sábado, 12 de diciembre de 2009

Una celebración diferente



Todo empezó pensando en cómo adornar la casa, con la idea de realizar una pequeña celebración antes de que cada cuál volviera a visitar el hogar familiar, o, en su defecto, saliera de vacaciones. Porque, aunque no seamos todos paganos en esta casa, después de la experiencia de la confección de nuestro "Altar de muertos", decidimos no dejar escapar ninguna de las celebraciones del ciclo anual. Ciertamente no teníamos demasiado dinero, pero de todos modos comprar un triste árbol de plástico no es algo que hubiese entrado fácilmente en nuestros planes, mientras que conseguir uno de esos pobres abetos talados sin escrúpulo alguno no creo que nos hubiera hecho sentir demasiado bien con nosotras mismas.

Me fui a la ducha, y salí con una idea. Al día siguiente me presenté con un tubo de papel de embalar y unas cajas de tizas de colores: Dibujemos nuestro árbol! Como no somos artistas, en el sentido plástico de la palabra, decidimos apegarnos a esa tradición “parvulístico-kinderiana” que antepone la intención a los resultados, y nos dejamos llevar, disfrutando de la experiencia.


El árbol en el mural



Teníamos un mural enorme en el suelo, y en primer lugar dibujamos un simple abeto, bien grande, con la idea de decorarlo posteriormente añadiéndole algunos adornos. Pero el juego había iniciado, y no nos íbamos a detener en ese punto.

Es imposible evitarlo, cuando empiezas a trabajar con las manos en un ejercicio de libre expresión, algo salta desde lo más profundo de tu ser , poniéndose cómodo en su lugar, y dirigiendo la función. Hay algo significativo en el simple hecho de elegir un color, en seguir un tipo de trazo, en reproducir una u otra forma, una u otra imagen. Pienso en todos esos tests psicométricos, de los que hacen en las entrevistas de trabajo y en lo que dejan escapar, por falseables. Dibuja, lo que sea, dejando atrás el miedo a ser juzgado, y en un momento estarás teniendo una conversación tan íntima contigo mismo que parece hasta indecente que alguien se atreva a fisgonear en ella sin haber sido invitado.

Nos pareció que el entorno del árbol se veía demasiado vacío, y nos repartimos el espacio de modo que cada quién dibujara, según su parecer, un fondo. Estos fondos, no planeados, convirtieron a nuestro árbol en un auténtico axis mundi , que se rodeaba de naturaleza salvaje, áreas rurales y grandes ciudades. El sol partía, temporalmente derrotado, las estrellas brillaban a sus anchas y la luna llena se reflejaba en las aguas. Por decirlo de un modo resumido...

Fueron apareciendo distintos personajes, cada cuál con una historia que fue revelada a su debido tiempo y que, tal vez, cuando empezó a ser dibujada, aún no estaba ahí. En la ciudad, por ejemplo, había dos personas aburridas, un adicto a internet y una adicta a la televisión - concretamente, a “Sex and the city” (!) -, eran vecinos que se ignoraban hasta el día que fueron a coincidir... ahora, para su suerte, se ahorran uno de los dos alquileres y tienen cosas mucho más interesantes que hacer entre ellos.

Por la campiña, fluía un río en el que nuestros peces – muertos hace algunos meses- pueden al fin nadar eternamente felices. Un pastor de la Cavalleria Rusticana toca para sus ovejas, mientras éstas pastan entre flores y nopales -“algo mexicano tenía que aparecer”-. No demasiado lejos, junto al Lago de los Cisnes, se encuentran Clara y el Cascanueces - todo parecido de nuestro Casacanueces con Jacko es pura coincidencia... pero cómo nos reímos-. Poe si alguien lo duda aún, hay estudiantes de música en casa.

Y en la parte salvaje, dónde ya es de noche y reina el silencio, están las montañas nevadas y los bosques, y las cosas ocurren como hace miles de años; la osa duerme el largo sueño del invierno junto a sus cachorros, en la cueva, mientras el lobo vela contemplando el plenilunio antes de llamar a sus compañeros para iniciar la caza nocturna. El ciervo solitario, señor de los bosques, bebe de las aguas nítidas, en lugar de estar corriendo por los cielos tirando de un estúpido trineo sobrecargado.

Añadimos a la lista de materiales un sobre de diamantina -brillantina-, un paquete de papel de colores, un marcador y algunas cosas más que corrían por la casa y decidimos reciclar. Pasamos unas cuantas horas tiradas por el suelo, dibujando, coloreando e imaginando estas historias. Tal vez fuera algo absurdo, pero al mismo tiempo, tenía sentido... Y no pude evitar pensar en cuántos árboles se salvarían de la tala y cuánto disfrutarían los niños si sus familias decidieran tener el tiempo suficiente para hacer esta clase de manualidades con ellos, y lo que llegarían a conocer unos de otros entre cuentos, imágenes y risas.

