Volver a Barcelona está resultando una experiencia más extraña de lo que podía sospechar. Por detrás de lo hermoso de los reencuentros y de las múltiples trivialidades en las que no nos duele sumergirnos en una visita del tipo al lugar donde crecimos, permanece no obstante un abismo y una conocida sombra se mueve en su profunda oscuridad como un animal en la noche. No tengo miedo, no siento por esto mermada la dulzura de algunos momentos, que son respetados como las vírgenes en el templo... Ni se empaña mi felicidad, que, por el contrario, destaca vivamente sobre este fondo más de lo que en otros tiempos lo hubiera podido hacer. Simplemente me doy cuenta que, por muchos cambios que se sucedan, por muchas vueltas que la vida pueda dar, hay límites - por discretos que sean- que al ser cruzados, no permiten la vuelta atrás.
Caminé por algunos de los escenarios cotidianos de mi vida que dejé atrás, y éstos me acogieron como tantas otras veces, aún después de la prolongada ausencia. Podría haber vuelto hace un año, o dentro de diez, y sé que para las que importan siempre sería como si las hubiera visto el día anterior. Pero pensé en mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. En las decisiones que tomé y me llevaron al momento presente, los precios que pagué, las cosas a las que hubo que renunciar por seguir esa voz interna que a lo largo de los años he tratado de convertir en mi guía, evitando desoírla entre tantas otras, sonoras o silenciosas, que siempre nos rodean.
En cierto modo, crecer es adentrarse en un laberinto de espejos en los que vemos reflejada una opción, una variante de nosotros mismos que encarna lo que pudo haber sido y lo que podríamos llegar a ser; Pero lo más conflictivo es, sin duda, ver lo que podríamos estar siendo en el presente.
Es difícil reconocerse al estar rodeados de tantas opciones, de tantas versiones de nosotros mismos, y aceptar no sólo que cada una de las personas que nos llega a conocer guarda una versión de lo que cree que somos, o podríamos ser, sino que nosotros mismos también lo hacemos... Comprender que, al no poder vivir en esa caótica multiplicidad, debemos callar las voces y romper los espejos que el mundo nos presenta , hasta encontrar nuestra verdadera imagen, sabiendo que ésta no dejará de ser una elección más; Que la libertad implica sostener la única responsabilidad sobre nuestros aciertos y errores, con todas sus consecuencias.
No es fácil entender en qué consiste esa voz interna que nos guía a la hora de tomar las decisiones que tomamos; no trabaja para las emociones, ni para la lógica, ni perde el tiempo en las batallas que, de tanto en tanto, éstas libran innecesariamente entre sí. En ocasiones contempla cosas de las que nos daremos cuenta mucho después, recursos o peligros que nuestra mente consciente no era capaz de percibir en el momento. Sin importar sus aciertos, siempre nos costará concederle nuestra temblorosa confianza, aunque puede que sea lo único con lo que realmente podemos contar.
Y a veces hemos visto cosas que nunca podremos comunicar a aquellos que quisiéramos hacerlo, a veces sabemos que algo es lo correcto para nosotros aunque no sabríamos explicar las razones... Habría que preguntarse de dónde viene esta necesidad de explicarse, de justificarse. A veces emprendemos un camino que sabemos que no es el del éxito - al menos no el de el éxito en sus formas comunes y socialmente aceptadas -, y nos alejamos alegres del triunfo y los laureles, y no somos comprendidos... pero ¿porqué deberíamos serlo?
Ganar es hermoso, o al menos, puede serlo: Pero hay apuestas que no nos importará nunca perder. Vivir del modo en el que elegimos vivir, por duras que sean las represalias, puede ser mucho más valioso que aceptar beneficios, comodidades o seguridades que no dejan de ser ficticios y ceder por ello a las imposiciones que el guión ha de llevarnos a ellas exige. Podemos agradecer un sabio consejo, y dejarlo de lado, cuando algo dentro de nosotros nos dice que sólo funcionará si nos convertimos en el tipo de persona para el que funcionaría.
No es que desdeñemos esa sabiduría, ese conocimiento o las buenas intenciones, es que debemos elegir otra cosa, aunque nos conduzca al fracaso más estrepitoso. Nunca hay una sola opción, y debemos elegir, aunque nos duela porque romper el espejo engañoso, pueda significar romper esperanzas ajenas y desterrar partes propias. Para encontrar lo real, habría que empezar por no temer el ser sinceros, por no tener miedo de lo que el espejo pueda mostrarnos más allá del reflejo.
Caminé por algunos de los escenarios cotidianos de mi vida que dejé atrás, y éstos me acogieron como tantas otras veces, aún después de la prolongada ausencia. Podría haber vuelto hace un año, o dentro de diez, y sé que para las que importan siempre sería como si las hubiera visto el día anterior. Pero pensé en mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. En las decisiones que tomé y me llevaron al momento presente, los precios que pagué, las cosas a las que hubo que renunciar por seguir esa voz interna que a lo largo de los años he tratado de convertir en mi guía, evitando desoírla entre tantas otras, sonoras o silenciosas, que siempre nos rodean.
En cierto modo, crecer es adentrarse en un laberinto de espejos en los que vemos reflejada una opción, una variante de nosotros mismos que encarna lo que pudo haber sido y lo que podríamos llegar a ser; Pero lo más conflictivo es, sin duda, ver lo que podríamos estar siendo en el presente.
