Tenemos la certeza de que aún tras la noche más larga, seguirá un amanecer... de manera que, en alguna ocasión, podemos preguntarnos si no será estúpido invocar o celebrar algo que de todos modos va a suceder aún mucho depués de que no vivamos para ser testigos de ello.
Sin embargo, cuando uno se encuentra derrepente arrancado de la comodidad del hogar, yaciendo en algún rincón incómodo, sintiendo el frío y la humedad penetrando hasta los huesos, la promesa de que tarde o temprano podrá recibir la cálida caricia de los rayos de sol adquiere otras dimensiones y significados muy distintos de aquellos que hasta el momento le eran familiares, y el llamado y la celebración se hacen mucho más comprensibles y dignos de respeto.
Creo que he escrito mucho, con anterioridad, y de un modo personal, acerca de lo que es la Magia. Hoy, de todos modos, me siento empujada a volver a hacerlo. Hoy, que para mí, la Magia es algo parecido a tejer, a sembrar.
Sembrar, porque la Magia puede aparecer a los ojos del público, de aquellos que nos rodean, un truco de prestidigitación en el que se sacan conejos de un sombrero o, lo que es lo mismo, resultados de la nada. Sin embargo, para el practicante, la Magia consiste en primer lugar en saber emplear ciertos conocimientos e, inevitablemente, en tener la paciencia y la constancia necesarias para seguir posteriormente el proceso que ha de darnos el resultado esperado... aún cuando aquellos que nos rodean, no puedan ver nada de lo que está sucediendo, aunque no crean en nosotros que no estamos en condiciones, por el momento, de demostrar nada aún.
Así como un primigenio agricultor, uno selecciona ciertas semillas para sembrarlas en el tipo de terreno que cree el más adecuado, luego las cuidará hasta que germinen y surjan los primeros brotes, luego hasta que llegue el momento de transplantarlos, verlos crecer y fortalecerse.
No todas las semillas sobrevivirán, ni entre los incipientes tallos todos llegarán a fructificar. Pero ante la visión de la huerta vacía, de la negra tierra removida, desdeñar la posibilidad de la siembra sería una terrible estupidez. Todo lo que podemos hacer es seleccionar las semillas y darles los cuidados que consideremos mejores, y aprender a través del ciclo de su crecimiento, cómo mejorar nuestra técnica.
Con el tiempo ha de aumentar forzosamente nuestra cosecha, tanto de resultados como de conocimientos. Pero hay que entregarse a la tarea hasta el punto que escuchemos más a nuestras semillas y nuestra tierra, dictándonos qué es aquello que necesitan para completar el proceso, que las voces de aquellos vecinos que vengan a criticar... la tierra y las semillas pueden dar frutos, las voces sólo nos distraen de la verdadera tarea.
Tejer, porque la Magia es también creación, y recreación. Como la araña, sacando de uno mismo el hilo infinito que permite crear un nido, conseguir alimento, coser heridas o lanzar puentes hacia desconocidas orillas. Las arañas son tan ligeras que aún cuando caen de grandes alturas no se dañan, y si sus telarañas resultan estropeadas o inutilizadas, como otros tantos insectos que ven interrumpida una tarea de largo tiempo; simplemente vuelven a empezar.
Y así cada vez, que un pedazo de nuestro mundo - esa selección que hicimos entre todas las posibilidades que estaban a nuestro alcance - resulta desgarrado por lo imprevisto, recreamos, o elegimos un nuevo motivo para nuestra tela, porque la naturaleza odia el vacío, y es nuestra labor continuar con la única tarea que realmente nos ha sido encomendada; dar forma y sentido a nuestra existencia.
Sin embargo, cuando uno se encuentra derrepente arrancado de la comodidad del hogar, yaciendo en algún rincón incómodo, sintiendo el frío y la humedad penetrando hasta los huesos, la promesa de que tarde o temprano podrá recibir la cálida caricia de los rayos de sol adquiere otras dimensiones y significados muy distintos de aquellos que hasta el momento le eran familiares, y el llamado y la celebración se hacen mucho más comprensibles y dignos de respeto.
Creo que he escrito mucho, con anterioridad, y de un modo personal, acerca de lo que es la Magia. Hoy, de todos modos, me siento empujada a volver a hacerlo. Hoy, que para mí, la Magia es algo parecido a tejer, a sembrar.
Sembrar, porque la Magia puede aparecer a los ojos del público, de aquellos que nos rodean, un truco de prestidigitación en el que se sacan conejos de un sombrero o, lo que es lo mismo, resultados de la nada. Sin embargo, para el practicante, la Magia consiste en primer lugar en saber emplear ciertos conocimientos e, inevitablemente, en tener la paciencia y la constancia necesarias para seguir posteriormente el proceso que ha de darnos el resultado esperado... aún cuando aquellos que nos rodean, no puedan ver nada de lo que está sucediendo, aunque no crean en nosotros que no estamos en condiciones, por el momento, de demostrar nada aún.
Así como un primigenio agricultor, uno selecciona ciertas semillas para sembrarlas en el tipo de terreno que cree el más adecuado, luego las cuidará hasta que germinen y surjan los primeros brotes, luego hasta que llegue el momento de transplantarlos, verlos crecer y fortalecerse.
No todas las semillas sobrevivirán, ni entre los incipientes tallos todos llegarán a fructificar. Pero ante la visión de la huerta vacía, de la negra tierra removida, desdeñar la posibilidad de la siembra sería una terrible estupidez. Todo lo que podemos hacer es seleccionar las semillas y darles los cuidados que consideremos mejores, y aprender a través del ciclo de su crecimiento, cómo mejorar nuestra técnica.
Con el tiempo ha de aumentar forzosamente nuestra cosecha, tanto de resultados como de conocimientos. Pero hay que entregarse a la tarea hasta el punto que escuchemos más a nuestras semillas y nuestra tierra, dictándonos qué es aquello que necesitan para completar el proceso, que las voces de aquellos vecinos que vengan a criticar... la tierra y las semillas pueden dar frutos, las voces sólo nos distraen de la verdadera tarea.
Tejer, porque la Magia es también creación, y recreación. Como la araña, sacando de uno mismo el hilo infinito que permite crear un nido, conseguir alimento, coser heridas o lanzar puentes hacia desconocidas orillas. Las arañas son tan ligeras que aún cuando caen de grandes alturas no se dañan, y si sus telarañas resultan estropeadas o inutilizadas, como otros tantos insectos que ven interrumpida una tarea de largo tiempo; simplemente vuelven a empezar.
Y así cada vez, que un pedazo de nuestro mundo - esa selección que hicimos entre todas las posibilidades que estaban a nuestro alcance - resulta desgarrado por lo imprevisto, recreamos, o elegimos un nuevo motivo para nuestra tela, porque la naturaleza odia el vacío, y es nuestra labor continuar con la única tarea que realmente nos ha sido encomendada; dar forma y sentido a nuestra existencia.
1 comentarios:
Sembrando y tejiendo estoy: de forma irregular, pero avanzando.
Ya tengo conexión en casa (pensé que nunca podría decir eso). A ver qué puedo hacer ahora con mi vida. :P
Un abrazo.
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