Cosecha de duraznos, Nelly Álvarez
Si nos atenemos al esquema del Ciclo Anual, en el solsticio de verano el viaje simbólico de la semilla llega al momento en el que ésta ha dado el fruto que, a su vez, contiene en sí las semillas de las nuevas generaciones, que desprenderá una vez maduro.
A medida que avanzamos en nuestro camino de vida, es importante profundizar en el mismo a través de la experiencia obtenida por los propios sentidos, así como la reflexión detenida sobre la información que éstos nos proporcionan. Tomar conciencia acerca de los frutos, por lo tanto, puede incrementar a su vez nuestro conocimiento y vínculo con los productos de la tierra, sus ciclos y su relación con nosotros, así como del lugar que, como humanos y como individuos, ocupamos en los mismos.
A medida que avanzamos en nuestro camino de vida, es importante profundizar en el mismo a través de la experiencia obtenida por los propios sentidos, así como la reflexión detenida sobre la información que éstos nos proporcionan. Tomar conciencia acerca de los frutos, por lo tanto, puede incrementar a su vez nuestro conocimiento y vínculo con los productos de la tierra, sus ciclos y su relación con nosotros, así como del lugar que, como humanos y como individuos, ocupamos en los mismos.
Sincronía silenciosa
En la actualidad existe un mercado internacional de productos de todo tipo, incluidos los alimentos. En las grandes ciudades, en cualquier época del año podemos comer prácticamente cualquier cosa que se nos antoje... Sin embargo, el precio que pagamos por ello – muchas veces sin darnos cuenta- es una merma importante en la calidad de los alimentos, tanto en lo tocante al sabor como en sus propiedades nutritivas y los beneficios que podrían aportar a nuestro cuerpo, por no hablar de nuestra alienación respecto a los ciclos naturales y el funcionamiento de nuestro propio cuerpo.
Existe un equilibrio silencioso, que usualmente pasa desapercibido, entre las propiedades de los frutos, la tierra en la que crecen, las estaciones del año y las necesidades específicas de nuestro organismo. Dicho de otro modo, la tierra en la que nacemos nos da en cada momento aquello que necesitamos para habitarla: Allí donde los veranos son calurosos las frutas de la temporada son acuosas y frescas, allí donde los inviernos son fríos, los frutos (por ejemplo, los llamados “frutos secos”) disponibles en esas fechas tendrán un mayor aporte calórico. Incluso cuando esta consonancia no es evidente, se halla en el interior del fruto, en su aporte vitamínico o mineral (por ejemplo, cuando se acerca el frío y corremos mayor riesgo de resfriarnos la fruta de la temporada es la naranja, rica en vitamina C que nos ayuda sino a evitarlo, al menos a sobrellevarlo en mejores condiciones).
Además de esta sincronía natural, existe una sincronía cultural en las tradiciones culinarias de cada población, también afectada por la modernización... Por ejemplo, en lugares donde la Navidad coincide con la época más fría del año, las tradicionales comidas y postres hipercalóricos tienen sentido, pero en lugares dónde la Navidad coincide con la estación veraniega comer el clásico turrón (masa elaborada a base de miel y almendras) no le hace ningún bien a nuestro cuerpo.
Esto no significa que estemos “condenados” a permanecer en el lugar que nos vio nacer para tener una dieta/vida equilibrada, sin embargo tomar conciencia de estos factores puede ser una efectiva guía a la hora de escoger nuestra alimentación en función de la constitución y particularidades de nuestro cuerpo, las actividades que realicemos, la estación del año y el lugar en el que nos encontremos. Estos parámetros son mucho más importantes y funcionales a la hora de diseñar nuestra dieta que el manojo de creencias – en ocasiones auténticas estrategias publicitarias - del tipo “la leche es un alimento excelente” pues, siguiendo con el ejemplo, es sabido de todos que muchas personas son intolerantes a la lactosa. Cada organismo tiene unas necesidades propias que debemos interesarnos en identificar y comprender, y la dieta adecuada deberá ser diseñada conforme a las mismas en lugar de ser impuesta por cualquier otra razón (creencia, costumbre, etc.). No hay una fórmula única: Lo que funciona para algunas personas, puede llegar a ser incluso dañino para otras.
