miércoles, 18 de agosto de 2010

Cultivo de deseos


Psyche opening the Golden Box (1903), John William Waterhouse


Entre las ideas que funcionan a cierto nivel, y que, no obstante, llega un momento en que hay que superar, es el miedo hacia nuestros propios impulsos y deseos. Del mismo modo que ciertas personas permiten que sus impulsos y deseos las esclavicen, desviando su sendero, existen otras que consideran todo deseo un peligro latente, un enemigo a combatir, y se condenan a una vida de privaciones y a una lucha constante contra sí mismos, que puede llevarlos a una amargura existencial que niega muchas vías de desarrollo personal.

El deseo puede manifestarse en cualquier área de nuestras vidas y, tanto un deseo de bienes materiales como de bienes mentales, emocionales o espirituales, puede ser el impulso que necesitamos para dar el siguiente paso en nuestro camino, la voz de un llamado hacia aquello que aún no conocemos. Cuando, por temor o desconfianza hacia nosotros mismos, acallamos nuestros deseos, éstos no desaparecen, sino se retiran a un segundo plano y se convierten en una presencia molesta que nos recuerda constantemente la imposibilidad de capturar lo efímero, en una sombra que se proyecta desde nuestro interior sobre todo aquello que queremos mantener estancado, y que el mismo bienestar que pretendemos eternizar tiene mucho de ficticio.

Así, podemos considerar que nuestros deseos nos conectan con el fluir natural de la vida, perjudicándonos sólo en la medida en que mantengamos nuestra ignorancia respecto a su propia naturaleza. El deseo no nos pide, ni mucho menos nos condena, a aferrarnos a él. Es una idea en nuestro interior que ha iniciado el camino hacia la materialización, con el fin de convertirse en una experiencia. Al igual que las yemas de las ramas se manifiestan a su debido tiempo y las flores se desprenden de las mismas ramas que las vieron abrirse a la caricia solar, el deseo se realiza en las condiciones adecuadas, y a su debido tiempo se desprende de nuestra vida, dejando su lugar para que otro pueda ocuparlo, y así sucesivamente.

Cuando nos sentimos insatisfechos, esto no depende de nuestros deseos, sino del modo en cómo percibimos estos ciclos de eterna renovación, de nuestra negativa a dejar ir y volver a empezar, aún siendo en esencia el mismo ser. A su vez, la satisfacción no proviene de los objetivos conquistados, que una vez se han vivido no hay más que nos puedan ofrecer, sino del conocimiento de que una realización seguirá a otra y que recorriendo nuestro propio camino estamos sincronizados con el ciclo de la vida que encuentra su correspondencia en nosotros, así como de la seguridad, la paz y la alegría que deriva de esta certeza.

A lo largo de los años he escuchado a menudo que a la hora de realizar un trabajo mágico es conveniente centrarse en un único objetivo. Tal como comentaba en complicaciones innecesarias, esto puede parecer lógico cuando la práctica de la magia se entiende como algo eventual, reservado para situaciones de urgencia o gravedad que requieren de un gran esfuerzo por parte del practicante. Sin embargo, cuando la conciencia mágica se extiende a cada aspecto de nuestras vidas, integrada de un modo natural en la cotidianidad - no en forma de una compulsión adictiva por la búsqueda de experiencias "sobrenaturales", "señales" o algo por el estilo -, llega a ser habitual que trabajemos al mismo tiempo en diferentes aspectos de nuestra persona, por mejorar nuestro entorno, o con el fin de ayudar a otros a mejorar su calidad de vida o en la consecución de sus propios deseos.

Estamos demasiado acostumbrados a la creencia de que un acto de fuerza producirá mejores resultados, cuando en la mayoría de ocasiones basta con retroceder un poco, y realizar cambios sencillos que modifiquen el curso de las cosas en la dirección de nuestra preferencia. Y una vez tomamos conciencia de nuestro rol en la formación de nuestra realidad, comprendemos que estos cambios deben producirse en nosotros mismos, antes de que sus consecuencias puedan ser experimentadas en el mundo "objetivo".

