martes, 30 de noviembre de 2010

Cruzar el bosque

No tengo miedo (2007), por Robertobas


Hace poco me preguntaban si ya no me interesaba la Magia, pues "ya no escribo como antes", es decir, como lo hacía hace tres o cinco o siete años... Ahora, el lugar que ocupaban listas de correspondencias ha sido invadido por traducciones literarias, y al lado de los antiguos mitos han ido apareciendo esas otras historias que la labor científica nos brinda, o me entretengo tal vez demasiado en buscar fragmentos e imágenes y en documentarlos.

Respondí que después de estos años conozco muchas más cosas de las que al iniciar el camino sabía - o incluso podía imaginar-, pero que, sin embargo, tras encontrarlas hay un largo proceso hasta digerirlas y hacerlas propias, y trecho aún más largo hasta llegar a aventurarse a tratar de comunicarlas a otros. No se trata de conocimiento hermético, y no hay secretos que guardar; hay muchas y variadas vías de acceso, muchos cauces que se reunen en ese camino que un día me decidí a seguir.


Hoy por hoy pienso, en ocasiones, en cierta novela cuyo protagonista era sometido a una tomada de pelo de dimensiones descomunales. A veces yo misma me siento así, sorprendida de las cosas que en algún momento he llegado a creer... Sin embargo, he adquirido un gran respeto por todo aquello que no sé, aquello que desconozco o que no ha estado en mi mano desvelar. Existen muchas cosas en el mundo que no serán válidas para nosotros, pero decir que no lo serán para nadie sería estúpido y precipitado. Supongo que esta es, al fin y al cabo, una prueba que muchos fallan al quedar atrapados en una rabia o una decepción que no se deben a otra cosa que a las propias proyecciones y expectativas.


Como el bosque encantado de los cuentos de hadas, una etapa más en la vida del buscador, en la que avanza a tientas por un paraje que no es completamente real, pero tampoco falso; Un bosque poblado de fantasmas y visiones que dependiendo de la naturaleza del viajero ayuda o condena, que puede atraparlo - a través del dolor o el placer -, o dejarlo pasar. No se puede aconsejar a nadie, a pesar del peso de ser cómplice, en cierta manera, de lo que tal vez para ese individuo en concreto se convierta en padecimiento; del mismo modo en que no se puede prevenir a nadie de sí mismo. Hay un momento en el que sabemos que no podemos hacer otra cosa que confiar en la persona, en que será capaz de orientarse y encontrar su camino aún entre esa niebla de la que surgirá transformado, confiando en que sea para bien.


El sentido de la Magia ha cambiado para mí. Como tantos otros, en el inicio, buscaba aquello extraordinario, aquello que estaba fuera de lo común. Sin embargo, paso tras paso la balanza se ha inclinado en el sentido contrario y todo cuanto he ido entendiendo me ha remitido a mí misma, todo me ha dicho que no se trata de buscar algo más allá, sino de sacar y limpiar aquello que nos separa de la maravilla natural de cada rincón y cada momento. La lejanía de las cosas más próximas puede ser en realidad abismal. Y, al menos en lo que a mi respecta, no he encontrado en manuales o discursos magistrales nada a lo que antes no me hubieran invitado con callada complicidad las palabras de algún escritor, o un conjunto de percepciones sensoriales procedentes de la más terrena naturaleza.

De modo que no me queda más que concluir que a menudo no sólo sabemos, sino que tenemos al alcance, todo aquello que pudiéramos necesitar para tener una vida buena y feliz, pero a pesar de ello insistimos en complicarla con dificultades prescindibles. En el tránsito de uno a otro estadio, raramente se puede traducir a palabras lo vivido, sino, con mucho, sugerirlo con más o menos éxito. Así, al menos por el momento, no puedo más que decir que pienso en reincorporarme a la Vida, discretamente, haciendo limpieza de todo aquello que me sobra, como la forma más alta de Magia que he conocido, esa que no necesita ni del nombre que se le pretende asignar.

2 comentarios:

Katherina dijo...

estoy de acuerdo con todo lo que dices. A mí también me tocó en su momento una etapa de inmadurez, o mejor dicho, de ingenuidad, en que creí mucho de lo que escuché y caminé por caminos equivocados.
Pero fue la mejor forma de aprender, no es que haya avanzado mucho pero por lo menos ahora sé que no estpy equivocada. Entiendo bien tus palabras y me siento identificada con muchas de ellas.

Francis Ashwood dijo...

Y ahora que han pasado unos años, recuerdo algunas conversaciones que mantuvimos en su día, en que yo me encontraba tan perdido...

Me alegra mucho encontrarnos con mucho mayor sentido de la orientación estos días : )

¡Un abrazo grande, querida Vae!