Es posible que en numerosas ocasiones la posibilidad de un sencillo cambio de opinión se convierta en un auténtico conflicto interno. Una parte de nosotros se aferra a la idea del camino único y directo, sin encrucijadas o desvíos, así como a la lista de elementos rígidamente asociados a cualquier definición con la que se pueda etiquetar a las cosas, a las acciones, a las expresiones, a los demás, o a nosotros mismos. Un cambio de opinión altera el orden de estas cosas, y por lo mismo resulta molesto.
La serpiente crece, y muda su piel, y nosotros deberíamos dejar de usar la ropa que llevábamos cuando éramos niños, porque por cómoda y funcional que fuera en un momento dado, la verdad es que ahora nos queda pequeña y no sirve. Pero en ocasiones nos identificamos tanto con creencias y opiniones a través de las cuales nos definimos, que llegamos a encerrarnos en ellas, privándonos de la opción de seguir creciendo como personas.
Por más que nos urja tomar ese desvío que imperiosamente nos llama tememos que el cambio tire por tierra nuestro historial, quiebre nuestra coherencia, o comprometa nuestra constancia. Es posible que también sintamos cierto temor respecto a la opinión ajena, en el entendido que otros nos identificaron también con aquello que fuimos, y el cambio podría ser considerado desde fuera como una incongruencia, una decepción, o incluso una traición.
Para evitar una sobredosis de autocastigo derivada de esta clase de pensamientos, hay que recordar que la vida nos enseña en ocasiones más de lo que quisiéramos saber y todo lo que podemos hacer al respecto es tratar de estar a la altura de las circunstancias. En ocasiones un cambio de opinión es necesario, y de hecho, mientras nuestra conciencia duda al respecto seguramente el resto de nuestro ser ya lo haya aceptado e incorporado a su realidad y sólo espera a que esa parte de nosotros que se obstina en censurarlo termine por rendirse.
Los cambios no suelen producirse gratuitamente, son provocados por nuestro contacto con una información que antes no teníamos, ya sea de golpe en una sola experiencia, o bien por acumulacion de pequeñas dosis de información que van sumándose en nuestro interior hasta llegar a una especie de "masa crítica" que hace que nos demos cuenta de algo y provoca una reacción consciente por nuestra parte.
Por lo mismo, los cambios tampoco son por lo general tan espectaculares como la sombra que proyectan sobre nuestro temor; No dejamos de ser una persona para convertirnos en otra completamente desconocida, simplemente se produce una variación de mayor o menor intensidad en algún área de nuestra vida.
Llevo más o menos una década escribiendo y publicando en la red lo que me ha venido pasando por la cabeza, y entre todos los escritos hay algunos con los que aún puedo identificarme, y otros que, aún recordando qué me llevó a escribirlos, siento prácticamente como ajenos. Sé que en su momento tuvieron sentido para mí y supongo que podrán servir a otros, y por eso opto por no eliminarlos, aunque no tengan demasiado que ver con lo que ahora soy.
Pero más frecuentemente podría decirse que discuto conmigo misma a través de lo que escribo. Tenía una opinión formada sobre un determinado tema, con el tiempo me llegó información al respecto que antes desconocía y ante la cual no me quedó otra opción que variar la opinión original respecto al tema. En la mayoría de los casos no se trata de una lucha a muerte entre dos aspectos opuestos e irreconciliables, sino de un diálogo que tiene por resultado una síntesis de lo que, para mí, es lo mejor de ambas partes. Sin embargo, sé que debo estar preparada para aceptar una nueva variación, un nuevo juego de matices que agregar, en caso de que llegue aún nueva información. Nunca hay una versión definitiva, y esto es bueno en el sentido que no hay un techo que pueda frenar el crecimiento al respecto.
Si hubiera optado por aferrarme a lo que pensaba en un momento dado, no habría escrito ni la mitad, y aún así sería demasiado repetitivo... porque obviamente no habría nada que añadir o variar. No obstante, esto no ha impedido que existan ciertos principios a los que sin dificultad alguna he sido fiel a lo largo de los años, y con los que sinceramente no creo tener que romper jamás.
