Viene de: La máquina de construir la realidad (III): El Tejido: Crear y Transformar
El trabajo - como comentábamos con un amigo recientemente- tiene dos funciones principales, la primera, ser un medio para conseguir dinero. La segunda, mantenernos ocupados con el fin de que la mente no permanezca ociosa. Muchos hemos podido comprobar los efectos de esto. Cuando estamos deprimidos se nos aconseja no quedarnos en casa revolcándonos en nuestros pensamientos de desgracia. Sin embargo, en ocasiones aferrarse al trabajo u otras actividades no es suficiente. De hecho puede ser bastante contraproducente cuando nosotros estamos especialmente receptivos y el ambiente laboral o lúdico que nos toca respirar está saturado de contaminación psíquica (usualmente emocional).
Cuando la mente no está ocupada resolviendo problemas existentes, empezará a crearlos para tener algo que hacer. Nuestra mente trabaja constantemente, y lo hace en gran parte de manera automática, con los materiales que le damos. Obviamente, si no le proponemos otra cosa que ver tv o similares, sin interponer para nuestra defensa algún tipo de criterio, es muy posible que nuestra pobre mente no sólo esté desnutrida, sino intoxicada... y la realidad que genere será, por ejemplo, una especie de "corta y pega" de los dramáticos y enrevesados guiones de una telenovela, o un altavoz más al servicio de la progapanda de la ideología o sistema de turno.
Precisamente este tipo de mentes y realidades son aquellas con las que debemos convivir a diario en numerosos aspectos de nuestra vida; En el supermercado, en el transporte público, en nuestra vecindad, en centros laborales y académicos o incluso en círculos personales y familiares. Especialmente en aquellas etapas de nuestra vida en las que no hemos aprendido a aplicar nuestros propios filtros, o en aquellos ámbitos donde nuestro margen de selección es más restringido. Pero tan importante como saber cómo relacionarnos con ellas, es asegurarnos no cometer los errores que desde fuera nos resulta relativamente sencillo señalar en ellas.
Hace unos años escribí a favor del prejuicio como un compendio de información que tenemos a nuestra disposición de un modo inmediato ante una situación, elemento o persona desconocidos, el cual debe ser siempre susceptible de ser sometido a revisión. Así, teniendo en cuenta que tenemos un tiempo limitado en esta vida, el prejuicio en tanto que herramienta permitiría una automatización de ciertos criterios de categorización o selección encaminados a economizar tiempo a la hora de dirigirnos a nuestros objetivos. En resumen, era mejor disponer de esta herramienta, aunque tuviéramos que pelearnos con ella de vez en cuando, que carecer de ella.
Nuestra mente no sólo crea o recibe información, sino que además tiene que organizarla en estructuras y contenedores que ayuden a gestionarla. Una expresión coloquial que podría hacer referencia a esto es la de la de poner / que nos pongan "etiquetas". Nos presentan a alguien y esta persona observa las características de nosotros que le parezcan más relevantes; El modo de vestir, nuestro aspecto físico, nuestra forma de hablar, etc. También es posible que hagan preguntas "típicas" como qué estudiamos, en qué trabajamos, cuántos años tenemos, etc. Toda esta compilación de datos, que normalmente tienen un significado preestablecido para la persona ( y que varían de un individuo a otro), es empleada para hacerse una idea más precisa de lo que somos y, a menudo, para poder "etiquetarnos", clasificarnos, ponernos en una categoría.
El malentendido puede empezar cuando no hay una verdadera correspodencia entre el dato objetivo y el significado que la persona aporta al mismo. Por ejemplo, nos ven jóvenes y deducen que debemos ser estudiantes. O nos ven más mayores y deducen que debemos estar casados o tener hijos. Y así prosigue un sinfín de juicios y deducciones que se dan de un modo completamente natural, lo que no significa que se acerquen a la realidad...
Cuando asumen la certeza de esos datos y, con el tiempo, descubren que estaban equivocados, estas personas pueden sentirse engañadas o defraudadas... incluso cuando nunca consideraron necesario hacer las correspondientes preguntas al respecto. Cuando sí nos preguntan, a medida que respondemos las preguntas de nuestro interlocutor negando las deducciones que ha hecho sobre nosotros, es posible que ambos empecemos a sentirnos incómodos.
