En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos].Heráclito. Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, 22 B12El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces en el mismo río, siguiendo a la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia, hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal) que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua.Fuente: Wikipedia
Creo que no podemos considerar las celebraciones del ciclo anual como una noria o un tiovivo, como un recorrido que nos lleva una y otra vez a las mismas imágenes, presentadas como una sucesión de diapositivas, en lugar de acercar nuestros sentidos y nuestros pensamientos a la experiencia de aquello que está vivo.
Cada vez que la rueda gira, y reencontramos las mismas festividades que celebramos años atrás, estas deben presentar un reto, un acertijo a descifrar, una nueva internación en un territorio que cada vez presentará nuevos demonios que deberemos vencer, una nueva inmersión en una fuente de la que cada vez rescataremos un tesoro distinto.
La riqueza que las celebraciones del Ciclo Anual ponen a nuestro alcance es similar a la que un buen libro encierra. Con el paso de los años, cada vez que lo retomamos, nos parece descubrir algo en lo que no habíamos reparado, comprendemos un fragmento que había permanecido oscuro hasta el momento, o establecemos una conexión o una relación nueva con otra información con la que no contábamos la última vez que lo leímos. Todas estas posibilidades estaban allí desde el principio, pero requeríamos de un aprendizaje, académico, emocional, o vivencial, para acceder a ellas.
Existen una serie de factores que se repiten, y que dan una unidad, una identidad a ese momento que nos detenemos a realizar una toma de conciencia; Los fenómenos naturales que se acontecen en las fechas, las prácticas que se le asocian, los nombres que recibe... Pero debemos estar preparados , si nuestro camino es un camino de conocimiento, para dar el salto más allá de la repetición o la costumbre, y profundizar en las posibilidades que se nos ofrecen, en concordancia con las necesidades que nos presenta nuestra propia evolución, las cuales es importante aprender a reconocer.
No se trata de emprender una persecución a la caza de la intensidad; no parece demasiado natural el tratar de vivir en una intensidad perpetua. A lo largo de un ciclo, nos parecerá que una o varias festividades tendrán mucho que decirnos, y otras se sucederán de un modo más discreto; en ocasiones podremos organizar un gran ritual o una ofrenda abundante, otras a penas alcanzaremos a prender una vela y decir cuatro palabras, o realizar una breve visualización. No hay problema con esto, porque a buen seguro, cuando el ciclo se repita, las festividades habrán intercambiado papeles. No siempre necesitamos aprender las mismas cosas, ni de las mismas maneras, ni expresarnos en los mismos soportes. El ciclo y sus festividades son una guía, y al igual que en una libreta pautada, lo importante es aquello que escribamos en ella. Hay días en los que estamos tan inspirados que llenamos varias páginas sin darnos cuenta del paso de las horas, y otros en los que , en cambio, no encontramos por donde atacar al pánico de la hoja en blanco, en los que el logro consistirá, sencillamente, en no dejarla pasar sin más.
No se puede empezar a construir una casa por el tejado, pero tampoco es posible habitar en la carcasa desnuda de los cimientos. Conocido y reconocido el valor de la repetición, de la constancia, de la continuidad; debe ser la base que nos sostenga, mientras construimos, cada vez, a su debido tiempo, una capa distinta de esa obra que es nuestra vida. Hay que estar atentos a qué necesitamos en cada ocasión, cual es la tarea que nos corresponde; Hay un tiempo para los cimientos, otro para los tejado, otro para los muebles, otro para las cañerías... Hay que permanecer, cualesquiera que sean las circunstancias, en contacto con esa parte de nosotros que sabe y vive para que el resto de nuestro ser sepa también, para poder atender sus sugerencias acerca de lo que nos conviene en cada momento.
Tal vez este proceder sólo sea posible desde el trabajo personal e individual, porque definitivamente sería difícil que en un grupo, por reducido que fuera, pudiéramos detenernos a analizar a un nivel profundo las necesidades y respuestas de cada uno de sus integrantes. Los trabajos en grupo tienen otros objetivos, responden a otro género de necesidades. Sin embargo el trabajo con uno mismo, incluso cuando formamos parte de un grupo, no debería ser descuidado... pues es lo que nos convierte en un elemento valioso del mismo, lo que nos permite aportar algo de nuestra propia cosecha al granero que guardamos en común.
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