De hecho, considero que todas las pruebas de contraste, cambio y matización, nos ayudan enormemente a identificar aquellas cosas que sobreviven y permanecen en o con nosotros a lo largo de las diferentes circunstancias y etapas de nuestra vida y a ir perfilando el contorno de lo que realmente somos... algo que no es conveniente definir de antemano como algo terminado, ya que la construcción de nosotros mismos podría considerarse la única tarea que realmente nos pertenece por completo, un trabajo que no finaliza, cuanto menos, hasta nuestro último día sobre la tierra. Aprender y crecer es un ideal al que podemos ser fieles, coherentes y constantes , del mismo modo que deberíamos comprometernos con nosotros mismos, por encima de cualquier otra cosa y en primer lugar para que las cosas vayan bien.
Por último, respecto a las consecuuencias de nuestro cambio sobre otras personas, o sobre la opinión de éstas, es necesario recordar también que cada paso que damos es una experiencia personal, única, irrepetible y en muchos sentidos intransferible. Nunca estamos completamente solos, pero al mismo tiempo, el recorrido completo de nuestro camino individual sólo habremos de conocerlo nosotros. A lo largo de nuestro viaje por la vida, sin duda hemos de encontrar valiosos compañeros que nos acompañarán por un tiempo, a lo largo de tramos de mayor o menor longitud. En unas ocasiones sentiremos que son otros los que nos dejan, y en otras que somos nosotros los que nos separamos, pero el hecho es el mismo. No podemos temer nuestro propio camino, la necesidad de tomar el desvío, ya sea hacia una autopista o hacia un sendero de cabras. Es posible que volvamos a encontrar a nuestros compañeros, y es posible que una parte de ellos nos acompañe hasta el último de nuestros días, porque nos aportaron algo que ha llegado a ser parte de nosotros.
Desde esta perspectiva no queda espacio para el temor al cambio, y tampoco para el temor a las despedidas. Nunca lograremos que todas las personas nos entiendan y menos aún que nos aprueben, pero la disconformidad ajena también debe ser aceptada dado que no es algo que esté en nuestra mano poder cambiar. Si por el motivo que sea otra u otras personas no pueden acompañarnos en nuestro crecimiento, o a la inversa, es el momento de agradecer lo vivido y despedirse, con nuestros mejores deseos para que todos lleguen en las mejores condiciones al destino de su elección.
La serpiente crece, y muda su piel, y nosotros deberíamos dejar de usar la ropa que llevábamos cuando éramos niños, porque por cómoda y funcional que fuera en un momento dado, la verdad es que ahora nos queda pequeña y no sirve. Pero en ocasiones nos identificamos tanto con creencias y opiniones a través de las cuales nos definimos, que llegamos a encerrarnos en ellas, privándonos de la opción de seguir creciendo como personas.
Por más que nos urja tomar ese desvío que imperiosamente nos llama tememos que el cambio tire por tierra nuestro historial, quiebre nuestra coherencia, o comprometa nuestra constancia. Es posible que también sintamos cierto temor respecto a la opinión ajena, en el entendido que otros nos identificaron también con aquello que fuimos, y el cambio podría ser considerado desde fuera como una incongruencia, una decepción, o incluso una traición.
Para evitar una sobredosis de autocastigo derivada de esta clase de pensamientos, hay que recordar que la vida nos enseña en ocasiones más de lo que quisiéramos saber y todo lo que podemos hacer al respecto es tratar de estar a la altura de las circunstancias. En ocasiones un cambio de opinión es necesario, y de hecho, mientras nuestra conciencia duda al respecto seguramente el resto de nuestro ser ya lo haya aceptado e incorporado a su realidad y sólo espera a que esa parte de nosotros que se obstina en censurarlo termine por rendirse.
Los cambios no suelen producirse gratuitamente, son provocados por nuestro contacto con una información que antes no teníamos, ya sea de golpe en una sola experiencia, o bien por acumulacion de pequeñas dosis de información que van sumándose en nuestro interior hasta llegar a una especie de "masa crítica" que hace que nos demos cuenta de algo y provoca una reacción consciente por nuestra parte.
Por lo mismo, los cambios tampoco son por lo general tan espectaculares como la sombra que proyectan sobre nuestro temor; No dejamos de ser una persona para convertirnos en otra completamente desconocida, simplemente se produce una variación de mayor o menor intensidad en algún área de nuestra vida.