Aún en la más ordinaria de las existencias la mente y el cuerpo humanos llevan a cabo a cada momento, y de modo simultáneo, un elevado número de procesos que no requieren de la participación de nuestra conciencia: nuestra sangre se mantiene en circulación, respiramos, hacemos la digestión, captamos la información que llega desde nuestros sentidos físicos, etc. Estos procesos nos mantienen vivos y, sin embargo, es necesario que nos detengamos a prestar atención para llegar a darnos cuenta de su existencia. Esto puede darnos una idea de la multitud de cosas que, de hecho, realizamos sin necesidad de una intervención consciente. Sin embargo, la elección consciente de, por ejemplo, una mejor alimentación, hacer ejercicio o beber más agua, puede ayudar a mejorar los resultados de estos procesos.

Cuando empecé la serie de la Máquina de construir la realidad, una de las cosas que tenía en mente era precisamente cómo la realidad parecía construirse a partir de los modelos que guardábamos en nuestras mentes. Se dice que la naturaleza odia el vacío, de modo que cada vez que voluntaria o involuntariamente se produce un vacío en nuestras vidas, la Máquina lo llena con algún elemento de la reserva, sin importar si es aquello que más amamos o lo que más tememos. Este proceso es automático y no requiere de nuestra participación consciente; Sin embargo, si logramos seleccionar el material que va a estar disponible para la Máquina, lógicamente restringiremos a nuestro favor el tipo de resultados que deriven de estos automatismos.

Volviendo al ciclo del deseo, podemos considerar que el deseo y el temor son dos caras de una misma moneda. Son ideas que, a través de nuestra atención, ganan en peso y fuerza del mismo modo en que un fruto madura, y así como el fruto cae de la rama, el deseo o el temor se realizan en nuestra experiencia, en forma de dichas o desgracias. Y así como la medicina tradicional nos enseña que es más eficiente tratar al paciente en lugar de tratar la enfermedad que es síntoma de un desequilibrio en el mismo, si queremos modificar las experiencias que estamos manifestando en nuestras vidas se probará más efectivo remitirnos a su raíz u origen primero, localizados en nuestra mente.


El cultivo de deseos


Para cultivar nuestros deseos, es preciso en primer lugar conocerlos, sin negarnos en principio a ninguno. Para esto resulta muy útil elaborar un listado de todo aquello que se nos ocurra que podamos llegar a desear en este preciso instante, en cualquier área de nuestras vidas: Desde lo más trivial a lo más trascendental, desde aquello que más querríamos, hasta aquello que simplemente nos gustaría, desde lo que parece imposible hasta lo que ni siquiera escribiríamos, porque queda al alcance de nuestra mano y podemos conseguir en cualquier momento.

Cualquier cosa que escribamos en este listado es el inicio de una nueva empresa, que o bien nos pondrá en movimiento hacia un nuevo objetivo, representará una voluntad de mejora en nosotros mismos o en nuestro entorno, o nos mostrará un aspecto de nosotros mismos que deberíamos trabajar antes de seguir adelante. Para darnos cuenta de ello, deberemos ser capaces de observar nuestro listado sin temor o ansiedad, con claridad mental y desde la perspectiva del grado de conciencia más alto que seamos capaces de alcanzar.

Si nos sorprendemos deseando mal a otros, o tratando de imponer en su vida nuestras condiciones por justificadas que nos parezcan nuestras razones, o considerando que para alcanzar nuestro deseo es necesario dañar o manipular a otros, la conciencia nos señalara el error de cálculo. Cuando contamos el mecanismo adecuado para conseguir de un modo natural las realizaciones a las que aspiramos, el aceptar la presencia de esta clase de obstáculos no es sino un remanente de un modo caduco de procesar la información de la que disponemos, una forma de autosabotaje. Es posible que veamos, desde el presente, un número limitado de opciones; Pero como en última instancia es nuestra mente la que cierra y pone obstáculos en el camino, también ella puede abrirlos y despejarlos.

