lunes, 22 de febrero de 2010

Respeto a la Naturaleza, como modo de vida

Hace unos días estaba preparando un texto sobre los efectos ya presentes del calentamiento global. Al mismo tiempo, iba contrastando la información recopilada con los titulares que hablan del avance en la opinión pública del negacionismo hacia el cambio climático, a raíz del desprestigio por mala práctica en el que parecen haber caído algunos de los investigadores de la cuestión.

Parece más fácil confundir el todo por la parte, y tratar de invalidar por un puñado de personas el trabajo de tantas otras, que dejarse guiar por el sentido común que nos dice que la comunidad científica no deja de ser humana, y que habrá errores en su seno, partidismos, y casos de corrupción. El método científico funciona también para corregir los errores de recopilación de datos, o de interpretación de los mismos, por lo que el tiempo pondrá a cada cuál en su lugar... El sensacionalismo no debería considerarse parte de este mecanismo de autoregulación. Y sin embargo, ahí está el fuego cruzado de acusaciones, intereses económicos en conflicto, y la publicidad... demasiada publicidad.

Mientras una pequeña parte la humanidad se reune y discute acerca de lo que se puede permitir hacer al respecto o incluso si se está dando o no ese "calentamiento global", se siguen perdiendo espacios (y recursos) naturales, que ven alteradas las condiciones que permitieron durante cientos o miles de años la existencia de la flora, la fauna, y también de las comunidades humanas que han albergado o aprovisionado históricamente.
A muchos de los que se sientan a discutir, el impacto del fenómeno no les ha llegado a afectar directamente, no se enfrentan en su cotidianidad a problemas como el bajo rendimiento de las cosechas, ni mucho menos a la escasez de comida o agua, tampoco viven en aquellas zonas del planeta en las que el riesgo de la aparición o del recrudecimiento de fenómenos climáticos extremos y desastres naturales suponga un aumento en las tasas de mortalidad de la población general. Sin embargo, esos efectos los padecen no sólo un número elevado de especies vegetales y animales, sino otros humanos que, lamentablemente, no tienen acceso a esos foros internacionales, ni el poder suficiente como para adoptar las medidas que ya requieren, cada vez con mayor urgencia, para poder seguir subsistiendo. Son las mismas personas cuyas vidas se extinguen a diario como la llama de una vela; sin hacer ruido y sin que a nadie le importe demasiado.

Cuanto más me adentro en el mundo de la ecología, más fascinante me parece el estudio de las relaciones entre los seres vivos y el entorno que habitan. Muchas de estas relaciones son casi invisibles, hilos finos y delicados perfectamente dispuestos en un enorme tapiz en el que todo tiene un sentido de ser. Un tejido resistente a los cambios, y sin embargo adaptable; Un tejido que lucha sin tregua por encontrar la manera de recuperarse cuando un puñado de estos hilos se rompe, aún cuando parte del mismo se empeñe en tratar de rasgarlo, dañándose a sí misma. El desconocimiento que albergamos respecto a este conjunto del que formamos parte, me parece similar al que tenemos respecto a nuestro propio cuerpo y su funcionamiento, cuyo conocimiento dejamos en la mayoría de casos a los médicos. Otros mundos que están en éste, por encima y por debajo de la medida humana, ignorados por la gran mayoría aún cuando nos conforman y los conformamos; Otros mundos que antes de ser abordados por la ciencia lo fueron por la magia y la sabiduría tradicional. Algo que me hace pensar de qué están hechos los misterios y si las cuestiones que nos planteamos son las correctas... Si preguntamos en la búsqueda del conocimiento o sólo para deleitarnos en el trazo de la curva del signo de interrogación. Dejándonos engañar por la ilusión de que lo familiar no posee el mismo poder de atracción de lo lejano perdemos también la visión profunda acerca de lo que somos y lo que es el mundo que habitamos, del punto hasta el que estamos relacionados.

Recuerdo a menudo "La Vida es Sueño", de Calderón de la Barca, como un poderoso referente ético: En el momento en el que Segismundo no sabe si sueña o está despierto, la opción que toma es la de comportarse correctamente en cualquier caso;

Sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa.
Si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos.