Cuando rompemos con los esquemas mentales de otra persona sentimos que ésta puede pensar que lo hacemos por contrariarla y, cuando esa no es nuestra intención, terminamos prácticamente deseando poder pedir disculpas por lo que somos. A su vez, esa persona que trata infructuosamente de definirnos, sólo está tratando de entender lo que tiene delante, pero, al resultar difícil y, tal vez, al sentirse contrariada, se empezará a inquietar... O bien optará por "deducir" de paso que estamos tratando de engañarla e ignorará tranquilamente los datos que le proporcionemos para imponernos aquellos que correspondan y puedan encajar en sus propias estructuras.
Esto no sucede sólo en un primer encuentro, sino a medida que las relaciones se desarrollan, y, de hecho, tampoco ocurre sólo entre las personas, sino en las relaciones de las personas hacia el mundo que las rodea. En cierto modo, a través la intepretación personal que hacemos de la realidad, oímos y vemos sólo aquello que estamos dispuestos a aceptar que puede ser visto y oído. Por eso la búsqueda requiere que asumamos un rol activo en ella, debe ser un acto de voluntad; Hay que hacer cierto esfuerzo por crecer o conocer, dado que estas actividades comportan no sólo un aumento de la información, sino una reconstrucción constante de las categorías y estructuras en las que la ordenamos - Esto se ve bastante caro cuando pensamos en las variaciones en contenido y estructura que una asignatura experimenta a medida que se suceden los distintos niveles escolares - .
A lo largo de nuestra vida encontraremos muchas personas que tratan de imponernos su propia visión de la realidad, que, de hecho, no consideran una "visión" en absoluto, sino la realidad misma. Estas nos dirán lo que son las cosas, e incluso lo que nosotros somos. En no pocas ocasiones, este apego a las propias convicciones deviene una verdadera enfermedad. Es el caso de las personas con problemas de proyección, para las que no somos más que una pantalla, una especie de lienzo en blanco sobre el que vomitan el contenido - a menudo manchado de traumas - de sus propias cabezas. Todo lo que digamos en defensa de nuestra realidad será retorcido y usado en nuestra contra.
Por lo tanto, por doloroso que en ocasiones pueda resultar, lo idóneo es cortar con estas relaciones lo antes posible. Estas personas están tan sumidas en su propio drama que, por más señales que les hagamos, nunca verán la persona que somos, sino uno de los reflejos de su infierno personal, o una marioneta que colocar en la representación cotidiana de su fantasía. No les importamos, en realidad, ni siquiera se han preocupado en conocernos.
Pero en muchas ocasiones no es posible hacer desaparecer por completo estas mentes de nuestro entorno. Entonces no queda más remedio que tener claro lo que son, y el peligro que representan. No importa cuanto esfuerzo hagamos para ser entendidos, nunca será suficiente., dado que por omisión seremos ignoados. Y no importa cuantas veces nos repitan su versión de las cosas como una realidad incontestable... nunca será más que una versión que podemos aceptar parcialmente, pero no debríamos dejarnos imponer, a menos que pretendamos recortar nuestras vidas a la medida de otro, para encajar en sus esquemas.
Hay que señalar que no siempre estos personajes con los que se quiere suplantar a nuestra persona son negativos, a veces resultan todo lo contrario, colmados de virtudes o capacidades que ya nos gustaría a nosotros poder tener... (y eso es un problema a la hora de "desengancharse" de ciertas relaciones tóxicas, a todos nos gusta que nos digan cosas bonitas, incluso cuando creemos no merecerlas). Cuando la imagen que se proyecta sobre nostros es excesivamente positiva, al romperla, al contradecirla con nuestra realidad, invierte su polaridad, de modo que pasamos de ser "lo mejor" a lo "peor". Pero en cualquier caso, la imagen proyectada siempre es más simple y carente de profundidad de lo que cualquier persona real pueda ser.
