Si en algo estoy de acuerdo con el fragmento de Matthews que comentaba el otro día, es que, en demasiadas ocasiones, nos encerramos torpemente, incluso sin darnos cuenta, en una cárcel de muros invisibles. Una parte de nosotros lo sabe y nos reclama, otra (u otras) voces en nuestro interior tratan de silenciarla con un listado casi infinito de excusas; no tenemos tiempo, está demasiado lejos, es demasiado caro, demasiado complicado... Una larga lista de prejuicios internos nos impiden ver lo que está a nuestro alcance, y los recursos con los que contamos, por más que estén delante de nosotros.
La cultura de la abundancia ( y del desperdicio), en la que muchos hemos crecido nos aleja de la conciencia de que las auténticas necesidades nunca se refieren a grandes cantidades de nada, sino a las cantidades suficientes, que además suelen ser muy pequeñas. En la mayoría de casos, una inversión mínima de tiempo, dinero, desplazamiento o atención bastaría para satisfacer la necesidad que nos apremia y se agudiza con el paso del tiempo.
Cuando pensamos atender esa necesidad con una considerable cantidad de recursos, nos vemos obligados a aplazar la respuesta, para descubrir finalmente que, en el tiempo en que tardamos en reunir o acumular estos recursos, la necesidad original ha cambiado, y han venido a reunirse bajo su sombra muchas otras. Nuestra generosa respuesta a sus reclamos termina por resultar inútil, dejándonos una desagradable sensación de haberlo malgastado todo para nada.
En lugar de dejarnos frustrar y desanimar por la experiencia, vale la pena aprender de ella, y dedicar el tiempo de la lamentación y el arrepentimiento a algo más útil, como hacer una lista de aquello que realmente necesitamos, y aquello de lo que realmente disponemos. Ver luego el modo en cómo ambos se corresponden y darnos cuenta de cómo siempre, sea cual sea nuestro estado, tenemos lo suficiente para cubrir nuestras verdaderas necesidades, que son la base sólida sobre la que construir cualquier cosa que nos propongamos.
Toda nuestra visión sobre lo que estábamos haciendo puede cambiar, podemos ver cómo se esfuman muchas de las preocupaciones que arrastramos acerca de nuestro abastecimiento, y muchas dudas acerca de nuestras propias capacidades.
Posiblemente nos demos cuenta, también, de que mientras tratábamos de construir un delicada o ambiciosa obra estábamos racaneando algún elemento crucial de su base, sin la cual es imposible que nuestro proyecto pueda sostenerse. Por suerte, a estas alturas también sabremos que no es demasiado complicado enmendar esta falta.
Cuando se habla de buscar la satisfacción inmediata, usualmente se está hablando de la búsqueda infinita de distractores que nos sirvan para ignorar las auténticas necesidades. Esta satisfacción inmediata no tiene nada de satisfactorio, se trata de un mecanismo de evasión; Los elementos considerados "satisfactores inmediatos" son la otra cara de la moneda de las necesidades ficticias.
Por esto, a la hora de elaborar nuestras listas de necesidades y recursos hay que tener en cuenta el orden de prioridades, desde lo más básico a lo más elaborado, y su posición en el tiempo. Los elementos que constituyen el grupo más básico (como pudieran ser las necesidades de alimentación o de un auténtico descanso), pueden parecernos también los menos atractivos, pero son aquellos que debemos atender a la mayor brevedad.
Con frecuencia, estamos acostumbrados a prescindir de uno o varios de éstos elementos básicos, porque podemos "ir tirando" a pesar de estas carencias. Lo que usualmente no percibimos es que si solucionamos estos asuntos pendientes, en lugar de "ir tirando", podríamos avanzar mucho más ligeros, disfrutando del recorrido, y reservar nuestros esfuerzos para cuando realmente sean requeridos. El estado de estos básicos define bastante bien las condiciones de nuestro trayecto. Y puede ser bastante sorprendente darse cuenta de como un mínimo cambio en este aspecto puede modificar todo el resto.
Una vez repasamos el listado de necesidades básicas y las atendemos como debe ser, estamos mucho mejor preparados para dar el siguiente paso en la dirección que hayamos elegido. Por un lado, nada en nosotros nos está llamando la atención para resolver los problemas pendientes de esta área, por lo que tenemos mucha más energía y atención disponible para dedicar a otra cosa. Por otro lado, al estar más despiertos y enérgicos estamos también más capacitados para identificar los recursos a nuestro alcance y empezar a trabajar en la resolución de necesidades menos inmediatas o de cualquier proyecto nuevo, con la confianza de que las oportunidades para abastecernos de nuevos recursos aparecerán a medida que sigamos avanzando, y, lo más importante, estaremos en condiciones óptimas para identificarlas y aprovecharlas en el mismo momento en el que aparezcan.
