sábado, 5 de diciembre de 2009

Cuentos

Pienso en noches largas y frías en las que "lo mejor del mundo" es hacer acopio de provisiones y encerrarse en casa, ponerse cómodo cerca de la fuente de calor más próxima, y ver una película, tomar un libro, o simplemente dejar que el tiempo se escurra lentamente y la mente divague, jugando con imágenes e ideas que nunca serán lo mismo cuando tratemos de compartirlas con otros. Eso me hace pensar en los cuentos, en el clima que propicia leerlos, escucharlos, narrarlos, recrearlos en nuestra mente... o verlos nacer. Los cuentos como algo más que hermanos menores de la mitología.

La mitología tal como se nos enseña en las escuelas - cuando hay suerte- es como una de esas fotografías de familia en las que todos posan sonrientes. Tras mirarla por un rato, uno no puede evitar darse cuenta de lo poco que esa imagen fija deja entrever de lo que fueron esos personajes, o las complejas relaciones que entre ellos existieron. Habrá que buscar por nuestra cuenta, en obras especializada, para encontrar el material necesario que llene ese vacío, que complete lo que la pose trata de disimular, esquivar las maniobras publicitarias (cada época tiene las suyas) y hallar algunos de los secretos, detalles, matices y sombras que delatan esa complejidad que abre las puertas a un universo de significados realmente vasto. Dicho de otro modo, dado su carácter "serio", a la mitología se la reduce a un puñado de historias aisladas.

Los cuentos, por el contrario, - tal vez porque no se les ha hecho demasiado caso, o no se los ha considerado algo "serio" - han escapado de estas versiones oficialistas en cuanto han tenido ocasión. Si bien es cierto que en los cuentos "infantiles" conocidos de todos nos encontramos con la censura o dulcificación perpetradas por autores como Perrault o los hermanos Grimm, algo en el propio cuento nos lleva a deducir a través de los silencios y brechas de la narración su verdadera textura... Algo como una semilla enraíza el cuento en nuestra mente y crece junto a nosotros - en nosotros- una versión propia, más acorde a esa naturaleza esencial de la narración. Él recorre la geografía y el tiempo junto a los humanos, como un compañero de viaje, saltando de una persona a otra, siendo interpretado y reinterpretado, adaptándose al lugar al que va a dar sin sentirse lastimado. Se fragmenta continuamente reencontrándose eventualmente, unos años o unos pueblos después. El cuento, cada cuento, parece conocer a los otros como partes de sí mismo, y saber además el punto en el que las distintas narraciones se podrían acoplar.

Todos tenemos cuentos. Algunos llegaron a través de películas o libros, y otros a través de la tradición oral. Son de otros, pero los hacemos nuestros.Existen también cuentos que parecen haber nacido en nosotros, a partir de una imagen que azuzó nuestra imaginación, o una canción que nos llevó más allá de su música y letra, un momento en el que nuestra mente divagaba y encontró algunas ideas que le pareció bien combinar, o bien nos fueron susurrados a través del sueño o la pesadilla. Son nuestros, pero sin embargo, comparten un fondo común con todos los demás.

A pesar de las apariencias, no es tan fácil dañar al cuento. Incluso si la voz del último narrador se extinguiera, o si el cuento y su sabiduría de fondo fueran olvidados, el primero volvería a sugir de la fuente inagotable de la que procede y la segunda a ser buscada, como un misterio que el humano precisa lanzarse a descifrar. Volvería en sueños o visiones, como un fantasma, y se encarnaría en palabras al despertar.

1 comentarios:

Sibila dijo...

Deberíamos prestar más atención a este tipo de fenómenos que, por "populares" pasaron siempre desapercibidos a la gente convencida de que las enseñanzas deben ser arcanas y exóticas. Cuentos, refranes y costumbres cotidianas. Al fin y al cabo, el paganismo es la religión de la "gente del campo". ;)