A nadie le gusta sentirse engañado, a nadie le gusta que se juegue con sus buenas intenciones, o que sus esfuerzos sean en vano, porque el fruto de los mismos es hurtado para abarrotar las mesas de los banquetes de gente sin alma. Respecto a la cuestión del cambio climático, como respecto a tantas otras, por un lado es posible que nunca sepamos que tanto hay de cierto, y por otro, es seguro un esfuerzo o acción individual no "salvará" el mundo. Sin embargo, creo que es importante entender que nada se pierde por obrar correctamente.

También puede observarse la cuestión desde el sentido común. Resumiendo mucho, el calentamiento global que provoca el cambio climático se supone producto del incremento en la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, en su mayoría procedentes de la quema de combustibles, como el petróleo o el carbón, y la reducción o alteración de los elementos naturales que absorben estos gases, como los bosques, o los arrecifes de coral. Por más que todo lo referente al calentamiento global fuera falso, sabemos que las fuentes de estos combustibles no son infinitas, y que para mantener nuestros niveles de vida debemos encontrar fuentes alternativas de energía. Y por más que el cambio climático fuera un fenómeno natural y el hombre no tuviera nada que ver con ello, seguimos necesitando bosques y otros espacios naturales para sobrevivir. Por más que ni el calentamiento global ni el cambio climático sean ciertos, seguimos teniendo problemas de abastecimiento de agua potable para la producción, las labores agro-pecuarias y el consumo humano, y seguimos necesitando hacer todo lo posible para que las tierras de cultivo sigan siendo fértiles a fin de no menguar la producción de alimento que requiere una población cada vez mayor. Por lo tanto, por más que todo fuera una gran mentira, muchas de las medidas que se sugiere adoptar para mitigar los efectos presentes y previstos a medio y largo plazo del cambio climático benefician al hombre y al entorno en cualquier caso, y desde el momento en que se empiezan a aplicar.

Sin embargo, más allá de esta observación de sentido común, creo también que este reencuentro con la naturaleza, el conocimiento de sus ciclos, el modo en que todo está entrelazado, y también del papel que nosotros como seres humanos tenemos en ella no debería verse sólo como un listado de posibles soluciones para un listado de posibles problemas, sino como un modo de vida que elegimos por convicción, sin esperar nada a cambio. Este camino, que no necesariamente implica grandes y terribles sacrificios personales, tiene beneficios tanto para nosotros como para nuestro entorno, pero si lo tomamos es porque consideramos que es lo correcto, porque tiene un sentido más profundo y relevante que el utilitarismo en el que hemos sido instruidos. Si otros obran mal, no es nuestra culpa, en la medida que no podemos elegir por ellos... Pero en cambio, sí depende de nosotros ( y exclusivamente de nosotros) el que permitamos o no que las malas acciones ajenas condicionen las nuestras.

Creo sinceramente que para el paganismo, o el postpaganismo, esta es una cuestión de suma importancia. Ser herederos del paganismo hoy día significa que no podemos dar la espalda a los temas que nos conciernen... Menos aún si pensamos en la cantidad de hombres y mujeres en el mundo que creen que el hombre es la cúspide de una creación inteligentemente diseñada y puesta a sus pies, para que la destrocen a su antojo. Es ingenuo pretender que conservamos todo el conocimiento que los antiguos hombres y mujeres sabios pudieron compilar en su tiempo acerca de la naturaleza, pero es estúpido no usar las herramientas que nosotros tenemos a nuestro alcance, en nuestro propio tiempo, para mostrar el respeto que debemos a la Naturaleza, aún cuando aquellos que se lo han perdido nos digan que no va a servir de nada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sea verdad o sea sueño, a mi me encanta lo que piensas al respeto!!!

Naroha dijo...

Cuanta razón tienes.

Francis Ashwood dijo...

Este tema lleva unas semanas comiéndome la cabeza. Para mí, la poca eficacia de nuestro "desarrollo" como seres humanos demuestra la falta de coherencia con la realidad y la naturaleza.

