¿Cuál es el objetivo de un grupo de trabajo? Aprender y aplicar métodos de organización y trabajo individual y colectivo, evaluando su efectividad por medio de resultados comprobables. Por nuestra cuenta podemos hacer algunas cosas que en grupo no son posibles, y a la inversa. No es lo mismo tener que entenderse con uno mismo que tener que hacerlo, además, con otras personas, con algunos principios en común, pero con vidas, necesidades y capacidades muy diferentes. Es importante respetar esta diferencia, porque es lo que asegura que las semillas de lo que tenemos entre manos puedan sobrevivir y crecer en variedad de terrenos, como lo es no permitir que el trabajo de grupo anule el trabajo con uno mismo.
Dentro de un grupo existen varias tareas en funcionamiento, y cada integrante tendrá también algunos criterios propios a la hora de realizar y evaluar su propio trabajo. Es obvio que hay personas que anteponen la cantidad a la calidad, o a la inversa, habiendo razones para ambas prioridades, y como grupo existe la necesidad de detectar cuando es funcionalmente más apropiado anteponer una a la otra, o mantenerlas a la par.
Del mismo modo, por nuestras capacidades o circunstancias diferentes ( y cambiantes en el tiempo), no siempre rendimos igual en todas nuestras tareas, que deben ser asumidas libremente, o incluso no llegamos a los objetivos mínimos propuestos. Esto nos ha pasado a todos, sin excepción, alguna vez, por lo que lo más justo será evaluar nuestro rendimiento particular sacando la media entre los diferentes resultados de las tareas en las que estamos; si alguien no está trabajando como debiera también se verá.
Algo necesario dentro de un grupo será determinar los mínimos que todos debemos cumplir, y el máximo que se puede exigir. Todos hemos tenido algún empleo en el que voluntariamente, porque las circunstancias lo permitían y nos apetecía, hemos hecho de más; luego cambian las circunstancias, pero ya nos están exigiendo ese extra por el mismo precio. Así que en nuestro próximo empleo nos vamos a cuidar mucho de dar pie a una situación así, y aún cuando sea posible hacer algo más, evitaremos hacerlo para no ser castigados por ello. Y eso es algo que no beneficia a nadie.
Si estamos en un grupo para aprender y dar resultados, lo cual puede ser muy satisfactorio, lo óptimo es buscar situaciones en las que “todos ganan”; establecer un rango en el que todos puedan hacer su aportación, al tiempo que cumplen los objetivos, no sólo los de las tareas particulares, sino del grupo en sí.
Algunas personas, bien por tener mayores capacidades, bien simplemente por mayor disponibilidad de los recursos necesarios (tiempo, dinero, tecnología, conocimiento concreto en un área...) pueden entrar en un estado de euforia y esperar que todos puedan seguir su paso. Pero por razones obvias, las cosas no pueden funcionar de ese modo, y el crecimiento real sólo puede ser gradual. Del mismo modo, si alguien se queda rezagado y no puede ni llegar a los mínimos, no puede pedir al resto del grupo que se detenga a esperarlo eternamente.
Si valoramos la perseverancia, no tiene sentido tratar de llevar a los demás a nuestro ritmo, porque lo que para nosotros es paso normal, a otros puede resultar un exceso que los agote e impida cumplir objetivos, conllevando desmotivación y al fin desinterés. Pero tampoco se puede pedir a las personas de “paso rápido” que se corten los pies o cojeen, pues sería igualmente justo. Es preferible que estas personas inviertan esa energía extra en proyectos personales a que se aburran o se sientan mal por creer que “nadie hace nada y nos llevamos todo el peso del trabajo” y se generen a causa de esto más desinterés, o problemas con el resto de integrantes. Mientras que para los que no alcanzan el paso del grupo, lo ideal es que lo dejaran por el tiempo necesario para recuperar fuerzas y reflexionar acerca de los motivos por los cuales no están funcionando en comunidad, o si ese es el lugar al que realmente pertenecen o quieren pertenecer.
Las reglas son necesarias en un grupo. Cuando las reglas son claras, sobran expectativas, consideraciones, explicaciones y disculpas. No hay agravios comparativos. Por suerte existen las normas; si las cumples te quedas, sino te vas. No se protege a nadie, no se empuja a nadie, es algo limpio, y todos ganan: el que no pueda cumplir los requisitos se irá a un lugar en el que estará mejor, y los que se queden tendrán a cambio una versión mejorada del que se fue. Todos contentos.
