domingo, 16 de agosto de 2009

Ostras sin perla; Magia y humanidad.

La Magia funciona. Podríamos imaginarla como un mecanismo invisible que permite accionar la realidad de un modo acorde a nuestra voluntad. Pero el proceso por que accedemos a los mandos de este mecanismo varía de persona a persona, así como puede depender de las circunstancias. Se trata, al fin y al cabo, de una aproximación única e individual, que puede seguir el curso de un cierto academicismo o desbordarse en una absoluta improvisación. Los datos que encontramos en los manuales pueden ayudarnos dándonos una base, o inspirándonos a la hora de llevar a cabo nuestra propia creación, pero no tienen demasiado sentido cuando no existe una implicación por parte del practicante hacia su obra. Apegada a la vida, como una parte inseparable de la misma, la Magia deviene un instrumento casi orgánico, enraizado en nuestro ser profundo, creciendo con nosotros, adquiriendo nuestro "olor", se convierte en un código personal e independiente que nos permite interactuar con (antes que ejercer un ciego dominio) nuestra realidad.

Una de las cuestiones a plantear - al menos dentro del paganismo - es la fluctuación entre ese poder de hacer y cambiar cosas y el grado de dependencia respecto a fuerzas entendidas como externas, como sería el caso de ciertos Dioses. La aparente contradicción entre la absoluta responsabilidad sobre nuestras vidas y el tratar de poner a estas fuerzas de nuestra parte, o aprovecharlas en nuestro favor.

Cuando la Magia parece "no funcionar", podemos creer que estamos más limitados de lo que asumíamos, que hemos perdido facultades o que los "Dioses" nos han abandonado. Este puede ser un doloroso reencuentro con nuestra - tan a menudo infravalorada - humanidad.
Nos damos cuenta de que no podemos ejercer un control absoluto de cuanto acontece en nuestras vidas, pero siempre dependerá de nosotros cómo reaccionemos a las diferentes situaciones que se presenten, incluyendo si somos capaces de anticiparlas y prepararnos para enfrentarlas o resolverlas. Comentaba con un experto en la materia de horóscopos (serios, no esas falsas predicciones que aparecen de modo marginal en la prensa) lo triste que me parecía que sólo por llegar al mundo en una fecha y hora determinados, resultara también determinado el curso de nuestras vidas; Sin embargo, lo asombrosamente certero de sus aciertos no dejaba lugar a dudas.

Qué nos queda entonces? Permanece, a pesar de todo, esa constante según la cuál el humano es lo que hace con aquellas cosas que no está en su mano cambiar. Y todos conocemos casos de personas que, partiendo de un punto equivalente, trazan caminos muy divergentes.

A veces, tratar de emplear la magia para resolver o enfrentar ciertas cosas es absurdo, un gasto de energía estúpido. En otras ocasiones, simplemente resulta inútil. De vez en cuando, contraproducente.
En "El Héroe de las mil caras", la obra de Joseph Capmbell que analiza las etapas en las que se dividen los relatos de los héroes de la mitología universal, queda patente que, en algún momento de la historia, los poderes, habilidades u objetos mágicos conseguidos por el héroe no tienen ninguna utilidad. Cuando en la versión de La Bella Durmiente de Disney las hadas tratan de hacer una fiesta para Aurora, no recuerdan cómo preparar un pastel y otras cosas sencillas sin emplear la Magia. Terminan por utilizarla y, por más que traten de ser discretas, el trabajo de muchos años se pierde en un momento. De igual modo, en la misma historia, los poderes de estas hadas no pueden contrarrestar el maleficio, sólo consiguen abrir una brecha hacia la posibilidad de revocación del mismo, cuyo aprovechamiento no depende de ellas.

Esta situación se repite en otros cuentos, donde la magia es una herramienta útil, pero no decisiva. En la vida real es raro que algo pueda resolverse de un solo "golpe de varita", antes se crearán nuevos inconvenientes que se terminará con al cuestión. No es que sea Magia "a medias" o "poco poderosa", es que si todo pudiera resolverse con un solo conjuro no existirían historias, mitologías, arcanos del Tarot, etc. No habría mucho acerca de lo que pensar, poco que aprender, nada por descubrir.
La vida no es un estanque quieto, donde el menos asomo de movimiento debe ser silenciado, reprimido o evitado. De hecho, ni siquiera los estanques son así. La vida es precisamente ese recorrido que transita el mundo entre el cielo y los abismos, salpicado de variedad de obstáculos y condicionamientos en el que será preciso hacer uso de las diversas herramientas que cargamos en ese equipaje que no podemos llenar de cosas inútiles que no harían más que pesarnos y dificultar las condiciones del viaje. Y es ese recorrido, esa búsqueda, lo que a la vez que nos hace únicos nos suma al conjunto de experiencias existenciales de la humanidad.

