jueves, 7 de octubre de 2010

Todo regresa





A medida que crecemos tomamos conciencia de que la edad es un sacrificio sutil, que cada ciclo se lleva algo de nosotros, para dejarnos algo tal vez más valioso en su lugar. Miramos atrás y reencontramos en el recuerdo los lugares que hemos visto, las personas que hemos conocido... Encuentros, despedidas y regresos.

Cada ciclo de nuestras vidas nos hace más resistentes, aumenta la profundidad de nuestras raíces, eleva nuestra conciencia, incrementa nuestro radio de acción y, como los anillos en el tronco de un árbol, deja un registro de aquello que hemos vivido en nuestro interior, una marca de crecimiento única, que nos ayuda a comprender aquello de lo que venimos y nos inspira para crear nuestra realidad, pero también a dejar de rehuir las herencias o memorias negativas que deberíamos evitar perpetuar.

A menudo es un error contar la edad por años, pues éstos pueden escapar como un puñado de arena entre nuestros dedos, sin que hayamos aprendido a ver lo que siempre estuvo allí. Sin embargo, cuando acumulamos unos cuantos ciclos y observamos con atención las marcas que han dejado en nuestro ser, empezamos a entrever los roles que otros cumplieron para nosotros y aquellos que nos fueron impuestos o bien nosotros mismos asumimos.

Terminamos aceptando que, de maneras que no podíamos predecir, hemos vivido varias veces la misma situación, desde diversos niveles de conciencia, desde diferentes ángulos, interpretando en cada ocasión un personaje distinto en una serie de historias cuya esencia última podría remontarse a los orígenes de la humanidad. Todos tenemos algunas historias a las que hemos regresado en múltiples ocasiones, las necesarias hasta darnos cuenta de que los papeles nos corresponde interpretar cada vez en ella no son completamente ficticios, pero tampoco pueden ser del todo reales. Y es necesario, más que luchar por deshacernos de estas máscaras, comprenderlas, con el fin de acercarnos a la realidad de aquello capaz de darles vida.

La disposición adecuada o, en su defecto, por acumulación, el paso del tiempo, nos dan la oportunidad de asumir la responsabilidad de nuestras elecciones y emplearlas para cambiar aquello que creemos necesario, ya sea variando un comportamiento propio, ya sea introduciendo las modificaciones pertinentes, sutiles o radicales, en aquellos modelos que nos enseñaron, impusieron o adquirimos desde fuentes externas. Pero sobretodo nos proveen de la prudencia necesaria para tratar de ampliar nuestra comprensión sobre el mundo, los demás y nosotros mismos, en lugar de emitir juicios precipitados.

Al fin y al cabo, hagamos lo que hagamos con nuestra interpretación, probablemente nunca será tan bueno como para poder dejar de trabajar en nosotros mismos, ni tan malo que no pueda ser redimido. Todo pasa y todo regresa, de diferentes maneras, a través de diferentes escenarios, en interacción con diferentes personas... un mapa encriptado de círculos concéntricos que cada individuo lleva consigo y que, aún cuando no sepamos capaces de advertirlo, y aún menos de entenderlo por completo, cumple su función de modo perfecto.

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