No se trata de despreciar a otros, sino de ser conscientes de las coordenadas en las que han quedado petrificados - tal vez algo les haga salir de allí mas adelante, pero tampoco vamos a esperarlos-. Si somos conscientes de lo que sucede, podemos tomar las decisiones adecuadas para evitar en la medida posible que causen daño a otros (incluyéndonos a nosotros mismos), pero también para no dañarlos a nuestra vez. Es el caso de las personas mayores, que han tenido una educación sencilla, o se han quedado atrapadas en un conjunto de ideas muy concreto. Ese es su mundo. Si lo rechazamos con demasiada fuerza, si lo rompemos, tal vez no tengan tiempo de construir otro. Es mejor dejarlos con sus cosas... y seguir con las nuestras. Otra cosa es que se empeñen en darse cabezazos contra unmuro hasta abrirse la cabeza, lo cual es una decisión suya, respecto a la que nada podemos hacer.
Ahora, si estas personas (que, no hay que olvidar que también podríamos ser nosotros mismos) tienen una realidad alternativa respecto a nosotros mismos, obviamente también la tendrán respecto a las situaciones y conflictos que se den en su vida cotidiana. Los problemas que su mente crea al no tener nada mejor con lo que trabajar. Todos hemos conocido a alguien que da por sentado que respondimos un "sí", aunque lo que respondimos fuera un claro "no", y siguen con el plan y se sienten traicionados cuando este no funciona, y van a buscar aliados que los apoyen, y en un momento han conseguido crear una situación bastante desagradable para todos. Es importante, por nuestra salud mental, y por no perder nuestro valioso tiempo, aprender a detectar cuándo los problemas son nuestros o son de otros. Si son de otros, plantearlos si tenemos la necesidad de compartirlos. Si son nuestros, revisarlos detenidamente para ver qué parte es un hecho objetivo y que parte una construcción de nuestra mente (ociosa?). Si no existe un problema real, podemos eliminarlo en el mismo planteamiento. Si existe un problema objetivo, podemos replantearlo desde la serenidad - en lugar de la angustia- , empezar a buscar la solución más adecuada que nuestra mente pueda encontrar para el mismo y dejarnos de sentir mal.
La Máquina da resultados de mayor calidad cuando se le da el mantenimiento adecuado, y se le facilitan los mejores materiales pero, sobretodo, cuando se la emplea para aquello para lo que fue hecha.
El trabajo - como comentábamos con un amigo recientemente- tiene dos funciones principales, la primera, ser un medio para conseguir dinero. La segunda, mantenernos ocupados con el fin de que la mente no permanezca ociosa. Muchos hemos podido comprobar los efectos de esto. Cuando estamos deprimidos se nos aconseja no quedarnos en casa revolcándonos en nuestros pensamientos de desgracia. Sin embargo, en ocasiones aferrarse al trabajo u otras actividades no es suficiente. De hecho puede ser bastante contraproducente cuando nosotros estamos especialmente receptivos y el ambiente laboral o lúdico que nos toca respirar está saturado de contaminación psíquica (usualmente emocional).
Cuando la mente no está ocupada resolviendo problemas existentes, empezará a crearlos para tener algo que hacer. Nuestra mente trabaja constantemente, y lo hace en gran parte de manera automática, con los materiales que le damos. Obviamente, si no le proponemos otra cosa que ver tv o similares, sin interponer para nuestra defensa algún tipo de criterio, es muy posible que nuestra pobre mente no sólo esté desnutrida, sino intoxicada... y la realidad que genere será, por ejemplo, una especie de "corta y pega" de los dramáticos y enrevesados guiones de una telenovela, o un altavoz más al servicio de la progapanda de la ideología o sistema de turno.
Precisamente este tipo de mentes y realidades son aquellas con las que debemos convivir a diario en numerosos aspectos de nuestra vida; En el supermercado, en el transporte público, en nuestra vecindad, en centros laborales y académicos o incluso en círculos personales y familiares. Especialmente en aquellas etapas de nuestra vida en las que no hemos aprendido a aplicar nuestros propios filtros, o en aquellos ámbitos donde nuestro margen de selección es más restringido. Pero tan importante como saber cómo relacionarnos con ellas, es asegurarnos no cometer los errores que desde fuera nos resulta relativamente sencillo señalar en ellas.
