martes, 6 de octubre de 2009

El problema de la carencia de filtros

Hace algunos meses, tal vez algo más de un año, que recibo SPAM en una de mis cuentas de correo acerca de cursos y eventos “wicca”. Normalmente van directos a la papelera, pero la última vez me dio por leer. El anunciar cursos sin que esto haya sido solicitado debería entrar en la categoría del proselitismo, lo cual no es precisamente un buen comienzo teniendo en cuenta que supone una omisión de la etiqueta pagana.
Entre las cosas que ofertan está una serie de viajes, unos “campamentos” y unos cursos o talleres de magia, a precios supuestamente económicos. Consideremos un puñado de buenas intenciones por parte de los organizadores; supongamos que realmente no existe lucro en estas actividades, que los costos corresponden a una cuota de recuperación por gastos de hospedaje, alimentación y material. Aún así, hay algo que está profundamente mal en este asunto... y que, por complicado que resulte explicarlo, hay que hacer el intento.

¿Qué hay de malo en que un grupo de gentes se organice para un evento de este tipo? En principio, nada: pero tampoco demasiado efectivo. No es lo mismo una celebración que un taller, ni un taller que la capacidad para enseñar o aprender. En resumidas cuentas, el principal defecto que detecto en este tipo de actividades es que no puede darse un auténtico aprendizaje en un contexto carente de filtros. No aceptar el acceso con drogas y/o alcohol es un tipo de filtro; Pero ¿será de verdad suficiente?
El que no importe en quien recaiga el conocimiento que se pretende transmitir, lo que estas personas - que pueden ser absolutos desconocidos -, puedan hacer con él denota una considerable negligencia por parte de los instructores. Por el contrario, si esta negligencia no existe, debemos suponer que la actividad, taller o evento estará condenada a ser algo “para todos los públicos”: aguado, “light”, insustancial. En ese caso, el evento no debería publicitarse cómo un lugar o actividad al que uno acude en busca de aprendizaje. Sí podemos aprender; pero el objetivo, en todo caso, será lúdico. Lo contrario tiene el incómodo barniz del engaño.

Cuando tomé contacto con la Wicca, creyendo que era la forma “reglada” u “oficial” de aquello que traía yo por dentro, se dió la casualidad que la señora Starhawk había sido invitada a España, y se organizó uno de esos talleres que, por aquel entonces, costó algo más que la ¼ parte de un buen sueldo. Sin embargo, salvo por el hecho de poder hablar con cierta propiedad del tema, la experiencia no dio mucho más de sí. Llevaba un tiempo estudiando, pero la mayoría de las personas que componían el grupo del “taller” no tenían demasiada idea de magia, o paganismo... de modo que todo fue adaptado al nivel general, resultando una especie de clase preescolar. Seamos más o menos afines a la línea de Starhawk, supongo que estaremos de acuerdo en que con los recursos invertidos (tiempo, espacio, dinero) un evento del tipo podía haber sido mucho más instructivo o, cuanto menos, más interesante; pero las condiciones en las que esos recursos se vertieron – carencia de filtros, carencia de claridad de objetivos- no eran las adecuadas. Una amiga estuvo de malas los dos o tres días que duró aquello, y con razón. No sólo el grupo fue incapaz de coordinarse, sino que las actividades y los temas a tratar fueron hasta tal punto “light” que con una pijamada hubiéramos conseguido mayores resultados. Se me hace difícil imaginar que a alguien pueda realmente apetecerle acudir a algo así varias veces por año, con unos instructores que parecen funcionar como representantes de una marca de prestigio - “Avalon llama a su puerta”, casi -.

Por suerte he estado en otro tipo de reuniones y salidas privadas, con gente de confianza – que no siempre es lo mismo que amigos -, en las que el objetivo era el trabajo real. En estos casos, cada persona se ha encargado de sus gastos directos (comida, transporte, alojamiento), ajustados a un presupuesto exento tanto de lujos como de carencias. He sido testigo de cómo éste otro tipo de experiencias han cambiado la vida de varias personas, de una sola vez... y la diferencia es obvia.

Por esto tiendo a pensar que los eventos y cursos que requieren de publicidad, y ponen los mismos filtros que un parque de atracciones, aún pudiendo no resultar nocivos para el asistente, sirven en el mejor de los casos para hacer vida social y, en el peor, para alimentar la estupidez de los partidarios de pasear por el mundo aireando el recuento de las conferencias, exposiciones, talleres y demás en su “currículum mágico”. Acudir a esta clase de eventos, por más que adopten nombres como “Celebrando el equinoccio de Otoño” o “Reencontrando a la Diosa”, no es precisamente lo que nos convierte en paganos. Aunque en la Wicca todos los practicantes se supongan sacerdotes y sacerdotisas, haciendo un paralelismo con el cristianismo - por mencionar una religión conocida de todos- , no es lo mismo ser sacerdote y dar la misa que interpretar el papel de Virgen en la representación navideña de la escuela, por muy bonito que sea el decorado.

