jueves, 8 de abril de 2010

Los castigos a la franqueza




King Lear: Cordelia's Farewell, Edwin Austin Abbey, 1898


En la Historia Regum Britanniae , escrita por Geoffrey de Monmouth en el siglo XII, aparece la historia del rey Leir de Britania, que algunos siglos después Shakespeare adaptaría para su tragedia El Rey Lear.
A grandes rasgos, el rey decide retirarse y repartir sus territorios entre sus tres hijas, Goneril Regan y Cordelia, a las que somete a prueba solicitando que expresen su afectos hacia él . Goneril se deshace en halagos para con su padre, y Regan aún es capaz de superarla; Sin embargo Cordelia , abrumada por la descarada adulación de sus hermanas mayores, guarda silencio confiando en que la sinceridad de su afecto habrá de pesar más que la belleza de las palabras. Inquirida por el rey, Cordelia declara que lo quiere como a un padre. Sin embargo, no es esto lo que el rey quiere oír;

" LEAR
¿Tan joven y tan áspera?
CORDELIA
Tan joven, señor, y tan franca.
LEAR
Muy bien. Tu franqueza sea tu dote, pues, por el sacro resplandor del sol, por los ritos de Hécate y la noche y toda la influencia de los astros que rigen nuestra vida y nuestra muerte, reniego de cariño paternal, parentesco y consanguinidad, y desde ahora te juzgo una extraña a mi ser y mi sentir.(...)"
De este modo el rey reniega de su hija menor, retirándole de una vez dote, bendiciones y estima. Cuando el conde de Kent alerta al rey del desatino de su acción es desterrado. Por otro lado, al carecer de dote, el duque de Borgoña, pretendiente de Cordelia hasta el momento, la rechaza. Y es finalmente el rey de Francia, quien también la pretendía, el que se casa con ella a pesar de su cambio de estatus, declarando "ella misma es una dote".

La parte correspondiente a Cordelia se divide entre sus hermanas, y el rey decide pasar un periodo en casa de cada una de ellas. Cordelia anticipa al despedirse de sus hermanas lo que sucederá a continuación:
"(...) Sé bien lo que sois, aunque, como hermana, no puedo llamar a vuestras faltas por su nombre. Quered a nuestro padre: lo encomiendo a vuestro amor declarado. Mas, ¡ay!, si gozase yo aún de su afecto, le depararía otro alojamiento(...)"
Las declaraciones de las hermanas mayores , efectivamente, no eran palabras vacías, y cuando el rey se hospeda en sus respectivas casas, sus hijas tratan de hacerle la vida imposible. En este punto la trama se complica y sólo añadiré que, tras algunas vicisitudes, cuando el rey ya enfermo se reencuentra con Cordelia, ésta hace lo posible por atenderlo. Y aunque la historia sigue, nos vamos a detener aquí.

Recuerdo un cuento paralelo, en el que un rey preguntaba a sus hijas cuánto le querían, y al responder la menos "te quiero como a la sal", ganándose el desprecio de su padre y la expulsión del reino. Entonces, después de que la reina ordenara retirar la sal de las comidas reales, el rey se daba cuenta de su error y, arrepentido, se reencontraba afectuosamente con la hija de la que había renegado.

Como en el cuento de "El traje nuevo del emperador", parece que todos están obligados a cumplir con la orden nunca expresada, de decir que se ve lo que nadie ve y que, además, es maravilloso. Pero si en el relato de ese emperador que desfilaba desnudo, engañado por astutos oportunistas, la sinceridad del inocente parece liberar a todo el pueblo de la mentira, en la historia del rey Lear queda reflejado como esta franqueza opuesta a la adulación es interpretada como signo de orgullo o desobediencia, y severamente castigada.


I.

El tema es, a pesar del paso de los siglos, tan actual ahora como en el tiempo en que nació el relato. Seguimos rodeados de corrientes que nos exigen alinearnos y adoptar determinados puntos de vista como si se tratara de dogmas de fe. Y cuando algo en esta lista de dogmas no nos parece correcto (o no lo vemos, o no lo entendemos) entonces somos nosotros los que estamos mal, los que disgustamos a la autoridad/es, al resto del colectivo, que ejemplarmente nos retira su afecto y su confianza, expulsándonos como a algo que se ha corrompido. Una nota discordante que es necesario acallar, por activa o por pasiva... Hasta que llega el momento en el que prevalece por encima de cualquier voz un tenso silencio.