Vivimos subordinados a la ficción que llaman sociedad. Una ficción que cada día nos está costando nuestra propia extinción.

La humanidad es un organismo en sí mismo. Somos parte de este planeta y nunca podremos estar por encima de la Naturaleza. Si la humanidad no funciona de acuerdo al desarrollo natural, la Naturaleza misma se encargará de hacernos desaparecer, como está ocurriendo cada día.

No sufro por las catástrofes que vivimos cada día. Sufro más por la falta de sabiduría de los seres humanos para darse cuenta de que somos nosotros los causantes de estas catástrofes.

Si la humanidad funcionara acorde con el planeta, la naturaleza no tendría razones por las que eliminarnos. La extinción de las especies es culpa del hombre en la mayoría de los casos y como tal, el hombre pagará sus deudas con todos los organismos de la Tierra y el Universo.

Vaelia dijo...

En cierto modo, es como esa historia del niño príncipe que cuando hace mal es castigado a través de latigazos, pero en la espalda de su sirviente; O como si en un juicio en lugar de los culpables, fueran sentenciadas las víctimas. Las personas que más sufren las consecuencias de las alteraciones del medio natural son precisamente aquellas que están más estrechamente ligadas a él, al punto de llegar a morir a manos de otros humanos en su defensa. ¿Cuántas comunidades capaces de convivir en equilibrio con su entorno no han sido borradas del mapa? No me parece que sea la naturaleza quien castigue, sino el propio hombre quien lo hace, extendiendo la sombra de una maldición sobre sí misma, y sobre cuánto le rodea. Las cosas no nos pasan, hacemos que sucedan.

Del mismo modo en que si ponemos por descuido un dedo en una trampa para ratones terminaremos lastimados, lo que se está haciendo es manipular sin conocimiento previo unos mecanismos infinitamente más complejos; sin embargo los resultados de la acción no son un castigo a la ignorancia, sino más bien una consecuencia lógica de la misma.

Podemos entender el equilibrio de fuerzas, las causas y las consecuencias, como una especie de justicia universal, impersonal, formando parte de un orden mucho mayor más allá del individuo, de la sociedad, nuestra propia especie, de la biodiversidad existente en el planeta al completo. Que nosotros u otras especies desaparezcan no alterará esta dimensión.

Pero hablamos de una violencia del hombre hacia su entorno, y también del hombre hacia el hombre. Nuestro concepto de justicia queda acotado, en muchos aspectos, a esta dimensión humana, en la que la justicia no puede permanecer como una idea abstracta, sino que es algo que debe ser construido y aplicado, dia a día.

Se trata de la humanidad y las relaciones con sigo misma, tanto como las que mantiene con las especies y entornos vivos en la actualidad (por oposición al conjunto de especies vegetales y animales que poblaron esta tierra que no sabríamos reconocer si pudiéramos viajar en el tiempo, cuando no había aún un lugar para la especie humana). Se trata de una lucha por la supervivencia de todo este conjunto, aparecido sobre la tierra gracias a unas condiciones precisas, y este conjunto está formado por humanos y por otras especies, algunas de las cuales, aunque estén en peligro por la acción humana, tampoco podrían sobrevivir ya sin su ayuda, aunque la humanidad desapareciera de la faz de la tierra.

El desarrollo aunado a la comprensión profunda y a la lucidez para identificar las verdaderas necesidades del conjunto del que formamos parte podría dignificar nuestro papel en la historia natural del planeta, pudiendo conseguir él éxito de la supervivencia de un amplio conjunto de biodiversidad, mejorando las condiciones de vida de todos, que es para lo que el desarrollo debería servir.

Siendo realistas, y considerándolo bajo distintos puntos de vista, lo cierto es que a veces la Naturaleza es nuestro enemigo, tanto como otras es nuestra aliada; nuestro y de otras especies. Luchamos contra las enfermedades, por ejemplo, que sin intervención humana matarían a muchos. Esto no hace más que añadir razones para que necesitamos conocerla lo mejor posible, para que necesitamos guardar el merecido respeto. Incluso aquellos que sólo pueden verla como enemigo no saben combatir bien, y terminan derrotados por default.