Vivimos unos tiempos en los que la Magia parece perfilarse como una posible solución sin costos a cualquier inconveniente, por insignificante o pasajero que este pueda ser. Existe cierta tendencia (si bien creo que debió existir por igual en otras épocas y latitudes) a sentirse fatalmente atraído por el brillo, la espectacularidad, a que importe más cómo nos ven los otros que el cómo nos sintamos nosotros mismos. Y de los cuentos, de los relatos, las mitologías, escogemos esos destellos mágicos como criaturas excesivamente inocentes, como si realmente estuviéramos descubriendo algo que -a pesar de un lapso de ignorancia extendido por un puñado de siglos- ha estado siempre ahí. Hacemos eso, y nos descuidamos, no prestamos atención a otras cosas, más opacas, pero de mayor valor. Hay todo un colectivo de personas que preferirían ser - de hecho se creen ligados con - cualquier cosa que no sea humana; ángeles, vampiros, elfos... Sin darse cuenta de que, en las condiciones humanas que les ha tocado vivir, su universo entero vendría sobrando. Sin llegar a comprender que, en no pocas ocasiones, la Magia más poderosa es aquella que no se usa, y aquello que podría salvarlos de cosas incluso peores que la muerte, sería precisamente su humanidad.

Porque cuando, en la seguridad de nuestros hogares, encendemos una vela para encontrar, por ejemplo, un nuevo trabajo, la humanidad puede resultar muy aburrida y trivial. Pero cuando nos hallamos en una situación realmente asombrosa (no digo ya peligrosa), en la que el velo de nuestra realidad se ve rasgado de una manera terrible, produciendo un choque de nuestros sentidos, es posible que la única magia que podamos desear encontrar es la de esos zapatos rojos de Dorothy, poder golpear os talones tres veces y volver a casa. Estas situaciones "mágicas" existen, como el hambre y la guerra, aunque sean difíciles de imaginar desde nuestras coordenadas existenciales.

Una de las cosas que he aprendido acerca de la Magia es que realmente existe un tipo de Magia a gran escala, que no desentonaría demasiado, en su vertiente más terrible, si la infiltráramos en una recopilación de cuentos de Lovecraft. Es la clase de Magia que se omite por completo en los manuales. La diferencia entre esa Magia editorial "domesticada" y esta magia "salvaje" que queda forzosamente excluida de los circuitos sociales, es la misma que pueda existir entre aprender a abrir la llave del agua y hacerla salir por el grifo, y aprender algo realmente "imposible" como sería, por ejemplo, dar nacimiento a un nuevo río (no toda esa Magia "salvaje" es destructiva).
De modo que no importa cuantos cursos o grados pueda acumular alguien en el currículo esotérico, o cuánto le admiren sus posibles acólitos; si le pusieran sobre una mesa los objetos empleados para realizar esos trabajos "imposibles", o incluso unos menos espectaculares pero sorprendentemente efectivos, no sabría distinguirlos de tantos otros que constituyen el conjunto de "trastos" de la casa. Aunque los reconociera, no sabría usarlos. Y no respondería una sola de las preguntas que un iniciado (uno de verdad!) pudiera hacer al respecto. Un iniciado de aspecto anodino, con una lista de virtudes y defectos posiblemente tan larga como la de cualquier otro.

Los manuales que se encuentran disponibles son escritos derivados todos de un extracto de datos que en principio forman parte de un cúmulo mucho mayor de conocimiento que permanece en la sombra (no tanto por oscuro, como por desapercibido). En su mayoría, los manuales, hechos a base de conjuntar cosas que no sirven y cosas que pueden funcionar, aportan datos, que no sirven demasiado si no conocemos las claves que pueden darles un sentido o una utilidad ulteriores. La mayoría de personas que se encuentran en un camino, aunque sea independiente, obtienen - a veces sin darse cuenta - claves personales por el hecho de permanecer en él, como si algo en ellos pudiera destilarlas aún rudimentariamente de la experiencia. Otras claves, van mucho más allá de lo personal, y se comunican por otros medios.

Lo que ocurre con la magia de nuestro tiempo es que se han separado unos pocos metros cuadrados de una mansión situada en un terreno gigantesco, y se ha acondicionado un departamento allí. En alguna pared queda la puerta que nos separa del resto del edificio. Pero hace tiempo se perdieron las llaves, se pintó encima de la puerta inutilizada y se puso un enorme armario delante, para que no suscitara curiosidades a las que no podríamos dar respuesta. Simplemente se hace como si nunca hubiera estado allí, convirtiéndola en un mito, una leyenda. Luego se empiezan a publicar manuales del tipo "como aprovechar efectivamente el espacio de su apartamento" o "Diseñe con facilidad nuevas colchas y cortinas". Realmente, es posible que sea mejor así.