Decidimos, por otra parte, que si habíamos dibujado el árbol que no podíamos tener, también podíamos dibujar a Mastropiero – sí, por Les Luthiers- , la mascota que no podemos tener. Mastropiero debía explicar, en principio, que este árbol nuestro era más económico y ecológico que los abetos talados, pero finalmente, fiel a la independencia propia del espíritu gatuno, decidió hacernos un favor y cumplir una función de la que hablaré unas líneas más adelante.

Finalmente, decidimos aparecer, junto a nuestras invitadas, en el paisaje. Nos dibujamos como esas antiguas muñecas de papel para recortarnos y pegarnos por ahí. Lo gracioso fue que, cuando encontramos el lugar para instalarnos, encontramos también la casa por la que tanto hemos peleado - y segumos en ello-, como si nos hubiera estado esperando.

Colgamos el mural de la pared y pusimos a sus pies una mesita que contenía un sobre para cada quien, a modo de esos calcetines que en las ilustraciones navideñas cuelgan de la chimenea, y una velita del mismo color (por lo que decidimos que ya no eran necesarias las guirnaldas eléctricas).



Decorando el árbol


Mientras terminábamos el mural empezamos a pensar cómo decorar nuestro árbol. Teníamos sólo una estrella para coronarlo, pero como contábamos con un paquete de papel de colores, uno por cada invitado, lo lógico era hacer una serie de círculos a modo de esferas, para que cada quien las colocara a su gusto.

En algún momento se nos ocurrió hacer de nuestro árbol un acto de agradecimiento. Realmente la idea se hacía cómica, dado que el año que despedimos, en diferentes aspectos y niveles, ha sido bastante malo para todas. Podríamos haber desechado la idea - haber convertido nuestro árbol en una carta de reclamación, por ejemplo - pero, sin embargo, nos pareció un reto que merecía ser enfrentado. Después de todo, lo que importa no es tanto lo que nos sucede, sino lo que hacemos con ello.

Preparamos las bandas: “Gracias 2009”. “Bienvenido 2010” ... y no podía faltar el grandioso lema “Por la expansión del ser!” (*).

Luego preparamos las esferas, las decoramos y las repartimos. Hubo entonces un momento de silencio. No habíamos contado cuántas había para cada persona, pero a todas nos parecieron demasiadas. En un mal año teníamos que encontrar al menos 10 cosas que agradecer... Y las encontramos. De hecho encontramos aún más, y las esferas pasaron a contener más de uno y de dos agradecimientos. Fue algo realmente extraño darse cuenta de todo lo bueno que ,a pesar de las circunstancias, nos había rodeado... y al mismo tiempo nos ayudó a dejar ir todo lo demás, todas las cosas feas, difíciles y dolorosas que habían sucedido. Simplemente, ya habían sucedido. Ahora, estamos bien. Lo celebramos.


Compromisos, objetivos y deseos.


La idea de los compromisos, objetivos y deseos surgió también mientras estábamos terminando el mural. Teníamos una cena, un árbol, un atípico belén... y sólo nos faltaba algo remotamente parecido a la carta a los Reyes Magos. Tal vez por eso Mastropiero decidió que,en lugar de dar un discurso acerca de ecología a nuestros vecinos, podía ser más útil haciendo de mensajero entre nosotros y “Quien corresponda”.

Aprovechamos nuevamente el papel de colores y, cada cuál con el suyo, preparamos tres cartas distintas. La carta de compromisos era para nosotras mismas, un pacto o una promesa que llevar a cabo durante el ciclo que iniciamos. La carta de objetivos contenía aquellas metas que debían ser claramente definidas, sujetas a una fecha y comprobables. Los compromisos y los objetivos tienen en común que sólo pueden depender de nosotros, la diferencia radica en que, por ejemplo, el propósito “ser fiel a mí mismo” no puede ser comprobable al tiempo que sería un poco absurdo darle una fecha, puesto que se refiere a un proceso continuo. Una vez definidos los compromisos y los objetivos, algo que nos obligó a centrarnos, nos soltamos escribiendo la carta de los deseos, es decir, de aquellas cosas que nos encantaría que pasaran pero que, al menos por el momento, no están en nuestra mano o no dependen sólo de nosotros. Una vez estuvo todo escrito, lo volvimos a revisar, por si acaso... Ya se sabe, hay que tener cuidado con lo que se desea. Luego fuimos desfilando frente al árbol, prendiendo nuestra velita, saludando a Mastropiero - que parecía muy ufano en su carácter de espíritu familiar – e introduciendo nuestras cartas en su saco, para que las llevara donde Él-debe-saber.