La cultura de la abundancia ( y del desperdicio), en la que muchos hemos crecido nos aleja de la conciencia de que las auténticas necesidades nunca se refieren a grandes cantidades de nada, sino a las cantidades suficientes, que además suelen ser muy pequeñas. En la mayoría de casos, una inversión mínima de tiempo, dinero, desplazamiento o atención bastaría para satisfacer la necesidad que nos apremia y se agudiza con el paso del tiempo.
Cuando pensamos atender esa necesidad con una considerable cantidad de recursos, nos vemos obligados a aplazar la respuesta, para descubrir finalmente que, en el tiempo en que tardamos en reunir o acumular estos recursos, la necesidad original ha cambiado, y han venido a reunirse bajo su sombra muchas otras. Nuestra generosa respuesta a sus reclamos termina por resultar inútil, dejándonos una desagradable sensación de haberlo malgastado todo para nada.
En lugar de dejarnos frustrar y desanimar por la experiencia, vale la pena aprender de ella, y dedicar el tiempo de la lamentación y el arrepentimiento a algo más útil, como hacer una lista de aquello que realmente necesitamos, y aquello de lo que realmente disponemos. Ver luego el modo en cómo ambos se corresponden y darnos cuenta de cómo siempre, sea cual sea nuestro estado, tenemos lo suficiente para cubrir nuestras verdaderas necesidades, que son la base sólida sobre la que construir cualquier cosa que nos propongamos.
Toda nuestra visión sobre lo que estábamos haciendo puede cambiar, podemos ver cómo se esfuman muchas de las preocupaciones que arrastramos acerca de nuestro abastecimiento, y muchas dudas acerca de nuestras propias capacidades.
Posiblemente nos demos cuenta, también, de que mientras tratábamos de construir un delicada o ambiciosa obra estábamos racaneando algún elemento crucial de su base, sin la cual es imposible que nuestro proyecto pueda sostenerse. Por suerte, a estas alturas también sabremos que no es demasiado complicado enmendar esta falta.
Cuando se habla de buscar la satisfacción inmediata, usualmente se está hablando de la búsqueda infinita de distractores que nos sirvan para ignorar las auténticas necesidades. Esta satisfacción inmediata no tiene nada de satisfactorio, se trata de un mecanismo de evasión; Los elementos considerados "satisfactores inmediatos" son la otra cara de la moneda de las necesidades ficticias.
Por esto, a la hora de elaborar nuestras listas de necesidades y recursos hay que tener en cuenta el orden de prioridades, desde lo más básico a lo más elaborado, y su posición en el tiempo. Los elementos que constituyen el grupo más básico (como pudieran ser las necesidades de alimentación o de un auténtico descanso), pueden parecernos también los menos atractivos, pero son aquellos que debemos atender a la mayor brevedad.
Con frecuencia, estamos acostumbrados a prescindir de uno o varios de éstos elementos básicos, porque podemos "ir tirando" a pesar de estas carencias. Lo que usualmente no percibimos es que si solucionamos estos asuntos pendientes, en lugar de "ir tirando", podríamos avanzar mucho más ligeros, disfrutando del recorrido, y reservar nuestros esfuerzos para cuando realmente sean requeridos. El estado de estos básicos define bastante bien las condiciones de nuestro trayecto. Y puede ser bastante sorprendente darse cuenta de como un mínimo cambio en este aspecto puede modificar todo el resto.
Una vez repasamos el listado de necesidades básicas y las atendemos como debe ser, estamos mucho mejor preparados para dar el siguiente paso en la dirección que hayamos elegido. Por un lado, nada en nosotros nos está llamando la atención para resolver los problemas pendientes de esta área, por lo que tenemos mucha más energía y atención disponible para dedicar a otra cosa. Por otro lado, al estar más despiertos y enérgicos estamos también más capacitados para identificar los recursos a nuestro alcance y empezar a trabajar en la resolución de necesidades menos inmediatas o de cualquier proyecto nuevo, con la confianza de que las oportunidades para abastecernos de nuevos recursos aparecerán a medida que sigamos avanzando, y, lo más importante, estaremos en condiciones óptimas para identificarlas y aprovecharlas en el mismo momento en el que aparezcan.
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