Según cuenta Plutarco en sus "Vidas paralelas", un patricio romano llamado Publio Clodio Pulcro, dueño de una gran fortuna y dotado con el don de la elocuencia, estaba enamorado de Pompeya, la mujer de Julio César. (...) En cierta oportunidad, durante la fiesta de la Buena Diosa -celebración a la que sólo podían asistir las mujeres- el patricio entró en la casa de César disfrazado de ejecutante de lira, pero fue descubierto, apresado, juzgado y condenado por la doble acusación de engaño y sacrilegio. Como consecuencia de este hecho, César reprobó a Pompeya, a pesar de estar seguro de que ella no había cometido ningún hecho indecoroso y que no le había sido infiel, pero afirmando que no le agradaba el hecho de que su mujer fuera sospechada de infidelidad, porque no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo. La expresión, con el tiempo, comenzó a aplicarse en todo caso en el que alguien es sospechado de haber cometido alguna ilicitud, aún cuando no hubiera dudas respecto de su inocencia, en la forma "No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo".Escribo estas líneas tras una ración doble de "cruda realidad". No estoy segura de que las lecciones más importantes se nos racionan cuando nos encontramos en el fondo de un pozo, porque es el alimento que corresponde a la situación.
Fuente: Wikiquote
A veces caemos en él de golpe, después de tropezar por tontos o descuidados, o bien después de que nos empujen, que también sucede. Otras, el proceso es más largo, uno transita alegremente su camino y, como en una pesadilla, las sombras se extienden lentas. Sin habernos dado cuenta, derrepente ya ha oscurecido tétricamente, y vemos árboles cenizos y desnudos, con ramas como garras que tratan de arañar un cielo cubierto de nubes... pero del camino, ni rastro. Está la opción de gritar, pero nunca podemos estar seguros de si llegarán antes los refuerzos, o los predadores.
Sientáte un rato a pensar, y no te aprisiones más encallándote en cuestiones del tipo ¿Porqué a mí?, ¿Porqué ahora? ... Podemos creer en la idea de Justicia; pero no podemos pretender que el mundo sea justo, al menos no en la escala personal y directa que usualmente se le da al término.
Basta plantearse, por un momento, cuestiones cómo la de la explotación infantil; Una parte considerable de la humanidad es consciente de que no se debería permitir, pero incluso cuando se prohibe "en papel" sigue funcionando en la realidad.
A veces es saludable evitar ser receptores de demasiada información de "actualidad", en la medida en la que pueden influir demasiado en el modo en cómo construimos nuestra percepción del mundo. Otras veces, es uno de los modos de contrastar esta percepción nuestra de la realidad con las del resto de la población con la que tenemos que convivir.
En las últimas semanas, leyendo las notas de algunos periódicos, me he encontrado con actitudes completamente irracionales respecto a la justicia. Aquí y allá, una muestra tras otra de que tan horrible es brutalidad del hombre supuestamente civilizado, que usa la "razón" para encontrar justificaciones a cualquier cosa, como la de aquellos que pretenden moverse por la necesidad del instinto, pero en realidad confunden éste con cualquier tipo de condicionamentos domésticos, sólo por tratarse de respuestas automáticas. Muchas de estas personas pensarán y hablarán acerca de "ideales", que a la hora de la verdad no serán capaces de cumplir. Otras, ni se lo plantearán. Creo que prefiero a las segundas.
Es tan importante hoy como lo fue en el albor de los tiempos, para cualquier ser vivo, conocer el terreno en el que uno debe conseguir sustento, cobijo, y una gran parte del resto de sus necesidades básicas. Esto incluye también conocer el modo en que viven el resto de habitantes, los que se parecen a nosotros, y los que no.
En cualquier comunidad humana, siempre hay unas reglas que no tienen porqué coincidir con las que se escriben. Siempre, bajo una atmósfera de nubes ideales, el método real de funcionamiento prosigue incansable su tarea, sin que se le preste demasiada atención. Nos guste o no lo que veamos, no podemos evadirnos eternamente. No podemos, tampoco, pretender cambiar nuestro entorno, a menos que nos demos cuenta de que todo aquello cuanto tenemos a nuestro cargo, somos nosotros mismos.
Y sí, hay situaciones que no son "personalmente justas", como verse acosado por falsas acusaciones, que en las condiciones adecuadas llegaran a calar en nuestro entorno, y tras mil repeticiones, parecerán tan reales que uno llegará a plantearse si, al fin y al cabo, no es esa la realidad, si no se habrá enajenado sin darse cuenta. En no pocas ocasiones, este tipo de presiones tienen como resultado las autoinculpaciones, por parte de los inocentes.
