miércoles, 11 de noviembre de 2009

La transformación de uno, la transformación del mundo conocido. (I)


Empecé a escribir estas líneas tras reconsiderar algunos aspectos de la autodefensa psíquica. Ya se sabe que no hay como empezar a tirar de un hilo aparentemente corto para acabar deshaciendo el suéter y lo que en origen pretendía que fuera un artículo ha pasado a convertirse en una introducción a dos temas aparentemente incomunicados; La necesaria revisión del concepto de defensa psíquica, por un lado, y por otro, cómo la relación con el mundo cotidiano debe ser recreada constantemente a medida que avanzamos en nuestros propios caminos.


Aún hoy cuando escribo las palabras “autodefensa psíquica” no puedo evitar recordar la obra de Dion Fortune que lleva el mismo título, junto a una época que debería marcarme, en cierto modo. Pero con el paso de los años, uno se da cuenta de lo mal que lo habría pasado Fortune en una estación de metro cualquiera, en hora punta... O cómo habría vivido en uno de esos departamentos en los que hay todo tipo de cosas bajo la cama, simplemente porque los otros 35 o 40 metros cuadrados ya están ocupados. Esto no significa que la obra no sea recomendable - de hecho sigue siendo un referente básico en la cuestión -, pero es necesario entender, por un lado, que raramente vamos a vivir y desarrollarnos en un ambiente exento de peligros, y por otro, que esos peligros potenciales o manifiestos, no van a reducirse al ámbito mágico.

En el inicio del ciclo del héroe, éste se aparta consciente o inconscientemente del mundo conocido, cumple una serie de misiones, recibe ciertas herramientas, supera determinadas pruebas... Pero siempre debe regresar al lugar de donde partió. Sin embargo, nada volverá a ser lo mismo. El héroe , que ha andado entre mundos, ha sufrido una transformación tan profunda que aún regresando al lugar de partida, encontrará un mundo completamente nuevo en el que deberá aprender a integrar lo que ahora es, independientemente de que sea visto como un salvador o como un paria dentro de la comunidad que lo vio nacer.
El buscador, el aprendiz que toma el camino de la magia puede sufrir un proceso semejante. En un primer momento se alejará de aquello que hasta el momento le era conocido, saldrá al mundo y se llevará sus sorpresas y decepciones, superará pruebas, recibirá armas o herramientas, pero, al final, deberá saber reintegrarse al mismo mundo del que creyó partir, un mundo que una vez pareció familiar y ahora parece más extraño que cualquiera de los lugares que transitó en el viaje.

Si seguimos en un camino válido por cierto tiempo, el cambio llega a nuestras vidas, y sucede la transformación. Nuestra propia transformación implica una transformación en el mundo que conocíamos, porque nuestra percepción ha cambiado con nosotros. El velo que separa distintos mundos puede hacerse translúcido y permeable hasta el punto que veamos superpuestas las imágenes de dos mundos... Antes de descubrir que no se trataba de dos realidades distintas, sino de una misma única y compleja realidad, que algo en nuestras cabezas insistía en contemplar de un modo fragmentado - aunque esto también tenga su razón de ser-. Por lo mismo, uno debe entender que no se puede ser un héroe o una bruja en el tiempo libre que nos deja “el resto de obligaciones”, sino que deberá serlo en todos y cada uno de los momentos de su existencia.

Y posiblemente, aquí empiece lo complicado, cuando no se trata de salir en un viaje planeado por la agencia en las fechas convenidas a extrañas regiones, sino de despertar cada día en un mundo lleno de asombros que requiere lo mejor de nosotros mismos para que sigamos vivos. Ser conscientes de que esa vida que idealizábamos es ya un hecho, y no puede terminar cerrando los ojos como quien cierra las tapas del libro...
Significa que cuando has conocido las reglas que rigen esa realidad total, no habrá excusa para correr a encerrarse en lo absorbente del trabajo, la tremenda importancia de los compromisos familiares o lo arrebatador de las emociones que nos embargan, en un intento de hacer como si no supieras lo que ya sabes.
Ser consciente de que no importa el territorio que pisamos , pues desde que decidimos comprometernos con unos principios, se convertirá en nuestro campo de batalla, en una lucha que se prolongará hasta el último de nuestros días y, quizá, incluso más allá. Y que si cualquier lugar es un campo de batalla, deberemos ser capaces -en caso de necesidad- de convertir cualquier cosa que tengamos a mano en ese momento en un arma. Dicho de otro modo, que entendamos que nosotros vamos a ser esa arma.

Así, después de lidiar con algunos de los surtidos peligros del mundo “mágico” - o al menos haber echado una ojeada al catálogo y haberse hecho una idea de lo que va- uno puede identificar que fuerzas pueden estar intentando controlar, someter o depredar (a uno mismo o a otros) desde el otro lado del escritorio de la oficina, del mostrador de la tienda, o de la mesa de la cocina. Incluso si esas mismas fuerzas no pueden reconocerse a sí mismas en el espejo del baño, incluso cuando en su entorno se han apilado muchas mantas para acallar las posibles denuncias. Nuestro compromiso nos empuja a dar la voz de alerta y combatirlas, sin excusas.
Pero no va a ser suficiente con el impulso que nos hace dar un paso adelante. Y aquí entra el sentido que tiene ver la realidad de modo fragmentado; aunque todos los territorios sean susceptibles de convertirse en campos de batalla al poner nuestro pie en ellos; Es absolutamente necesario conocer sus particularidades, aquellos elementos que nos ayudarán a cumplir nuestro propósito de un modo eficiente, es decir causando el menor desgaste energético posible y dando resultados duraderos y de calidad.

Obviamente uno puede llegar a este tipo de conclusiones desde otras aproximaciones que no tienen porqué estar relacionadas con la magia, sólo por haber perseverado en cualquier camino válido. Porque, en el fondo, no se trata de una cuestión “mágica”, sino de una historia humana, y no se trata de una realidad “alternativa”, sino de la que nos encontramos día a día.
En lo que me queda por escribir, antes que hablar de magia en sí, voy a intentar esbozar algunas ideas acerca de la necesidad de sincronizar el mundo que somos por dentro y el mundo que se extiende fuera de nosotros, lo que puede significar convertirse en un elemento extraño que debe, no obstante, encontrar un lugar allí donde – ¡aparentemente! - no hay espacio para él. Retomar el tema de la autodefensa será importante y espero sea además de utilidad práctica tanto para aquellos interesados en la magia como para los que no. Pero también será necesario hablar de objetivos y voluntades, permanencias y compromisos.

Enfin, que continuará...

PD: Sí, últimamente estoy publicando ciertas cosas casi que por entregas. Espero que ayude a evitar saturaciones, tanto a la hora de leer como a la hora de escribir. Además, siempre es más interesante incluir lo que me hacen pensar o reconsiderar los comentarios que van apareciendo. Conste que no me olvido de los temas pendientes, ni siquiera del que trata acerca del "suelo que pisamos" :)

1 comentarios:

Sibila dijo...

Uff... cuánto en qué pensar... lo dejo para leerlo con calma cuando pase la "tormenta", pero hay algunos puntos que ya están dando vueltas en mi cabeza. Muchas cosas que nunca puedes volver a ver de la misma manera.

Un abrazo.