Hay personas que parecen haber nacido para ganar. Todos las admiramos; Tienen siempre la palabra o el gesto adecuados, una intuición que parece abrirles el camino en el que nada parece atreverse a cruzar porque, en todo caso, sería inútil. Podemos aprender mucho de ellos.
Hay personas que nacieron para terminar por entender que no importa lo que se pierda. Tal vez éstas sean consideradas en un juicio prematuro como conformistas o impasibles, y por ello no cosechen precisamente una admiración instantánea. Sin embargo, considero que de ellas se puede aprender aún más; pues todo aquello que llegue a envalentonarse ante su aparente inofensividad y pretenda interponerse entre ellas y sus objetivos acabará por desistir porque los esfuerzos por lograrlo resultarán igualmente infructuosos.
Sin importar lo que suceda, sin importar que situaciones o emociones experimenten, una parte de sí habita en un mundo en el que reinan una serenidad y una belleza imperturbables. Por ello no necesitan demostrar nada, quedar bien, mantener una imagen, tener la razón, dar explicaciones o participar en conflictos... No piden nada y no esperan nada de otros, así que tal como somos estamos bien para ellos. Parecen cómodos en cualquier situación y nos sorprenden continuamente con su confianza hacia todo y todos, que parece no conocer límites.
Son la clase de personas que capaces de tranquilizarnos con una sonrisa cuando nosotros corremos sin sentido de un lado a otro, poseídos por la desesperación, las que nos recuerdan lo absurdo de insistir en ahogarse en un charco de lluvia, las que pueden desarmar toda una complicada película mental redirigiendo nuestra conciencia a lo elemental, o demoler con una pregunta sencilla, directa y carente de malicia, las numerosas barreras que a menudo construimos en base al miedo, sin darnos cuenta que estamos fabricando una trampa para nosotros mismos.
Y cuando nos hablan, sentimos que están dirigiéndose, a través de nosotros, a un ser más profundo que nos habita, haciéndonos conscientes de su presencia. Cuando nos miran, nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que ven... Pero cuando respondemos nos sentimos diferentes, mejores que de costumbre, más ligeros, más felices, más conscientes y bondadosos. Su recuerdo permanece en nuestras vidas, mucho después de que se hayan ido... Tal vez no podamos entenderlas en un primer encuentro, y tal vez no podamos comprenderlas completamente en una sola vida, pero agradecemos, por siempre, que se hayan cruzado en nuestro camino.
PD: La autora del cuadro que ilustra esta entrada, Astrid Stocker, además de publicar su obra en artelista tiene un blog: Astrid Stocker óleos.
1 comentarios:
Algunos hemos tenido la suerte de tropezarnos en algún momento de nuestras vidas con alguno de esos seres que mencionas. Y por suerte, ni el tiempo ni la distancia podrán nunca borrar los recuerdos. Gracias.
Dani.
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