Llevo más o menos una década escribiendo y publicando en la red lo que me ha venido pasando por la cabeza, y entre todos los escritos hay algunos con los que aún puedo identificarme, y otros que, aún recordando qué me llevó a escribirlos, siento prácticamente como ajenos. Sé que en su momento tuvieron sentido para mí y supongo que podrán servir a otros, y por eso opto por no eliminarlos, aunque no tengan demasiado que ver con lo que ahora soy.
Pero más frecuentemente podría decirse que discuto conmigo misma a través de lo que escribo. Tenía una opinión formada sobre un determinado tema, con el tiempo me llegó información al respecto que antes desconocía y ante la cual no me quedó otra opción que variar la opinión original respecto al tema. En la mayoría de los casos no se trata de una lucha a muerte entre dos aspectos opuestos e irreconciliables, sino de un diálogo que tiene por resultado una síntesis de lo que, para mí, es lo mejor de ambas partes. Sin embargo, sé que debo estar preparada para aceptar una nueva variación, un nuevo juego de matices que agregar, en caso de que llegue aún nueva información. Nunca hay una versión definitiva, y esto es bueno en el sentido que no hay un techo que pueda frenar el crecimiento al respecto.
Si hubiera optado por aferrarme a lo que pensaba en un momento dado, no habría escrito ni la mitad, y aún así sería demasiado repetitivo... porque obviamente no habría nada que añadir o variar. No obstante, esto no ha impedido que existan ciertos principios a los que sin dificultad alguna he sido fiel a lo largo de los años, y con los que sinceramente no creo tener que romper jamás.
De hecho, considero que todas las pruebas de contraste, cambio y matización, nos ayudan enormemente a identificar aquellas cosas que sobreviven y permanecen en o con nosotros a lo largo de las diferentes circunstancias y etapas de nuestra vida y a ir perfilando el contorno de lo que realmente somos... algo que no es conveniente definir de antemano como algo terminado, ya que la construcción de nosotros mismos podría considerarse la única tarea que realmente nos pertenece por completo, un trabajo que no finaliza, cuanto menos, hasta nuestro último día sobre la tierra. Aprender y crecer es un ideal al que podemos ser fieles, coherentes y constantes , del mismo modo que deberíamos comprometernos con nosotros mismos, por encima de cualquier otra cosa y en primer lugar para que las cosas vayan bien.
Por último, respecto a las consecuuencias de nuestro cambio sobre otras personas, o sobre la opinión de éstas, es necesario recordar también que cada paso que damos es una experiencia personal, única, irrepetible y en muchos sentidos intransferible. Nunca estamos completamente solos, pero al mismo tiempo, el recorrido completo de nuestro camino individual sólo habremos de conocerlo nosotros. A lo largo de nuestro viaje por la vida, sin duda hemos de encontrar valiosos compañeros que nos acompañarán por un tiempo, a lo largo de tramos de mayor o menor longitud. En unas ocasiones sentiremos que son otros los que nos dejan, y en otras que somos nosotros los que nos separamos, pero el hecho es el mismo. No podemos temer nuestro propio camino, la necesidad de tomar el desvío, ya sea hacia una autopista o hacia un sendero de cabras. Es posible que volvamos a encontrar a nuestros compañeros, y es posible que una parte de ellos nos acompañe hasta el último de nuestros días, porque nos aportaron algo que ha llegado a ser parte de nosotros.
Desde esta perspectiva no queda espacio para el temor al cambio, y tampoco para el temor a las despedidas. Nunca lograremos que todas las personas nos entiendan y menos aún que nos aprueben, pero la disconformidad ajena también debe ser aceptada dado que no es algo que esté en nuestra mano poder cambiar. Si por el motivo que sea otra u otras personas no pueden acompañarnos en nuestro crecimiento, o a la inversa, es el momento de agradecer lo vivido y despedirse, con nuestros mejores deseos para que todos lleguen en las mejores condiciones al destino de su elección.
2 comentarios:
Como siempre tus comentarios me son de gran ayuda. Muchas gracias.
Urizen.
Gracias a ti, Urizen, por el comentario. Siempre es un motivo de alegría saber que lo que uno escribe sirve a otros.
Un saludo,
Vae.
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