miércoles, 23 de abril de 2008

Caminos cerrados

A veces tengo tantos borradores mentales, que es difícil centrarse en un artículo. Es el lamento del caracol como puedo tardar horas en escribir la respuesta a un correo electrónico, o a unos foros de discusión, o un post en el blog; todo a la vez no puede ser... Por el momento, mientras ordeno me aplico a la tarea, encontré por casualidad unos versos de Kipling, acerca de un camino cerrado.

El camino a través de los bosques

Cerraron el camino que cruzaba los bosques
hace setenta años.
El tiempo y la lluvia lo han deshecho otra vez
,ahora ya no podrías saber
que una vez hubo un camino a través de los bosques
antes de ser los árboles plantados.
Está debajo de los sotos y de los brezos
y de las anémonas delgadas.
Sólo el guarda ve
allí, donde los pichones aprenden a volar,
y los tejones escarban con más facilidad,
una vez hubo un camino a través de los bosques.

Sí, si entras en los bosques
del verano, al anochecer,
cuando el aire de la noche se enfría en los estanques de truchas
donde la nutria silba a su pareja,
(no temen al hombre en los bosques
porque se ven tan pocos).
Oirás los golpes de las uñas de un caballo,
y el chasquido de unas faldas en el rocío,
firmemente a medio galope a través
de la soledad, de la bruma,
como si perfectamente conocieran
el viejo camino a través de los bosques...
Pero no hay camino que cruce los bosques.

The way through the woods.
Rudyard Kipling (1865-1936)



Vinieron de inmediato a mi cabeza los recuerdos de un lugar que me acogió como un segundo hogar, un lugar de encuentros, magia y festejos. Más adelante, en el momento más necesario, también un lugar donde encontrar refugio y tomar decisiones cruciales... Días cálidos bajo el sol de agosto, noches heladas, sembradas de estrellas. En aquellas épocas podías ir de un pueblo a otro, a través de campos dorados y bosques sombríos, siguiendo el río.
Aún cuando andaras solo, te sentias gentilmente acompañado, aún sumido en tribulaciones, ciertos espíritus alegres trotaban a tu lado, como un cachorro, robando tu atención, haciéndote sonreír. Y debías, sobretodo, ser cuidadoso con lo que deseabas entonces, por si corrían a traer el fruto de tus deseos como una presa que ofrecerte moviendo amistosamente la cola.

Durante cuatro o cinco años fue así, y parecía que así sería por siempre... Pero, años más tarde, al regresar descubrí que el camino tantas veces recorrido había desaparecido. No lo había cerrado el hombre. Simplemente no podías avanzar; allí dónde una vez cruzamos habían crecido hierbas salvajes, arbustos desafiantes, abundantes zarzas. El río tenía nuevos remolinos, violentos, las rocas cerraban el paso allí donde otrora lo habian facilitado. Y aquel ambiente amablemente mágico, era sustituido por una advertencia hostil, unas puertas cerradas que contemplé como una Eva contemplaría las del paraíso del que fuera expulsada.

No quiero saber qué pasó para que el camino se cerrara, para que lo que allí vivió abandonara aquel hogar dejando la huella de su tristeza y su enojo. Pero así sucede;
a veces las cosas mueren, a veces las cosas se van, a veces ya sólo quieren que se las deje en paz. Y cuando desde la distancia se saluda, por los "buenos viejos tiempos", responden al saludo. Pero es necesario guardar respeto a la distancia marcada, de otro modo se desata una hostilidad no personal, una defensa que salta como un resorte.

Hay caminos que se cierran, y es mejor dejarlo así.

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