Y es de la mayor importancia comprender que es en este punto en el que deberíamos volcar nuestras energías y esfuerzos, en encontrar el mejor camino hacia nuestros objetivos, en vez de salir armados hasta los dientes y cegados de furia a pelear contra molinos de viento.

Para comprobar la efectividad del método, basta con escribir en una tarjeta o papel individual cada uno de los deseos de nuestro listado que pueda darse por realizado en un momento dado (Si deseamos gozar de salud o tener amor este será un deseo constante a lo largo de nuestras vidas, y su realización no debería tener un límite en el tiempo, pero si deseamos algo como hacer un viaje, tener un nuevo empleo, o encontrar la mejor respuesta a una encrucijada, entonces habrá un momento en que podremos que “se cumplió”).

En segundo lugar conseguiremos dos o, aún mejor, tres cajas pequeñas de cualquier material. En la primera de ellas, colocaremos inicialmente el mazo de tarjetas, barajándolas para que cualquier orden (de importancia, probabilidad, ámbito de nuestra vida, etc.) en el que fueran escritas en el listado se anulado. Cada cierto tiempo abriremos la caja y leeremos nuestras tarjetas, pensando en nuestros deseos y visualizándolos como si ya los estuviéramos viviendo en el presente. Como es posible que hayamos puesto muchas tarjetas en nuestra caja, lo que se puede hacer es sacar cada vez una tarjeta al azar, y trabajar sobre ella.
Si, además, se da el caso de que hemos tenido un mal día, o alguna preocupación nos aqueja, tomarnos el tiempo para revisar nuestra caja de deseos nos ayudará a centrarlos en cualquier otro aspecto de nuestra vida que no deberíamos ignorar a pesar de las circunstancias presentes, y pensar y vernos experimentando el cumplimiento de cualquier deseo mejorará nuestro humor y estado de ánimo, apartándonos del vicio de alimentar las ideas nocivas que no queremos que crezcan en nuestra vida.

La segunda caja es una caja de agradecimiento. Posiblemente, antes de lo que imaginamos, los deseos de nuestra caja empezarán a cumplirse, y comprobaremos cómo en muchas ocasiones esto no dependerá de los fácil o difícil que esto nos pareciera; simplemente la Máquina detectó un vacío o una oportunidad que nosotros no hubiéramos percibido de un modo consciente, y lo llenó o encajó con la pieza adecuada que tenía en la reserva. Cada vez que un deseo se cumpla, daremos las gracias por la experiencia, procurando vivirla en su totalidad. Anotaremos la fecha del evento tras la tarjeta y la colocaremos en la caja correspondiente.

Por cada tres deseos que se hayan realizado y pasado a la caja de agradecimientos, colocaremos tres nuevas tarjetas en la caja inicial. Esto nos ayudará a no apegarnos a lo ya vivido, abriéndonos a nuevos horizontes de experiencia y realizaciones. A menudo las personas permiten que el pasado, bueno o malo, determine y condicione su presente, haciéndose a la idea de que siempre sufrirán, o de que nunca serán tan felices “como cuando...”. Esto no es cierto, a menos de que nosotros mismos lo impongamos como una condena. Las cosas deben vivirse en su momento, y luego dejarse ir, agradeciendo la experiencia no sólo en el encuentro, sino también en la necesaria despedida.

Es importante tener un cierto grado de compromiso respecto a nuestros deseos, conocerlos y cuidarlos, conservarlos aún cuando todo parezca estar en su contra. Del mismo modo que, cuando confiamos en alguien, esta persona nos dará mejores respuestas que si desconfiamos de ella, también nuestros deseos responderán positivamente a nuestra confianza y cuidados, encontrando el camino para realizarse. Si lo consideramos necesario, cada vez que trabajemos un deseo, lo visualicemos o pensemos en él, aclararemos que debe encontrar el mejor camino para realizarse, sin perjudicar a nadie, ni a nosotros mismos, en el proceso.

