viernes, 25 de abril de 2008

De libros, manuales, literatura y experiencia

Aquellos que hn leído los artículos de Perro Aullador (la web), o han estado en alguno de mis grupos, saben de mis exigencias acerca de las bibliográficas y las normas de transmisión de la información según cierto estándard académico, toda ellas adquirido en el tiempo que pasé en la universidad.
Y creo que es necesario conocerlas y darlas a conocer, puesto que queda mucho trabajo por realizar en ese aspecto, incluso dentro de las mismas instituciones que, se supone, deberían respetarlo.

Ahora bien, ese es sólo un aspecto de mi trato con los libros, la relación correcta a establecer con publicaciones tales como revistas especializadas, manuales académicos y obras de historia, antropología, y temas derivados.

En el caso del paganismo, lamentablemente, me da la sensación que la palabra "libros" equivale a los manuales o publicaciones de Buckland, McCoy, Cunningham y otros autores del sector... Digo, lamentablemente, no porque crea que esos libros estén mal en sí, sino porque al ser meras guías introductorias de las que no se puede sacar más que algunas directrices básicas. Desde luego, no se puede sostener una discusión académica basándose en ellos -para ser historiadora, por ejemplo, McCoy deja mucho que desear-.

Pero, más allá de eso, con ellos se no puede obtener una "experiencia lectora" de mayor nivel del que nos aportaría una "introducción al cultivo del huerto casero". Y ciertamente, aún hay paganos que creen que toda la formación requerida se puede alcanzar a través de esas obras, o de la misma red, sin que tengan que salir de sus casas (o, incluso, despegar el culo de la silla); pero es que la lectura de ese tipo de manuales, tampoco es lo que yo considero precisamente una experiencia literaria.

Hay otro tipo de publicaciones, otro tipo de lecturas, y un buen surtido de experiencias vinculadas a ellas. Hay libros, como los manuales, que son herramientas, que son técnicas; pero hay otro tipo de escritos que habla directamente a lo más profundo de nuestro ser, que llega al alma y la sacude, alterando nuestra percepción sobre la realidad circundante, que abre una grita en nuestras vidas, trazando con ella una línea entre lo que éramos y lo que somos... después de darnos cuenta de cómo algo que dormía agazapado en nuestro interior, se ha levantado, respondiendo al llamado de esas palabras que nos llegan como un hechizo de resurrección.

Hay libros que nos acompañan, cuando estamos aislados y todo en nuestro entorno nos hacen sentir como raros por aquello en lo que creemos o por la elección que tomamos; entonces la obra es un punto de encuentro con la voz del que escribe, y cada línea parece darnos aliento, animándonos a seguir. Aún separados por la distancia y el tiempo, no estamos completamente solos, alguien pensó eso que pensamos, alguien sintió algo parecido a lo que sentimos.

Hay libros que marcan una época muy concreta de nuestras vidas y luego dejamos atrás; y otros, inagotables, que releemos cada cierto tiempo, viendo en ellos algo nuevo acerca de la vida, y acerca de nosotros mismos; tomando conciencia de cómo han cambiado nuestras prioridades, nuestros deseos, metas o preocupaciones, nuestro modo de sentir.

Hay libros con los que dialogamos; leemos unas líneas, pensamos, respondemos, seguimos leyendo. Textos que nos enfrentan a lo que somos, como un espejo, nos guste... o no. Obras que vienen a apoyar nuestras teorías existenciales, otras que recuerdan aquello que ya sabemos pero nos cuesta aceptar, y que nos ayudan a aceptarlo. Porque un libro es paciente, un libro se muestra, puedes abandonarlo y volver a él, y allí estará esperando a que lo vuelvas a abrir, para hablarte en el silencio, en la intimidad que se crea cuando estás a solas y estás atento.

Hay libros sensuales, que nos hacen comprender o incluso adquirir maneras de percibir el mundo que ignorábamos antes de encontrarlos. Hay libros evocadores, que despiertan nuestros sentidos, que nos hablan acerca de la existencia de olores, matices de luz, tactos y sabores en los que hasta el momento no habíamos reparado, llamando la atención sobre ellos. Libros que nutren nuestra experiencia, tornándola madura como el sol a la fruta. Y aún nos enseñan el camino de interiorizarla, de llevarla bajo la piel, de hacerla tangible en nuestros pensamientos.

Es difícil, para el que no haya cazado libros, entender la alegría de un descubrimiento fortuito, o la responsabilidad que recae sobre ti cuando sostienes una excelente obra de la que sólo quedan circulando dos o tres ejemplares, o ya ninguno. O el placer de hacer llegar libros de una ciudad a otra, de un continente a otro; los libros adecuados a las personas adecuadas, como un insecto arrastra el polen o un ave las semillas.

Los buenos libros son un objeto de lujo, y aún en el plano más material es difícil describir lo que se siente cuando llega un libro muy esperado a nuestras manos, ese al que hemos seguido el ratro, ese que hemos esperado con la paciencia de un devoto. Ese libro cuya cubierta suave o ajada acariciamos con ternura; que abrimos ceremoniosamente sintiendo el olor de la tinta reciente, o de los años de encierro en los estantes de una vitrina o la humedad de una vieja caja abandonada.

Hay libros que nos lee nuestra voz interior como si alguien contara una vieja historia entorno a una hoguera, o como si una madre o una abuela nos susurrara un cuento antes de dormir.

Hay libros mágicos, porque en ellos se encierra la magia de las palabras, poderosa hoy día como lo fuera hace miles de años, capaces de abrir las puertas a esos otros mundos que están en este, pero no son manuales, ni académicos.

Son libros escritos por personas que vivieron y como naufragos de un tiempo y un espacio que lanzaran un mensaje al mar de las distancias, nos legaron esa experiencia, esa propia manera de percibir la realidad,exterior e interior. Es su voz interna la que nos llega, codificada en grafía, pero voz al fin, que revive al entrar en contacto, si sabemos ser buenos receptores.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por los dioses, Vae, recomiéndame un libro!!!

Qué bonito este post, cuánto me ha gustado. Yo tb soy amante de los libros, pero sólo de los que están bien escritos... Aplaudo tu observación de que esos manuales de los que hablas no son exactamente una experiencia literaria intensa, jajajaja. Realidad al 100%!

Quiero más, quiero más.

Para libros el que estás gestando, y llevas ya más de 9 meses... (Sólo un recordatorio de algo que promete)

Un enorme abrazo, estos días te siento muy cercana, me acuerdo mucho de ti.

Rebeccah

Vaelia dijo...

Saludos!

Tengo pendiente escribir un post con los libros que marcaron, de una u otra manera, ciertas épocas de mi vida.

Ahora... sobre el que yo tendría que escribir, sigo teniendo los mismos problemas de siempre; primero, que me resulta mucho más rápido escribir en el blog, pero, sobretodo, que para cuando empiezo a "arrancar" siempre aparece o bien alguien que lo hace 100 veces mejor que yo... o bien que la vida me hace dar otro enfoque sobre la idea acerca de la que escribí y ésta queda pendiente de actualizar.
Las desventajas de la "evolución constante" :P

Pero algo haremos, con el tiempo, algo haremos :)

Besos,
Vae.