Por un momento, recordé los viejos textos e ilustraciones que estereotiparon el akelarre (**), y me pareció que empezábamos a parecer más brujas de lo que habíamos pretendido... pero el hecho es que las cosas así salieron.



La Celebración


En general, todo el proceso fue una gran celebración, el estar jugando en el suelo, coloreando, recortando y pegando, preparar esa comida que terminó siendo una cena, escribir y escribir, hablar y hablar... mientras escuchábamos a Loreena McKennitt, los villancicos de la H. P. Lovecraft Historical Society - para muestra ver Carol of the Old Ones o Awake Ye Scary Great Old Ones -, y otros graciosos himnos youtuberos que tantas veces han llegado para rescatarnos del más bajo de los ánimos... Sólo que en algún momento se nos ocurrió también maquillarnos exageradamente ( algo definitivamente más rápido que confeccionar unas máscaras, verdad?), vestirnos "de gala" para la ocasión, hacernos un millón de fotos que no creo que enseñemos demasiado y alocarnos un poco con el baile... Terminamos terriblemente cansadas y felices.

Coincidimos en que habíamos construido, a partir de un simple enorme pedazo de papel de embalar, la mejor fiesta de "Navidad" en la que hemos estado... sin un momento de aburrimiento, sin responder preguntas maliciosas, sin diálogos de besugos, bromas pesadas y, por cierto, sin una gota de alcohol de por medio. Fue como si alguien hubiera escondido un pedazo de “auténtica navidad”; de esa que de pequeños somos capaces de vivir con todos nuestros sentidos, y la reencontráramos como un tesoro. Hicimos muchas tonterías y bromas, sin embargo, no es menos cierto que raramente los adultos conceden tanta importancia o solemnidad a los momentos que las merecen como los niños hacen.

Oficializábamos al mismo tiempo, de este modo, nuestra calidad de familia, no biológica y no típica, pero familia al fin.


El mejor Regalo


Quedaban por rellenar los sobres-calcetín... Unos días más tarde hubo regalos simbólicos, pero lo mejor estaba por llegar. En un principio habíamos pensado en escribir cada quien una nota, algo así como una postal, para introducir en el sobre de las demás, a modo de felicitación o recuerdo. Sin embargo, éstas terminaron por convertirse en auténticas cartas. Y fue genial abrir el sobre y encontrar cartas de verdad, escritas de puño y letra. Quien sabe cuánto tiempo hacía que no recibíamos una de esas. Pero más genial aún fue lo que contenían, ni rastro del tópico “Espero que pases felices fiestas en compañía de tus amigos y familiares” o derivados. Eran palabras personales, cómplices, dirigidas a alguien que solo podía ser uno, palabras capaces de funcionar en el momento más bajo como un escudo, o una vida extra... Definitivamente, no puede haber un mejor regalo que éste.


Postdata


Todo el material empleado nos costó menos de 200 pesos – que al cambio son unos 10 euros – y con eso varias personas pasamos muchas horas de trabajo y entretenimiento. Prácticamente salió solo... No consultamos libros, simplemente nos pusimos a la tarea, con la disposición adecuada, y nos preguntamos a nosotras mismas qué nos apetecía hacer. Literalmente inventamos, sobre la marcha, la dinámica. A veces no necesitas tanto un “terapeuta”, sino un amigo, no necesitas encontrar un "coven" , sino las personas adecuadas. A veces, a fin de cuentas, no necesitas buscar, sino prestar atención a lo que ya está ahí, esperando a que te des cuenta.

Y mientras escribo el artículo viene una de las compañeras y me comenta “Creemos que Mastropiero ha hecho bien su trabajo, ya empiezan a suceder las cosas...”.



Notas:

(*) La expansión del ser : una filosofía sacada de la nada que predica la voluntad de aferrarse a las ganas de vivir, aderezada con una pizca de hedonismo... Como esto deriva en reuniones que incluyen chocolate, crepas, gigantescos platos de pasta y demás, el resultado es que el “ser” se expande... aunque sea horizontalmente.

(**) Para muestra, revisar el clásico de Margaret Murray : "El Dios de los Brujos" (en Scrib), buscando "gato".

2 comentarios:

Sibila dijo...

OOoooooooh... ¡me encanta!
Este tipo de celebraciones y de momentos, son auténticamente mágicos, parece que todo brota y fluye de manera natural y acabas llegando a sitios insospechados. Y de paso das ideas. :)

Un abrazo.

Vaelia dijo...

Va a ser divertido el día que compartamos una de estas... Muhahaha!!

Besos.