Existe un equilibrio silencioso, que usualmente pasa desapercibido, entre las propiedades de los frutos, la tierra en la que crecen, las estaciones del año y las necesidades específicas de nuestro organismo. Dicho de otro modo, la tierra en la que nacemos nos da en cada momento aquello que necesitamos para habitarla: Allí donde los veranos son calurosos las frutas de la temporada son acuosas y frescas, allí donde los inviernos son fríos, los frutos (por ejemplo, los llamados “frutos secos”) disponibles en esas fechas tendrán un mayor aporte calórico. Incluso cuando esta consonancia no es evidente, se halla en el interior del fruto, en su aporte vitamínico o mineral (por ejemplo, cuando se acerca el frío y corremos mayor riesgo de resfriarnos la fruta de la temporada es la naranja, rica en vitamina C que nos ayuda sino a evitarlo, al menos a sobrellevarlo en mejores condiciones).
Además de esta sincronía natural, existe una sincronía cultural en las tradiciones culinarias de cada población, también afectada por la modernización... Por ejemplo, en lugares donde la Navidad coincide con la época más fría del año, las tradicionales comidas y postres hipercalóricos tienen sentido, pero en lugares dónde la Navidad coincide con la estación veraniega comer el clásico turrón (masa elaborada a base de miel y almendras) no le hace ningún bien a nuestro cuerpo.
Esto no significa que estemos “condenados” a permanecer en el lugar que nos vio nacer para tener una dieta/vida equilibrada, sin embargo tomar conciencia de estos factores puede ser una efectiva guía a la hora de escoger nuestra alimentación en función de la constitución y particularidades de nuestro cuerpo, las actividades que realicemos, la estación del año y el lugar en el que nos encontremos. Estos parámetros son mucho más importantes y funcionales a la hora de diseñar nuestra dieta que el manojo de creencias – en ocasiones auténticas estrategias publicitarias - del tipo “la leche es un alimento excelente” pues, siguiendo con el ejemplo, es sabido de todos que muchas personas son intolerantes a la lactosa. Cada organismo tiene unas necesidades propias que debemos interesarnos en identificar y comprender, y la dieta adecuada deberá ser diseñada conforme a las mismas en lugar de ser impuesta por cualquier otra razón (creencia, costumbre, etc.). No hay una fórmula única: Lo que funciona para algunas personas, puede llegar a ser incluso dañino para otras.
Consumo consciente y responsable
Dar un paseo por el mercado e interesarse por la naturaleza y procedencia de las frutas y verduras que consumimos es un primer paso para abrirnos a este área de conocimiento. En las sociedades modernas a menudo oímos de lo sano que es comer frutas y verduras, y que todos deberíamos aumentar la presencia en nuestra dieta y el consumo de estos productos. Sin embargo, si los frutos y verduras no han sido cultivados y recolectados correctamente, su margen de beneficios se reducirá considerablemente.
Por ello las frutas y verduras que adquirimos regularmente (otra cosa es darse un capricho) deben ser las correspondientes de la época y el lugar en el que nos encontremos, estar en el momento idóneo para ser consumidas, y proceder de fuentes de producción locales. Cuando se respetan las condiciones climáticas adecuadas para cada especie, los frutos pueden completar su ciclo natural, manteniendo todas sus propiedades, incluyendo, además de las nutritivas, las de sabor, aroma y textura. Además, los alimentos de temporada son más económicos, por su disponibilidad en el mercado.
En cambio, cuando los vegetales se cultivan en condiciones impropias, su crecimiento y maduración se ven afectados. Por otra parte, cuando se importan desde lugares demasiado distantes, es prácticamente seguro que fueron recolectados antes de tiempo, aún verdes, y han madurado (o empezado a estropearse, según se quiera ver) en el trayecto hacia la central distribuidora, llegando a los comercios minoristas en condiciones muy por debajo de su potencial.