Hace unos años escribí a favor del prejuicio como un compendio de información que tenemos a nuestra disposición de un modo inmediato ante una situación, elemento o persona desconocidos, el cual debe ser siempre susceptible de ser sometido a revisión. Así, teniendo en cuenta que tenemos un tiempo limitado en esta vida, el prejuicio en tanto que herramienta permitiría una automatización de ciertos criterios de categorización o selección encaminados a economizar tiempo a la hora de dirigirnos a nuestros objetivos. En resumen, era mejor disponer de esta herramienta, aunque tuviéramos que pelearnos con ella de vez en cuando, que carecer de ella.
La otra cara de la moneda es que el prejuicio, ese conjunto de primeras impresiones recibidas e interpretadas automáticamente, no sólo raramente es sometido a análisis o revisión posterior, sino que en demasiadas ocasiones trata de imponerse sobre la misma realidad, desplazándola.
Nuestra mente no sólo crea o recibe información, sino que además tiene que organizarla en estructuras y contenedores que ayuden a gestionarla. Una expresión coloquial que podría hacer referencia a esto es la de la de poner / que nos pongan "etiquetas". Nos presentan a alguien y esta persona observa las características de nosotros que le parezcan más relevantes; El modo de vestir, nuestro aspecto físico, nuestra forma de hablar, etc. También es posible que hagan preguntas "típicas" como qué estudiamos, en qué trabajamos, cuántos años tenemos, etc. Toda esta compilación de datos, que normalmente tienen un significado preestablecido para la persona ( y que varían de un individuo a otro), es empleada para hacerse una idea más precisa de lo que somos y, a menudo, para poder "etiquetarnos", clasificarnos, ponernos en una categoría.
El malentendido puede empezar cuando no hay una verdadera correspodencia entre el dato objetivo y el significado que la persona aporta al mismo. Por ejemplo, nos ven jóvenes y deducen que debemos ser estudiantes. O nos ven más mayores y deducen que debemos estar casados o tener hijos. Y así prosigue un sinfín de juicios y deducciones que se dan de un modo completamente natural, lo que no significa que se acerquen a la realidad...
Cuando asumen la certeza de esos datos y, con el tiempo, descubren que estaban equivocados, estas personas pueden sentirse engañadas o defraudadas... incluso cuando nunca consideraron necesario hacer las correspondientes preguntas al respecto. Cuando sí nos preguntan, a medida que respondemos las preguntas de nuestro interlocutor negando las deducciones que ha hecho sobre nosotros, es posible que ambos empecemos a sentirnos incómodos.
Cuando rompemos con los esquemas mentales de otra persona sentimos que ésta puede pensar que lo hacemos por contrariarla y, cuando esa no es nuestra intención, terminamos prácticamente deseando poder pedir disculpas por lo que somos. A su vez, esa persona que trata infructuosamente de definirnos, sólo está tratando de entender lo que tiene delante, pero, al resultar difícil y, tal vez, al sentirse contrariada, se empezará a inquietar... O bien optará por "deducir" de paso que estamos tratando de engañarla e ignorará tranquilamente los datos que le proporcionemos para imponernos aquellos que correspondan y puedan encajar en sus propias estructuras.
Esto no sucede sólo en un primer encuentro, sino a medida que las relaciones se desarrollan, y, de hecho, tampoco ocurre sólo entre las personas, sino en las relaciones de las personas hacia el mundo que las rodea. En cierto modo, a través la intepretación personal que hacemos de la realidad, oímos y vemos sólo aquello que estamos dispuestos a aceptar que puede ser visto y oído. Por eso la búsqueda requiere que asumamos un rol activo en ella, debe ser un acto de voluntad; Hay que hacer cierto esfuerzo por crecer o conocer, dado que estas actividades comportan no sólo un aumento de la información, sino una reconstrucción constante de las categorías y estructuras en las que la ordenamos - Esto se ve bastante caro cuando pensamos en las variaciones en contenido y estructura que una asignatura experimenta a medida que se suceden los distintos niveles escolares - .
A lo largo de nuestra vida encontraremos muchas personas que tratan de imponernos su propia visión de la realidad, que, de hecho, no consideran una "visión" en absoluto, sino la realidad misma. Estas nos dirán lo que son las cosas, e incluso lo que nosotros somos. En no pocas ocasiones, este apego a las propias convicciones deviene una verdadera enfermedad. Es el caso de las personas con problemas de proyección, para las que no somos más que una pantalla, una especie de lienzo en blanco sobre el que vomitan el contenido - a menudo manchado de traumas - de sus propias cabezas. Todo lo que digamos en defensa de nuestra realidad será retorcido y usado en nuestra contra.
