Se acerca Imbolg, una fecha que me remite a la idea de purificación, de renovación... Como si pudiéramos sumergirnos en un lago cuyas aguas tuvieran la mágica propiedad de borrar las marcas sobre nuestra piel, sanando cualquier herida, restableciendo y reforzando nuestra integridad, devolviéndonos la oportunidad de elegir en función de lo que realmente somos, en lugar de en función de las opiniones y manejos ajenos.
No hace mucho tuve que deshacer un trabajo de protección realizado años atrás. Tomé a la pequeña figura, con delicadeza, casi pidiéndole disculpas, explicándole que aquello no era un castigo, y que lo que había sido para protección no iba a servir a la venganza, que simplemente había razones que hacían incongruente que siguiera funcionando. La desarmé de las herramientas de las que la había provisto, la desvestí, la descosí... Cuando las hierbas que formaban parte del relleno empezaron a salir, me pareció increíble que después de tantos años aún conservaran su aroma de un modo tan intenso. Transportada por este sentido, me pude ver en el pasado, dedicada al proceso de confección, buscando y preparando los materiales, armando el ritual, poniendo toda la intención en cada puntada, en cada detalle... Sin pensar si quiera en la posibilidad de que, con el tiempo, todo aquello resultaría una terrible incoherencia.
Pudiera haberme sentido imbécil por esto... Pero todo cuanto podía pensar mientras deshacía mi trabajo era que por fin empezaba a ser consciente de estar despidiéndome de una época que no ha de volver, con la gracia de no haber perdido en el proceso aquello que considero más importante, que demostró su capacidad de supervivencia una vez más; Aquello que dirige las decisiones que tomamos desde lo más profundo de nosotros y va trazando sobre la amalgama de distintas posibilidades esa línea única que después podremos llamar nuestro camino.
Esa voz silenciosa, en mí, no se preocupa tanto de ganar como de hacer lo que considera correcto en cada momento, y no le importa demasiado lo ridículo que uno se pueda ver en un momento dado, o, de hecho , cualquier otro tipo de imagen que se pueda ver o proyectar de uno mismo. Aliada del tiempo, sabe que todo pasa y esta cuestión de la imagen no es precisamente lo más importante. Sabe - aunque yo tardé en asumirlo-, que a veces puedes empezar las historias más fascinantes que una vida pueda albergar, desde el equivalente existencial de haber caído de cuatro patas en un charco de barro, a la luz del día y en una zona muy transitada... Ahora puedo dar fe de ello.
Esa energía, esas buenas intenciones que fueron invertidas en una tarea que perdió su sentido, regresan ahora a mí tan limpias como las dejé, trayéndome de vuelta el beneficio del aprendizaje. No se trata de despreciarlas y renunciar a ellas, sino de recuperarlas y reinvertirlas allí donde ahora resultan necesarias. No es el tipo de cosas que sobran, es el tipo de cosas que no podemos permitir que lleguen a contaminarse.
2 comentarios:
una entrada críptica para mí dado el tema (personal e íntimo) pero he captado tu ánimo :)
Mujeres que corren con los lobos
Lo releí un poco después, y sí salió medio críptico. :S
A veces ponemos nuestro esfuerzo, nuestras energías, nuestros mejores deseos en algo que, al final, no vale la pena. A veces incluso todo eso que pusimos de nuestra parte con la mejor intención se retuerce para ser empleado en nuestra contra.
Me sucedió hace unos meses, y no creo que sea la primera ni la última vez. Pero, al contrario que en otras ocasiones, no pude sentirme tonta, ni arrepentida, ni siquiera pude enojarme conmigo misma, o con otros.
En lugar de eso, agradecí haberme dado cuenta que cuando haces algo que en el momento crees que vale la pena o es necesario que sea hecho, no hay arrepentimiento posible (el hacer es importante, sin esperar un premio o un castigo), y tampoco hay pérdida. Por el contrario, si no dejamos que la esencia del acto se contamine, recuperamos cuanto invertimos en él y mucho más; el aprendizaje.
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