conciencia que podemos rescatar los tesoros del mundo inferior, del inconsciente, o del ámbito de las posibilidades infinitas, para realizarlos en el plano concreto, material, productivo, de la superfície.

Aún así, los rituales de purificación serán necesarios para poder renacer, reincorporarnos y confirmarnos en este nuevo de orden de cosas que implica el regreso a la superfície. En estos procesos de purificación, lo "salvaje" adquiere un papel predominante, pues en él se encuentran los cimientos de cualquier construcción cultural posterior. Lo salvaje remite a cada uno de los pasos de esa interminable danza entre la vida y la muerte que sobrepasa el ámbito humano y nos recuerda aquello que se halla ligado a los huesos, al aliento y a la sangre.

Lo salvaje puede parecer un tanto caótico desde la perspectiva de la civilización que a lo largo de los siglos se ha dedicado a establecer reglas y normas comunes, juicios y sentencias, premios y castigos, a los que tanto lo salvaje parece empeñarse en cuestionar o incluso contradecir. En las celebraciones de febrero, encontramos ese elemento salvaje, elemental, capaz de cuestionar lo establecido con su sola manifestación. Sabemos que durante siglos la celebración de los carnavales fue un paréntesis de tiempo en el que las rígidas normas o formas que regian las vidas del común de las gentes podían ser invertidas, ya fuera de un modo explícito o simbólico. Pero, de hecho, ya en la antigüedad la celebración de la Lupercalia (3) llegó a ser vista como un exceso, un remanente de cultos pre-agrarios que se hacía extraño en la Roma civilizada, llegando a prohibir, en época de Augusto, la asistencia de los jóvenes si no iban acompañados por un adulto.


Al nacer, o renacer, algo nos sitúa de nuevo en la casilla de salida. Llegamos al mundo desnudos y desvalidos, pero al mismo tiempo, únicos, íntegros y poseídos por esa fuerza incomparable de la Vida. A medida que crecemos y nos desarrollamos física y psíquicamente adquirimos el conocimiento y las herramientas necesarias para adaptarnos a nuestro entorno social, pero corremos el peligro de perder en el proceso esa integridad y esa conexión profunda con la Vida, a la luz de la cual mucho de lo que consideramos "problemas" no podría más que tomarse a broma.

Es en este sentido en el que es necesario entender la noción de "pureza", no tanto como aquello que no ha sido aún mezclado, usado, modificado o herido; Sino como aquello que es capaz de seguir siendo, retomando una frase de J.L. Colnot (4) sobre otro tema, "la expresión integral de sí mismo, según su propio tipo, su propia forma, su propio modo, su propio lugar, conforme al Ser que es", incluso después y a pesar de todo lo anterior.

Lamentablemente, en la cultura de la que somos herederos se ha asociado la pureza con la virginidad, sin embargo, si los seres vivos nacen para alcanzar su madurez y rendir frutos, de ningún modo esto puede ser contrario a su integridad, ya que la fructificación que se encuentra en el conjunto de códigos inscritos en la semilla, destinados a manifestarse a su debido tiempo. Nuestra herencia cultural reciente implica al mismo tiempo una noción lineal del tiempo, una mera sucesión de etapas independientes entre sí; una vez perdida, la "pureza original " no es algo recuperable... y sin embargo, todo lo reeferente a la pureza se convierte en una sobrevalorada moneda de cambio.
Pero la concepción pagana del tiempo es cíclica, todo se transforma, todo se va y todo regresa constantemente, nada de lo esencial se pierde. Aunque hay un tiempo para cada cosa, una etapa se enlaza con otras, completándolas, refinándolas... Una y otra vez volvemos al mismo punto, aunque ni el momento ni nosotros seamos los mismos, en el fondo sabemos que existe algún grado de repetición. Dejamos nuestra infancia atrás, y, sin embargo sabemos que algo de ésta nos acompañará hasta el último día de nuestra vejez, pudiéndonos ser muy útil en cualquier momento del recorrido.

Esto es lo que sucede con el renacimiento, y los rituales de purificación, nos permiten regresar a nuestra propia esencia, reparando los daños o desórdenes sufridos a lo largo de nuestro transitar por los caminos del mundo, no por el olvido, sinó por el proceso de integrar a nuestro ser las experiencias vividas.
Hay un momento para cada cosa, y tiene su razón de ser que las personas crezcan, se desarrollen y den sus frutos en este ámbito social (familiar, laboral, público, etc. ).Pero es necesario volver periódicamente, al punto en el que nos descubrimos únicos, desnudos y armados por la naturaleza con nuestras propias características, para convertirnos de nuevo en nuestra principal referencia a la hora de interpretar el mundo que nos rodea y el lugar que ocupamos en él. Cuando entendemos que no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con ello, que no es lo que otras personas nos hacen, si no lo que permitimos que nos hagan, es en este punto dónde y cuando hacemos inventario para decidir qué vamos a llevar con nosotros y qué vamos a dejar atrás.


Notas:

(1) Viene de: Sobre/Bajo la Tierra: Nuevas notas sobre el Ciclo Anual.
(2) Acerca de Leteo y Mnemósine.

(3) "Las Lupercales, evolución de los cultos arcaicos en Roma". Vaelia Bjalfi, 2001.

(4) "Máscaras de la ética y ética de la Máscara", "Souffle du Dragon", J.L. Colnot, 1995.

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