lunes, 25 de enero de 2010

Una elección inesperada

Subí al trastero para reencontrar mis libros, los viejos libros que quedaron en aquella última caja, imposible llevarse o regalar. Tenía una idea de lo que iba a buscar... Pero entre publicaciones más o menos útiles, raras o valiosas, encontré también aquellas obras que me acompañaron hace más de una década, cuando los pasos que me han traído a este presente no habían sido ni siquiera imaginados, y la única visión del futuro era un vasto llano en el que la hierba lucía bajo la caricia del sol del estío.

Tenía que volver a escoger, porque sólo unos pocos podrían cruzar conmigo al otro lado del océano. Tenía en mis manos dos publicaciones, la una de una reputada ocultista, una de esas obras de lectura obligada... la otra, una edición barata - entre las muchas que existen - de un gran poeta americano.

Hubo un tiempo en el que encontrar la primera de las obras mencionadas fue una necesidad que me empujó a abrir puertas que yo misma ignoraba que estuvieran allí, mientras avanzaba como podía sumida en una angustiosa oscuridad. Una de esas puertas me permitió encontrar un camino transitable, cuando creía que todos los senderos se habían agotado y había llegado el terrible momento de abandonar.

La segunda obra había aparecido en mi vida unos años antes, en los estantes de un supermercado de pueblo. No conocía al autor por aquel entonces. Yo misma no le di demasiada importancia, hasta que el día en el que volví a encontrarlo, en el trastero, busqué un poema que me había sido - por raro que resulte - imposible localizar y leyéndolo de nuevo, ése y otros, me pareció comprender mucho más de lo que pude haber comprendido años atrás.

En ocasiones, cuando llega el momento de escoger, nos sorprendemos a nosotros mismos. Ambas obras están disponibles en formato electrónico, así que la cuestión era cuál preferiría poder tener a mi lado, en la mesilla de noche. Una me hablaba de una de las decisiones más importantes que debí tomar en mi vida; La otra, sin malicia, pero sin tapujos, parecía lucir una sonrisa franca al respecto, un llamado de esperanza, pero también un desafío: "supéralo ya".

Y tuve que darle la razón.
Por eso finalmente son las Hojas de Hierba de Withman las que están sobre la mesa mientras escribo estas líneas, consciente de que el camino, mi camino, deja atrás una angustiosa encrucijada. Consciente de que no nos cuesta tanto elegir - las elecciones se dan solas - como aceptar que ya lo hemos hecho.

PD: Posteo en su propia entrada Tres fragmentos de Whitman.

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