Sin embargo, dado que todos hemos fallado alguna vez en alguna tarea, sí será una labor grupal el grupo el establecer una serie de compensaciones para compensar cuando se da el caso teniendo presente que hay una diferencia entre los principios o reglas, y lo que se podría llamar normas funcionales.
Por ejemplo, si tenemos el principio de no tolerar a los estafadores, éste debe ser inflexible e invariable, estemos en las circunstancias que estemos. Pero en nuestras tareas prácticas lo que interesa es dar resultados, de modo que si el método que instauramos en un principio acaba por no funcionar para la mayoría, lo lógico es pensar que ha llegado hora de cambiarlo por otro que sea más efectivo, no que de repente la mayoría se ha convertido en un rebaño de holgazanes.
Mientras que cuando los afectados son una minoría, o incluso un individuo en particular, se aplicarán las medidas de compensación aprobadas por todos. La compensación acordada, o bien sugerida por los afectados y aceptada por el resto, no es un castigo, del mismo modo que si aportamos algo más de lo acordado, porque así lo quisimos, tampoco vamos a esperar un premio.
Otro asunto, más difícil de tratar, es que aunque nos guiamos por objetivos y resultados, hay un plus de subjetividad más difícil de medir, pero que también acaba afectando a la hora de trabajar. Podemos cumplir con los objetivos en un ambiente limpio o no, cómodo o no, y aunque habrá gente a la que las circunstancias adversas puedan servir de motivación - el tipo de personas que podrían convertir el recreo de una escuela de primaria en un campo de concentración - ; a mi en lo personal no me alienta el cargar con cosas innecesarias, además de parecerme poco inteligente, considerando que las energías que me ahorro darán más frutos si las aplico a otras cosas.
El compromiso es una pieza clave en cualquier grupo, pero pensar que porque salimos de viaje o aumenta nuestra carga de trabajo en nuestro empleo, o vienen los exámenes y tenemos que estudiar el doble y por ende no podemos cumplir con nuestras tareas como de costumbre estamos faltando a un compromiso es muy absurdo. Nuestras tareas son un indicador de nuestro compromiso, pero no el único. Si un grupo es más que la suma de sus integrantes, el trabajo del grupo es más que la suma de sus resultados.
Hay compromisos que también están ahí, y se demuestran de otras formas, que se pueden medir de otras maneras. Unjo puede permitirse muchas cosas, pero tener el compromiso de tratar de evitar que los demás carguen con sus traumas personales o de no tratar de imponer sus criterios. Pero también de ser lo suficientemente leal ese criterio propio como para no hacer o dejar de hacer las cosas porque busque una recompensa (sea material o no) o sienta temor por posibles represalias. Y así cada miembro tendrá los suyos, y deberían ser respetados.
Cada uno sirve para lo que sirve, y le mueve lo que le mueve; el mundo es grande y hay diferentes tipos de trabajos que se pueden hacer, igualmente válidos, según sea la persona. Sea como sea, debemos tener en cuenta que el nuestro no será el único grupo de trabajo, por un lado, y por otro, que nadie es imprescindible. Una cosa es sentirse orgulloso - o descontento- con uno mismo respecto al grupo, y otra perder la perspectiva, y acabar olvidando la cuestión del trabajo con uno mismo.
Creo que el éxito de un grupo, más allá de los necesarios principios y objetivos comunes, es crear un espacio que cada integrante sienta suyo y en el que cada quien pueda trabajar según sus propias características y en la medida de sus posibilidades (que NO es lo mismo que armarse de excusas y justificaciones para dar rienda suelta a la pereza o la autocompasión) y dar resultados, compartirlos con los compañeros/as, enseñarles algo de lo que sabe, y aprender de lo que ellos saben, evitando caer en competencias tipo Battle Royal. Un buen trabajo en grupo se puede e considerar un beneficio personal experimentado en simultáneo. Un buen trabajo en grupo se puede considerar un beneficio personal experimentado en simultáneo, pero, en realidad, es mucho más que eso.
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