Por mi parte, prefiero admitir mi propia ignorancia. Yo no tengo las llaves de la puerta, pero en ese cuartito reducido que cubre mis necesidades no tengo tampoco la necesidad de ocultarla tras un armario. Cierto, son los ecos del otro lado los que me llevaron a descubrirla, pero los asuntos que allí se manejan no me conciernen, y del mismo modo que no tengo interés en apropiarme de algo que no me pertenece, no lo tengo en forzar el cruce de ese umbral. Pero no deja de sorprenderme el poco respeto que se tiene hacia ese otro mundo velado que está aquí mismo, ni deja de asquearme el ver a los mercaderes esotéricos gritando "saber todo lo que se debe saber" o incluso "todo lo que se puede saber" cuando ni siquiera pueden ver la puerta. Cuando, tal como están llevando sus cosas, serían incapaces de hacer algo útil, no sólo en esa calidad de magos de la que se jactan, sino en el aspecto más simple de esa humanidad que pretenden rehuir.

Por otra parte, leyendo a Colin Wilson, uno se da cuenta de hasta qué punto nuestra relación con la Magia, tanto la doméstica como la salvaje, está viciada por la publicidad. Antes que cualquier otra obra yo recomendaría a los interesados en la Magia, la lectura de "Lo Oculto". para respaldar sus teorías acerca de la facultad X, Wilson nos hace entrega de una serie de biografías de aquellos autores y personajes del mundo de la Magia que son más o menos conocidos; Paracelso, Eliphas Lévi, Blavatsky, etc. Wilson no trata de desacreditarlos en absoluto, él realiza un estudio acerca de la efectividad de la magia o, mejor dicho, de ciertas facultadas humanas que se manifiestan voluntaria o involuntariamente en individuos y situaciones concretas. Sin embargo, al mismo tiempo, se hace evidente cuanta charlatanería, desvarío y cosa inútil se amontona entorno a estos destellos de efectividad, y permitiendo que nos hagamos una idea aproximada de los ríos de tinta desperdiciados en obras derivadas de unos originales que, ya de por sí, traían bastante sobrante.

Uno se da cuenta, de paso, de cómo pueden estos personajes no estar realmente tan distantes de nosotros mismos, con todos nuestros defectos. Entender que bien pudieran ser las circunstancias las que los hicieron célebres y permitieron que su legado sobreviviera hasta nuestros días, por encima de otros anónimos posiblemente más sabios, más capaces, y menos espectaculares.

Por todo ello, por este cúmulo de pequeños descubrimientos en nuestra búsqueda a través de los años vamos reelaborando y matizando nuestros propios conceptos, nuestra manera de entender la Magia, el mundo, y nuestra propia vida. Pero la Magia - nuestra Magia - puede acompañarnos en este recorrido sin dificultad, como una parte de nosotros que no añade peso a nuestro cargamento. Como un idioma propio que nos permite comunicarnos tanto con nosotros mismos, como con elementos exteriores. Podemos llevarla con nosotros, tanto si es el momento de emplearla como si no; Y aún cuando no funciona como herramienta de acción, puede hacerlo, en calidad de sentido extraordinario, como herramienta de percepción.
Y no necesitamos decir cada tres párrafos que somos brujas o magos, no necesitamos realmente la visibilidad de las celebridades, o la búsqueda de unos compañeros o aliados que deberían llegar de un modo absolutamente natural.

Somos lo que somos, y tal vez si no tenemos perlas que ofrecer al mundo es porque la Magia es algo tan integrado que no destaca en nuestras vidas; No tenemos necesidad de crear una serie de capas relucientes que nos protejan de ella como de un cuerpo extraño, y no producimos para el mercado.

3 comentarios:

Sibila dijo...

¡Viva! ¡Y bravo! ¡Qué ganas de ponerme en pie y aplaudir!
En general siempre me gustan tus escritos, pero este, este... este es simplemente espectacular.

Gracias, gracias, gracias. Cuando vuelva a perder pie y el mundillo espiritual me decepcione, ya sé a qué párrafo acudir.

Un entusiasmado abrazo,
Sibila.

Violeta dijo...

"La magia se convierte en arte cuando nada tiene que ocultar" Ben Okri

Anónimo dijo...

Gracias, Vae, siempre a tiempo :)

Rebeccah.