Y ciertamente, algunos deseos pondrán nuestra vida “patas arriba” mientras avanzan hacia su realización, de modo que podremos vernos en circunstancias inusuales, o difíciles de explicar, ante las que deberemos mantener la serenidad; Tarde o temprano todo encajará, y el nuevo orden se probará mejor que el que debimos dejar atrás.
Este es otro de puntos que requiere de nuestros mejores esfuerzos; la capacidad de asimilar el poder que detentamos respecto a la transformación de nuestras vidas, sin asustarnos o perder el sentido común, la caridad mental o la serenidad. Con el estado mental adecuado, cualquier acontecimiento en nuestras vidas terminará beneficiándonos, ya sea a través de la consecución o de la rectificación.

La tercera caja, que si hacemos las cosas bien a penas utilizaremos, es la de los descartes. Escribimos un deseo, pero luego decidimos que es mejor que no llegue a realizarse. En ocasiones sucede que deseamos algo, o creemos que deseamos algo, pero el deseo languidece con el tiempo, o descubrimos que había alguna estupidez nuestra implícita, o bien a medida que nos acercamos, descubrimos que podemos desear algo mejor, o simplemente nos damos cuenta que no era nuestro deseo sino el deseo de otra persona... Esta caja nos dirá mucho acerca de lo que aprendimos conociendo y cultivando nuestros deseos y nos ayudará a afinar nuestras aspiraciones.

Tal vez un deseo haya permanecido por largo tiempo, sin realizarse, en la caja inicial: Sólo lo moveremos a la caja de descarte en caso de que hayamos decidido que ya no queremos verlo realizado, o en caso de que decidamos modificar su formulación original; pero nunca por hastío o desesperanza. Cuando suceda esto, cuando un deseo parezca reacio a cumplirse, deberemos examinarlo con cuidado y analizar los motivos que podrían estar impidiendo su realización. Como sucede con las semillas, el deseo puede no estar en las condiciones adecuadas para su desarrollo, y del mismo modo en que una semilla que no crece puede necesitar más agua o más luz, estar compitiendo con otras especies de semilla más fuertes, o con otras plantas que le hagan sombra, nuestro deseo puede haber sido planteado de un modo inadecuado y no encontrar la vía para su realización, pero permanecer a la espera de un cambio de condiciones para desarrollarse conforme a su naturaleza.

Por último, me reiteraré en la necesidad de respetar nuestros deseos. En su aspecto más noble, cuando su naturaleza no ha sido dañado por el condicionamiento, contienen las aspiraciones de nuestro propio ser, su voluntad de desarrollo, experiencia y aprendizaje. No hay malos deseos, hay deseos que pueden enmascararse tras muchos velos de los que deberemos aprender a liberarlos, para que puedan desarrollarse del modo correcto, del mismo modo que debemos liberarnos de aquellas capas que velan y ocultan nuestro verdadero potencial, para que pueda manifestarse no sólo en nuestro propio beneficio, sino igualmente el de aquellos que nos rodean.

2 comentarios:

Esteban dijo...

Buen artículo Vaelia.

Me ha llamado la atención el método que expones para cultivar deseos. Tiene similitudes importantes con el método con el que llevo tiempo haciendo experimentos.

El sistema (o mejor dicho, técnicas) con el que yo he experimentado es a grandes rasgos el que se describe en el libro "El arte y práctica de la visualización creativa" de Ophiel; empleando como herramienta física "cartas del tesoro".

Animo a los lectores a que le echen un vistazo a ese libro, por si se puede extraer cosas que puedan mejorar la eficacia de sus sistemas para cultivar deseos.

También me gustaría conocer vuestras opiniones respecto al tema.

Un saludo.

Vaelia dijo...

Muchas gracias Esteban, la verdad es que no conozco el libro que mencionas pero estaré atenta para echarle un vistazo si lo encuentro. Todo lo que ayude a mejorar la técnica es bienvenido :)