Dicho esto, debo aclarar que personalmente soy una ferviente partidaria de el tipo de reuniones de carácter lúdico, y precisamente por esto defiendo la idea de que uno puede aprender más de una reunión con amigos que de cualquier taller de tres al cuarto. Por ejemplo, desde hace un tiempo realizamos reuniones periódicas con un grupo de personas que en principio eran sólo vecinas. En ellas comemos bien y reímos, pero también podemos hacemos análisis y exposición de cómo nos sentimos, o de aquello que estamos viviendo. Cada vez es distinto, hay días o momentos completamente livianos, hay otros muy graves; podemos hablar del mundo, podemos hablar de lo que nos pasa por dentro. Lo importante es que la interrelación funciona, y sin planear o forzar la situación surge la actividad más adecuada, o el tema en el que nos vamos a acabar centrando. En el tiempo que llevamos juntas, hemos podido aprender mucho unas de otras, y hemos compartido una amplia gama de vivencias personales; Pero aunque hay cierta magia en el modo y las circunstancias en las que fuimos a coincidir y nos fuimos conociendo entorno a los fogones de una cocina compartida, no se trata de un grupo de estudio mágico, y tampoco constituimos un grupo de terapia o autoayuda.

Se pueden mezclar las cosas; puedes disfrutar aprendiendo, y aprender festejando: Lo que no se puede es confundir las cosas. La impresión que me transmiten los “eventos mágicos”, es la de una comida que llena el estómago, que engaña transitoriamente al hambre, pero que en realidad carece de nutrientes. Me niego en rotundo a esgrimir argumentos del tipo “la gente es simple” o “superficial” o “ está en esto ahora porque es una moda y en un tiempo se les pasará”. Que habrá personas que correspondan a esas definiciones es seguro, sin embargo los superficiales seríamos nosotros si nos quedáramos en esta capa, puesto que hay poco más que se pueda hacer que dejarlos seguir su camino, y menos aún que plantearse al respecto. Me interesa más pensar en las personas que buscan, porque hay una necesidad que grita desde su interior, y que empujadas por esa necesidad revolverán incluso en los montones de basura, buscando el brillo que les recuerde aquel que en sus sueños vislumbraron. Aquellos que, si son fieles, llegarán sin duda a ver colmadas sus expectativas.

En muchas reuniones, grupos, talleres, etc. de carácter esotérico el observador atento verá que lo que subyace en la mayoría de asistentes es algo tan simple como la necesidad de socializar. Por eso también, en la mayoría de casos, no prestan la atención necesaria al supuesto objetivo, “no están para lo que hay que estar”. Es cómo cuando uno acumula variedad de problemas personales pero busca una pareja que se los resuelva... o como buscar calcetines en una frutería.
Creo que el problema de base está en no poder dar un nombre a priori a esa necesidad, en la dificultad de discernir cuando las necesidades son variadas y simultáneas, y gritan a la vez creando un estruendo tal que de vez en cuando nos encontramos dispuestos a aceptar cualquier satisfactor, por insuficiente que sea a la larga, con tal que sea capaz de acallar momentáneamente un escándalo de tal medida. Por eso creo que es posible que la “gente” no sea tan superficial como se suele dictaminar desde la superficialidad misma, sino que exista (y perdure) cierta ingenuidad respecto a un sistema que viene a tocar a tu puerta para ofrecerte soluciones a la medida de sus propios intereses, no de esas humanas necesidades de cada cuál, no siempre fáciles de entender, o aceptar.

Me da cierta tristeza pensar en ese tipo de personas que se arruinan pagando a un psicólogo, cuando lo que en realidad necesitan es un amigo (un psicólogo ético se lo hará entender... otro tipo de psicólogos celebrará el haber encontrado un mecenazgo de por vida), o en esas personas que son incapaces de valorar sus propias tomas de conciencia, porque necesitan de un instructor que les de constantemente su aprobación.
Es posible que nos hayan educado en la dependencia de esa aprobación ajena, es posible que hayamos crecido en un ambiente en el que una oficialidad derivada de las mayorías o los convencionalismos conserva para sí, en exclusiva, el valor de lo lícito. Descuidando en cierto modo no sólo aquello que queda en los márgenes, sino nuestras propias impresiones, nuestra imagen en el mismo espejo que un maestro digno de ese nombre nos hará confrontar.

No voy a soltar un discurso sobre el “desaprender”, pero a estas alturas tengo bastante claro que crecer significa replanteárselo todo, muchas veces, hasta empezar a construir unas definiciones propias que nos eviten caer en el engaño. Siempre que una persona descubre y respeta lo que es, sale del camino trazado a ese mismo margen que nos enseñaron a obviar. No se trata de llevar la contraria. Se trata de que estas personas no encajan, así sea por una pequeña muesca, en el diseño que se les dio como reserva, por lo que salir a cazarlos no sale tan a cuenta.
Cuando el entorno que nos rodea carece de los filtros adecuados, no queda más remedio que aprender a construirlos por nuestra propia mano. Darnos tiempo para pensar y analizar aquello que nos sirve, lo que no, y lo que constituye la mejor opción. Decir muchas veces que no, hasta que realmente todo nuestro ser grite el tan esperado sí.