Otra variante es cuando se acusa a alguien de algo que, en sí, no es reprobable... como si derrepente se llegara al acuerdo tácito de que comer chocolate, sola y exclusivamente en el caso particular del acusado, es un crimen peor que abrirle la cabeza a alguien con un hacha. ¿Qué tiene que decir el acusado? ¿Que se arrepiente de haber comido chocolate? ¿Qué pasa con cualquier otro que coma chocolate? ¿Qué pasa con el abrecabezas?
¿Dónde esta la Justicia?
... Tratando de ocuparse de asuntos más importantes que tu particular desgracia. La justicia al nivel que se necesita, no cae del cielo, es obra humana... va escasa, y seguro hay gente más necesitada de ella que tu.
¿Dónde está la cordura?
... Siempre, en lo más básico.
Por ejemplo; Tal vez cuando varias personas que no tienen porque ser malintencionadas señalan que algo va mal, el problema no está precisamente en comer chocolate. Contrasta percepciones, ten en cuenta sus posibles prejuicios, y ten en cuenta también los que puedas tener tu.
Otro ejemplo; Si no consigues sobrevivir, no vas a poder hacer mucho más.
El humor es lo último que debería perderse, no la esperanza. A menudo cuando la hoguera de la esperanza se apaga ahogada por lágrimas y lamentos, las malignas divagaciones y ocurrencias de un humor negrísimo, aportan una perspectiva no contemplada antes, quitan importancia a los demonios que nos apresan, despersonalizan el tema cómo si no fuéramos nosotros los que estamos entre sus garras, y dan sin pretenderlo con la manera de encenderla de nuevo, ver el camino y liberarnos de una vez.
Falta justicia en el mundo, y a menudo, faltan tantos instintos como razones dignos de ese nombre. Pero hay también espacios más seguros que otros, y si no nos hemos equivocado demasiado en nuestras elecciones, también hay en quien se puede confiar. Y, sobretodo, está uno mismo.
Volvemos al escenario de pesadilla, al bosque oscuro, al fondo del pozo en el que nos encontramos, tal vez no como castigo, sino como oportunidad para "reflexionar"... recordando cuando uno solito se metía en el armario para hacerlo. Se enciende la hoguera, los peores de los demonios se van, el camino se divisa de nuevo... ¿y ahora que? Espera un largo camino hasta casa, y las oportunidades no son infinitas, porque nuestro tiempo no lo es. ¿Cómo nos aseguramos de no extraviarnos de nuevo?
Hay una manera de llamar a nuestra parte custodia -la que guarda aquello de valor que hay en nosotros, cuando nosotros mismos lo ponemos en peligro- sin atraer la atención de los depredadores, que consiste en tener claro lo que se quiere, aquello a lo que elegimos enlazarnos, soltar lo que sea que carguemos y avanzar siguiendo ese hilo, sin temor.
Otros tienen otros métodos. Ese es el mío.
Cuando era mucho más joven, mis amigas me dejaban en custodia sus cajetillas de tabaco para que sus padres no las descubrieran. A mi ni siquiera me preocupaba tenerlas , porque, de hecho, no fumaba y no tenía porqué mentir, ni inventar excusas. Pero en casa pensaron que, lo lógico, era que sí lo hiciera. El asunto me enojaba sobremanera y, al final, la conclusión es que si te van a bronquear por algo que NO haces, tu no vas a perder demasiado haciéndolo. Y empecé a fumar, lo que no era precisamente nada bueno para mí. Hay advertencias que logran lo contrario de lo que pretenden, pero no deja de ser también el resultado de una conclusión de adolescente, más alejada del concepto de la responsabilidad por uno mismo de lo que se espera de alguien emancipado. Ya somos mayores para saber lo que queremos o no en nuestras vidas, y nuestras elecciones en consecuencia sí son algo que depende exclusivamente de nosotros.
Cada uno es completo, separado e independiente.
No puedo permitir que mi sangre se envenene, ni que se tiña del mismo temor, desconfianza o inseguridad que provoca que otros nos ataquen sin razones... uno no puede permitirse el lujo de convertirse en lo mismo que ha identificado como mal, porque ahí entierra su futuro.
Sé lo que quiero. Y sé que he estado esperando una respuesta que nadie podía darme. Y ya la tengo. En el fondo de escritorio, hay una imagen de Inanna. desde hace semanas. En mi mente, en un momento, como un rayo, recuerdo el descenso al Inframundo, y cómo la diosa es despojada de todas sus pertenencias, luego de su propio cuerpo, como es golpeada, humillada y castigada por su hermana Ereshkigal. Tchod. No se trata de un castigo, sino de una liberación; Inanna recuperó cada una de sus pertenencias al volver a la tierra, junto con algo mucho más valioso.
Falta una semana para el Equinoccio de Primavera. Y debo dar las gracias.
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