Es difícil reconocerse al estar rodeados de tantas opciones, de tantas versiones de nosotros mismos, y aceptar no sólo que cada una de las personas que nos llega a conocer guarda una versión de lo que cree que somos, o podríamos ser, sino que nosotros mismos también lo hacemos... Comprender que, al no poder vivir en esa caótica multiplicidad, debemos callar las voces y romper los espejos que el mundo nos presenta , hasta encontrar nuestra verdadera imagen, sabiendo que ésta no dejará de ser una elección más; Que la libertad implica sostener la única responsabilidad sobre nuestros aciertos y errores, con todas sus consecuencias.
No es fácil entender en qué consiste esa voz interna que nos guía a la hora de tomar las decisiones que tomamos; no trabaja para las emociones, ni para la lógica, ni perde el tiempo en las batallas que, de tanto en tanto, éstas libran innecesariamente entre sí. En ocasiones contempla cosas de las que nos daremos cuenta mucho después, recursos o peligros que nuestra mente consciente no era capaz de percibir en el momento. Sin importar sus aciertos, siempre nos costará concederle nuestra temblorosa confianza, aunque puede que sea lo único con lo que realmente podemos contar.
Y a veces hemos visto cosas que nunca podremos comunicar a aquellos que quisiéramos hacerlo, a veces sabemos que algo es lo correcto para nosotros aunque no sabríamos explicar las razones... Habría que preguntarse de dónde viene esta necesidad de explicarse, de justificarse. A veces emprendemos un camino que sabemos que no es el del éxito - al menos no el de el éxito en sus formas comunes y socialmente aceptadas -, y nos alejamos alegres del triunfo y los laureles, y no somos comprendidos... pero ¿porqué deberíamos serlo?
Ganar es hermoso, o al menos, puede serlo: Pero hay apuestas que no nos importará nunca perder. Vivir del modo en el que elegimos vivir, por duras que sean las represalias, puede ser mucho más valioso que aceptar beneficios, comodidades o seguridades que no dejan de ser ficticios y ceder por ello a las imposiciones que el guión ha de llevarnos a ellas exige. Podemos agradecer un sabio consejo, y dejarlo de lado, cuando algo dentro de nosotros nos dice que sólo funcionará si nos convertimos en el tipo de persona para el que funcionaría.
No es que desdeñemos esa sabiduría, ese conocimiento o las buenas intenciones, es que debemos elegir otra cosa, aunque nos conduzca al fracaso más estrepitoso. Nunca hay una sola opción, y debemos elegir, aunque nos duela porque romper el espejo engañoso, pueda significar romper esperanzas ajenas y desterrar partes propias. Para encontrar lo real, habría que empezar por no temer el ser sinceros, por no tener miedo de lo que el espejo pueda mostrarnos más allá del reflejo.
5 comentarios:
Es valiente hablar de la identidad. Es valiente atreverse a decir la verdad. Es valiente hablar en primera persona y es igualmente valiente saber que por mucho que aprendamos, lo que queda es tan infinitamente complejo como el todo que empezamos, parafraseando a Asimov :) ¿Viste la llamada luna azul el 31? (dos lunas llenas en un mismo mes es algo difícil que ocurra) ;) Un saludo
no sé por qué pienso en la navaja de Ockham, estoy pensando en lo simple, estoy pensando en lo esencial, estoy pensando en que a la magia la encuentro cada vez más cerca de la ciencia -y más coherente con ella- que de la religión. Estoy pensando en todo esto al releer tu post y no sé por qué
Vaya, qué escalofrío... Ahora recuerdo un laberinto de espejos y una escena navideña, montañas nevadas y un Papá Noel que agita la campana. Quizá esos espejos por el otro lado son falsas paredes de corcho.
En fin, sólo quería decirte que tienes razón. No tenemos por qué justificarnos, ante nadie, por vivir nuestra vida como deseamos hacerlo. Para algo es nuestra.
Y mientras tú sigues tu camino, ese que te ha llevado tan lejos, algunos nos alegramos de que estos dias estés aquí tan cerca para compartir con nosotros un poquito de tu luz.
Bernie y Dani.
Gracias a todos. Escribí unos comentarios hace unas horas pero no sé que debió ocurrir con ellos. Aquí van de nuevo...
Sibila Hay cosas que coinciden bastante... por suerte queda la esperanza de que terminaba bien :S
Violeta He podido comprobar que es un poco arriesgado escribir en primera persona, por el uso que otros puedan hacer de nuestras declaraciones... pero en ocasiones, si queremos ser sinceros, es también inevitable. :/
Respecto a lo segundo, lo que conocemos en genérico como magia abarca un espectro muy amplio de posibilidades. Entre estas, muchas son cercanas a la ciencia - tanto, como para que de vez en cuando constituyan el origen de alguna de sus disciplinas-. Incluso pueden encontrarse, dentro de los estudiosos y practicantes de magia, algunos directa o indirectamente opuestos a ciertos elementos religiosos. Supongo que, a medida que avanzamos en el camino, procurando siempre no perder el equilibrio, vamos descubriendo también cuales son nuestras tendencias a la hora de interretar e intervenir en la realidad que nos rodea.
Bernie y Dani Es genial volver después de tanto tiempo y sentirme aún entre los míos :)
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