viernes, 12 de febrero de 2010

Ofrenda de Ghi

Cualquier ofrenda debería centrarse en la experiencia de compartir, en el gozo de esa abundancia de la que podemos participar, en lugar de reducirse a la vulgaridad de un intercambio comercial o de favores. Del mismo modo que ofrecemos al invitado lo mejor de lo que tenemos, por poco que esto sea, cuando nos disponemos a realizar una ofrenda, pensamos presentar una serie de elementos valiosos, pues de otro modo la acción no tendría demasiado sentido. Escogemos, por lo tanto, lo mejor que encontramos entre nuestras posibilidades y lo presentamos en un acto de desprendimiento, sin esperar nada a cambio.

Lo valioso no tiene porqué ser lo más caro, o más difícil de encontrar. Una simple piedra recogida en un lugar o fecha especialmente relevantes para nosotros puede ser más valiosa que una que sólo se encuentre en la cima de una montaña situada en las antípodas, o que una gema preciosa engarzada en la sortija de una joyería de lujo. Posiblemente nuestra piedra, tan similar a cualquier otra, lleva en sí una historia o una cadena de significados que sería demasiado larga de explicar, pero que la visión, textura o peso del objeto material resumen instantáneamente cuando lo sostenemos en la palma de la mano, o lo contemplamos en el altar.

Ofrendar implica darse cuenta que, en última instancia, realmente no poseemos nada más que ofrecer que nosotros mismos. ¿Qué podemos ofrendar a la Tierra, cuando cualquier cosa que pongamos sobre el altar proviene de ella? Llegamos a la vida sin nada, y nos marchamos sin nada... lo único que realmente poseemos, de hecho, es esa vida y lo que podamos hacer con ella. Cuando ponemos flores, o alimentos, o cualquier otra cosa entre nuestras ofrendas, sólo estamos dando las gracias por ellos, demostrando que hemos aprendido cuál es su valor real.

Cuando se acerca cualquiera de las festividades del ciclo anual, nuestra mente empieza a pensar en los colores, texturas, sabores, imágenes, sonidos, sensaciones, y demás elementos que van a formar parte de la experiencia de la celebración.
En mi caso, en esta ocasión, por más que el instinto mágico se viera saturado de nuevos conceptos y consideraciones, persistía el remanente de aquellas épocas en las que el nombre de “Imbolg” evocaba la luz de las velas, el blanco de la leche y su cualidad nutricia. Esto me dio la oportunidad de introducir entre las ofrendas un elemento realmente valioso, como es el Ghi.

El Ghi es una forma refinada de mantequilla, principalmente empleado en la India, tanto para el consumo alimenticio diario como formando parte de diversos rituales religiosos, teniendo un destacado papel en la medicina ayurvédica, es decir, tradicional hindú. Del mismo modo que podemos trabajar con los aceites esenciales de diversas plantas y flores, el ghi puede considerarse la “esencia” de la leche.

El proceso de elaboración del Ghi es muy sencillo, bastará con fundir unas barras de mantequilla sin sal en una cazuela, hasta que el líquido adquiera transparencia y una tonalidad cristalina dorada-rojiza , creándose un poso de partículas sedimentadas en el fondo de la cazuela. Antes de que este poso empiece a quemarse, verteremos el líquido en otro recipiente, sirviéndonos para ello de un colador de tela, preferiblemente de algodón. Si persiste la presencia de partículas, volveremos a filtrar el líquido las veces que sea necesario. Cuando se enfríe, adquirirá una consistencia sólida parecida a la de la mantequilla. Pero, a diferencia de ésta, si el ghi se guarda en un recipiente hermético, puede conservarse durante más de un año sin necesidad de refrigeración.

Como se decía al inicio, el Ghi tiene muchos usos. Se puede consumir como alimento, directamente, o ser empleado en el fritado. Cuando es empleado como aceite de masaje no se mezcla con otros aceites o esencias (es un aceite esencial en sí mismo). En sus usos rituales, el ghi se emplea en los baños rituales de los ídolos, se presenta en lámparas o es derramado sobre el fuego.

En referencia a este uso ritual, se ha dicho;

Concentrado de fuerzas vitales, la mantequilla simboliza todas las energías, las del cosmos, las del alma, las de los dioses y los hombres, que se supone que revigoriza, chisporroteando al fuego de los sacrificios. Todos los beneficios, espirituales y materiales se derramarán incrementados sobre el mundo como mantequilla líquida. Arrojada ésta en gesto ritual sobre la brasa, puede también evocar la plegaria, y en el espíritu de los creyentes se asemeja también a una fuente de energía sagrada capaz de levantar el universo.

J. Chevalier ; A. Gheerbarant, Diccionario de Símbolos, Herder , Barcelona , 2003 p.688

Más allá del hecho que, hace algún tiempo ya, pude comprobar los efectos, como mínimo reconfortantes, de este producto, lo cierto es que el ghi, evoca tal multitud de significados, sensaciones y resonancias en mi persona que no estoy segura que sea transferible a otros mediante palabras, por lo que no puedo más que resignarme a recomendar hacer la prueba.

Para el pasado Imbolg, decidí emplear el ghi como combustible, que era el uso que me quedaba por probar - No está de más especificar que no era mi intención emular un ritual védico.- Para el experimento sólo fue necesario adquirir un trozo de mecha y reciclar un recipiente de cristal... Aunque como licencia estética adquirí también una pieza metálica, de las que se emplean en las lámparas de aceite. El proceso consistió en verter el ghi líquido en el recipiente de cristal, empapando un trozo bastante largo de mecha en él y dejándola caer hasta el fondo del recipiente. Después de varias pruebas me quedó claro que hay que dejar un trozo de mecha largo fuera del ghi, ya que para que queme correctamente el calor de la llama debe fundir parte del ghi, si éste se ha solidificado.



2 comentarios:

Danube S. dijo...

Ah pues voy a probar a hacer Ghi. El olor recuerda en algo a la grasa de cordero asada o algo asi?

Una idea nueva, mira. Gracias Vaelia.

Un besito
CLsT

Vaelia dijo...

Mientras se hace huele como a pastel, galletas o algo así. Solidificado no huele mucho, como la mantequilla.

Eso sí, cuando se usa como, por ejemplo, mascarilla para el cabello (se unta bien el pelo antes de irse a dormir y se cubre con una toalla para no manchar nada) a la mañana siguiente tiene un olor bastante fuerte.

Besos,
Vae.