Beauty's Altar (1900), Hubert von Herkomer
La muerte forma parte de nosotros y de cuanto nos rodea, nos habita. Que no la queramos ver, que el miedo que despierta en nuestra cultura la disfrace de una cohorte de espectros, es otra cosa. Morimos un poco con cada respiración, con cada acto realizado, con cada pensamiento que eleva el vuelo y se pierde. Vivir es ir muriendo, ir muriendo es vivir, consumir el plazo indeterminado que nos ha sido otorgado. Queda bajo nuestra responsabilidad la tarea de dar un sentido a la experiencia.
A veces la Muerte tiene que acercarse más de la cuenta para que recordemos lo que la Vida es. En estas ocasiones nos asusta como cualquier extraño que invada y haga temblar nuestra ilusión de seguridad. Sin embargo podemos encontrarla también en nosotros mismos, caminando a nuestro lado, bajo aspectos menos aterradores. Podemos, sin miedo, ir conociéndola como hermana y amiga de la Vida, de nuestra propia vida. Cuenta grandes historias y nos enseña a desprendernos poco a poco de todo cuanto no resulta esencial, preparándonos, en cierto modo, para el momento en que sean nuestros huesos los que se desnuden de la carne, antes de verse reducidos a polvo o cenizas. Nos enseña dejar ir, a liberarnos de cargas y ataduras innecesarias, a aclararnos y purificarnos hasta que seamos capaces de expresarnos desde el mismo fuego vital que arde en nosotros, tan únicos como somos.
Cuando pensamos detenidamente en ambos conceptos, Vida y Muerte, haciendo el esfuerzo de ahondar en la relación de estos contrarios aparentemente irreconciliables, terminamos por aceptar que, de hecho, no pueden ser separadas. Como en la ilustración de Von Herkomer "Beauty's Altar", a medida que observamos empezamos a dudar si la vida emerge de una muerte derrotada que yace bajo sus pies, si por el contrario está condenada a ser completamente devorada por ella, o si sencillamente ambas cosas suceden al mismo tiempo. Pero más allá de estas primeras visiones surge aún otro interrogante; Si la exuberancia de la Vida y la sobriedad de la Muerte no son acaso dos aspectos, dos disfraces con los que vestimos a nuestro parecer una única realidad que de modo recurrente nos empeñamos en disociar.
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