Cordelia evita hablar de lo que sabe de sus hermanas, evita usar ese conocimiento en su defensa, porque el tiempo se encargará de demostrar la sinceridad y naturaleza de cada cuál. Y efectivamente, no tiene mucho sentido tratar de pelear por el afecto o reconocimiento que quienes no pueden aceptarnos tal como somos.

El dar vueltas y más vueltas al pensamiento tratando de encontrar las mejores palabras, los gestos más adecuados, la imagen que nos asegurará el éxito en un determinado contexto social, es una tortura que no lleva a nada bueno. Si construimos una máscara de tal grosor que eclipse por completo nuestro ser corremos el riesgo de desgastarnos para poderla mantener, o incluso de quedar presos en ella.

De hecho, mostrarnos tal como somos tiene a menudo la ventaja de esclarecer los caminos: En ausencia de la dote, el duque de Borgoña deja de pretender a Cordelia, mientras que el rey de Francia, que la pretende por lo que ella es y no por los beneficios que se le asocian, la acepta encantado.

En ocasiones, el precio de ser uno mismo es muy alto, pero en última instancia es lo único que uno puede ser, si pretende mantener la integridad de su existencia. El proceso puede ser doloroso, y tal vez debamos recordar muchas veces lo que Cordelia sí se atreve a alegar al padre que de ella reniega:
(...)No es ninguna mancha, crimen o vileza, indecencia, ni acto ignominioso lo que me priva de vuestra gracia y favor, sino algo cuya falta me enriquece: mirada obsequiosa y una lengua que me alegra no tener, aun cuando no tenerla me haya costado vuestro afecto.

II.

Pero no se trata sólo de cómo nuestra sinceridad nos enfrenta a un determinado medio social, o llega a afectar en nuestro rol dentro de un colectivo. Se trata también de cómo nosotros mismos, en el rol de Lear, podemos obcecarnos y errar el juicio en nuestras relaciones personales, cuando alguien no nos habla en los términos que esperamos o queremos escuchar.

Cometemos la misma injusticia cada vez que cerramos los oídos a las voces de aquellos que nos estiman y nos quieren bien, y son francos con nosotros... pero cuyas palabras no nos gustan o simplemente no nos parecen lo suficiente importantes.

Hay que tener en cuenta que cada persona se expresa en función de sus posibilidades, que pueden variar dependiendo del contexto, o de su propio estado anímico. Más que las palabras perfectas, o las demostraciones puntuales, tenemos que tener en cuenta a la persona que se encuentra detrás de ellos, tratando de comunicarnos algo que, tal vez, le sea difícil de expresar - sobretodo cuando es algo que sabe o intuye que no nos va a gustar demasiado-.

En ocasiones generamos tantas espectativas que somos incapaces de reconocer el valor de lo real, en ocasiones estamos inmersos en ensoñaciones o proyecciones ornadas conforme a un modelo artificial que nos espanta la desnudez de lo sencillo.Y esto también nos ocurre, desgraciadamente, con aquellos que nos rodean.

Es importante no ignorar o censurar a nuestro interlocutor, sino prestarle toda nuestra atención, tratando de entender qué hay detrás de aquello que nos parece irrelevante, o no nos gusta. Tampoco es conveniente caer en la autocensura, pues al callarnos vamos acumulando emociones negativas, mientras que privamos a la otra persona de la oportunidad de saber qué es lo que nos molesta -algo que tal vez no le importaría evitar-. Por otro lado, no solemos disimular tan bien como para que la otra persona no se de cuenta de que algo de lo que nos dice no nos gusta, pero si no le aclaramos lo que es, llegará un momento en el que la sensación será tan incómoda que ya no nos querrá hablar.

Cuando las vías de la comunicación - no sólo las palabras, sino las miradas, los gestos, las acciones, etc.- se van volviendo intransitables y descuidándose hasta perderse, cualquier relación humana se condena a la extinción. Hasta el punto que, un mal día, podemos encontrarnos que cualquiera de nuestros allegados más próximos se ha convertido en un vecino con el que hablamos del tiempo.


Notas:

1. Todas las citas del Rey Lear de Shakespeare se tomaron de la versión en línea de e-text.org .
2. La imagen está tomada de Wikimedia Commons.

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