jueves, 30 de septiembre de 2010

Lamento por Ícaro


The lament for Icarus (1898), Herbert Draper


Hace unos días se publicaba en Ouroboros un fragmento de Sybil Leek acerca de "cómo debe ser una bruja", que no es más que un recordatorio de dos ideas básicas para el buscador: mantener el sentido común y ser conscientes del precio que debemos pagar por cada una de nuestras elecciones, entendiendo que son responsabilidad nuestra y que el lamento es tan pernicioso como inútil.

La magia es aquello que nos permite encontrar el camino hacia la realización de nuestra más profunda voluntad, aún cuando este sendero resulte invisible para muchos otros. En este sentido existen muchas formas de hacer magia, aunque usualmente no se los considere como tales; Sin embargo, la posibilidad de vivir estas realizaciones requiere de la disposición adecuada para ello.

Cuando recorremos la vía mágica, debemos ser conscientes que otros sólo serán capaces de ver una parte de la misma, como el hecho de alcanzar nuestras metas o cumplir nuestros deseos, y normalmente pasarán por alto el esfuerzo realizado para hacerlo posible. Para el buscador pocas cosas hay más dañinas que poner el énfasis en los resultados, en vez de entenderlos como consecuencias naturales de un buen trabajo. Una vez alcanzado un objetivo, otro habrá de ocupar su lugar, pues no es posible detenerse demasiado tiempo sin correr el riesgo de quedar estancados; las metas varían, y el hecho de avanzar es lo que permanece.

Cuando podemos enfocarnos en un propósito válido, como nuestra propia formación y mejora personal, no faltará nunca combustible para mantener encendida la llama que nos anima, cualesquiera que sean las situaciones por las que debamos atravesar, todas habrán de rendirse y servir a este propósito elegido por nuestra conciencia y voluntad.

Sin embargo, algo que debemos aceptar es que a lo largo de nuestro recorrido encontraremos algunas personas para las que hablar de las posibilidades que podemos ver que se encuentran al alcance de cualquier humano será prácticamente una maldición. La posibilidad está ahí, pero dado que no han desarrollado la capacidad de percibirla o entenderla por sí mismos, querrán guiarse por nuestras palabras y se lanzarán inconscientes al fracaso. Tal vez entonces nos culpen, añorando una vida como la que tenían antes de conocernos, en la que ciertos cuestionamientos jamás acudieron a visitar su acomodado pensamiento.

Supongo que todo buscador ha cometido este error en alguna ocasión, que todos nos hemos enamorado alguna vez de un rayo de luna, de un fantasma nacido de aquello que queremos ver, oír o entender muy lejos de la realidad, y nuestra imprudencia nos ha llevado a rodar por el fondo de un barranco del que también nos hablaron, pero del que no quisimos saber. Y entonces nos hemos sentido decepcionados, engañados, y hemos pretendido culpar a otros de algo cuya responsabilidad sólo puede recaer en nosotros mismos.

Sin embargo, la enseñanza crucial de esta situación consiste en entender que la realización de nuestra voluntad más profunda nunca dependerá de otros. Otras personas pueden ayudarnos o no, pero lo importante es que nunca podrán impedirlo. No importa cuales sean los medios a nuestro alcance, o la cantidad de obstáculos en el camino. Así como otros pasarán el resto de sus días lamentándose y culpando a otros por sus errores, la voluntad que anima al buscador lo empujará a levantarse, cuantas veces sea necesario, aceptando el reto planteado por la Vida para hacerlo digno de ella. Prescindiendo de las ideas acerca de lo que otros pudieron haber dicho o hecho volcará sus energías en aquello que él mismo puede hacer o decir, adquiriendo progresivamente fuerza y sabiduría, descubriendo su propia forma de magia.

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