Con esta práctica, además de conocer mejor la tierra, sus ciclos y sus frutos y contribuir a las economías locales, estaremos logrando una mayor calidad alimenticia de los productos que consumimos, y aminorando nuestro impacto sobre el medio ambiente, en relación a las emisiones de CO2 procedentes del sector transporte (podemos reducirlo aún más si en lugar de comprar las frutas que se comercializan envasadas en los supermercados, vamos al mercado con nuestra propia bolsa y si nos acostumbramos a separar los restos de la fruta, una vez consumida, y depositarlos con la basura orgánica, los usamos para hacer nuestra propia composta).
Si además podemos consumir frutas y verduras procedentes de los llamados “cultivos orgánicos” estaremos asegurándonos que nuestros alimentos no contengan rastros de plaguicidas y otros elementos químicos nocivos usualmente empleados en los cultivos intensivos, garantizando, además, la fertilidad de la tierra empleada para la obtención de las frutas y verduras que llevamos a la mesa.
Por ello las frutas y verduras que adquirimos regularmente (otra cosa es darse un capricho) deben ser las correspondientes de la época y el lugar en el que nos encontremos, estar en el momento idóneo para ser consumidas, y proceder de fuentes de producción locales. Cuando se respetan las condiciones climáticas adecuadas para cada especie, los frutos pueden completar su ciclo natural, manteniendo todas sus propiedades, incluyendo, además de las nutritivas, las de sabor, aroma y textura. Además, los alimentos de temporada son más económicos, por su disponibilidad en el mercado.
En cambio, cuando los vegetales se cultivan en condiciones impropias, su crecimiento y maduración se ven afectados. Por otra parte, cuando se importan desde lugares demasiado distantes, es prácticamente seguro que fueron recolectados antes de tiempo, aún verdes, y han madurado (o empezado a estropearse, según se quiera ver) en el trayecto hacia la central distribuidora, llegando a los comercios minoristas en condiciones muy por debajo de su potencial.
Con esta práctica, además de conocer mejor la tierra, sus ciclos y sus frutos y contribuir a las economías locales, estaremos logrando una mayor calidad alimenticia de los productos que consumimos, y aminorando nuestro impacto sobre el medio ambiente, en relación a las emisiones de CO2 procedentes del sector transporte (podemos reducirlo aún más si en lugar de comprar las frutas que se comercializan envasadas en los supermercados, vamos al mercado con nuestra propia bolsa y si nos acostumbramos a separar los restos de la fruta, una vez consumida, y depositarlos con la basura orgánica, los usamos para hacer nuestra propia composta).
Si además podemos consumir frutas y verduras procedentes de los llamados “cultivos orgánicos” estaremos asegurándonos que nuestros alimentos no contengan rastros de plaguicidas y otros elementos químicos nocivos usualmente empleados en los cultivos intensivos, garantizando, además, la fertilidad de la tierra empleada para la obtención de las frutas y verduras que llevamos a la mesa.
Tablas de frutas y verduras de temporada
Aunque en el mercado y comercios minoristas deberían ser capaces de informarnos al respecto, siempre podemos acudir a las asociaciones de consumidores para informarnos de los calendarios de frutas y verduras de nuestra región. Pero para poder comparar las diferencias, adjunto los links de los calendarios de frutas y verduras correspondientes a España y México ( centrada en el DF, porque en el país hay una variedad de climas y ecosistemas interminable).
Para España - Calendario de Frutas , Calendario de Verduras
Para México (DF) - Calendario de frutas y verduras
2 comentarios:
Muy interesante aportación... Al respecto de la alimentación del organismo, también existe relación entre el tipo de grupo sanguíneo y la alimentación de nuestro organismo. Es también muy interesante : P
Muchas gracias :)
Tiene una segunda parte que me gusta más, pero tal como salió, creo que resulta más apropiada para las festividades de agosto.
Un abrazo,
Vae.
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