Por lo tanto, por doloroso que en ocasiones pueda resultar, lo idóneo es cortar con estas relaciones lo antes posible. Estas personas están tan sumidas en su propio drama que, por más señales que les hagamos, nunca verán la persona que somos, sino uno de los reflejos de su infierno personal, o una marioneta que colocar en la representación cotidiana de su fantasía. No les importamos, en realidad, ni siquiera se han preocupado en conocernos.
Pero en muchas ocasiones no es posible hacer desaparecer por completo estas mentes de nuestro entorno. Entonces no queda más remedio que tener claro lo que son, y el peligro que representan. No importa cuanto esfuerzo hagamos para ser entendidos, nunca será suficiente., dado que por omisión seremos ignoados. Y no importa cuantas veces nos repitan su versión de las cosas como una realidad incontestable... nunca será más que una versión que podemos aceptar parcialmente, pero no debríamos dejarnos imponer, a menos que pretendamos recortar nuestras vidas a la medida de otro, para encajar en sus esquemas.
Hay que señalar que no siempre estos personajes con los que se quiere suplantar a nuestra persona son negativos, a veces resultan todo lo contrario, colmados de virtudes o capacidades que ya nos gustaría a nosotros poder tener... (y eso es un problema a la hora de "desengancharse" de ciertas relaciones tóxicas, a todos nos gusta que nos digan cosas bonitas, incluso cuando creemos no merecerlas). Cuando la imagen que se proyecta sobre nostros es excesivamente positiva, al romperla, al contradecirla con nuestra realidad, invierte su polaridad, de modo que pasamos de ser "lo mejor" a lo "peor". Pero en cualquier caso, la imagen proyectada siempre es más simple y carente de profundidad de lo que cualquier persona real pueda ser.
No se trata de despreciar a otros, sino de ser conscientes de las coordenadas en las que han quedado petrificados - tal vez algo les haga salir de allí mas adelante, pero tampoco vamos a esperarlos-. Si somos conscientes de lo que sucede, podemos tomar las decisiones adecuadas para evitar en la medida posible que causen daño a otros (incluyéndonos a nosotros mismos), pero también para no dañarlos a nuestra vez. Es el caso de las personas mayores, que han tenido una educación sencilla, o se han quedado atrapadas en un conjunto de ideas muy concreto. Ese es su mundo. Si lo rechazamos con demasiada fuerza, si lo rompemos, tal vez no tengan tiempo de construir otro. Es mejor dejarlos con sus cosas... y seguir con las nuestras. Otra cosa es que se empeñen en darse cabezazos contra unmuro hasta abrirse la cabeza, lo cual es una decisión suya, respecto a la que nada podemos hacer.
Ahora, si estas personas (que, no hay que olvidar que también podríamos ser nosotros mismos) tienen una realidad alternativa respecto a nosotros mismos, obviamente también la tendrán respecto a las situaciones y conflictos que se den en su vida cotidiana. Los problemas que su mente crea al no tener nada mejor con lo que trabajar. Todos hemos conocido a alguien que da por sentado que respondimos un "sí", aunque lo que respondimos fuera un claro "no", y siguen con el plan y se sienten traicionados cuando este no funciona, y van a buscar aliados que los apoyen, y en un momento han conseguido crear una situación bastante desagradable para todos. Es importante, por nuestra salud mental, y por no perder nuestro valioso tiempo, aprender a detectar cuándo los problemas son nuestros o son de otros. Si son de otros, plantearlos si tenemos la necesidad de compartirlos. Si son nuestros, revisarlos detenidamente para ver qué parte es un hecho objetivo y que parte una construcción de nuestra mente (ociosa?). Si no existe un problema real, podemos eliminarlo en el mismo planteamiento. Si existe un problema objetivo, podemos replantearlo desde la serenidad - en lugar de la angustia- , empezar a buscar la solución más adecuada que nuestra mente pueda encontrar para el mismo y dejarnos de sentir mal.
La Máquina da resultados de mayor calidad cuando se le da el mantenimiento adecuado, y se le facilitan los mejores materiales pero, sobretodo, cuando se la emplea para aquello para lo que fue hecha.
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