6 comentarios:

Sibila dijo...

Que sepas que me has matao con lo de "Avalon llama a su puerta". Aún me estoy riendo. ¡Te robo ya el nombre para la sección de lucro con la espiritualidad cuando logremos abrir el foro!. XD

Un abrazo,
Sibila.

Anónimo dijo...

Como en todo siempre hay gente de toda,dicen que el sentido comun es el menos comun de los sentidos,y eso es verdad, yo misma cuando vi en un sitio hace mas de seis años que eso se enseñaba pues yo me interesè, estuve pagando cuotas inscripciones ,incluso asistì a un encuentro...experiencia, èsta ùltima lamentable. No solo por la organizaciòn,la comida, el insoportable calor, a todo eso se sobrepone uno, a lo que no, es a verificar en uno mismo que en esta vida todo se compra y se vende ,pero no porque se haga asi , se debe de hacer, y eso fuè gracias a la presencia de una bruja real ,encantadora quien expresò su desencanto pues esperaba encontrar espacios de encuentro y discusiòn de temas sobre espiritualidad, se llama Olga Margarita,ella mencionò algo sobre su estancia en España algunos años y Cisne Blanco o algo asì ,yo la he buscado pedi sus datos a la organizadora y nunca me los diò y antes de cerrar el cìrculo ella pidio el espacio para hacer una peticiòn a la Diosa,algo para mi,que fuè realmente bello. los efectos fueron casi inmediatos, lo entendi a pocos dias de haber regresado, y eso me ayudò a darme cuenta de que en este mundo hay de todo, y entre todo ,personas divinas como esa hermosa bruja, asi que la magia lo extraordinario y espiritual tambien es real, pero no se puede llegar por esos caminos, ni siquiera son los mejores. Eso si es un medio de vida tan respetable como el de madam Sasù o Walter Mercado

Violeta dijo...

Entre todo lo que se podría comentar de lo que has mencionado: el hombre es un ser complejo y no superficial -habría que liberarse de los prejuicios-, nada de simplificar la realidad, la gente busca sitios para socializar, curiosear -eso no está mal- pero también para salir de su depresión y de esta debilidad se aprovechan muchas organizaciones "vampirizando" a sus débiles enfermos -esto en cambio me parece fatal- , entre todas las pinceladas de tu cuadro hago hincapié en el azul: en la idea de que solo se puede enseñar lo que bien se sabe -resulta insultante que alguien que demuestra saber menos que tú de un tema determinado pretenda enseñarte ¿el qué?- es aquí una verdad como un templo. Si yo aprendo tanto sobre Paganismo en tu blog es porque tú lo has interiorizado magistralmente. Gracias por exigirte tanto.

Vaelia dijo...

Sibila, yo encantada de contribuir... Ojalá sea pronto, porque material no falta.

Olga Es importante entender que cualquier camino mágico o espiritual que decidamos tomar debe ser un modo de vida, nunca un medio de vida. Creo que he escrito anteriormente acerca de los motivos por los que el lucro no está permitido entre personas que merezcan respeto en el mundo mágico real.
Tanto Walter Mercado como Madame Sasu deben incluirse en la categoría de timadores, no sólo en el aspecto esotérico, sino en el meramente comercial. Según la prensa, en 2007 tuvo que intervenir la Profeco (para los que están fuera de Mexico, un servicio de defensa del consumidor) para que esclarecieran las condiciones de los servicios que prestaban, dado que la información acerca del costo total de los mismos no era clara.
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=289429

Por lo tanto, además de que es muy cuestionable su capacidad para la magia real, el modo de vida que eligieron me parece denostable. Hay muchos modos éticos y funcionales de ganarse el sustento, y aún cuando pueden haber épocas difíciles siempre encontraremos una opción que no requiera engañar o abusar de otros.

Violeta Bien se dice que los dioses no harán por nadie lo que éste no esté dispuesto a hacer por sí mismo. La cuestión es si uno decide seguir adelante o quedarse a holgazanear enmedio del camino, porque le pareció demasiado el esfuerzo que requería :)

Violeta dijo...

bueno, uno también se puede detener en el camino o puede perderse en lo que antes creía un bosque y ahora un laberinto

Vaelia dijo...

Creo que detenerse para recuperar aliento o fuerzas, o bien para disfrutar del paisaje, forma parte del camino; también perderse un poco o un mucho, desorientarse, etc. Das más vueltas, tal vez, pero estás en la búsqueda: No abandonas.

Con holgazanear me refería al sentido peyorativo, de pararse ahí en medio estorbando el paso y mendigar, o directamente asaltar, a los que tienen que pasar por ahí.