miércoles, 8 de septiembre de 2010

La labor de traducir


Buscando una traducción decente de la "Oda a Leucónoe" para un próximo post, encontré un artículo de Rosario González Galicia, del cual reproduzco un fragmento a continuación. En cierto sentido la labor del traductor y la del historiador presentan un mismo reto, así como la de cualquier individuo que se haya puesto por tarea el fungir como puente entre dos o más realidades, o mundos de significado. En consecuencia, considero que la reflexión sobre estas cuestiones no estaría de más para los practicantes de Magia en general y los paganos en particular...

Las traducciones pueden ser malas (estar artísticamente mal compuestas), tortuosas, chirriantes, toscas, rimbombantes, excesivas, pedantescas, muestras de vanidad del autor, buenas, atinadas, precisas, exactas en la captación de la lengua de partida y en la plasmación en la lengua de llegada, incluso más hermosas que el hermoso original del que parten... Pero, contando con todos los prejuicios y la ideología que todo traductor inevitablemente carga consigo, lo que debe evitarse a toda costa es caer en la trampa de superponer y de imponer nuestros conceptos, nuestro mundo al suyo. Ya se nos escaparán montones de gazapos sin querer. Pero hay que estar en guardia contra ellos. Hay que recordarse a cada minuto que aquello es otra lengua, que aquello es otra cosa, que el mundo que aquello está revelando o descubriendo es distinto al nuestro (estando ambos en el Mundo). Hay que estar prevenidos y purificarse antes de empezar, tratar de ir lo más limpios posible hacia ello, obligarse a dejar a un lado la ideología y los prejuicios, obligarse firmemente, porque, de todos modos, nunca lo vamos a conseguir por completo (más que nada porque, por más empeño que pongamos y por más preparación que tengamos, es imposible). Y esto más si cabe cuando se trata de un texto lejano en el tiempo y de una lengua que, según opinión general y común, es una lengua muerta. (...)

Seamos -me lo ruego, os lo ruego- humildes en el acercamiento a otras lenguas. Dejemos que sean ellas las que hagan el camino caminando nosotros junto a ellas, las que se nos entreguen entregándonos nosotros a ellas, y no les impongamos un camino ya hecho y, entonces, ya muerto e imposible de recorrer , pues, como canta Antonio Machado, "caminante, no hay camino, se hace camino al andar".
Rosario González Galicia, "Sobre el carpe diem y los prejuicios en la traducción", Babab, Mayo de 2002

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